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Cuba y la teoría del valor

PorLBenAXXI

 

Es conveniente observar los cambios debatidos y aprobados por el VI° Congreso del Partido Comunista de Cuba a la luz del mayor poder de gravitación que tendrá la ley del valor.
Cupo a Adam Smith, fundador de la economía política como ciencia, descubrir en los albores del capitalismo que el valor de cualquier objeto proviene de la cantidad de trabajo humano que tenga incorporado. Ya con el sistema consolidado, Carlos Marx descubrió que en el capitalismo todo se intercambia por su valor, es decir por la cantidad de trabajo socialmente necesario para su producción… incluida la fuerza humana de trabajo. Esto supone que el salario equivale al valor necesario para sostener y reproducir aquella mercancía que encarna la capacidad de realizar trabajo productivo: el ser humano. Marx llamó “trabajo necesario” a la porción de la jornada laboral destinada a cubrir el salario y “trabajo excedente” al resto, que dependerá del tiempo que el obrero trabaje, de los medios técnicos que el capitalista ponga a su alcance y de los ritmos y destreza que logre imponerle. Obtener el máximo de beneficio de ese proceso, en ininterrumpida competencia con otros capitalistas, es el motor ciego, irracional e impiadoso del sistema. La ley del valor se constituye así en reguladora de la producción, de las relaciones sociales y de la distribución del trabajo y el producido social.

 

Combate histórico

El socialismo tiende a abolir esa ley, que sin embargo regirá en diferente gradación durante la transición de un sistema a otro. Puesto que no existe una economía nacional cerrada al mundo, aun cuando en un país se haya reducido al mínimo la gravitación de la ley del valor en el ordenamiento de su producción y sus relaciones sociales, aquella penetra por las relaciones económicas internacionales y choca de frente con la economía local. La productividad, los precios relativos, las formas de organización del trabajo y las asignaciones del producido nacional están severamente condicionados en un país no capitalista por el peso del comercio internacional. Por eso, dicho sea de paso, no es posible construir acabadamente el socialismo en un solo país: el capitalismo penetra y busca reconstituirse a partir de la economía mundial.
Así, la abolición de los medios privados de producción es una condición necesaria, pero no suficiente para instaurar el socialismo. Una transición genuina gana terreno a la ley del valor; avanza en la economía planificada y minimiza la irracionalidad capitalista. La transición es, al límite, la lucha contra la existencia y gravitación de la ley del valor. Y ése es un combate que se manifiesta en el terreno nacional, pero se libra a escala internacional.
Reto a la inteligencia y la voluntad
Cuba, país pequeño, subdesarrollado y bloqueado, tendrá necesariamente mayores dificultades que una economía mayor para conducir por los sinuosos caminos de la transición. Ya había emprendido un proceso de “Rectificación de errores y desviaciones” cuando el desplome de la Unión Soviética obligó a un período especial. Superado ese trance extremo, cayó sobre la isla una fatídica sucesión de huracanes y catástrofes naturales, que produjeron daños materiales inconmensurables. El discurso de Raúl Castro en la apertura del VI° Congreso (publicado en esta edición, complemento de Lineamientos para el cambio, aparecido en la edición de abril), testimonia la asunción de decisiones imprescindibles para acompasar las contradicciones económicas y sociales producidas en una isla no capitalista inundada por un avasallador océano de capital. También afrontar “errores y desviaciones” de arrastre.
No cabe tomar en serio las voces pseudo revolucionarias que acusan al PCC de emprender el camino del capitalismo. Provienen de la ignorancia, la petulancia, o algo peor. En todo caso, son contrarias al pensamiento marxista, reemplazado por estridencias vacías. Desde la visión marxista, es claro que las medidas adoptadas entrañan un riesgo calculado, impuesto por esa ley “de hierro y de diamante”.
Ahora bien: aumentar la productividad, mejorar la organización del trabajo, adaptar las asignaciones a las urgencias de la economía cubana, en las condiciones dadas tiene como insoslayable contrapartida negativa la cesión de mayor espacio a la ley del valor, que empuja violentamente hacia la irracionalidad capitalista. Es una contradicción no apta para el pensamiento idealista, ajeno a la dialéctica. Infantoizquierdistas y reformistas desconocen el materialismo y piensan a partir de la lógica formal; se diferencian en que estos últimos entienden los cambios como un paso necesario de retorno al capitalismo.
Manejar esas contradicciones para enrumbarlas hacia una aceleración de la transición es un desafío mayor para los revolucionarios cubanos. Tanto más difícil porque la ley del valor acentuará deformaciones actuales y porque, como desde hace 52 años, el imperialismo acecha a cada instante para usufructuar el más mínimo error.
Los Lineamientos para el cambio se revelan como instrumento para reencauzar la eficiencia económica, mantener la unidad social de todo un pueblo y dar continuidad a la transición, ahora en el marco del Alba.
No hay razones para dudar que el PCC y el pueblo revolucionario sabrán afrontar y vencer la ley del valor con el valor de la teoría, potenciado por otro valor: el que equivale a coraje; el que siempre mostró la primera revolución socialista de América Latina.

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