La Comunidad Sudamericana de Naciones, proclamada aunque todavía inexistente, puede convertirse en el tercer bloque más poderoso del planeta por extensión geográfica, cantidad de habitantes y volumen productivo. El Dipló fue testigo en Cusco y Ayacucho de acuerdos y divergencias de intereses y de interpretación del momento histórico, repetidos en Ouro Preto durante la reunión del Mercosur. Unos y otras son suficientes para catapultar o inviabilizar esta creación estratégica. De Argentina, Brasil y Venezuela depende en gran parte el desenlace.
Tres hombres, tres países, tres concepciones, convergentes y a la vez profundamente diferenciadas en todos los órdenes, se pusieron a prueba en Cusco, Ayacucho y Ouro Preto, en el curso de una semana intensa como pocas, a mediados de diciembre pasado. Escenarios cargados de simbolismo fueron testigos de un guión no escrito que, por momentos, pareció desenvolverse al margen de la voluntad de los actores, imponiéndoles papeles imprevistos(1).
De pronto la Historia se aceleró: el 8 de diciembre representantes de trece países (toda América del Sur más Panamá) firmaron en Cusco, Perú, el Acta Fundacional de la Comunidad Sudamericana de Naciones; al día siguiente los mismos mandatarios debían celebrar el 180° aniversario de la Batalla de Ayacucho y por último, el día 17, la cumbre del Mercosur realizada en Ouro Preto, Brasil, incorporó formalmente a Venezuela, Colombia y Ecuador, asociando además a Guayana y Surinam.
Aceleración sí, pero abrupta y paradojal: más de un mandatario, repitiendo discursos de unidad a partir de las mismas nociones que la frustraron en el pasado y en los últimos años ahondaron sus efectos dañinos, parecía allí extemporáneo. Los presidentes de Argentina, Brasil y Venezuela, sin embargo, trazaron cada uno a su manera y desde su propia realidad la perspectiva que entienden viable para salir de la crisis -que nadie niega- a través de una entidad supranacional suramericana que todos dicen defender. Ellos abrieron el debate que deberá dirimirse en el turbulento futuro cercano que se avizora en América Latina y el Caribe.
Miopía y mirada estratégica
Por peso económico, geográfico y político, Brasilia, Buenos Aires y Caracas gravitan de manera decisiva sobre el heterogéneo conjunto regional. Todo comenzó en realidad cuando en agosto de 2000 plasmó en la región un nuevo eje geoestratégico con base en Venezuela y Brasil, y el ex presidente Fernando Henrique Cardoso convocó en su país la primera reunión de Presidentes suramericanos. Desde entonces Estados Unidos hizo lo imposible por quebrar ese vector y luego, ante sucesivos fracasos, por impedir que Argentina fuera un tercer y decisivo punto de apoyo. Con tales antecedentes, Luiz Inácio Lula da Silva, Néstor Kirchner y Hugo Chávez, fueron las figuras clave de estos encuentros. Pero Kirchner brilló en Cusco y Ayacucho por su ruidosa ausencia, mientras Lula, asumido como la gran figura en los actos públicos de proclamación y firma del Acta Fundacional en la antigua capital incaica, rehuyó el debate planteado a puertas cerradas por Chávez cuando éste señaló que «a menos que salgamos a luchar contra la miseria y la exclusión, tampoco esta cumbre servirá para nada». Lula prefirió hacer una alusión irónica respecto de la supuesta juventud de Chávez, causa de su ímpetu, para retirarse luego, antes de que el Presidente venezolano retomara la palabra con gesto adusto. «Se terminó el happening», dijo a mediavoz el chileno Ricardo Lagos, ante la evidencia de que no habría debate sobre el punto.
De hecho, el Acta firmada por los Presidentes elude los gravísimos problemas sociales que azotan la región y reitera una idea resumida en frases como ésta: «Nuestros países poseen potencialidades aún no aprovechadas tanto para utilizar mejor sus aptitudes regionales como para fortalecer las capacidades de negociación y proyección internacionales»(2). Sólo ante la decisión de Chávez de «firmar con reparo integral» se convino finalmente en suscribir un acta complementaria, denominada Declaración de Ayacucho, donde puede leerse otro compromiso de los Presidentes: «Continuar empeñando nuestros mayores esfuerzos para alcanzar un desarrollo económico y social sostenible que promueva, entre otros aspectos, la justicia social, la libertad, la igualdad, la tolerancia y el respeto al medio ambiente, tomando en consideración las necesidades urgentes de los más pobres, así como los requisitos especiales de las economías menores y más vulnerables de América del Sur»(3).
