Inexorable como la lluvia, la dinámica económica borra fronteras para trazar otras nuevas. Combinados la coyuntura mundial de retracción económica y los efectos de fuerzas centrífugas gestadas por el choque de intereses, la creación de instancias supranacionales se impone por sobre la voluntad de quienes empuñan las palancas de comando y diseña un mapa político marcadamente diferente del procurado por estrategas y gobernantes. Así, el Mercosur llegó a un acuerdo para negociar en bloque con Estados Unidos y la Unión Europea.
Entre el 21 y el 24 del pasado mes de junio se reunieron los Presidentes de dos bloques regionales sudamericanos, el Mercosur (Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay) y la Comunidad Andina de Naciones (CAN: Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú y Bolivia). La búsqueda de paliativos inmediatos para la crisis de sus economías nacionales privó por sobre consideraciones políticas y estratégicas y, en el caso de Argentina, les cambió el rumbo. Una excepción fue el presidente venezolano, Hugo Chávez, quien asistió al cónclave del Mercosur en Asunción como invitado; dos días después actuó como anfitrión de los presidentes de la CAN en Valencia y en las dos tribunas abogó por un objetivo más ambicioso que una mejora en el intercambio comercial: “Debemos empezar a pensar, a trabajar, para crear –ojalá podamos hacerlo en la primera década de este siglo– una unión de naciones bolivarianas en Sudamérica, mucho más allá de los convenios comerciales. Se trata de política; un bloque de fuerza; el mundo marcha en esa dirección”(1).
Las dos reuniones dejaron un saldo simétrico: por sobre las crudas disputas entre los componentes, la necesidad con su cara de hereje exige fortalecer mecanismos regionales para aumentar el intercambio, pero sobre todo para presentarse como bloque capaz de negociar en mejores términos con Estados Unidos y la Unión Europea. En palabras de un funcionario argentino: “Negociando país por país somos muy chiquititos. Con el bloque, la idea es llegar a un acuerdo para decirles: ‘Señores, dennos un poco más, amplíennos el cupo’”(2).
¡Dennos un poco más! Por cierto no es el grito de Bolívar, la enseña de San Martín, ni la proclama de Martí. Con todo, a tono con los tiempos y sus protagonistas destacados, he allí un clamor unificante. Con ese punto como mínimo común denominador, el Mercosur sorteó una encrucijada que lo amenazaba de muerte, en tanto la CAN reafirmó, en el Acta de Carabobo, una línea de acción que bajo la fórmula ritual de “enfrentar la pobreza y el narcotráfico y fortalecer la integración regional” acelera en dirección a una unión aduanera. Más aun: en ambos encuentros estuvo planteada la combinación y convergencia de los bloques, precisamente con el objetivo de afrontar desde una posición más sólida el desafío planteado por la exigencia estadounidense: la creación de un Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA).
Frágil acuerdo
En Asunción no hubo acuerdos de fondo. Pero, como señala un editorial de un diario paulista, “No retroceder es una gran hazaña en ciertas situaciones”(3). La ostensible divergencia entre Brasil y Argentina tuvo un punto de máxima tensión en los días previos a la reunión en la capital paraguaya. Pero la fuerza centrípeta pudo más: “El bloque se mantiene como unión aduanera, a pesar de los esfuerzos del ministro argentino de Economía, Domingo Cavallo, por llevarlo hacia atrás, a la condición de área de libre comercio”, sigue diciendo el editorial, que agrega: “Del lado brasileño se continúa concibiendo el Mercosur como un proyecto colectivo de inserción en la economía mundial. Ésa fue la noción original de los creadores del bloque. De parte de Argentina, los compromisos con el bloque se muestran cada vez más frágiles: serían fácilmente puestos en jaque si fuese menor su dependencia comercial en relación con Brasil”. Nada es definitivo y ni siquiera estable por estos días en la política argentina. Sin embargo, en Asunción el Presidente De la Rúa y su canciller, Adalberto Rodríguez Giavarini, enfatizaron el compromiso con el Mercosur. Cavallo, por su parte, pareció girar en redondo y disponerse no sólo a ratificar el bloque, sino a utilizarlo como plataforma personal, no ya para llevar a cabo su promesa de reactivación económica, sino para proyectarse como líder político regional.
