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Brasil decide su lugar en el mundo

porLBenLMD

 

Las cuentas públicas de Brasil preanuncian la posibilidad de que en breve plazo el Estado no pueda cumplir con los vencimientos de la sideral deuda de alrededor de 685.000 millones de reales. Esta perspectiva eleva el «riesgo país» y desencadena una crisis de imprevisibles derivaciones. Pero la prensa atribuye esto al «efecto Lula», en sintonía con la táctica del oficialismo para remontar su desventaja frente a las elecciones de octubre y para beneplácito de Washington, que espera el caos generalizado en la región para reunir los despojos, doblegar la resistencia encabezada por el gran capital brasileño e imponer el ALCA.

 

Una paradoja estridente ensordece en Brasil y replica en toda América Latina: los cuatro candidatos mejor posicionados en las encuestas para las elecciones presidenciales de octubre próximo corresponden a partidos que se presentan como socialistas. Son el Partido de los Trabajadores (PT), el Partido Socialdemócrata de Brasil (PSDB), el Partido Socialista de Brasil (PSB) y el Partido Popular Socialista (PPS, ex comunista). No obstante, todos realizan los mayores esfuerzos para mostrarse como los mejores continuadores de un sistema que tanto en el auge como en la declinación, ha gestado la sociedad más desigual del planeta. A la vez, cada uno busca en el extremo opuesto del arco ideológico el respaldo necesario para vencer al adversario que debiera ser su aliado, si los nombres representaran contenidos y los programas escritos líneas de acción política. La hipocresía, se sabe, es el tributo que el vicio paga a la virtud. Pero algo más profundo, más potente que conductas individuales y partidarias, determina este contrasentido.

El rasgo político dominante en Brasil es hoy la búsqueda afanosa y urgente de cambio frente a la realidad intolerable y el horizonte ominoso. Una encuesta encargada el año pasado por la Confederação Nacional da Industria, indica que el 50% de los entrevistados cree que “el socialismo debería ser implantado en Brasil” (33% se pronunció en contra) y el 55% cree que “el país necesita una revolución socialista para resolver sus problemas” (32% en contra)(1). Paralelamente, la franja hegemónica de las clases dominantes brasileñas ha desplegado en los últimos tres años una decidida política continental signada por la oposición a la creación del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y dirigida a formas de asociación económico-política en Sudamérica (específicamente el Mercosur, profundizado y ampliado) que chocan de frente con la política de Estados Unidos hacia la región.

El mapa preelectoral, sin embargo, no contempla la asunción plena de ninguno de estos dos grandes ejes estratégicos. Mucho menos la combinación de ambos. El destacado nivel de las nuevas dirigencias brasileñas, el vigor singular de las grandes formaciones políticas y sociales creadas en las dos últimas décadas y la potencia de un aparato productivo sin par en la región no han cuajado hasta ahora una propuesta política a la altura de la crisis global.

En 1960, cuatro años antes del golpe de Estado, un tercio de la población consumía menos de 2.240 calorías diarias, es decir, estaba desnutrida, según los parámetros de la FAO (Food Agricultural Organization). Tras 21 años de dictadura militar, al recuperarse la democracia política y en el apogeo del desarrollo, la franja de población subalimentada llegaba a los dos tercios. En ese momento, ocho millones y medio de niños en edad escolar no concurrían a la escuela, una de cada dos casas no tenía luz eléctrica, cuatro de cada diez familias tenían un ingreso inferior a medio salario mínimo y más de 40 millones de personas –uno de cada tres brasileños– vivían en estado de pobreza absoluta(2). Cuando tras innumerables movilizaciones de masas se logró en 1989 la elección directa para el cargo de Presidente y el candidato del PT, Luiz Inacio da Silva, Lula, pasó a la segunda vuelta mientras se reducían a la nada los partidos tradicionales(3), el PSDB, el PSB y lo que ahora se denomina PPS, conformaron junto a otros partidos el Frente Brasil Popular para poner a “Lula lá” (allá, en el Palacio del Planalto, la sede del gobierno). Fernando Henrique Cardoso, hoy presidente, saludaba sonriente desde los palcos de campaña, al lado del obrero metalúrgico que había despertado la esperanza de millones de jóvenes, trabajadores y profesionales.

