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Argentina experimenta el liberalpopulismo

Macri es denostado por los mentores del liberalismo económico

 

Con respaldo unánime del capital local y extranjero el gobierno de Macri hace concesiones a una realidad política y social que no toleraría la aplicación de un plan de saneamiento efectivo.

 

Tras sendas reuniones con la jerarquía eclesiástica, la cúpula del Partido Justicialista y el embajador estadounidense, la flamante troika dirigente de la Confederación del Trabajo (CGT) preparó la reunión del Comité Central Confederal (CCC, otrora denominado Parlamento Obrero) y puso paños fríos sobre una anunciada huelga general antes de fin de octubre.

Como era dable esperar, el CCC mandató a la troika para que eventualmente –y luego de una ya convenida reunión con el presidente Mauricio Macri- para resolver un eventual plan de lucha y la tan meneada huelga general.

Macri puede congratularse. Estos hechos confirman la existencia ya reiterada en estas páginas de un amplio y abigarrado frente burgués que ha jugado su existencia al éxito –al menos para el mediano plazo- del gobierno de la coalición Cambiemos.

Al menos un sector de la cúpula sindical pretendía lanzar el paro a modo de palanca para situarse como contraparte del gobierno y ocupar así el lugar vacante en la conducción del Partido Justicialista. Parecen pesar más dos factores: la asociación del grueso de la dirigencia gremial con el propio gobierno y, en primer lugar de importancia, el hecho de que los sondeos de opinión indican un clima social adverso a medidas de lucha encabezadas por sindicalistas-empresarios, ajenos a los intereses históricos de los trabajadores. El potencial de lucha obrera no se muestra dispuesto a encolumnarse tras las actuales dirigencias sindicales en desesperado intento de recomposición.

El Presidente recibió además espaldarazos en el terreno internacional, tanto en el G-20 reunido en China, como en su viaje a New York para la Asamblea anual de la ONU, durante el cual se reunió con titulares de grandes fortunas y fondos de inversión, a los cuales trató de seducir para que traigan su dinero a Argentina.

Ínterin, se reunió en Buenos Aires una “mini-Davos”, cónclave de grandes capitalistas de todo el mundo y del propio país, símbolo de una mini-Argentina, proyectada como fuente de ganancias para empresas y usureros transnacionales.

 

Límites

Realizar esta estrategia de salvataje capitalista requiere al gobierno, sin embargo, concesiones por demás elevadas. Por ejemplo aumentar en un millón las asignaciones por hijo, pagar una deuda de años a los jubilados, devolver dinero también adeudados por años a los sindicatos, además de aceptar mansamente la imposibilidad del aumento de tarifas que había ensayado. Es así que el equipo ultraliberal encabezado por Macri aplica un plan económico de neto corte populista. Para reafirmarlo presentó al Congreso el 15 de septiembre un Presupuesto opuesto por el vértice al catecismo ortodoxo.

Como adelantó América XXI antes mismo de que Macri asumiera, la política oficial para el próximo período está basada en el endeudamiento externo. El gobierno anterior pagó más de 200 mil millones de dólares de deuda externa y tomó préstamos internos, sobre todo del instituto que administra los fondos de jubilados, por el equivalente a otros 200 mil millones de dólares. A esto denominan los economistas del capital –y los panegiristas del engaño- “bajo porcentaje de endeudamiento”. Sumado a la determinación de pagar tasas que como mínimo cuadruplican la media vigente en el mercado mundial, y dada la sobreabundancia de dinero resultante de una economía mundial en crisis, este cuadro deriva en relativa facilidad para financiar con préstamos del exterior un déficit presupuestario nominal de algo menos del 5% del PIB y real, cuando se le suma pagos por intereses de los gobiernos nacional y provinciales, que bordea el 8%. El presupuesto prevé aumento de gastos corrientes e intereses que requerirán la absorción de 38 mil millones de dólares en 2017. La otra palanca para poner en movimiento el plan desarrollista oficial es la llegada de capitales para invertir en áreas de producción y servicios, a cuyo fin el elenco gobernante está dispuesto a todas las concesiones imaginables.

También prevé el Presupuesto un crecimiento del 3,5% para 2017 -que consultoras privadas llevan hasta el 4 e incluso el 5%, con una inflación anual del 17%. Ya es perceptible la caída de la inflación arrolladora del primer semestre, así como el rebote de la recesión drástica que sacude al país desde mediados de 2015, luego de cuatro años durante los cuales el estancamiento se combinó con bruscas caídas recesivas. Un mínimo de oxígeno para quien está muriendo por estrangulamiento es equivalente a la salvación. Eso ocurre en la coyuntura con la economía argentina.

