El fallido atentado contra Hugo Chávez indica hacia dónde intenta desplazar la lucha política un sector de la oposición. Con el ultimátum para que el Presidente renunciase antes del 16 de octubre último, el paro cívico del 21 y el patético pronunciamiento de 14 jefes militares involucrados en el fracasado golpe de Estado de abril pasado, la oposición jugó más allá de sus fuerzas. El paro quedó limitado a un sector del comercio y del área educativa y un 40% del personal jerárquico en Petróleos de Venezuela (Pdvesa). La industria trabajó a pleno.
En la madrugada del sábado 19 de octubre un disparo de bazooka podría haber cambiado el curso de la historia en Venezuela. Seis días después de la prueba de fuerza en las calles, cuando el presidente Hugo Chávez habló ante una multitud que cubría 19 kilómetros de amplias avenidas en el centro de Caracas, y dos días antes de un paro cívico –a esa altura ya condenado al fracaso– un sector de la oposición optó por lo que hoy parece el único modo de sacar a Chávez del Palacio de Miraflores: el magnicidio. Pero el atentado fue descubierto y el avión presidencial no aterrizó en el aeropuerto caraqueño de Maiquetía, donde lo esperaba un comando terrorista apostado en las playas aledañas.
La noticia la dio el propio Chávez en su programa dominical Aló Presidente. Horas antes, transluciendo la honda preocupación que lo embargaba, un comandante militar comprometido desde el primer momento con el gobierno había explicado a este enviado detalles del atentado y de la operación de inteligencia que lo desbarató. Informada de movimientos extraños en el Paseo La Zorra, zona cercana al aeropuerto, una comisión especial del Ministerio del Interior se dirigía al lugar cuando fue atacada con armas de fuego pesadas y una granada. Los atacantes habrían cubierto así su retirada, dejando tras de sí un arma denominada AT4, de origen sueco, especie de moderna bazookaantitanque, portable como un fusil y poderosa como un misil. También abandonaron un bolso donde había dos teléfonos celulares (uno de ellos con 49 llamados en la última hora), instrucciones de ubicación para el tirador y precisas coordenadas para apuntar el arma.
Más que los detalles, sin embargo, importa el doble significado del hecho: ahondadas sus divisiones internas, con los empresarios industriales en actitud de repliegue táctico, un sector de la oposición ha optado públicamente por la violencia, lo cual permite presumir que, cuanto más difícil se le haga consumar el asesinato de Chávez, más cerca estará de apelar al terrorismo contra otros objetivos. Por su parte el gobierno tiene bajo la mira, y presumiblemente infiltrados, a esos grupos. Ambas presunciones se vieron avaladas el lunes 21, cuando una hora antes de la finalización del paro, personal del Ministerio del Interior detectó una camioneta desde la cual dos hombres con armas sofisticadas merodeaban el palco donde se haría un acto oficial como contraparte del paro. Esta vez hubo dos detenidos. Uno de ellos, el ingeniero Argimiro Fernández, tenía credenciales de la policía del Chacao, el departamento capitalino donde viven las clases altas y se concentra el grueso de la oposición; entre las llamadas de su celular poco antes de la detención figuraba el comisario general Leonardo Díaz Paruta, director de policía en ese distrito. Sumadas estas dos operaciones a la realizada a comienzos de octubre, cuando fue desbaratado un plan de golpe y detenido quien sería designado Presidente(1), resulta evidente cuál es hoy la situación de ambas partes en este ámbito.
