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congreso del psuv y debate estratégico, tras la derrota en el referendo

Retroceder, detenerse o avanzar en pos del socialismo

PorLBenAXXI

 

Rumbo: impregnada por el debate acerca de las causas que impidieron la reforma constitucional para acelerar la marcha al socialismo en torno al Congreso Fundacional del Psuv se discute en realidad la estrategia de la Revolución Bolivariana. Ese traspié tuvo la virtud de mostrar debilidades y falencias que la sucesión inacabable de éxitos ocultaba. La inédita experiencia democrática en la que más de un millón de personas estudia y debate durante dos meses el contenido, la forma y los caminos de la revolución social producirá cambios profundos en la conciencia de Venezuela e impactará en toda América Latina.

 

A dos meses de la derrota electoral del pasado 2 de diciembre, cuando se puso a votación la reforma constitucional propuesta por el presidente Hugo Chávez, se huele en el aire una mezcla de demanda, ofuscación y confusión, con la oposición soñando una vez más en dar la batalla final para derrocar al gobierno, mientras en las filas de la revolución se asimila el golpe y se realinean fuerzas.

Como se sabe, la derrota se produjo porque sobre un total de 7 millones 300 mil electores que en las presidenciales de 2006 apoyaron a Chávez, 3 millones no concurrieron a votar un año después, permitiendo que la oposición, con la misma cantidad de votos con la que perdió por lejos en aquella oportunidad, ahora resultara victoriosa. Se entiende entonces que en el amplio arco de fuerzas que apoyan al gobierno predomine el debate acerca de las causas por las cuales ocurrió este brusco reflujo.

La imprevista coyuntura con la que ha chocado la Revolución Bolivariana se entrelaza con un factor que complica al extremo el panorama: este año habrá renovación de alcaldes en 337 municipios y de gobernadores en 24 estados. El Consejo Nacional Electoral ya ha fijado la fecha de elecciones para noviembre próximo. Si bien cuatro semanas han bastado para que en las filas de la oposición se derritiera la euforia inicial, en un caso clásico de transformación de deseos en realidad, sus líderes se disponen a repetir la hazaña y sueñan con recuperar no menos de cinco gobernaciones importantes y varias decenas de alcaldías. Más allá de la falsa percepción de la realidad por parte de los líderes opositores, es cierto que si el gobierno no lograse remontar el clima provocado por el resultado de diciembre, efectivamente la oposición tendría chance de ganar elecciones en puntos clave, que le permitirían inmediatamente exigir la renuncia de Chávez y sumir al país en el caos.

A eso se lanzan los enemigos de la revolución. La victoria de diciembre obró en los primeros días como fuerza aglutinadora en un conjunto hasta entonces desperdigado y desmoralizado. Pero a poco andar, la confrontación interna volvió a predominar: las candidaturas se disputan a dentelladas y proliferan resquebrajando la unidad que no obstante se proclama como valor principal. A la vez, no faltan quienes persisten en la tesis golpista, seguros de que la vía electoral no puede al cabo darles resultado. Sobrevolando estas fracciones, la única herramienta política opositora realmente existente, el canal Globovisión, arrecia su conducta provocadora, con el objetivo de ganar en río revuelto y acaso con la intención de forzar al gobierno a tomar una medida punitiva, que permita instalar a escala mundial la idea de que Chávez avanza por el camino de la dictadura.

 

Causas y efectos 

Paralelamente, las filas de la revolución asimilan el golpe y buscan el camino para recuperar la iniciativa política. Dos de los problemas sociales que según ciertos análisis pesaron en el resultado electoral fueron atacados de frente por el gobierno: la lucha contra el desabastecimiento alimentario y contra la inseguridad. En la frontera con Colombia se instalaron controles para evitar el contrabando de alimentos que, comprados a precios subsidiados por el Estado y transportados clandestinamente al país vecino, lograban el doble objetivo de producir elevadas ganancias y desabastecer el mercado local, con el consecuente descontento general. Miles de toneladas de mercancías de primera necesidad decomisadas en la frontera y cientos de negocios clausurados en todo el país, a la par de un enérgico plan de reabastecimiento y distribución de alimentos básicos, produjeron un rápido cambio en la situación.

Como parte de esta drástica reacción se creó Pdval (PDV Alimento), una nueva empresa estatal para la importación y distribución de alimentos, que como su nombre lo indica, depende de la petrolera estatal y está a cargo del presidente de esa empresa y ministro de Energía, Rafael Ramírez. Pdval complementa a Mercal, instancia también del Estado creada ante una amenaza semejante tras el golpe de 2002, que ahora aumentó de 130 a 170 mil toneladas su capacidad de distribución mensual de alimentos. En apenas días, el desabastecimiento fue superado.

En cuanto a la inseguridad, el nuevo ministro de Interior y Justicia, Ramón Rodríguez Chacín, implementó un drástico operativo nacional de control, a partir de lo que se ha dado en llamar “inteligencia social”, basada en los Consejos Comunales, que apunta a los traficante de drogas al menudeo y golpea un foco mayor de delincuencia, con resultados contundentes que en apenas un mes han disminuido verticalmente los índices de criminalidad.