Doce años después, el país tiene casi 160 millones de habitantes y todos los índices sociales han empeorado. La deuda pasó del 30 al 55% del PBI durante los dos períodos de Cardoso, pese al ingreso de 100.000 millones de dólares por privatizaciones. El año pasado el PBI creció un 1,5%, cifra inferior a la de crecimiento de la población y al ingreso de jóvenes al mercado laboral. Un cataclismo económico análogo al de Argentina, pero a escala brasileña, amenaza minuto a minuto. Pero si en 1989 el PT enarbolaba un programa de drásticos cambios y esgrimía sin tapujos su condición de socialista, distanciándose por izquierda de sus aliados, hoy ha invertido aquella postura y en términos programáticos difícilmente se diferencia de los que ahora son sus rivales.

 

Encuestas y alianzas

Una encuesta indicaba que al 13 de mayo pasado Lula contaba con el 42% en la expectativa de voto. Desde la portada, Veja, el semanario de mayor circulación en Brasil iniciaba la escalada: “Por qué Lula asusta al mercado”(4). Según ese sondeo, José Serra (PSDB), el candidato oficialista respaldado por el presidente Cardoso, alcanzaba sólo el 17%; Anthony Garotinho (PSB) el 15% y Ciro Gomes (PPS) el 12%. Para entonces, la candidata del PFL, Roseana Sarney (hija del ex presidente José Sarney), había salido de carrera tras un escándalo de corrupción. Y Lula había lanzado una bomba, al visitar el 13 de febrero una fábrica textil en Minas Gerais, propiedad de José Alencar, líder empresario, dirigente del Partido Liberal (PL) y figura prominente de la Iglesia Universal del Reino de Dios (IURD, dueña de la multimedia Récord) y anunciar que se proponía “hacer una alianza con el PL no sólo para ganar las elecciones, sino para gobernar”(5).

El giro estremeció al PT. Cuando días después Carlos Rodríguez, diputado y obispo de la IURD, declaró que “el país no puede embarcarse en nuevas experiencias en el área económica. No podemos hacer de Brasil un globo de ensayo”, la oposición estalló en el PT. En Río de Janeiro las tendencias de izquierda levantaron públicamente la consigna “Edir Macedo (jefe de la poderosa secta religiosa) não é meu companheiro”. El gobernador de Rio Grande do Sul, Olivio Dutra, condenó la alianza con expresiones de las que resulta difícil retroceder: “El PL no está en el campo democrático definido como nuestro ámbito de alianzas”, dijo(6). En el mismo sentido se pronunció el actual prefecto de Porto Alegre, Tarso Genro.

Pero allí no quedaron las cosas: “Para completar la reacción de condena nada menos que la Conferencia de Obispos de Brasil se sintió compelida a mostrarse en público (…) el vicepresidente de la CNBB, obispo Marcelo Cavalheira, declaró: ‘Nosotros sabemos el riesgo que se corre si elementos de una iglesia que tiene una potencia tan grande en la comunicación busca ciertos objetivos, como por ejemplo exigir un ministerio. Claro, eso puede preocupar a algunos sectores de la iglesia católica’”, según la revista Teoría e Debate(7). Para comprender la resistencia que genera la alianza con el PL –decidida por Lula y la mayoría de la conducción del PL– basta registrar que en la fundación del PT, en marzo de 1980, participaron unas 80.000 comunidades de base de la iglesia católica, a la sazón conducidas en su mayoría por sacerdotes enrolados en la Teología de la Liberación.

