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Diplomacia de la incoherencia

PorLBenAXXI

 

¿Falta brújula o manos firmes sobre el timón? El interrogante se plantea al observar el papel de los países clave de Suramérica en la sucesión abrumadora de reuniones presidenciales que ha tenido lugar en los últimos ocho meses. La diplomacia de Brasil, Venezuela y Argentina tiene en el actual momento histórico una responsabilidad de enormes efectos inmediatos para Suramérica. Pero hay que decirlo sin rodeos: no la está cumpliendo.
Brasil parece haber confundido estrategia política con agresivo marketing global; Venezuela no logra traducir las definiciones de su presidente en línea de acción articulada y eficiente; Argentina zigzaguea como si no tuviese rumbo definido o careciera de la fuerza o habilidad para adoptarlo. El extremo es el acto suicida de Brasilia y Buenos Aires: enviar tropas a Haití para convalidar el injerencismo estadounidense.
La reciente reunión en Guadalajara de presidentes de América Latina-Caribe y la Unión Europea resume este desconcierto: cuando ya ha quedado sepultado el intento avasallante del Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA) originalmente impulsado por Estados Unidos, los gobiernos del hemisferio se embarcan en una discusión cuyo eje es crear un área de libre comercio con el otro centro hegemónico planetario. Como si la opción fuese someterse a Washington o a Bruselas.
Aprovechar la durísima pugna entre ambas metrópolis imperialistas está en la base de cualquier estrategia consistente. La historia latinoamericana es rica en enseñanzas al respecto. Otra cosa es reducir la estrategia a un cambio de amo: también en este sentido es aleccionadora la gesta emancipadora del siglo XIX.
Los presidentes que acuden a estas cumbres debieran definir sin subterfugios el objetivo: ¿llevan allí el reclamo perentorio de cientos de millones de personas a quienes todo les está negado, o representan las urgencias de grandes terratenientes y empresarios industriales que gimen por menores aranceles para productos sin demanda suficiente?

 

Adónde va el Mercosur

De la respuesta a aquella definición, se desprende la tarea planteada: transformar presidentes en lobbystas, gestores de facilidades comerciales, o en estadistas resueltos a construir un mundo diferente.
Resulta irónico, no obstante, que los hechos confirmen una y otra vez el cortísimo aliento de quienes apelando al remanido posibilismo, fracasan en sus gestiones y, acaso sin percibirlo, retroceden de sus propios cicateros pasos para quedar acorralados. El encuentro de Guadalajara a fin de mayo es por demás elocuente: la negativa de la mayoría de los representantes del hemisferio a poner en el centro del debate la conducta brutal, militarista y anexionista de Estados Unidos hacia América Latina y el Caribe; la insólita omisión respecto de Haití (¿quién le preguntó al presidente francés por qué había participado en el secuestro de Aristide?); el temor a imponer sin tapujos la condena al crimen de la invasión a Irak, no hizo que los caballeros europeos cedieran un céntimo en los porcentajes de aranceles y subsidios en los cuales se centró el debate.
Del mismo modo, la reducción del Mercosur a cuestiones comerciales -lo que equivale a dejar su futuro en manos de quienes discuten cómo maximizan el lucro de sus empresas- ha producido en los últimos meses un deterioro y retroceso en las relaciones entre Brasil y Argentina sólo invisible para quien opta por la ceguera.
El encuentro de presidentes del Mercosur que tendrá lugar en Foz de Iguazú a comienzos de julio es una nueva oportunidad. Está anunciada la participación de prácticamente todos los mandatarios de la región. Hasta vendrá Vicente Fox, presidente de Coca Cola y de México. Es oportuno reunirse en la Triple Frontera, lugar fijado por Washington como zona de actuación del terrorismo internacional, (alegación no del todo infundada, puesto que desde hace años fuerzas conjuntas comandadas por Estados Unidos realizan allí maniobras militares).
Este encuentro tendrá lugar en un momento clave del intento estadounidense por lanzar un manotazo que le permita recuperar la iniciativa perdida en la región. La respuesta no puede ser un debate arancelario. Se trata de emprender o no el camino de una Confederación Latinoamericano-Caribeña sobre una plataforma de plena participación democrática y distribución equitativa de las inmensas riquezas por siglos robadas y malversadas.
No se trata sólo -ni principalmente- de un reclamo a los presidentes. Hay que demandar también a dirigentes e intelectuales que, por incomprensión o cobardía, desconocen la encrucijada dramática del hemisferio y confunden elevados sentimientos humanitarios con falta de resolución y coraje para enfrentar y vencer el brutal desafío imperialista. (Por ese camino se llega a condenar a la Revolución Cubana por defenderse, e incluso al extremo de identificar agresor con agredido). En última instancia, como en todo momento crucial de la historia, sin la participación protagónica y consciente de decenas de millones de hombres y mujeres, no habrá resolución positiva.

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