Mientras estos temas se debatían, el único logro efectivo era el alcanzado por los parlamentarios de la región, que tras arduas negociaciones habían acordado la conformación del Parlamento del Mercosur, a constituirse con fecha límite en diciembre de 2006. Ya sobre la hora de clausura se acordó firmar el acta de nacimiento de la Comunidad Sudamericana. Sentados de espaldas al altar central de la iglesia jesuita levantada frente a la Plaza de Armas de Cusco, los mandatarios parecían tocados por el halo de un remoto pasado emanado de las calles estrechas y la inefable arquitectura de la antigua capital incaica. Lula leyó un discurso y al final, seguramente sintiendo que no había llegado al punto, improvisó durante algunos minutos. El gran orador de otras ocasiones no lograba desanudar su elocuencia, quizá por la abrumadora grandiosidad del templo barroco-colonial edificado en el siglo XVII por la aguerrida Compañía de Jesús. Dejó claro sin embargo que su gobierno y su país no escatimarían esfuerzos y compromisos para crear un bloque de gravitación mundial. También se hizo evidente que Lula ve la resolución de las perentorias exigencias propias de su país a partir de que Brasil encabece y usufructúe la fuerza de ese nuevo bloque mundial como gran potencia exportadora.
He allí resumido el conflicto: frente al discurso de Lula, Kirchner estaba ausente y Chávez no figuraba como orador. El gobernante argentino respondió con la omisión a lo que ve como amenaza a su propio proyecto fronteras adentro por el previsible aluvión productivo de Brasil; el venezolano percibe que la lógica de la competencia comercial, lejos de derramar beneficios sobre los pueblos suramericanos, acentuaría aun más la miseria y la desigualdad. En la intervención de clausura el anfitrión Alejandro Toledo no tuvo necesidad de violentar sus ideas neoliberales para calzar en la perspectiva de integración a base de caminos, puentes y, sobre todo, buenos negocios de exportación.
Los jesuitas presumiblemente habrían desaprobado que su templo fuera escenario de un acto político en el que sólo se alabó al Dios Mercurio. O tal vez no. Los clérigos de aquellos tiempos remotos, capaces de desafiar al Papa levantando su iglesia a pocos metros de la Catedral y de mostrar supremacía en fuerza y riqueza frente al poder del cual dependían, acaso se hubiesen sentido en su terreno en esta mezcla de miopía y mirada estratégica, de codicia y generosidad, de valor y cobardía, plasmada en una jornada con destinos extremos: la potencialidad de cambiar el mapa político mundial y el riesgo de caer mañana en el olvido.
Pasado y presente
La ausencia en Cusco de tres sobre cuatro presidentes integrantes del Mercosur (Kirchner, Jorge Batlle de Uruguay y Nicanor Duarte Frutos de Paraguay) era por demás elocuente a la hora de firmar el Acta Fundacional. Pese a todo, se impuso la fuerza centrípeta que gravita desde hace algunos años sobre Suramérica. En cambio al día siguiente, en Ayacucho, prevaleció la tendencia contraria: a la conmemoración de la batalla que puso fin al colonialismo español del siglo XIX sólo asistieron Toledo, Chávez, Carlos Mesa de Bolivia, Ronald Venetiaan de Surinam y Martín Torrijos de Panamá (el gobierno argentino no creyó necesario mandar siquiera un representante de segunda línea del Poder Ejecutivo). A los pies del cerro Condorcunca, 180 años después, quedó patente el desafío histórico: si la necesidad de poner barreras al mercado único de Alaska a la Patagonia impulsado por Estados Unidos en su propio beneficio obra como fuerza de unificación suramericana, la lógica de la competencia capitalista se impone igualmente en el ámbito mercosureño y fragmenta las partes antes de que logren ensamblarse.
Esto quedaría en evidencia a la semana siguiente en Ouro Preto, donde el mismo bloque de trece países firmantes del Acta de Comunidad Sudamericana de Naciones se proyectaba como mercado común. Lula reiteró en su discurso de apertura la larga serie de beneficios que la ampliación de escala significa para planes de más exportaciones y tratamiento en mejores condiciones con otras potencias económicas. Pero Kirchner -que sí se hizo presente esta vez- salió al cruce para advertir que ese objetivo no se puede alcanzar si ocurre en beneficio de uno de sus componentes y en detrimento de los demás. A la intención del gran capital brasileño -que además de apuntar a mercados remotos se vuelca incontenible sobre sus propios vecinos- el Presidente argentino respondió con un obvio gesto proteccionista. Llevada hasta el final, esa actitud clausuraría a la vez la perspectiva de unidad suramericana y la superación de la devastadora crisis argentina.
