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cusco, ayacucho y ouro preto

Tropiezos de la unión suramericana

PorLBenAXXI

 

Opciones: exigencias populares perentorias combinadas con intereses de las clases dominantes imponen una tendencia a la unidad. En tres escenarios diferentes, quedaron expuestas las propuestas frente a una coyuntura histórica excepcional. La proclamación de una Comunidad Suramericana de Naciones, pese a su objetiva confrontación con la voluntad imperialista, es insuficiente para responder a las urgencias de la hora.

 

En el pequeño avión de ocho plazas que lo lleva de Cusco a Ayacucho para celebrar allí el 180° aniversario de la batalla final contra el imperio español, el presidente venezolano Hugo Chávez encuentra un modo singular de realizar el balance de la jornada anterior.
Trece países habían firmado el 8 de diciembre en la antigua capital incaica el Acta Fundacional de la Comunidad Suramericana de Naciones. Con la posibilidad de constituir el tercer bloque más importante del mundo en dimensión geográfica, cantidad de población y volumen productivo, esta potencial nueva entidad en el escenario económico y político internacional choca con los planes estadounidenses de anexar la región mediante el Alca (Area de Libre Comercio de las Américas). A la vez, tal como la perfila su acta de nacimiento, reducida a un proyecto de integración comercial-exportador, es insuficiente para responder a las crecientes demandas sociales que en los últimos años han sacudido y transformado el mapa político regional. Quien había puesto la impronta de la ceremonia fundacional fue precisamente la figura que más expectativas había creado en el Cono Sur, el presidente brasileño Lula da Silva. Por eso su discurso de clausura provocó desazón incluso en su comitiva. En templo imponente construido por los jesuitas frente a la Plaza de Armas cusqueña en el siglo XVII Lula enumeró las obras de infraestructura destinadas a integrar la región, pidió ayuda al Fondo Monetario Internacional y se congratuló por el envío de tropas brasileñas a Haití. Pero eludió toda mención a las dramáticas urgencias de 222 millones de pobres (entre ellos 96 millones de indigentes), y obvió los dilemas económicos planteados por la dependencia, el endeudamiento y el creciente intervencionismo militar estadounidense. Chávez no hizo este balance. A cambio, tomó un grueso libro con cartas y documentos de Bolívar («lo publicó Velazco Alvarado -dijo- es una colección como de 15 volúmenes») y se puso a leer en voz alta los decretos y resoluciones adoptados por el Libertador inmediatamente después de la victoria de Ayacucho.

 

De guerrero a gobernante

La voz del presidente venezolano se impone al rugido de las turbinas y sus acompañantes -ministros, altos jefes militares y, como invitado, el Director de América XXI- se ven empujados dos siglos atrás, en ese mismo escenario dominado como hoy por el atraso, la pobreza y el desamparo, pero ante un hombre que después de vencer al enemigo imperialista se redefine a sí mismo como «alfarero de Repúblicas». Y se aboca a la tarea de gobernante con la misma lucidez y coraje manifiestos en la guerra. La primera y más enérgica decisión de Bolívar fue la creación de cientos de escuelas, incluso escuelas exclusivas para niñas -«allí está Simón Rodríguez», acota Chávez.
De las medidas de gobierno se pasa a la eclosión de las luchas internas y el papel de los entonces embajadores de Estados Unidos a la Gran Colombia. Chávez lee un documento que revela la frontal oposición de Washington a la figura del Libertador. El canciller Alí Rodríguez Araque hace un cáustico comentario de actualidad. Es posible por un instante preguntarse si el avión vuela en el siglo XXI. Tras el aterrizaje y un breve viaje en helicóptero, será el arribo a la Pampa de Quínua, el lugar de la batalla.
La Historia está allí, silenciosa y elocuente, al pie del cerro Condorcunca. Sólo han concurrido los presidentes de Perú, Bolivia, Venezuela, Surinam y Panamá. Las autoridades peruanas excluyeron de la celebración a los descendientes de aquellos soldados cuyos gritos de coraje y de muerte tienen un eco en la mirada altiva y a la vez resignada, de insondable tristeza, de un aborigen que ha podido acercarse pero es rechazado por una funcionaria limeña. A lo lejos, varios centenares de campesinos que lograron aproximarse a pesar de todo, hacen oir su protesta cuando el presidente Alejandro Toledo inicia el acto con una ofrenda floral. Y vuelven a tronar sus voces, ahora expresando apoyo, cuando Chávez habla de ellos, de los excluidos y explotados de América Latina, y recuerda que tras Ayacucho vino la desunión y la frustración de los grandes objetivos de la emancipación. Y que aquella tarea inconclusa está planteada otra vez, dos siglos más tarde.

