Frente a los medios directamente comprometidos en el mecanismo de reproducción ideológica capitalista y en búsqueda de lucro, hay una amplia gama de órganos de prensa profesional, enfrentados en diferente grado con el statu quo. Pueden distinguirse tres categorías principales: prensa comercial con posiciones de avanzada, ubicada en los márgenes del sistema; medios sin fines de lucro con definiciones antimperialistas y/o anticapitalistas; órganos partidarios de izquierdas. Adicionalmente existen incontables formas de expresión alternativa, de escasa llegada y desigual calidad profesional, que no obstante impulsan la participación, el debate de grupos sociales de diferente significación y a menudo obran como vehículos para la clarificación intelectual y el desarrollo profesional de quienes los producen.
Paradojalmente, estas formas periodísticas ajenas a la gran empresa sufren en menor grado el impacto de la crisis. No obstante, es presumible que a mediano plazo, en el transcurso de las grandes batallas que se avecinan y que cubrirán todo un período histórico por venir, el gran capital acudirá en defensa de sus órganos de instilación ideológica, seguramente reformulándolos, mientras que los problemas de naturaleza diferente que acosarán cada vez con mayor virulencia a la otra prensa pueden poner en peligro su existencia.
Horizonte tormentoso
En América Latina, Europa, Estados Unidos, Oceanía y ciertos puntos de Asia, medios pertenecientes a la primera categoría señalada ejercen considerable gravitación, con un contenido centrista, a menudo con críticas agudas pero sin chocar de frente con el orden constituido. Con alguna posible excepción, estos medios afrontan un futuro de dificultades extremas. Algunos, como ya ha ocurrido en Argentina y otros países, se entregarán sin rubor a la función de agentes de un sector del capital, con guiños de grotesco progresismo pero en los hechos en frontal oposición a una perspectiva de ruptura real. Otros desaparecerán. Los órganos partidarios, por su parte, correrán la suerte de las actuales formaciones que los sustentan, ya prefigurada en el insignificante lugar que éstas ocupan por regla general en la sociedad actual. Las nuevas estructuras partidarias hoy en gestación engendrarán nuevos y seguramente poderosos medios de prensa. Pero ésa es una potencialidad aún distante de realización.
La incógnita, el desafío, es el devenir de aquellas formas periodísticas de envergadura intermedia entre los más renombrados órganos comerciales contestatarios y la prensa alternativa de circulación restringida; es decir, de los órganos que en diferentes formatos han asumido la lucha anticapitalista. Porque está claro que serán el eje de una batalla histórica, pero no podrán cumplir ese papel si no logran una llegada masiva a la vez que alcanzan el mayor nivel profesional, un rigor en todos los sentidos, que les permita cumplir el papel de vehículos de una nueva interpretación del mundo y del futuro.
América XXI presentó su primera edición seis años atrás, en abril de 2003, como expresión directa de la novedad que cambiaría el mapa geopolítico mundial, la Revolución Bolivariana, y de los dos golpes fallidos del imperialismo contra el presidente Hugo Chávez a lo largo del año anterior. Después de un penoso período de aparición irregular, en un desierto de prensa con definiciones netas a favor de la Revolución, tras sortear problemas de diferente naturaleza, incluida la corrupción, en los últimos cuatro años este mensuario de fórmula sin precedentes regularizó la aparición sistemática el primer jueves de cada mes y luego avanzó para ser impresa simultáneamente en tres capitales suramericanas: Caracas, Buenos Aires y Montevideo. A diferencia de los datos escalofriantes que pueden leerse en estas páginas, América XXI no debe un centavo, tiene un plantel mínimo, con salarios escasísimos voluntariamente asumidos, y no afronta en lo inmediato las amenazas de los grandes medios.
No obstante, puesto que el objetivo no es la mera supervivencia, el desafío es mayor. Porque se trata de ser eficientes y efectivos en la gran tarea de informar la verdad a gran escala y, paralela y simultáneamente, llevar a amplios sectores de las juventudes y las clases oprimidas las ideas, la cultura, el programa de acción y los mecanismos organizativos que gradualmente van tomando cuerpo en Suramérica (y en otras latitudes) como instrumentos de una lucha sin tregua posible contra el capitalismo en su agonía.