En el otro, el de las relaciones de fuerzas sociales, los datos no son menos rotundos. No es posible tener dudas respecto de los resultados del paro. El comercio adhirió en su totalidad en la zona este de Caracas, reducto de las clases altas. En el opuesto geográfico y social, la actividad fue normal. Menos drástica fue la fractura en el interior del país, donde los informes indican adhesión minoritaria en el área comercial. Pero la verdadera batalla se dirimió en otro terreno: el de la producción. Este enviado tuvo contacto directo con los dirigentes de base de las industrias principales del país y en varias de ellas comprobó in situ, más que la asistencia, la determinación antigolpista de los trabajadores, dispuestos a ocupar las fábricas si sus patrones cerraban las puertas. El protagonismo de la clase obrera industrial y el pronunciamiento contra el paro y el golpismo por parte de dirigentes con gran respaldo de bases en sindicatos y federaciones como Fedepetrol, sindicato de la electricidad, petroquímicos, automotrices, transporte, docentes y otros, dejó a la cúpula de la Central de Trabajadores de Venezuela (CTV) sin sustento y en franca colisión con el conjunto de los trabajadores. Los colectivos circularon a pleno el 21, y también los taxis, un sector fuertemente opositor hasta no hace mucho. “El metro operó normalmente durante el día del paro”, admitió el órgano mayor del antichavismo(2).
Así, es explicable que ninguno de los dirigentes principales de la CTV, Fedecámaras y la Coordinadora Democrática (articulación de esas dos entidades con los partidos de oposición), aceptaran un encuentro personal con este enviado durante el día del paro y el martes posterior. Sólo un intelectual de peso en las filas opositoras se avino a exponer su balance, a condición de mantener el anonimato: “el desastre comenzó cuando en el acto del 10 Carlos Ortega (máximo dirigente de la CTV) puso el ultimátum y llamó al paro de hoy. No podemos seguir con estas figuras odiadas por quienes supuestamente son sus bases y desprestigiadas en todos los segmentos de la sociedad. Habrá que hacerlo lentamente y con el máximo de cuidado, para que nadie en nuestras filas suponga que nos aproximamos al gobierno; pero hay que romper con ellos y crear un verdadero liderazgo opositor. Esto está acabado”.
Otro era el clima en Miraflores, sede del gobierno. A las 18.30 horas del día 21, la ministra de Trabajo María Cristina Iglesias entró al Palacio con el rostro radiante: “superó nuestras expectativas: el sector responsable por el 81% del PBI, es decir los obreros industriales, no paró en absoluto”, nos explicó, mostrando planillas y reportes de todo el país. Menos expresivo, el presidente de Pdvesa, Alí Rodríguez, se explayó ante este enviado con los resultados del paro en lo que es el corazón de la economía venezolana: “tuvimos asistencia completa en todas las áreas, excepto en la nómina mayor (personal jerárquico), donde hubo un ausentismo de algo más del 35%”, afirmó, para luego insinuar que los huelguistas serían sancionados. Poco después, el diputado Nicolás Maduro, dirigente sindical, resumió la táctica oficialista en el ámbito gremial: “Tomamos la consigna de la oposición. Ahora sí, elecciones ya… ¡en la CTV!”.
Mientras tanto, miles de personas comenzaban a llegar a las puertas del Palacio de Gobierno. Habían hecho un acto multitudinario en el centro de Caracas, donde el vicepresidente José Vicente Rangel hizo un balance neto: “Venezuela no paró. La gente de trabajo ganó la batalla”, mientras la multitud coreaba “¡mano dura!, ¡mano dura!”. Rápido de reflejos, Rangel respondió: “mano dura, sí, en el marco de la ley”, antes de explicar que la única garantía de paz está en Chávez y que su gobierno tendía nuevamente una mano a la oposición, lo que en términos efectivos supone acentuar la línea de acción destinada a arrancarle, bajo los efectos del fracaso del paro, un fragmento más al bloque golpista.
