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cómo afrontar la nueva coyuntura internacional

Formatear el Mercosur

PorLBenAXXI

 

Desafío: las dos reuniones cimeras del Mercosur durante el mes de julio tendrán lugar en un escenario internacional enrarecido: tiemblan otra vez las Bolsas en las metrópolis del capital, mientras recrudece la dinámica guerrerista de Estados Unidos. Ambos indicadores urgen definiciones al nuevo Mercosur: los tres grandes centros de la economía mundial están en el umbral de otra fase de recesión combinada. Los presidentes de Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Venezuela afrontan la tarea de transformar el bloque en instancia de unidad política, planeamiento económico y mecanismo de autodefensa frente a la escalada imperial.

 

En Caracas el 4 y 5 de julio, el 21 en Córdoba (Argentina), Suramérica afronta instancias decisivas para su futuro. La incorporación de Venezuela como miembro pleno del Mercosur habrá quedado sellada en la primera reunión. Néstor Kirchner, Luiz Inácio Lula da Silva, Nicanor Duarte, Tabaré Vázquez y Hugo Chávez rubrican una decisión indicativa de mucho más que la suma de un nuevo componente al bloque originario de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. El solo hecho de que el acto se realice en Caracas y en coincidencia con el aniversario de la Independencia de Venezuela, el 5 de julio, es indicativo del curso objetivo del nuevo Mercosur.

Con certeza Washington tomará buen registro del gesto simbólico. Apenas días después y más allá de los símbolos, sin embargo, en Córdoba los cinco presidentes deberán dar cuenta de lo que están dispuestos a asumir para cumplir con la responsabilidad histórica que les cabe.

Por lo tanto, ambas reuniones evidencian que la dinámica de convergencia se impuso a las fuerzas centrífugas predominantes durante los primeros meses del año. Una mirada ecuánime sobre los acontecimientos ocurridos desde entonces debe reconocer el papel de vanguardia política que le cupo al gobierno de la Revolución Bolivariana para contrarrestar una fragmentación impulsada por conflictos como el que enfrentó a Uruguay y Argentina, sumados a la táctica de la Casa Blanca de firmar Tratados de Libre Comercio (TLC) con varios países del área. Ese reconocimiento es, a la vez, una reivindicación de la política y la estrategia, frente a la tentación del pragmatismo con miras al rédito económico de coyuntura.

Ahora bien, en esta nueva fase, una estrategia política para el nuevo Mercosur no podrá eludir los estridentes indicadores de que el panorama internacional no es ya el mismo que predominó en la superficie durante un largo período.

 

La Bolsa y la vida 

La fantasía recurrente ha terminado. El crecimiento de la economía mundial en lo que va del siglo, interpretado arbitrariamente como indicador de buena salud del sistema, dio los primeros pasos rumbo a presentar la factura de su costo oculto. La manifestación inicial se tradujo en abruptas caídas bursátiles. En esa primea fase de una nueva eclosión de la crisis estructural, en la que la economía real comienza a repercutir sobre los centros de manejo financiero internacional, las metrópolis lograron recuperar buena parte de lo perdido en algunas semanas durante las cuales cundió el pánico. El costo mayor recayó –vaya novedad- sobre los países dependientes, denominados de manera aviesa “mercados emergentes”. La estrella de esta noción tramposa fue el paquete denominado BRICh (Brasil, Rusia, India y China). El diario inglés Financial Times registró la magnitud de lo ocurrido: “el índice MSCI (Metals Service Center Institute) de los mercados emergentes cayó un 14,8% en dólares desde el 9 de mayo, en Turquía la caída fue de un 30% y Brasil, Pakistán e India cerca de un 20%. Quienes habían comprado fiados en la tesis del BRIch han tenido ya ocasión de ver cuán fácilmente éste puede desplomarse.”

Aparte el impacto de esta caída sobre las economías de cada uno de tales países y el costo de quienes compraron “fiados en la tesis del BRICh”, hay otro costado en el asunto: el crecimiento de China y más tarde India durante las dos últimas décadas es, en buena medida, el punto de apoyo de la recuperación de la economía en Estados Unidos, la Unión Europea y Japón en el último sexenio y, en conjunto, factor del aumento en materias primas como petróleo, soya, cobre –entre otras- que permitirían la recuperación también a países dependientes de menor envergadura, sobre todo en América Latina.

Más significativo para la comprensión del fenómeno global, es que las razones que explican en última instancia tanto el auge ficticio del último período, como la actual amenaza de colapso, están en el corazón del sistema económico mundial: Estados Unidos.

Allí, tras el derrumbe bursátil de 1997 (el cual, dicho sea entre paréntesis, pulverizó la ficción de los “tigres del sudeste asiático”, equivalente en los 90 del efímero BRICh del nuevo siglo), el gobierno estadounidense sostuvo el giro económico con un conjunto de artificios entre los cuales, aparte la inversión de cifras siderales en armamentismo, sobresalieron la baja en la tasa de interés de la Reserva Federal y el recorte brutal de impuestos para el gran capital.