Un punto real a favor del gobierno ha sido la reestructuración del Instituto Nacional de Estadística y Censo (Indec) y la progresiva aparición de datos fidedignos. Eso se manifestó sin embargo en la difusión de índices demoledores de la marcha económica: 3,4% de caída del PBI en el segundo trimestre (7,9% para la industria manufacturera), alrededor del 40% de inflación para el año en curso, 9,3% de desocupación, con la pérdida de 120 mil puestos de trabajo en el primer semestre, según el Indec. Un resumen de este desmoronamiento ya sensible desde 2011 y factor importante en la derrota del anterior gobierno, está dado por un dato también difundido por el propio Indec: para no ser pobre, una familia tipo requiere 12500 pesos por mes. El salario mínimo es de 8060 pesos. En agosto el consumo tuvo una caída estimada en 8%, aunque esa tendencia revirtió en septiembre y se adelanta un último trimestre en recuperación. Según la fuente se estima entre 1,5 y 2,5% la recesión para 2016. No obstante, consultoras de diferente signo coinciden en que una mayoría de la población responsabiliza por esta situación al gobierno anterior.

Así las cosas, aun si se realizara una huelga general pro forma antes de fin de año, el gobierno puede aspirar a ganar las elecciones legislativas de 2017. Sólo un consistente plan de lucha dirigido por líderes genuinos de los trabajadores, que de las reivindicaciones económicas inmediatas pasaran a una franca lucha política, podría torcer este rumbo. Con tal certeza el bloque burgués-imperialista está dispuesto a continuar con políticas populistas hasta la validación del nuevo elenco y la total disgregación de las clases sometidas. En su cálculo esto le permitiría afrontar el inexorable fracaso desarrollista con un saneamiento profundo del sistema, que fatalmente requeriría violencia del capital contra el conjunto de la nación. Aunque se observan pasos tendientes a recomponer una izquierda con voluntad revolucionaria y raíces genuinas, no parece posible que incluso si estos esfuerzos tienen éxito, se pueda arrebatar a corto plazo la iniciativa política que hoy tiene sin disputa el gran capital. Este cuadro cambiaría –aunque no necesariamente en favor de los de abajo- sólo si se produjera una explosión social, improbable en el horizonte cercano.

Para conjurar el fantasma, partidos y sindicatos, encabezados explícitamente por el papa, abogan por un Pacto Social al cual Macri se resiste por el momento, precisamente porque no está a la orden del día la perspectiva de un colapso social incontrolable. De tal manera, el Presidente y su equipo pretenden hegemonizar sin concesiones el bloque burgués dominante, ganar las elecciones, doblegar al peronismo y reorganizar al país político sobre la base de lo que llaman “capitalismo serio”. Tal es el retroceso político en Argentina que hasta la burguesía se lanza por el camino de las utopías…

 

Malvinas y Venezuela

Correspondió a la canciller Susana Macorra el primer paso funesto en torno a Malvinas. En un comunicado conjunto con su par británico anunció la decisión, entre otras medidas, de explorar la extracción conjunta de petróleo en el área de las islas usurpadas. Hasta el propio bloque oficialista Cambiemos se levantó contra esta prueba de sumisión y abandono de la soberanía sobre las islas. Políticos exangües que durante 12 años hicieron nada para encaminar un política de recuperación de la soberanía sobre Malvinas, también se sumaron al coro de rechazo. Macri comprendió la magnitud del error táctico –el comunicado, no las concesiones- y en su discurso en la ONU insistió, como si fuese un líder nacionalista, en la “innegociable demanda de soberanía” sobre las islas y el espacio marítimo. Entusiasmado en su nuevo papel, tras cruzarse en un almuerzo con la primer ministra británica Theresa May declaró a la prensa que había programado con ella una reunión y que ésta había aceptado hablar sobre la soberanía. Tras el escandalete que siguió a esta gaffe voluntarista y demagógica, todo volvió a su cauce y ahora el oficialismo tratará sus propuestas para Malvinas en el Congreso, donde la cínica demagogia habitual hará que todo vuelva a fojas cero.

Para equilibrar, Macri aseguró en Nueva York que “en Venezuela no hay democracia”. Cabe preguntarse si fue sólo su inexperiencia lo que le hizo olvidar que hablaba desde un país donde por esas mismas horas policías blancos continuaban asesinando, sin razón comprobable alguna, a personas de piel oscura. O que los bombardeos a civiles en Siria se multiplicaron precisamente mientras él hablaba. O que el drama social estadounidense difícilmente es compatible con la democracia, incluso burguesa. Es conjeturable que se trate del tributo correspondiente a los encendidos elogios de Obama y a la inviable estrategia de afirmar un eje Washington Buenos Aires para derrotar a la Revolución Bolivariana y el Alba.

LB

@BilbaoL

24 de septiembre de 2016

 

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