Dos tácticas
Magnicidio, terrorismo, es una de las líneas de acción adoptadas por la oposición. La otra, aunque no necesariamente opuesta, consiste en persistir en la exigencia de la renuncia de Chávez, como si los hechos de la realidad no existieran. Así como al día siguiente del fracaso del golpe de Estado en abril, diarios, radios y canales de televisión continuaron reclamando la renuncia de Chávez y un mes después asumieron la insólita posición de que no había habido golpe de Estado, ahora fingen que el paro fue un éxito.El Universal, decano de la prensa venezolana transformado en hoja de agitación golpista, tituló en primera plana: “Fue rotundo. La paralización fue un ensayo general para la ofensiva final”(3). Y a vuelta de página en un recuadro titulado “Los próximos pasos”, como si fuese un órgano partidario en combate, expuso el plan de acción inmediato, apuntado a exigir elecciones ya(4).
En ese punto el gobierno tiene una carta fuerte: la Constitución permite hacer un “referendum revocatorio” a mitad del mandato de cualquier funcionario. Para Chávez el plazo vence en agosto próximo, pero ya ha vencido para todos los diputados, alcaldes y gobernadores.
La oposición sabe que no puede ganar una elección. Y que no puede sublevar a las Fuerzas Armadas: la pantomima de 14 altos oficiales –todos comprometidos con el golpe de abril, sumariados y despojados de mando– vociferando en una plaza rodeados por 2 ó 3 mil personas que demandaron el día 22 la sublevación de las Fuerzas Armadas y la desobediencia civil, es un remedo patético del ultimátum de Ortega dos semanas antes: “no nos retiramos de la plaza hasta que no renuncie”, dijeron en posición de firme; “pueden quedarse cuanto quieran, mientras no obstruyan el tránsito”, respondió el Vicepresidente. Dos horas después, el general Raúl Baduel, comandante de la Brigada Aérea de Maracay, declaró que su fuerza estaba en alerta, bajo sus mandos naturales y dispuesta a hacer cumplir la Constitución. El argumento de los Mirage pesa en estos casos. A las 21hs el ministro de Defensa, general José Luis Prieto, rodeado de los comandantes y vicecomandantes de las cuatro fuerzas, condenó por cadena nacional la actitud de los 14 oficiales, indicó que incurrían en delitos penales y serían enjuiciados. No hubo un solo regimiento que se solidarizara con ellos. Y no porque no existan jefes contrarios a Chávez, sino porque ahora todos conocen las relaciones de fuerza y está clara la convergencia entre los sectores bolivarianos de las Fuerzas Armadas –largamente mayoritarios y hegemónicos– y la población civil organizada en los Círculos Bolivarianos. Esto pesó también en la OEA, que respondió inmediatamente condenando el conato. Incluso el gobierno de Estados Unidos los abandonó, con una declaración en la que se asegura que “no apoya ningún escenario inconstitucional o violento en Venezuela”. Los 14 oficiales golpistas quedaron aislados en la Plaza Francia, corazón del este caraqueño, con la inútil adhesión de Fedecámaras, CTV, Coordinadora Democrática y la prensa, a su vez puestos en la incómoda situación de tener que respaldar una causa perdida.
Chávez consolida su poder y la confrontación real se desplaza a otro plano. En el constitucional, se reconfigurará no sólo la oposición, sino el oficialismo, donde también hay turbulencias y división de aguas. El otro escenario, ya prefigurado por dos intentos de magnicidio, antes y después del paro, lo adelantó el alcalde mayor de Caracas, Alfredo Peña, cuando el lunes 21 insultó por televisión al general Jorge García Carneiro, comandante del ejército, contraponiéndole la policía metropolitana, ahora formalmente comprometida con uno de los comandos terroristas detenidos.
- Luis Bilbao, “Horas decisivas en Venezuela”, Info Dipló (www.eldiplo.org), 15-10-02.
- “El metro operó con pocos trabajadores”, El Universal, Caracas, 22-10-02. El título contradice el texto del artículo y los hechos constatables: este corresponsal comprobó la normalidad del servicio y la asistencia.
- Título de portada y comienzo del copete. El Universal, Caracas, 22-10-02.
- R. Giusti, “El chavismo terminará en las urnas”, ibid.