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reseña

Mi hijo el Che

porLBenLMD

 

De Ernesto Guevara Lynch

Editorial: Plaza y Janés
Cantidad de páginas: 380
Lugar de publicación: Barcelona
Fecha de publicación: Marzo de 2000

 

En su libro Mi hijo el Che, publicado originalmente en 1980, Ernesto Guevara Lynch narró la niñez y juventud de Ernesto Guevara de la Serna. Aquella biografía registra la vida del Che hasta 1953 y termina precisamente en el punto en que un joven, recién recibido de médico, corre a la par del tren que lo llevará a Bolivia y revoleando un bolso a manera de saludo grita: “Aquí va un soldado de América”.

Esa expresión premonitoria fue utilizada en 1987 por el padre del Che para titular un volumen que reúne la correspondencia desde aquella fecha hasta “aproximadamente octubre de 1956” cuando, deliberadamente impreciso, el hijo comunica a sus padres desde México la gran noticia: el inicio de una nueva etapa de su vida, en la que “la medicina es un juego más o menos divertido e intrascendente”, la postergación sine die de la redacción de un libro sobre la función del médico y la decisión de poner todo a un lado -incluso mujer e hija- porque “ahora viene lo bravo, vieja; lo que nunca he rehuido y siempre me ha gustado. El cielo se ha puesto negro, las constelaciones no se han dislocado ni ha habido inundaciones o huracanes demasiado insolentes; los signos son buenos. Auguran victoria. Pero si se equivocaran, que al fin hasta los dioses se equivocan, creo que podré decir como un poeta que conocés: ‘Sólo llevaré bajo tierra la pesadumbre de un canto inconcluso’. Para evitar patetismos pre mortem esta carta saldrá cuando las papas quemen de verdad (…) La lucha será de espaldas a la pared, como en los himnos, hasta vencer o morir”.

La correspondencia familiar deja ver mucho más al hombre tras el mito y permite acompañar la evolución personal, ideológica y política del Che: “mi posición no es de ninguna manera la de un diletante hablador y nada más -dice en una carta enviada desde Guatemala a su tía Beatriz , el 12-2-54- he tomado posición decidida junto al gobierno guatemalteco y, dentro de él, en el grupo del PGT, que es comunista, relacionándome además con intelectuales de esa tendencia que editan aquí una revista y trabajando como médico en los sindicatos”.

Estas páginas plasman también la disputa de concepciones y posturas con su familia -acaso expresión de una lucha más dura consigo mismo- con la espontaneidad de un joven que discute con la madre: “No soy Cristo ni filántropo, vieja, soy todo lo contrario”. dice en julio de 1956, cuando ya está próxima la travesía que lo llevará a Cuba con Fidel Castro. “Lo que realmente me aterra es tu falta de comprensión de todo esto y tus consejos sobre la moderación, el egoísmo, etc, es decir, las cualidades más excecrables que pueda tener un individuo. No sólo no soy moderado sino que trataré de no serlo nunca”.

Con la prosa vivaz y precisa que lo caracterizaría luego en sus escritos teóricos y políticos, estas cartas son un valioso -y gratificante- complemento para conocer los pliegues preparatorios del hombre, el pensador y el luchador, que el mundo conocería como “el Che”.

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