Sin embargo, pocos creen que en la solución de estos problemas -inexplicablemente postergados y sin duda causantes de buena parte del descontento trasuntado en la abstención- resida la réplica política necesaria. La búsqueda de respuestas de fondo discurre por otros caminos y toma cuerpo en incógnitas por sí mismas elocuentes: para recuperar la iniciativa y retomar el curso positivo ¿es preciso retroceder en las medidas delineadas a lo largo de 2007 y buscar la reconciliación con el arco opositor? ¿basta con poner un freno temporario? ¿o, por el contrario, se requiere una drástica aceleración en pos del socialismo?

 

Las 3 R y el debate estratégico 

Luces de alerta se encendieron en los sectores más radicalizados del ancho movimiento que respalda al gobierno, cuando tras asumir la responsabilidad de la derrota, el presidente Chávez aludió a un error en la velocidad de marcha y a la elección de los tiempos. Simultáneamente se alzaron voces proponiendo la reconciliación, sin definir con exactitud el significado político de ese llamado. Por su parte Chávez lanzó la consigna de las 3 R: Revisión, Rectificación y Reimpulso. Un posterior cambio de gabinete aumentó el temor del flanco izquierdo respecto de un supuesto viraje conservador del gobierno.

Cabe una digresión: durante estos nueve años de impetuoso avance revolucionarios e inmensas conquistas tácticas y estratégicas, la inexistencia de un partido de gobierno y de órganos de prensa propios de la dirección revolucionaria ha instaurado una suerte de cultura del rumor, donde las suposiciones rápidamente se transforman en certezas, defendidas en voz baja pero con la seguridad de las verdades manifiestas. Intriga, subjetivismo y faccionalismo, casi siempre sin fundamento alguno, reemplazan el debate teórico y político, por estos días más necesario que nunca. Los servicios de inteligencia del imperialismo comprendieron la potencia negativa de esa falencia grave y desde hace años se especializaron en el arte de la manipulación, mediante rumores e informaciones falsas, difundidas profusamente desde una cantidad inverosímil de periódicos y boletines electrónicos, que por supuesto circulan con la mayor libertad. En ausencia de prensa propia, incluso la militancia comprometida con la revolución bolivariana acude a ellos para obtener sucedáneos de información.

Acaso por obra de esa combinación de debilidad e interferencias han pasado desapercibidos los pasos reales de Chávez, resumidos en las 3 R: además de imprimir velocidad a los problemas de abastecimiento y seguridad, volvió a recorrer poblados, a promover insistentemente el funcionamiento de los Consejos Comunales y a tomar contacto directo con los problemas sociales, como si estuviese en campaña electoral; tomó medidas apenas visibles pero eventualmente de alto impacto, apuntadas a la corrupción financiera; y puso especial énfasis en el Congreso Fundacional del Partido Socialista Unido de Venezuela.

 

La herramienta política 

Es en el Congreso Fundacional donde ahora mismo se lleva a cabo el debate. El proceso de selección de delegados y todo el mecanismo de funcionamiento de esta instancia constitutiva partió de un esfuerzo metódico por garantizar la plena participación democrática de la mayor parte de los aspirantes a militantes que ratificaron su voluntad concurriendo regularmente a las reuniones semanales de los Batallones.

El Congreso fue Inaugurado formalmente el 12 de enero con un discurso de Chávez. A partir de la semana siguiente 1681 delegadas y delegados, provenientes de otras tantas circunscripciones a su vez compuestas por 12412 Batallones (el organismo básico del Partido), comenzaron a sesionar sábados y domingos, para concluir el 9 de marzo, reuniéndose cada fin de semana en un Estado diferente. Las sesiones del 19 y 20 estuvieron dedicadas al debate de la Declaración de Principios, tomando como punto de partida un anteproyecto elaborado por la Comisión Promotora del Psuv (éste anteproyecto, así como los de Programa y Estatuto, pueden hallarse en www.militantepsuv.org.ve). Antes, los delegados de cada Estado habían elegido un representante coordinador; en un breve plenario inicial, la Secretaría Técnica que organizó este proceso puso en manos de los 24 representantes así escogidos la conducción del Congreso hasta su culminación. Luego, los delegados se dividieron en 50 Mesas formadas de manera aleatoria. Al cabo de dos días de intensa y libérrima discusión, cada Mesa emitió un documento que fue presentado y leído en plenario.

Luego esos 50 documentos regresaron a la Secretaría Técnica, que los procesó e incorporó lo que creyó adecuado al anteproyecto original. El documento resultante, junto con la síntesis de las 50 relatorías, vuelve a las circunscripciones y de allí pasa a los Batallones, que deberán validarlo o no y devolverlo al Congreso, que finalmente pondrá a votación el o los textos resultantes de este proceso.

