Hoy fue destituida Dilma Rousseff, presidente constitucional de Brasil. En pocas horas comienza la marcha sobre Caracas, que bien podría llamarse, por su contenido, “marcha sobre Roma”, realizada bajo comando de Benito Mussolini el 27 de octubre de 1922.
Mañana no ocurrirá en Venezuela lo que hoy ocurrió en Brasil. Mucho menos lo sucedido en Roma cuando el fascismo comenzó su marcha ascendente. No habrá golpe de Estado exitoso. Y mucho menos ausencia de las masas frente a un hecho decisivo para el futuro nacional y regional.
Solidaridad con Dilma y el PT frente al golpe. Férrea voluntad de frente único para impedir que Michel Temer pueda usurpar establemente su cargo. Bloque continental para exigir su procesamiento por actos delincuenciales y el urgente llamado a elecciones en Brasil.
Años atrás, cuando era motivo de anatema, señalé el inexorable desenlace de una alianza del PT con su peor enemigo histórico, el PMDB. Aquella política de la dirigencia petista no fue un error: fue el abandono de una política de clase a cambio de un estrategia de subordinación a la burguesía. Aquí están los resultados.
Desde luego no será posible dar un solo paso adelante sin corregir ese desvío histórico que transformó al PT en un partido más del sistema capitalista, bajo carátula socialdemócrata. Pero eso es tarea de los trabajadores, las juventudes y sus vanguardias en Brasil. La nuestra es apoyar toda medida de lucha contra el ahora entronizado gobierno del gran capital sin antifaz, que avanzará sin reparos en una política de saneamiento profundo del capitalismo en crisis.
Ante todo, sin embargo, es preciso comprender que no es comparable la política revolucionaria del comandante Hugo Chávez con la subordinación socialdemócrata de Lula al gran capital (y de otros mandatarios colgados al saco del Libertador Socialista que hicieron lo mismo) y, a partir de esa certeza saber que nada de lo que ocurra mañana en Venezuela será comparable al patético desenlace del gobierno PT, con unos pocos centenares de personas manifestando frente al Senado en Brasilia cuando se consumaba el golpe de Estado contra Dilma.
Todo indica al mediodía del 31 de agosto que la marcha programada por la contrarrevolución en Venezuela no tendrá la magnitud ni el efecto esperado por sus organizadores del Norte. Está por verse. Pero sea cual fuere esa dimensión, será sin duda menor a la del pueblo organizado que saldrá a defender la Revolución Bolivariana.
Es elocuente la parábola: en momentos de crisis global del capitalismo cualquier expresión de prolongación del sistema (reformista o populista) está destinada a un triste final.
Depende de la conciencia, la ideología y la moral de cada uno si prefiere la penosa retirada de Dilma en ausencia del PT, o el combate abierto contra las fuerzas gestoras de la negación democrática, el hambre, la explotación y la violencia.
31 de agosto de 2016