A corto plazo, esto derivaría en endeudamiento descontrolado y un déficit gemelo (fiscal y de balanza de pagos) de proporciones inauditas. El precio de evitar la recesión –que a su vez alimentaría el fuerte crecimiento chino- era nada menos que colocar una carga explosiva de inconmensurable potencia en los cimientos de la economía mundial.

Cuando la Reserva Federal recurrió al aumento de las tasas de interés para intentar revertir esta dinámica, las Bolsas se desplomaron. Ante la inminencia del colapso, los brillantes economistas del imperio dieron un volantazo y frenaron el aumento de tasas. Los mercados se calmaron. Pero el dilema es de hierro: con tasas bajas, el saldo negativo de la balanza de pagos se dispara y acelera la marcha del abismo; con tasas altas, sobreviene inexorablemente la recesión con estación intermedia en un colapso bursátil.

De manera que, en este cuadro general y aunque el Fondo Monetario Internacional (FMI) anuncia un crecimiento del 5% para 2006, los temblores durante mayo y parte de junio en los centros bursátiles están anunciando el fin de este ciclo. Y es altamente probable que ya se pueda dar por definitivamente concluida la novela de los BRICh, según la cual estos supuestos “mercados emergentes” eran la salvación definitiva para las fallas estructurales en el edificio del capitalismo mundial.

 

Respuesta política

Si en la fase de crecimiento de los últimos años el efecto social de la crisis estructural dio como resultado el saqueo descontrolado de los países subordinados y el empobrecimiento sin precedentes de miles de millones de seres humanos, es fácil deducir cuáles serán los efectos de un nuevo ciclo recesivo a escala planetaria.

No pueden caber dudas de que esta nueva coyuntura vendrá acompañada por profundas convulsiones sociales y políticas, en todo el mundo y muy particularmente en América Latina. Basta observar lo ocurrido en Chile en las últimas semanas, para advertir con qué rapidez se esfumarán las ilusiones de sostener la estabilidad con base en la superexplotación y la pasividad de la sociedad.

En este cuadro, y bajo presión estadounidense, las clases dominantes de Colombia, Perú y hasta cierto punto Ecuador, han resuelto huir hacia delante firmando TLCs. El caso de Perú es paradigmático: el Congreso votó el acuerdo de sumisión minutos antes de dar paso a los diputados recientemente electos y con el respaldo del partido que deberá asumir la presidencia, el Apra. No hacen falta condiciones de augur para afirmar que Alan García no podrá gobernar. Y si bien su par colombiano ganó con buen margen la reelección, no es menos cierto que la abstención del 56% del electorado y el malestar en las propias bases sociales del oficialismo por el impacto de TLC, a lo cual debe sumarse un abrupto salto electoral de las izquierdas colombianas, asegura un segundo gobierno turbulento para Álvaro Uribe.

Como quiera que sea, estos países constituyen un polo inequívocamente alineado con Estados Unidos para afrontar el próximo período histórico. Por otro lado, las corrientes socialdemócratas y socialcristianas que en diferentes carnaduras perviven dentro y fuera de los restantes gobiernos de la región, aun en los casos en que asumen una posición de resistencia a la voracidad estadounidense, lo hacen desde la perspectiva del statu quo y con el interesado respaldo de la Unión Europea. Pero la señalada crisis estructural, que acentúa la competencia interimperialista, a la vez excluye el margen para concesiones sociales, por lo cual aquellas políticas tendrán el mismo contenido antinacional que las impulsadas desde Washington.

Un verdadero bloque con base en el Mercosur formateado, además de convocar sin dilaciones a la integración plena en Bolivia y otros países, deberá asumir y realizar el debate ideológico-político implícito en este panorama. De allí la importancia superlativa de que a la reunión de Córdoba asista Fidel Castro, quien junto con Hugo Chávez y Evo Morales representan la estrategia del Alba, ya vigente y actuante, en el concierto latinoamericano.

Además de abrir sin mezquindades las puertas a otros países, el Mercosur formateado debe producir cambios radicales para estar en condiciones de enfrentar lo que viene. En primer lugar, dotar al cuerpo de un organismo estrictamente político: un parlamento común elegido en plazos perentorios por voto universal y directo en cada país. Para que esto no sea una formalidad burocrática más, los presidentes deberían acordar un programa de acción con objetivos muy simples: creación de un Banco del Sur, puesta en marcha de un plan gradual para adoptar una moneda única, definición de objetivos comunes tales como programas para acabar con el analfabetismo y garantizar salud gratuita a la población en cada uno de los países. Todo ello sobre la base de una planificación conjunta, democrática y con amplia participación social, destinada a resolver problemas estructurales inaplazables, como lo que hacen a la provisión de energía, la edificación de viviendas, la complementación de capacidades y necesidades de cada país para que no haya un solo niño en la calle, un solo excluido, un solo ser humano arrojado a la desocupación y el abandono.

Por último –pero en primer orden- está planteada la necesidad de debatir y realizar una instancia defensiva común, una mancomunidad capaz de hacerle saber al imperio que América latina no admite agresiones militares y está preparada para impedir la guerra.

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