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15 años | 8 de octubre 1991 – 8 de octubre 2006

El Arma de la Crítica

porLBenCR

 

Presentación publicada en la primera edición de Crítica de Nuestro Tiempo, octubre – diciembre de 1991

 

Desde hace por lo menos cinco mil años la sociedad dividida en clases recibe sin cesar la crítica de los oprimidos y explotados por la vía de los hechos. En esa dimensión, en ese terreno, se ubica este intento de penetrar la realidad de nuestro tiempo.
La fusión de las luchas sociales del naciente movimiento obrero industrial con el pensamiento más avanzado de su época dio lugar al socialismo científico. Y plasmó un siglo y medio atrás en un cuerpo teórico denominado marxismo.
Por estos días, los sucesos que conmueven a la región del mundo donde por primera vez la humanidad intentó dejar atrás su prehistoria, son manipulados como argumento contra los principios forjados por aquella conjunción de lucha y reflexión.
No es la primera operación en gran escala contra la herramienta teórica del ansia ancestral del hombre por vivir sin cadenas. Y no será la última. Pero como las anteriores y las futuras, ésta mostrará a poco andar su irremediable impotencia. Porque no es teórica la base de la confrontación.
El argumento de los defensores del statu quo no puede ser explícito porque no reside en la razón, sino en la fuerza; no busca la perfección del ser humano sino que expresa la alineación del individuo enfrentado por definición con sus semejantes. Para ellos, por tanto, la teoría no existe y no debe existir. A cambio de razón teórica tienen recursos para expropiar antiguos sueños del hombre cristalizados en palabras hermosas: democracia, libertad, justicia, que en sus manos son árboles secos, espectros nocturnos, estériles, mentira.
En cambio la razón asiste a quienes sufren la naturaleza inhumana del capitalismo, a quienes se rebelan contra él. La interpretación racional de la realidad es por sí misma un himno contra la propiedad privada de los medios de producción, contra la economía de mercado, contra la doctrina y la práctica del capitalismo, contra el espectáculo horrendo del mundo contemporáneo.
Por eso los que sufren y los que se rebelan, deben adueñarse, aprender a emplear y empuñar con decisión el arma de la crítica. “Todo lo real es racional; y todo lo que es racional en la mente de los hombres será realidad”, decían los fundadores del socialismo científico. Los instrumentos teóricos legados por el pensamiento humano a través de miles de años y corporizados en el marxismo permiten que la razón desmenuce la realidad para interpretarla y hacen posible contraponerle una respuesta que no tiene nada de utópico, de sueño irrealizable, sino que es precisamente lo único real, aunque circunstancialmente parezca lejano e imposible.
Que lo digan si no aquellos que a la razón que analizó y condenó la realidad monstruosa del stalinismo –esa negación práctica y teórica del marxismo- le opusieron la fortaleza aparentemente inconmovible del PCUS y la Unión Soviética, la realidad.
Esa realidad de hierro y de granito, inapelable e invencible, se esfumó ante los ojos azorados de quienes le cantaban loas burlándose de los argumentos que anunciaban la inexorabilidad de su caída. Pues bien: ¡que se burlen ahora de los argumentos que prueban la inexorabilidad de la catástrofe a la que lleva el capitalismo!
No; la única verdad no es la realidad, como pretende el más ramplón de los postulados pseudoteóricos del pensamiento capitalista. La realidad se mueve, cambia sin cesar, se transforma constantemente. La única verdad es la que descubre las leyes de ese movimiento, interpreta la direccionalidad del cambio y, así, puede ser actor, protagonista de la transformación que, desde luego, la afectará a ella misma. Y esa es, también, la única libertad, fusionada con la verdad en un todo indisoluble de pensamiento y acción.
Claro que no es fácil descubrir las leyes que rigen el movimiento del mundo de hoy, interpretar el curso vertiginoso de los acontecimientos y actuar efectivamente sobre ellos. Tanto menos porque lo que fuera el marxismo oficial durante décadas, desvirtuó a tal punto la herramienta que a menudo parece inservible. La tarea exige esfuerzo, rigor, seriedad. No se parece en nada al papel de los pontífices que visten los oropeles del ritual y leen las sagradas escrituras. Y excede las fuerzas no ya de un individuo, sino de cualquiera de los equipos conocidos. La necesaria coincidencia entre quienes desde la defensa del capitalismo o la apología del marxismo oficial se opusieron, asistidos por siderales presupuestos y poderosos medios de difusión, al ejercicio de la crítica marxista, se combina con los reveses de la lucha revolucionaria concreta para dificultar al máximo la empresa.
Con esas limitaciones insalvables, ponemos esta arma en sus manos. O, más precisamente, esta parte incompleta y sin pulimento del arma que está en proceso de producción en América Latina.
En el marasmo contemporáneo se destacan factores que no caben en él, que no pierden la serenidad y no recurren a tirar convicciones por la borda con la vana esperanza de sortear la tempestad refugiándose en un rinconcito de la bodega en la nave pestilente del capitalismo.
Precisamente cuando el oleaje recién anunciaba su enfurecida embestida, los marxistas que tienen el mérito y la fortuna de encabezar un pueblo en la resistencia victoriosa contra el capitalismo, comenzaron a arrojar lastre y reforzar convicciones, afinar conceptos teóricos y a afirmar en el arma de la crítica –como proponían Marx y Engels- la crítica de las armas que en sus manos hoy ponen una barrera temible al imperialismo.
La reivindicación del pensamiento económico de Ernesto Guevara por parte del Partido Comunista de Cuba fue el prólogo de un consistente e ininterrumpido desarrollo de un marxismo vital, arraigado con impar firmeza en las masas y envarado en una decisión revolucionaria con pocos precedentes en la historia. Como hace tres décadas y media, cuando reorganizó a los sobrevivientes del Granma, Fidel Castro sigue siendo el alma mater –ahora de todo un pueblo- en ese salto al futuro de extraordinaria osadía y coraje. Y de extraordinario realismo.
Pero las islas, ya se sabe, son apenas la parte visible de montañas sumergidas. Hay decenas de marxistas, centenares de miles de revolucionarios y decenas de millones de obreros y campesinos en América Latina que, expresamente o no, van en la misma dirección que trazan los comunistas cubanos. Y que forjan organizaciones y obtienen victorias, como ejemplifica en el más alto nivel el partido de los Trabajadores de Brasil.
Esta Crítica de Nuestro Tiempo es fruto directo de ese fenómeno abarcador, bullente de incógnitas y contradicciones, de él depende y a él se remite. Nace justamente de la decisión de marxistas de todo el continente de pulir y aceitar el arma de la crítica; de interpretar la realidad con criterio científico; de afirmar los principios forjados en el duro yunke de la lucha de clases internacional, en el mismo momento en que por diferentes vías acometen la tarea de alcanzar la unidad social política de los trabajadores latinoamericanos y organizar a los pueblos del continente para la lucha antiimperialista y socialista. Se pone en movimiento para ser vehículo de búsqueda y afirmación, de investigación y debate, tras el objetivo de recomponer en un nivel superior las fuerzas humanas, teóricas y organizativas de los revolucionarios marxistas en América Latina y el Caribe y de allí a todo el mundo. Está en sus manos para resistir la ofensiva del enemigo y preparar la contraofensiva de nuestra clase y nuestros pueblos.

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