Comunicación para el Alba
A menudo se alude a la política de comunicación como falla tectónica de las fuerzas revolucionarias. Un latinazgo calza perfecto para referirse a ese tema de constante discusión: rem tene, verba sequentur, que en buen romance significa: cuando las ideas están claras, la palabra fluye. No es un problema de comunicación, sino de estrategia revolucionaria. No lo resolverán por tanto periodistas y semiólogos, sino cuadros y cuerpos colegiados de una herramienta empeñada en la lucha revolucionaria continental frente al resquebrajamiento e inexorable desplome del mundo contemporáneo.
La prensa –la buena prensa comprometida con la transformación social– puede cumplir un papel de nexo vivo y eficiente entre los pueblos y la dirección alternativa en gestación en la región. Para ello, es imprescindible lograr la eminencia profesional y la fuerza suficiente para llegar a millones.
Suramérica está experimentando la aparición del Alba (Alternativa Bolivariana para las Américas). Es la más formidable materialización del proyecto de la unidad nuestroamericana para alcanzar el buen vivir. El proyecto estratégico de Bolívar.
América XXI resume una experiencia inédita. Sólo la CIA intentó en décadas pasadas un órgano regular con contenido latinoamericano, distribución regional y un objetivo ideológico-político inequívoco. Fue la revista Visión, nominalmente en propiedad del dictador nicaragüense Anastasio Somoza y dirigido por el argentino Mariano Grondona. La secta Moon ensayó más tarde un tabloide con el mismo contenido, pero sin formato definido, empeñado en engañar al lector ya avisado frente a las propuestas imperialistas. Después de ese segundo fracaso, el Departamento de Estado abandonó la idea de una prensa escrita explícitamente identificada con Washington. Ahora tiene cadenas de TV y páginas de sus propios principales diarios que reproduce de Norte a Sur la prensa de las clases dominantes en el hemisferio.
Desde la trinchera opuesta, América XXI se propuso igualmente dar vida a un medio impreso de alcance latinoamericano, con mínimos recursos y extrema austeridad, empeñada en el máximo rigor en todos los sentidos, para informar la verdad de Venezuela en todo el continente y proyectar la propuesta de un socialismo renacido y renovado en el siglo XXI.
Lo logró. Son seis años de lucha sin cuartel en la gran batalla de las ideas. Pero nada más lejos que acunarse en laureles. Ahora el reto de vida o muerte es contribuir a la creación de una prensa del Alba en condiciones de difundir su estrategia a los pueblos de toda la región.
No admite demoras la tarea de combinar la letra impresa con la potencia restringida y a la vez inabarcable de Internet, más los medios audiovisuales que en todos los formatos posibles contribuyan a llevar la respuesta socialista en medio del derrumbe capitalista. Con base en la ciencia y la experiencia viva. Enderezada a calmar la sed de conocimientos de millones de personas en disposición de combate. Cubrir exactamente todos los países de América Latina y el Caribe. Y llegar a la poderosa y hoy abrumada comunidad latina en Estados Unidos.
Es posible, es necesario y urgente hacer con ese contenido una revista semanal de bajo costo, con pocas pero sustanciales páginas en formato tabloide, para encartar en diarios allí donde sea posible, para distribuir comercialmente a bajo precio donde no pueda asociarse con medios ya instalados, y en todos los casos llegar al nuevo activo social, sindical y político latinoamericano-caribeño, al ejército de nuevos periodistas que buscan una brújula en la tormenta, a servir como alimento para páginas web, foros de debate, blogs, videos, conferencias virtuales y todos los recursos que ponen al alcance las formidables conquistas de la ciencia y la técnica contemporáneas.
Cuando comenzó, en 2003, América XXI parecía una quimera. Seis años después, con el acervo acumulado, esta empresa estratégica luce difícil, pero no menos realizable.