De Richard Sennet
Editorial: Anagrama
Cantidad de páginas: 300
Lugar de publicación: Barcelona
Fecha de publicación: Diciembre de 2003
Precio: 49 pesos
En montañas de papel encuadernado, no abundan los libros pletóricos de ideas originales, enhebradas con inteligencia. He aquí uno.
Esta afirmación no supone compartir la tesis del autor, esforzado por alcanzar la dignidad individual y el respeto mutuo en un momento histórico en que cunde lo contrario, sin poner como requisito previo una mudanza de la estructura socioeconómica. Pero la sensibilidad y la penetración de Sennet dejan al lector un saldo gratificante, educativo, y la posibilidad de mirar el mundo con mayor amplitud y claridad. “La sociedad moderna carece de expresiones positivas de respeto y reconocimiento de los demás”, dice el autor en las primeras páginas. Y adelanta: “Al igual que muchas hambrunas, esta escasez es obra humana; a diferencia del alimento, el respeto no cuesta nada. Entonces ¿por qué habría de escasear?”.
Acaso en esas líneas se resume la filosofía del autor. Sin embargo el desarrollo muestra con rigor las dificultades de un mundo en el que el “Estado de bienestar” se derrumbó, lo que vino luego (bajo el marbete de “neoliberalismo”) agravó todo el cuadro social y cultural, y ahora la incógnita sin respuesta es cómo recuperar lo perdido sin recaer en las falencias, brillantemente descriptas, del añorado “Estado de bienestar”.
En su recomendable libro anterior, La corrosión del carácter, Sennet había logrado una fórmula equilibrada para explicar ese fenómeno en el mundo contemporáneo apoyándolo constantemente en su experiencia propia. Casi un retrato de época con finos intrumentos de interpretación y una biografía como telón de fondo. Aquí se repite el recurso, pero con menos fortuna. Hay por momentos una cierta artificialidad, como si la inclusión de la anécdota fuera un pedido del editor y no una exigencia del pensamiento del autor, quien por cierto alude él mismo a esta limitación. Sin embargo, la traba mayor de este formidable esfuerzo es que para Sennet, quien se enorgullece de su familia comunista y acaso se considera a sí mismo un neomarxista, en el horizonte de la humanidad sólo hay un libro de Keynes. Y también, por cierto, aquel dictum de Hegel, para quien no hay peor ofensa a la verdad que defenderla mediante una anécdota.