El saldo fue entonces la revigorización del Mercosur, formalizada en tres medidas significativas: se elevaron los impuestos de importación para productos agrícolas subsidiados en los mercados de origen, con lo cual, según cálculos del autor de la propuesta, el ministro de Agricultura de Brasil, Marcus Vinícius Pratini de Moraes, se bloqueará el ingreso de estos productos por un monto superior a los mil millones de dólares anuales; se esbozó un acuerdo –dado por hecho por Cavallo y negado luego por el representante brasileño José Botafogo Gonçalves– destinado a poner en marcha desde septiembre próximo el libre comercio de automotores; y se resolvió formalizar un “grupo negociador” para entablar discusiones con Estados Unidos (la fórmula 4 + 1, ya defendida en los comienzos del Mercosur).
En este punto hubo más de un forcejeo. El primero fue en torno a la propuesta argentina de designar un representante común y permanente con cargo de “presidente coordinador”. Según una publicación brasileña, “Cavallo quería dar al presidente del grupo un status semejante al del comisario de comercio de la UE, Pascal Lamy, o del representante comercial estadounidense, Robert Zoellick”(4). El presidente brasileño Fernando Henrique Cardoso sorteó el conflicto con un doble movimiento: cedió a la exigencia de formar el grupo negociador, pero sostuvo que debería haber un titular rotativo, en coincidencia con el país que ejerce la presidencia pro tempore del Mercosur. Además, propuso para el cargo al uruguayo Enrique Iglesias, presidente del Banco Interamericano de Desarrollo y amigo de Cardoso, quien completó la operación para bajar el perfil de la nueva instancia al declinar el título de “presidente coordinador” y postularse como “asesor general”. Citado por un diario brasileño, el canciller brasileño Celso Lafer “parece entender que esta concesión fue más nominal que real. El gobierno estadounidense, según él, difícilmente podrá abrir negociaciones en el corto plazo con el Mercosur” (5).
¿Se consolidó entonces el bloque regional? ¿Avanza América Latina hacia la confluencia de Mercosur y CAN? ¿Resolvió Argentina su ambivalencia y adoptó una línea definitiva de alianza estratégica con Brasil? Es improbable. La fuerza que impuso este curso en la coyuntura la expuso Cavallo sin tapujos: “Los mercados de Estados Unidos y Europa están muy cerrados. La negociación Mercosur-Europa y Mercosur-Estados Unidos es una herramienta muy eficaz. Podremos negociar cupos más amplios”(6). El ministro soslayó un dato más inmediato en relación con su ansiedad por abrir mercados: la amenaza, sutilmente explicitada en Asunción por Cardoso, de que Argentina pierda a Brasil como comprador: si no existiese el Mercosur, dijo Cardoso en una hipótesis retórica supuestamente enderezada a celebrar los diez años del bloque, “quizá Argentina no estaría comprando automóviles, autopiezas y tantos otros productos brasileños. Y tal vez Brasil no estaría importando petróleo, trigo y automóviles de Argentina”(7).
A la valoración casuística y economicista de un bloque regional por parte de Cavallo (“¡amplíennos el cupo!”), se contrapone la estrategia desplegada por Brasil: “En las condiciones actuales de la economía internacional –dijo Cardoso en su discurso– la integración es un imperativo. Como imperativo es el modelo de regionalismo abierto en el que se consolida el Mercosur”. Y agregó en inequívoca referencia al ALCA: “Dije y repito: el Mercosur es, para Brasil, un destino. Las opciones vienen después”(8).
Además de sus pares de Argentina, Paraguay y Uruguay, otros tres Presidentes seguían las palabras de Cardoso: Chávez, el chileno Ricardo Lagos y Joaquim Chissano de Mozambique. Cada uno desde diferentes ángulos prefiguraba con su presencia el curso objetivo de los acontecimientos: Chile encontró una muralla en su intento reciente de cerrar un acuerdo bilateral con Estados Unidos para integrarse al ALCA; Mozambique simboliza la proyección de Brasil hacia el continente africano y Venezuela es el otro punto de apoyo del eje sobre el que comenzó a girar, desde hace dos años, la política hemisférica. Argentina queda en posición excéntrica: las autoridades no saben cuáles son sus fronteras.
- “Presidentes andinos sucribieron el Acta de Carabobo”, El Universal, Caracas, 24-6-01.
- “Buscan vender el doble a EE.UU. y a Europa”, La Nación, Buenos Aires, 24-6-01. El funcionario citado por el artículo es Federico Sturzenegger, secretario de Política Económica del ministerio de Economía.
- “O Brasil preserva o Mercosul”, Editorial de O Estado de São Paulo, San Pablo 27-6-01.
- Valor Econômico; www.mercosul.gov.br/resenha/
- Ibid. “O Brasil preserva o Mercosul”.
- Ibid. “Buscan vender el doble a EE.UU. y a Europa”.
- Discurso de Fernando Henrique Cardoso en Asunción; www.mre.gov.br
- Ibid.