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reseña

Cultura e imperialismo

porLBenLMD

 

De Edward W. Said

Editorial: Anagrama
Cantidad de páginas: 542
Lugar de publicación: Barcelona
Fecha de publicación: Enero de 1996

 

No es un mérito desdeñable, en un libro publicado originalmente en 1993, presentarse con una palabra por entonces extinguida en los círculos intelectuales: imperialismo. Menos aún si se propone exponer la vinculación entre éste y la cultura, no como descubrimiento arqueológico de un pasado remoto, sino como actualidad de decisiva gravitación en materia de arte, literatura, periodismo y acción política.

Ese es el cometido de Edward Said, de origen palestino, profesor de literatura comparada en la Universidad de Columbia, políglota, miembro del Consejo Nacional Palestino entre 1997 y 1991.

Buena parte de las más de 500 páginas que componen este abigarrado texto producirán placer a quien espere de un autor erudición, originalidad, penetración y valentía. Said adelanta que su método «consiste en trabajar lo más posible sobre obras individuales, leyéndolas primero como grandiosos productos de la imaginación creadora e interpretativa, y luego mostrándolas dentro de la relación entre cultura e imperio».

Entre las muchas obras sobre las que aplica su escalpelo, sobresale el tratamiento de El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad, y de la ópera Aída de Giuseppe Verdi. Sin disimular su admiración por éstas y otras expresiones de la cultura occidental, Saíd las ilumina desde un ángulo que habitualmente escapa incluso a miradas calificadas: su condición no sólo de «productos» de una ideología imperialista, sino y sobre todo por su carácter de «instrumento» para que ésta se consolide y perpetúe. El autor llega a sugerir que la novela como género es un fruto histórico de la expansión imperial y puede percibirse la insinuación de que aquélla acabará con ésta. Pero este punto no será retomado a lo largo del extenso ensayo, excepto cuando hacia el final ataca con agudeza y determinación el papel del periodismo en relación con el tratamiento de las culturas no occidentales, y específicamente la guerra contra Irak en 1991.

Said aclara: «Usaré el término imperialismo como definición de la práctica, la teoría y las actitudes de un centro metropolitano dominante que rige un territorio distante». Hay demasiado espacio para la ambigüedad y la imprecisión en esta fórmula. Y por allí se abren grietas que debilitan la ambiciosa arquitectura propuesta por el autor. Aun compartiendo las esperanzas universalistas de Said resulta difícil obviar la enorme distancia existente entre su descripción del conflicto y la fragilidad de su propuesta.

Acaso por la misma causa, el libro adolece en algunos de sus capítulos de lo mismo que condena: atacar la cosmovisión imperialista desde un nacionalismo estrecho.

Desde luego es comprensible que en el momento en que escribió Cultura e imperialismo Saíd haya sido empujado a respaldarse sobre todo en la clásica posición «tercerista». Pero el precio de tal recurso es alto, aunque el autor no escatima compromiso tanto para exponer la condición última de ciertos nacionalismos árabes como la conducta de intelectuales occidentales acomodaticios.

El libro de Saíd no merecía una traducción deficiente hasta la exasperación y una edición que no ahorra innumerables errores tipográficos, palabras perdidas y hasta errores de ortografía que no ennoblecen a la industria editorial española.

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