La posición oficial de la iglesia católica, sumada al rechazo ampliamente extendido en las bases, cuadros medios y tendencias internas que en conjunto constituyen una mayoría partidaria, había convencido a los analistas brasileños –y a la propia militancia– de que la coalición con el PL no plasmaría. Sin embargo, el 19 de junio pasado Lula anunció que Alencar sería su compañero de fórmula en octubre. “Hasta ayer a la tarde, prácticamente todos los diputados del PT y del PL afirmaban que la tentativa de coalición había naufragado en sus múltiples problemas, principalmente en la resistencia de parlamentarios que tenían miedo de ser perjudicados por sus socios”(8).

Lula no parece haber tenido en cuenta la sentencia de Goethe: “No se puede vivir para todo el mundo, sobre todo para aquellos con los cuales no se querría vivir”(9). Pero no se trata sólo del PT. El PPS hace igualmente los mayores esfuerzos por obtener aliados de “centroderecha”. Y el PSB, sin dejar de considerar la posibilidad de renunciar a la puja presidencial y apoyar al PT, continúa lanzando gruesos brulotes contra Lula (“es igual a Fernando de la Rúa”) y buscando alianzas con los fragmentos del PMDB. Mientras tanto, las últimas encuestas registran un leve avance de Serra (21%), y la equivalente caída de Lula (38%).

 

Debate programático

Antes de esta metamorfosis que conmueve dentro y asombra fuera, la dirección del PT confrontó respecto de los lineamientos programáticos a asumir. En un documento del Instituto Cidadanía presentado por destacados economistas del PT a fines del año pasado, titulado “Otro Brasil es posible”, sus autores sentaron las bases de la actual fórmula Lula-Alencar. La ríspida polémica desatada en las filas petistas quedó reflejada en las páginas de Teoría e Debate, que publicó un resumen de aquel documento y la réplica de un representante de la izquierda partidaria. El argumento principal subraya que un proyecto alternativo “debe ser políticamente eficaz, es decir, capaz de ampliar el marco de alianzas contra este modelo actual, movilizar las fuerzas populares y asegurar la sustentación de las políticas transformadoras”. En resumen, el texto propone “Políticas específicas orientadas a la reducción de la vulnerabilidad y de la dependencia externa, proyectadas en cinco dimensiones: recuperación del saldo comercial y reducción del déficit en la cuenta de servicios del balance de pagos (…) corrección de los desequilibrios oriundos de la apertura comercial (…) consolidación de la vocación de multilateralidad (…) adecuación de la política relativa al capital extranjero a las directrices y prioridades del nuevo modelo económico (…) regulación del proceso de apertura del sector financiero”(10).

Refiriéndose al agravamiento del endeudamiento y la dependencia, los autores proponen “una modificación radical de ese cuadro, que se proyecta en tres planos interconectados: recomposición de la capacidad estatal de regulación y apoyo al desarrollo (…) reversión de la fragilidad fiscal (…) desarrollo de mecanismos de participación democrática en la gestión estatal”.

En respuesta a estos lineamientos, la oposición de izquierda al interior del PT respondió en tono mesurado pero drástico: “El verdadero eje del documento es la creencia de que es posible conseguir ‘cambios profundos’, a partir de una situación catastrófica, sin grandes enfrentamientos, ni con el gran capital extranjero, ni con el interno. Y ni siquiera con aspectos centrales de la ideología neoliberal”(11). La crítica es más contundente en materia de política económica: “los autores del documento aceptan que un ciclo de crecimiento sea comandado por la inversión privada, y aceptan incluso que sea altamente dependiente del capital extranjero; se preocupan sólo por la inestabilidad que esto acarrearía (…) se sugiere que el Estado brasileño defina el papel y las tareas de las empresas multinacionales. ¿Alguien cree que éstas cumplirán las tareas que el Estado les atribuya? (…) Aunque el texto señale la desnacionalización de la economía como una cosa negativa, en ningún momento considera que sea necesario revertirla (…) no es exagerado decir que el texto entiende posible llegar a la ‘reconstrucción de la nación’ por medio de una especie de sociedad con el capital extranjero, sin colocar como objetivo la reducción del grado de desnacionalización de la economía y ni siquiera el fortalecimiento del sector público”.

