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Acorralado, Bush embiste en el Cono Sur

PorLBenAXXI

 

Irak ya gravita con fuerza irresistible en la política interna estadounidense. El inicio de un movimiento antiguerra dibuja un cercano horizonte de tormenta para George Bush. La madre de un soldado muerto en Irak, acampada frente a la residencia de verano del Presidente, catalizó un sentimiento manifestado desde antes de la invasión.

El complejo militar-industrial y su epítome, la gran prensa, lograron acallar hasta ahora aquel sentimiento mayoritario de la sociedad estadounidense. Ya no más. Dos extremos simbólicos irrumpieron simultáneamente planteando el retiro de tropas de Irak: Joan Baez, la tenue voz que en los años ’60 inervó millones de voluntades contra la guerra de Vietnam, y Henry Kissinger, el chacal del Departamento de Estado en aquel período (luego Premio Nobel de la Paz).
Como para probar que la sutilidad y la ternura no están divorciadas de la firmeza inquebrantable, Joan volvió a pulsar su guitarra y su voz vibró otra vez contra la guerra. Por su lado, el estratega de la contrarrevolución mundial, a quien el odio visceral, el acúmulo de años y de crímenes no han menguado la lucidez, con apenas un matiz coincidió con ella: hay que retirarse… pero no es posible!
En un artículo publicado en The Washington Post el 12 de agosto, Kissinger dibuja con precisión la trampa en la que se encuentra el gobierno del bloque guerrerista de la burguesía estadounidense, del cual es máximo exponente intelectual. “Por la envergadura del desafío islámico, el resultado de Irak tendrá una significación aún más profunda que el de Vietnam”, advierte. Y su conclusión demuestra la gravedad de la encerrona: “es necesaria la cooperación (de los líderes del mundo occidental), no tanto en el plano militar como en la tarea política (…) un resultado catastrófico tendría graves consecuencias globales”.
Literalmente sitiado en su residencia de verano, Bush fue informado del deterioro de su imagen, que en realidad es la reversión de la victoria ideológica de los ’90: Estados Unidos, el capitalismo, ya no son el modelo aceptable y aceptado en el mundo; el imperialismo reaparece como enemigo de la humanidad; y la guerra comienza a cambiar las relaciones de fuerza en las entrañas del propio monstruo.
Entre otras medidas, la secretaria de Estado Condoleezza Rice puso en marcha una operación cosmética: una división especial incrustada en el Departamento de Estado, se encargará de un equipo de “respuestas rápidas” para contrarrestar la avalancha de condenas que, por las más diversas razones, se suman diariamente en el planeta contra Estados Unidos, con el rostro de Bush. Para desgracia de Rice, dos días después de anunciada la empresa, el pastor Pat Robertson utilizó su programa de televisión para proponer el asesinato del presidente venezolano Hugo Chávez. “Tenemos la capacidad de eliminarlo y creo que ha llegado el momento de ejercer esa capacidad”, dijo este buen cristiano, amigo íntimo de la familia Bush. Si la tarea de cambiar la imagen del presidente estadounidense parecía desde el inicio una misión imposible, luego de esta confesión y del impacto mundial que produjo, suena ridícula.

 

Divide y (con el dedo en el gatillo) reinarás

Antes de esta comprobación innecesaria, la Casa Blanca instrumentó otros medios, los únicos confiables para sus ocupantes. El secretario de Defensa Donald Rumsfeld viajó a Asunción y a Lima, a mediados de agosto. Allí convalidó la presencia de un batallón de marines haciendo maniobras a 200 kilómetros de Bolivia y sostuvo que Venezuela y Cuba desestabilizan a Bolivia, Perú y Ecuador. Simultáneamente, un subsecretario del Tesoro se reunía en Buenos Aires con el canciller Rafael Bielsa, con el ministro de Economía Roberto Lavagna y con numerosas autoridades del Banco Central, para activar un plan supuestamente destinado a impedir el financiamiento, desde Argentina, del “terrorismo internacional”.
El punto de apoyo militar en el corazón del Cono Sur es un dato insoslayable de la política estadounidense para la región. Se trata de una nueva base en el hemisferio. El radio de operaciones incluye a Bolivia, Argentina, Uruguay y, naturalmente, Paraguay. Pero en conjunto con otras bases en la región configura un cerco militar contra Brasil, el escollo más poderoso para la estrategia anexionista denominada Área de Libre Comercio de las Américas (Alca).
Es en este contexto en el que se inscribe la crisis del gobierno Lula (desde luego fundada en fenómenos de otra naturaleza) así como las renovadas presiones de Estados Unidos sobre los gobiernos de Uruguay y Argentina. Los estrategas del Departamento de Estado intentan frenar y revertir la dinámica que durante los últimos seis años le quitó a Washington la iniciativa política, instauró una línea de convergencia suramericana y le asestó sucesivas derrotas en todos los terrenos a la estrategia imperialista. Resta saber cuál será la respuesta desde Buenos Aires, Montevideo y Brasilia.

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