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el difícil arte de enhebrar un frente mundial antimperialista

Recado a Europa

PorLBenAXXI

 

Carlos Lage, Evo Morales y Hugo Chávez ocupan la tribuna ante un inmenso salón colmado. La mayoría de los asistentes son jóvenes, venidos desde diferentes países de la Unión Europea. El acto se desarrolla en Viena, la bella ahíta, bucólica, indiferente capital austríaca. Fuera del recinto, una multitud se acomoda ante pantallas que transmitirán las palabras del vicepresidente de Cuba y los presidentes de Bolivia y Venezuela, quienes rendirán cuenta de lo ocurrido el día anterior, 12 de mayo, en la Cumbre de la Unión Europea con América Latina-Caribe, presuntamente un encuentro de integración birregional.
En el aire vibra una onda invisible que exalta los espíritus. Se percibía lo mismo en sendos actos donde concurrió Chávez en las dos noches anteriores, uno en la Universidad, para una abigarrada y expectante multitud de profesores e intelectuales; el otro en una vieja fábrica abandonada, recuperada por jóvenes contestatarios y transformada en centro cultural, que por una noche abandonan sus actividades habituales y, desbordando toda previsión, acuden a escuchar al presidente venezolano.
Lage, Evo y Chávez repiten lo que se les escucha en sus intervenciones habituales. Pero la contundencia demoledora del vicepresidente cubano, la honda, simple e implacable verdad del indígena boliviano ahora líder de un pueblo, el fuego inspirado e inspirador del revolucionario venezolano, suenan de manera diferente en aquellos escenarios. Un mensaje a la vez esperado e imprevisto, cruza el Atlántico desde América Latina y llega a Europa sin maquillaje ni subterfugios: el sistema capitalista mundial está en crisis, no puede sostenerse, es preciso actuar para salvar la humanidad, puesta en peligro por la irracionalidad descontrolada de un mecanismo diabólico basado en la búsqueda del lucro y el consumismo enajenado; es preciso evitar la guerra y detener el saqueo. Y nada de esto puede ser alcanzado sin recuperar el significado profundo de una palabra olvidada en la vieja Europa: Revolución.

 

Dos mundos

No se trata de un micromundo extrapolado para ocultar la realidad. Por el contrario: es la realidad que pugna por emerger e imponerse al pesado manto de hipocresía, cobardía y decadencia en todos los terrenos que domina el escenario político europeo, cuyo horizonte intelectual ha quedado limitado a la formación de gerentes capaces de manipular montañas de dinero, vender más teléfonos celulares, televisores, automóviles, o lo que sea que permita absorber trabajo ajeno y acumular riqueza.
Frente a ese prototipo de ejecutivo al que el sistema le ha arrancado el alma, esos gerentes de marketing ahora calzando trajes de jefes de Estado, el nuevo liderazgo de América Latina, con su llamado a la Revolución, se abre paso en la conciencia y los corazones de las juventudes europeas.
No es fácil enhebrar un frente de todos quienes, por razones a menudo opuestas, ven con aprensión el curso del planeta. Aparte los alineados sin disfraz con el sistema, abundan quienes aportan indicaciones de “sensatez”, a la vez que otros se ven a sí mismos como profesores de la revolución cuya misión es influenciar a quienes han tomado la vanguardia. Pero entre todos sobresalen jóvenes visceralmente opuestos al mundo en que viven, a la búsqueda de una alternativa raigal. Había que verlos cuando en una magnífica noche de luna, en la antigua ciudad imperial, a orillas del Danubio y a pocos metros del lugar donde se apagaba la deslucida, infértil reunión de presidentes y jefes de Estado, tras resumir la situación del mundo y la respuesta que no había dado la cumbre, Chávez los invitaba a empuñar la antorcha de la conciencia y salir a incendiar la pradera.
Y no fue un momento, un lugar: antes Chávez había estado en Roma y el Vaticano, y al día siguiente Evo estaría en París, mientras el presidente venezolano producía un terremoto político en Londres.

 

Cercar al imperialismo, impedir la guerra

A diferencia de las innumerables reuniones que Chávez mantuvo en la gira que en diez días lo llevó de Roma a Viena, Londres, Argel y Trípoli, su encuentro con el papa Benedicto XVI fue a solas y hermético. Pero a nadie cupo dudas que el centro de la entrevista fue la amenaza de un inminente ataque estadounidense en Irán, programado con armas atómicas. Días después, durante su visita al campo de concentración de Auschwitz, el Papa exclamó, para sorpresa del mundo: “¿Por qué, Señor, has callado? ¿Por qué has podido tolerar todo esto?”. Alguien bromeaba con seriedad comentando esa insólita expresión: “Chávez lo puso en crisis al Papa”.
Chanzas aparte, lo cierto es que el presidente venezolano atravesó Europa con un objetivo inequívoco: anudar el mayor arco de alianzas posible para detener la mano asesina de la Casa Blanca. Sólo que en el empeño, apareció con fuerza inusitada aquella realidad sepultada de Europa, plasmada no sólo en las juventudes del más amplio arco ideológico imaginable, sino en las propias estructuras políticas de la cuna del capitalismo, Gran Bretaña, adonde acudió invitado por el alcalde de Londres Ken Livingston y medio centenar de congresistas del Partido Laborista, en medio de un durísimo enfrentamiento con el primer ministro Anthony Blair.
Hace bien la prensa comercial en ocultar lo ocurrido en el salón del Camden Town, al día siguiente en la Alcaldía de Londres y, horas después, en el mismísimo Westminster, bastión del parlamentarismo británico. La acogida fervorosa que ya no sólo las juventudes, sino líderes sindicales y cuadros políticos del añejo laborismo inglés le dieron a Chávez, sus gestos al escuchar conceptos claros y frontales respecto de la realidad mundial y el papel de los poderes centrales, son signos de un malestar profundo en la sociedad política europea, que busca un camino tras el desfalco moral llevado a cabo por quienes, con banderas supuestamente progresistas, asumieron en las dos últimas décadas el programa anticrisis del capitalismo.
Cuba, Venezuela y Bolivia, tres revoluciones que están dando vuelta como un guante la realidad suramericana, llevaron su mensaje a Europa. Y éste cayó como lluvia fresca tras una sequía que pudo parecer eterna.

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