Como se ve, de manera ordenada, seria y sin romper lazos organizativos, el debate ideológico-político en el PT es el mismo que se produce en forma desarticulada –y la más de las veces sin el mínimo de profundidad– en las izquierdas de todo el continente y de Argentina en particular. La devastadora campaña que la gran prensa brasileña centra en la metamorfosis física de Lula (ahora vestido con trajes de corte italiano y marcado paso a paso por el publicista Duda Mendonça, el mismo que asesoró a Eduardo Duhalde en las presidenciales de 1999), tiene como telón de fondo una incógnita mayor: ¿es posible cambiar de raíz el cuadro socioeconómico actual? ¿es posible introducirle reformas positivas y sostenidas en el tiempo? ¿qué carriles demandan la resolución del hambre, el analfabetismo y la marginalización? ¿cuáles son los prerrequisitos del desarrollo, de la soberanía y la independencia?

 

El recurso del método

Más allá del debate, se plantea la sucesión de hechos, comandados por una prensa que asume la iniciativa política que los partidos del statu quo no pueden arrebatarle al PT. El recurso consiste en atribuir el alza del dólar, el aumento del “riesgo país” y la consecuente amenaza de corrida bancaria y cesación de pagos al ahora llamado “efecto Lula”. Se oculta y tergiversa así la realidad, determinada por una deuda externa de 685.000 millones de reales (100.000 millones directamente en dólares), una masa de intereses equivalente al 8% del PBI, las tendencias recesivas dominantes a escala mundial y la imposibilidad de cobrar impuestos a las grandes empresas y fortunas, todo lo cual anuncia que antes de fin de año Brasil podría entrar en cesación de pagos.

Frente a la embestida, Lula llevó al extremo las líneas tendidas por el documento aludido: “vamos a preservar el superávit primario en la medida que sea necesario para impedir que la deuda interna aumente y destruya la confianza en la capacidad del gobierno de honrar sus compromisos. Estamos conscientes de la gravedad de la crisis. Para resolverla, el PT está dispuesto a dialogar con todos los segmentos de la sociedad y con el propio gobierno”, afirmó apenas dos días después de haber presentado a Alencar como candidato a vicepresidente(12).

Pese a la enorme concesión, el lazo opositor no aflojó: la prensa reprodujo con gran despliegue que para la consultora Goldman Sachs, lo dicho por Lula es “alentador”, pero “insuficiente”(13). “La reticencia del PT a acordar la independencia del Banco Central con medidas que aumenten la autonomía operacional de la institución, también es un factor de desconfianza en relación al PT”, agrega el comentario, antes de exponer las condiciones que podrían aventar esos temores, sugestivamente idénticas a las adelantadas una semana antes por el semanario británico The Economist: “que el próximo gobierno mantenga el actual superávit fiscal (antes del pago de intereses) del 3,5% del PBI; que la economía crezca al menos 3,5% anualmente, que el real se sostenga firme; y que la tasa real de intereses no supere el actual 9%”(14).

Estas condiciones presuponen otras, que el órgano portavoz de las altas finanzas no trepida en presentar: “La única manera de lograr que los inversores presten a tasas bajas es continuar la larga cuesta hacia la modernización de la economía, mientras se mantiene un firme control de las finanzas públicas y de la inflación. Si el señor Da Silva vence, y si los inversores le dan una chance, tendrá pocas alternativas aparte de marchar por este largo, difícil camino”. Tampoco Washington se privó de ejercer presiones públicas: “El problema de Brasil es 100% político, no tiene nada que ver con la economía”, declaró Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal. Más directo aun fue el vicepresidente del Citigroup y ex vicedirector del FMI, Stanley Fisher: “Las dudas están centradas en lo que hará Lula, todo indica que va a vencer en las elecciones”(15).