Por el ángulo inverso Lula choca de frente con la estrategia de revolución bolivariana encarnada en Chávez, quien en Ouro Preto expuso en detalle y extensión una agenda de profundos cambios económicos, sociales y políticos. Tres días antes, el Presidente venezolano había firmado con Fidel Castro un acuerdo sobre ese programa de acción, denominado Alternativa Bolivariana para las Américas. Refiriéndose a ese acuerdo, la última sesión del Parlamento cubano emitió un documento que resume la disputa a medias explícita en Cusco, Ayacucho y Ouro Preto: «La América Latina y el Caribe actual, con sus 222 millones de pobres, de ellos 96 millones de indigentes; con la peor y más injusta distribución del ingreso en el planeta; con decenas de millones de analfabetos y desempleados; con una deuda externa de 782 mil millones de dólares y con el 90% de sus 200 millones de población negra e indígena sumida en la extrema pobreza y la exclusión, es la expresión más contundente del fracaso de la política neoliberal y de la necesidad de una verdadera integración inspirada en la solidaridad y la cooperación»(4).
Hubo gestos de inquietud en más de un Presidente cuando en su prolongada intervención Chávez remarcó estas cifras, recordó que traía saludos de Fidel para todos los presentes y que también el Caribe -y el propio México, en un futuro no demasiado lejano- debían sumarse al proyecto unificador, pero que éste sería inviable sin dar respuesta a la exclusión y las plagas sociales derivadas de la miseria.
Paradójicamente, la radicalidad de la propuesta de Chávez presenta menos obstáculos inmediatos que la tercera vía adoptada por Lula o el camino de zigzag ensayado por Kirchner. La perspectiva de competir en el mercado mundial y basar en la multiplicación de las exportaciones la sustentación económica de la región, como se propone Lula (fue la opción de la Alianza en Argentina, en 1998), supone congelar y aun rebajar salarios y aumentar la competitividad empeorando las condiciones de vida y de trabajo de los asalariados y pequeños productores. ¿Cuáles serían a mediano plazo los resultados políticos de semejante opción? Aparte el ejemplo del final de la Alianza en Argentina, la respuesta está configurada en la situación en ciernes en Brasil (Sader, pág. 6). En cuanto a las erráticas medidas del gobierno Kirchner, incluso si tuvieran éxito en la negociación con los centros financieros y pudieran estabilizarse en la coyuntura mediante un repliegue para «vivir con lo nuestro», pondrían freno a la Unión Sudamericana aislando a un país que además del peso insoportable de la deuda externa, la enajenación de sus riquezas naturales y la devastación de su aparato productivo, está maniatado por convenios leoninos de los cuales difícilmente podrá desprenderse sin entrelazar su futuro con los países de la región (Sosa, pág. 5). Por lo demás, Washington ya ha lanzado su contraofensiva ante el evidente fracaso del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y volverá a la carga para que este país clave que no termina de asumir su condición de tal se encolumne otra vez tras la Casa Blanca, contra Brasil y Venezuela.
Un episodio ocurrido durante la celebración del aniversario de Ayacucho resume el destino de una Unión Sudamericana que no asuma como punto de partida la lucha contra la exclusión y la pobreza. Los campesinos peruanos no habían sido invitados a la ceremonia. Algunos cientos que lograron trasponer las barreras militares fueron ubicados a varias cuadras del lugar del acto. En el imponente escenario de la Pampa de Quínua, allí donde 180 años atrás los ejércitos unidos del Sur batieron a un enemigo que los doblaba en número y armamento, aquella fractura entre el pueblo y las autoridades era un fresco sobremanera expresivo del dilema latinoamericano. Cuando a Toledo le tocó el turno de hacer una ofrenda floral, aunque apagados por la distancia pudieron oirse los gritos de protesta y la silbatina de indios y campesinos. Minutos después una ovación creció hasta imponerse cuando Chávez tomó la palabra y recordó que los objetivos de la gesta libertadora aún estaban pendientes. El Presidente peruano desistió de clausurar la ceremonia.
Menos deslucido, aunque igualmente significativo, fue el momento final de la cumbre en Ouro Preto. Cuando Lula pasó el símbolo de mando a Nicanor Duarte para que éste asumiera por seis meses la presidencia de un Mercosur ahora extendido a toda Suramérica, el mandatario paraguayo aprovechó la ocasión para hacer un discurso en el que replanteó, desde la óptica de un país con más desventajas, los mismos reclamos de Argentina. Quedó así como nota final una advertencia: o los gobiernos -particularmente los de Brasil, Argentina y Venezuela- se imponen a los intereses singulares que anteponen su tasa de beneficio al proyecto estratégico de la unidad suramericana, o el terreno ganado en Cusco y Ouro Preto será reconquistado, con creces, por la disgregación y sus beneficiarios al acecho.
- Luis Bilbao, «Anuncios de una nueva era en Cusco y Ayacucho«, Informe-Dipló, 14-12-04.
- III Cumbre Presidencial Sudamericana, Cusco, 8-12-04. Declaración del Cusco sobre la Comunidad Sudamericana de Naciones, http://www.mre.gov.br.
- http://www.venpres.gov.ve/ayacu/ayacu1.htm#ll.
- «La época que comienza a abrirse es la de la Alternativa Bolivariana para las Américas», Declaración de la Asamblea Nacional del Poder Popular, Granma, La Habana, 25-12-04.