 

Propuestas ante la crisis

Una semana después se reunió en Ouro Preto, Brasil, la cumbre del Mercosur, para dar ingreso formal a Venezuela, Colombia y Ecuador, además de sumar a Guayana y Surinam. Esta vez estuvieron los presidentes Néstor Kirchner de Argentina, Nicanor Duarte de Paraguay y Jorge Batlle de Uruguay, ausentes en Cusco; los dos primeros por conflictos por el exceso de productos brasileños exportados a sus países y el último porque, en representación de la voluntad estadounidense en la región, se opone a la Comunidad Suramericana de Naciones.
En una contradicción sólo aparente, cuando los doce países suramericanos (y otra vez Panamá sumado a este bloque) convergen en un mismo ámbito de mercado común, se agravan los conflictos entre los dos socios mayores: Argentina y Brasil.
Los grandes empresarios brasileños impulsan a Lula hacia una política de unificación regional en su propio beneficio y a la vez traban esta dinámica al obrar frente las industrias de sus socios según el mismo mecanismo implantado por el imperialismo a través del llamado «neoliberalismo»: la ocupación hostil de áreas de mercado.
Lula reiteró en Ouro Preto su discurso de Cusco, pero allí estuvo Kirchner para recordarle que nadie puede «ignorar las asimetrías existentes ni perjudicar a los sectores internos de nuestros países, pues ello afectaría la propia integración». El presidente argentino hizo igualmente una advertencia imposible de disimular con fotos donde ambos mandatarios se abrazaron sonrientes: «ninguno de nuestros países es por sí mismo ni tan grande ni tan fuerte como para prescindir del destino regional». Pero esa afirmación regionalista, sumada a la ausencia en Cusco, dejó la duda respecto del curso de Argentina en relación con el proyecto de bloque regional timoneado por Brasil.
Ante una encrucijada obvia, eludida por todos con discursos tonantes como barril vacío, Chávez se tomó el tiempo que no tuvo en Cusco para exponer detallada y extensivamente su Agenda Bolivariana. Repitió su propuesta de un Fondo Latinoamericano conformado con las propias reservas de los países de la región, habló de la moneda única, puso a disposición cien millones de dólares para acometer de inmediato empresas de alfabetización y atención sanitaria masivas, reiteró su propuesta de Petroamérica, e insistió con una Televisión del Sur. Quedaron así planteadas tres posiciones frente a una coyuntura histórica excepcional, que repite en condiciones incomparablemente más favorables y en dimensión planetaria, los desafíos que América Latina afrontó en el siglo XIX.
El hecho es que en el actual contexto mundial, el neodesarrollismo keynesiano expansionista esgrimido por Lula no tiene base objetiva de sustentación. Los pronósticos más optimistas adelantan una caída de la economía mundial para los próximos años: del 4% (desigual y con porcentajes menores en los países centrales) de crecimiento promedio del PBI mundial en 2004, se pasará según estas previsiones al 3,1% en 2005 y al 3% en 2006. La caída del dólar provocada por el desmesurado déficit gemelo estadounidense y su impacto global, auguran cifras peores. Y alimentan el riesgo de un colapso financiero internacional, con indescifrables efectos sobre la economía y la política mundiales. Afirmar una estrategia con base en el aumento de las exportaciones garantiza el agravamiento de los dramas sociales sin ofrecer una mínima perspectiva de éxito en ese objetivo mercantilista. Por otra parte, huelga decir que estaría condenada al fracaso toda perspectiva que niegue o subordine la unidad de América Latina. Acaso por eso hubo un silencio tenso entre los presidentes reunidos en Ouro Preto cuando Chávez subrayó que venía de Cuba, donde acababa de firmar con Fidel Castro la Alternativa Bolivariana para las Américas.

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