Semejante presión, y sus propias concesiones, ponen a Lula a tiro de piedra de sus rivales electorales. “Brasil está siendo víctima de un ataque internacional”, declaró Ciro Gomes, quien agregó refiriéndose a Lula: “un estadista tiene que proteger a su gente, no asumir compromisos espúreos o retóricos con esos especuladores”(16). Por su parte, Garotinho comparó a Lula con Fernando de la Rúa y aseguró que “está a la derecha del candidato oficial”(17). Pero más filoso aun fue el estilete de Serra, su principal rival: “Me parece bien que el PT apoye ahora nuestras metas de superávit. Yo mismo las presenté, hace dos semanas”. El candidato oficialista agregó: “Nuestra alianza está más preparada, tiene más voluntad política, más competencia y más persistencia para conseguirlo”(18).

 

El ALCA es la clave

En este cuadro socioeconómico y político preelectoral, Brasil refleja como ningún otro país el naufragio del Consenso de Washington, instrumento estadounidense mediante el cual el continente fue puesto tras el neoliberalismo. Los partidos involucrados en aquella estrategia imperial pagan ahora con el rechazo masivo de la población. De México a Buenos Aires, basta haberse comprometido con la marea de privatizaciones, endeudamiento, enajenación de empresas públicas y manejos financieros, para ser condenado por la opinión pública. Con los recursos extraordinarios obtenidos, los centros del capital paliaron la caída de su propia tasa de ganancia media (ver páginas 2-3). Y aun así, Estados Unidos, la Unión Europea (UE) y Japón están en recesión.

Es en este cuadro que América Latina (más específicamente Sudamérica) oscila entre una política propia, los cantos de sirena de la UE y la exigencia terminante de Estados Unidos: un mercado único continental bajo su égida inapelable, el ALCA.

El Dipló ha registrado el realineamiento de fuerzas regionales encabezado por Brasil contra el proyecto estadounidense(19). Bajo la presidencia de Cardoso y en medio de reacomodamientos político-sociales aún en curso, un sector de las clases dominantes brasileñas impuso la oposición al ALCA y su punta de lanza militar, el Plan Colombia. Una y otra vez Estados Unidos chocó contra esta oposición, que amenazó con cobrar carácter de nuevo eje geopolítico cuando Brasilia convergió con Caracas(20). Fracasado el golpe contra Chávez(21), el Departamento de Estado centró su fuego en Argentina, el eslabón débil e inconsistente del Mercosur, transformado por obra de la necesidad extrema en línea de defensa de las burguesías regionales contra el ALCA. Pero el verdadero objetivo de este despliegue múltiple es Brasil.

“Estados Unidos considera a Brasil un ‘aliado esencial’ para el éxito del ALCA”, declaró la embajadora estadounidense en Brasilia, Donna Hrinak (casualmente trasladada desde Caracas a la capital brasileña). “Debemos superar los mitos y estereotipos de sectores interesados en no permitir que avance la integración comercial hemisférica que acusan a Estados Unidos de llevar adelante una política comercial sin equidad”, agregó(22).

Tales “mitos y estereotipos” calaron no sólo en Cardoso, sino también en el PT. El documento citado del Instituto Cidadanía expresa con inequívoco tono que “el ALCA no es una cuestión de plazos o de eventuales ventajas en este o aquel sector. Tal como está propuesto es un proyecto de anexión política y económica de América Latina, cuyo objetivo principal, por la potencialidad de su mercado interno, es Brasil”.

Imposible mayor contundencia. El hecho es que, bajo el peso de las presiones, medio año después de difundido aquel documento, Lula repitió la caracterización general respecto del ALCA, pero remató con una afirmación que supone un cambio de dirección: “Queremos un ALCA sin exclusiones (…) tenemos que incluir a Cuba en el ALCA”(23). O sea, sí al ALCA.

