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Escarnio al sentimiento nacional-latinoamericano, a la inteligencia y al buen gusto

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En su desordenado final el gobierno de Cristina Fernández contradice la retórica latinoamericanista y respetuosa de los derechos humanos, utilizada por conveniencia hasta ahora. Y lo hace con una estética acorde a su ética.

Vestida y maquillada como diva de programa de chimentos televisivos, con gestos ampulosos y vacíos, Fernández anunció el 21 de octubre una reedición tan extemporánea como inaplicable de la Ley de Residencia. Su atuendo para la exposición no es un aspecto desdeñable: ofende a un país sumido en una recesión del -4%, precedida por dos años de estancamiento, con 500 mil despedidos en el último año y medio, con 27,5% de pobreza y 5,5% de indigencia, un déficit fiscal que supera el 6% del PIB (aun medido con las malas artes de la burguesía para interpretar el producido nacional). La ostentación presidencial agrede al más elemental sentido de pudor frente a la pobreza creciente. Pero es más lacerante aún la inverosímil liviandad de sus palabras, acompañadas por gestos propios de joven principiante en programas de televisión. Todo esto para exponer un giro en 180 grados en la retórica oficial. Cambian las conveniencias… cambian los principios.

Sancionada en 1902, la Ley de residencia estuvo destinada a combatir al movimiento obrero de entonces. Hoy pretende lo mismo. Sólo que ahora los inmigrantes son bolivianos, uruguayos, paraguayos y peruanos. No son anarquistas ni socialistas, como en aquellos años. Trabajan en la industria de la construcción (35% de caída en el último año), hacen las tareas más duras de limpieza y servidumbre, habitan villas miseria dentro y alrededor de la Capital Federal y, en considerable proporción, sirven de carne de cañón para actos políticos prefabricados y elecciones amañadas.

Los dos primeros artículos de aquel instrumento legal de las clases dominantes establecían lo siguiente:

  • Artículo 1º: El Poder Ejecutivo podrá ordenar la salida del territorio de la Nación a todo extranjero que haya sido condenado o sea perseguido por los tribunales extranjeros por crímenes o delitos comunes.
  • Artículo 2º: El Poder Ejecutivo podrá ordenar la salida de todo extranjero cuya conducta comprometa la seguridad nacional o perturbe el orden público.

Fernández repitió textualmente estos objetivos, en la intención de arrebatarle las banderas a quienes con histeria fascista ponen el centro de la problemática nacional en “la seguridad” y con ello ganan votos. De esta manera la mandataria ha dado una bofetada a los esfuerzos realizados en la región durante la última década y media para alcanzar la unidad latinoamericana. Una Ley que entrega los hidrocarburos a las multinacionales completa este desvelamiento de un gobierno contrario a lo que dijo ser.

¿Tendrá también en esta oportunidad la presidente alguien que la defienda al margen de toda racionalidad y decoro? Será interesante comprobarlo. No sólo porque comprometerse con una posición tan abiertamente reaccionaria, copiada de la oligarquía gobernante en Argentina a comienzos del siglo XX, es un baldón ilevantable. También porque el vertiginoso declive de su elenco quita el aliento incluso a los más locuaces e irreflexivos. Apenas un ejemplo: una semana antes de este discurso, el frente Unidos y Organizados, que reúne a todas las agrupaciones oficialistas, incluyendo a ex piqueteros antes izquierdistas y ex comunistas de diversa denominación, obtuvo un 3,22% y quedó último en las elecciones del Centro de Estudiantes de la Facultad de Ingeniería. La farsa de una juventud politizada por este elenco gobernante queda aplastada por la realidad visible en el conjunto social y, particularmente, por el estudiantado.

El debilitamiento extremo expresado en este resultado se manifiesta ante todo en la total incapacidad para reaccionar frente al colapso económico. Y garantiza que la retórica derechista frente a nuestros hermanos latinoamericanos no será aplicada por el actual gobierno. Sólo ha sido legitimado por él. Y por sus flancos “de izquierda”, que no la condenaron.

No se trata entonces de que el país afronte “una escalada represiva” de este gobierno, como vociferaron obnubilados izquierdistas diez años atrás. Es que avalado por la oposición, el oficialismo y el flanco “progresista” del elenco gobernante, este giro a derecha calará necesariamente más de lo que ya lo ha hecho en el desarmado proletariado argentino.

Argentina vive la repetición de un durísimo ajuste macroeconómico a expensas de trabajadores y jubilados. También lo sufren las clases medias, que viran en redondo a la búsqueda de representación política en propuestas filofascistas.

Es la reiteración de las políticas aplicadas por Martínez de Hoz, Sourrouille y Cavallo, pero en un contexto diferente. En el extremo de su debilitamiento y fragmentación el oficialismo halla fuerzas para este zarpazo en el callado respaldo de la oposición, el silencio de las cúpulas sindicales y la impotencia del activo clasista.

Todo el espectro político gira hacia la derecha. Massa y Macri se disputan el honor de agasajar al narcoparamilitar y ex presidente de Colombia Álvaro Uribe. El llamado “progresismo” se reparte entre posiciones conservadoras y reaccionarias: la UCR y el PS vacilan ante la opción de aliarse con el intendente de Tigre o el jefe de gobierno de Buenos Aires. Sin descendencia propia, el elenco oficial se refugia en Daniel Scioli, un menemista de pura cepa. Lo mismo sucede con las cúpulas sindicales. Franjas del movimiento obrero se ven arrastradas por la burguesía y tienden a sumarse a esta deriva, mientras los dos partidos tradicionales de la burguesía, UCR y PJ, se fragmentan al punto de perder cualquier eje de acción.

Con su conducta Fernández alimenta la dinámica de derechización frente al vertiginoso fenómeno de disgregación social. Ése es el significado de su conducta, que ha llevado en esta oportunidad al paroxismo el grotesco de sus últimas apariciones públicas.

Sólo queda redoblar esfuerzos por recomponer la vanguardia revolucionaria y bregar por la unidad social y política de las grandes mayorías.

Es posible. El activo obrero y estudiantil no se ha desembarazado todavía de lacras conceptuales y metodológicas de largos años de retroceso. Pero el ciclo nuevo ya está insinuado en toda su potencialidad. Trabajadores con y sin empleo, capas medias empobrecidas, estudiantes ahogados por el sistema marchan hacia la rebelión, al mismo inexorable paso en que avanza la crisis capitalista. Los destacamentos de genuinos revolucionarios tienen la oportunidad de preverlo y aprontarse en todos los órdenes, para cumplir su papel en una historia a punto de comenzar.

 

Buenos Aires, 24 de octubre de 2014

 

 

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