Hay, como se ve, un compromiso con la construcción desde las bases. Pese al mecanismo descripto, sería ingenuo suponer que la nueva organización no arrastre en alguna medida los vicios propios de los aparatos electorales en cualquier país del mundo. El Psuv ha sido promovido desde el propio gobierno y en su edificación participan todas las instancias estatales en manos del oficialismo. Por lo demás, tratándose de un partido de masas, no podría sino traducir la realidad sociopolítica del país, o, para decirlo de otra manera, no podría sino reflejar el formidable salto que han dado las masas en los últimos años, junto con el atraso político del conjunto, los vicios históricos de las formaciones políticas del pasado y, sobre todo, la ausencia militante del movimiento obrero venezolano.

Son incontables las denuncias de que tal o cual gobernador o alcalde ha manipulado la elección de voceros y delegados, e incluso ha recurrido a dinero y prebendas para influir en las decisiones antes y durante el Congreso. Sin embargo, aun sin negar un margen de verdad a estas denuncias, es impactante observar el tono de las discusiones en las Mesas –visible además en las relatorías- y en los Plenarios. Allí queda claro que un porcentaje muy elevado de los delegados expresa un sentimiento que viene desde las bases. Y eso es tanto más elocuente cuando en él prevalecen las posiciones extremadamente críticas a gobernadores y alcaldes y la reivindicación de una mecánica democrática para el Congreso. El saldo provisional de todo esto se verá con la definición de los tres documentos fundacionales (Declaración de Principios, Programa y Estatutos), con elección de la Dirección Nacional provisional al final del Congreso y con la mecánica que se adopte para la elección de los candidatos que disputarán las elecciones de alcaldes y gobernadores, verdadero y único objetivo de una cantidad de dirigentes hoy ausentes personalmente en el desarrollo concreto del Congreso Fundacional, pero muy presentes a través de representantes más o menos ocultos y, sobre todo, de la capacidad derivada de su condición de gobernantes.

 

Panorama antes de la confrontación 

No sería excesivo afirmar que del resultado de este inédito proceso de edificación de un partido de masas depende la Revolución Bolivariana. Las elecciones dejan escaso margen de tiempo. En las filas del bolivarianismo hay, como se vio cuando Chávez llamó a construir el Psuv y acelerar por la vía del socialismo, grupos y dirigentes empeñados en consolidar su propio poder y promoverse como sujetos o representantes de una nueva “burguesía nacional”; y existen también sectores marcados por concepciones ideológicas reformistas que sostienen “la revolución por etapas” y, al posponer sin fecha las medidas socialistas, convergen involuntariamente con el sector denominado por el pueblo “boliburguesía”. Aunque no de manera explícita y en la mayoría de los casos sin conciencia de ello, el debate en las filas del Psuv en esta coyuntura marcada por la derrota en el referéndum, es entre reforma y revolución. Entre los factores barajados para explicar ese traspié no han figurado dos de importancia sobresaliente: además del hecho de que al compás de la bonanza económica y las victorias electorales el movimiento de masas experimentaba un reflujo, tal vez desde antes mismo de las elecciones de 2006, buena parte de las medidas apuntadas a remontar el abismo social hallado nueve años atrás consistió en dar créditos para pequeños emprendimientos, cooperativas y pequeñas empresas. Es inconmensurable la cantidad de recursos destinados a ese fin. Hay dos millones de “nuevos emprendedores” y decenas de miles de cooperativas. La conciencia individual y social que crea esta dinámica económica se contradice con la idea de socialismo. El incentivo a la propiedad privada alienta precisamente aquello que la cultura capitalista introduce en la ideología de los oprimidos. Convenientemente manipulada por la propaganda imperialista, ese nudo ideológico amarró a buena parte de los adherentes a Chávez; no los empujó a las filas enemigas, pero les impidió votar. La campaña opositora presentó la reforma como el fin de la propiedad privada, entendida ésta como la propiedad de la vivienda, de un pequeño comercio, de un automóvil (en esto jugaron un papel especial una cantidad de sectas religiosas sembradas por la CIA). La respuesta fue más que insuficiente. Se confundió primero agitación con propaganda y luego propaganda con publicidad. Había que explicar a millones qué es el socialismo. Y allí se tradujeron las diferencias de quienes no acuerdan con la línea de acción concreta del Presidente y la falta de articulación para defender la propuesta de Chávez.

Esto reaparece ahora en el Congreso Fundacional. Hay una batalla de ideas de dimensiones formidables. Hasta el 9 de marzo más de un millón de hombres y mujeres (puede ser hasta un millón y medio) estarán inmersos en la lectura de documentos y textos revolucionarios, educándose y debatiendo, aprendiendo y enseñando, escogiendo y asumiéndose como portavoces y protagonistas de primera línea en la revolución.

Venezuela no será la misma al cabo de esta experiencia. Y el saldo producirá una onda expansiva que alcanzará a toda América Latina.

 

 

 

 

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