El “proyecto de anexión política y económica de América Latina” es hoy protagonista clave en las elecciones brasileñas y está llamado a jugar un papel aun mayor en el resto del hemisferio. Aunque no se debería desestimar la capacidad operativa del establishment político brasileño, es improbable que Cardoso, responsable de privatizaciones, endeudamiento, aumento en flecha de la pobreza y la marginalidad, así como de la extranjerización de áreas fundamentales de la economía brasileña, pueda imponer a su delfín. Lula tiene amplias posibilidades de ser presidente. Que el PT (un partido obrero de masas cuyo programa aún reivindica el socialismo) gobierne Brasil equivaldría a un terremoto político continental. Resta saber quién será deglutido por las inmensas grietas que se abren a medida que se aproxima octubre.

  1. Encuesta publicada por el semanario brasileño Veja, tomada de Teoría e Debate, revista teórica del PT, N° 49, San Pablo, octubre-diciembre de 2002.
  2. Luis Bilbao, PT Brasil: respuesta latinoamericana al desafío imperialista, Búsqueda Editora, Buenos Aires, septiembre de 1990.
  3. Ibid. Ulyses Guimaraes, patriarca nacional, candidato del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), obtuvo el 4% de los votos; Aureliano Chávez, del Partido del Frente Liberal (PFL), el 0,6%.
  4. Veja, San Pablo, 22-5-02.
  5. André Singer; “Uma virada en tres tempos”, Teoría e Debate, San Pablo, Nº 50, febrero-abril de 2002.
  6. Ibid.
  7. Ibid.
  8. João Domingos, “PT fecha acordo com PL e Alencar será Vice”, O Estado de São Paulo, 20-6-02.
  9. J. W. Goethe, O. C., Tomo I, Aguilar, México, 1991.
  10. Aloizio Mercadante e María da Conceicao Tavares, “Eixos de um novo modelo”,Teoría e Debate, N° 49.
  11. Joao Machado, “Um programa anacrónico”, Teoría e Debate, N° 49.
  12. Silvio Bressan, “Lula asume meta fiscal para acalmar mercado”, O Estado de São Paulo, 23-6-02.
  13. “Para analistas, discurso de Lula é insuficiente”, O Estado de São Paulo, 24-6-02.
  14. “The 685 billion reais question”, The Economist, Londres, 15-6-02.
  15. Sonia Racy “Problema do Brasil é só político, diz Greenspan”, O Estado de São Paulo, 24-6-02.
  16. “Garotinho compara petista a De la Rúa”, O Estado de São Paulo, 23-6-02.
  17. Ibid.
  18. Angela Lacerda, “Serra elogia petista por adotar idéias tucanas”, O Estado de São Paulo, 23-6-02 (“tucanos” es el apelativo con que se alude a los miembros del PSDB, por el pájaro que utilizan como distintivo).
  19. Luis Bilbao, “Brasil tentado por una opción sudamericana”, julio de 2000; “Militarización de la política”, septiembre de 2000; “Colapsa en Bolivia la estrategia de Washington”, noviembre de 2000; “La tenaza de Washington”, febrero de 2001; “Estados Unidos y la Unión Europea confrontan en Sudamérica”, abril de 2001; “ALCA: democracia tras el muro”, mayo de 2001; “Argentina vacila ante el nuevo mapa continental”, julio de 2001; “Estados Unidos alista un ejército para el ALCA”, septiembre de 2001; “Washington y la fractura global”, marzo de 2002; Le Monde diplomatique, edición Cono Sur.
  20. Luis Bilbao, “La revolución pacífica”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, noviembre de 1999.
  21. Varios autores, “Lecciones desde Venezuela”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, mayo de 2002.
  22. “EE.UU. considera a Brasil ‘aliado esencial’ para éxito del ALCA”, Unión Radio, edición digital, Caracas, 4-6-02.
  23. João Domingos, “Lula defende inclusao de Cuba na ALCA”, O Estado de São Paulo, 20-6-02.
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