Publicado en América XXI, edición Nº 146; agosto de 2017
No fue una victoria electoral más. Fue la ratificación del rumbo de transición al socialismo, encarnada en masas signadas por dos rasgos sobresalientes: determinación de lucha y organización consciente para dar la batalla. La elección de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) es una derrota estratégica para el capital en toda la región.
A nombre de la Revolución Bolivariana el Gobierno recuperó la confianza de las bases, desgastada por razones de diferente naturaleza en los últimos cinco o seis años.
Sería pueril dar por ganada la guerra. Al contrario. Con la elección constituyente del 30 de julio y su instalación el viernes 4, la dirección político-militar de Venezuela afronta un desafío mayor, acaso el más difícil desde 1999.
Basta ver la reacción de Washington y un conjunto de gobiernos latinoamericanos y europeos para medir las relaciones de fuerzas internacionales que afronta la Revolución y la convulsión de realineamientos en la región. En ese terreno, a partir del 31 de julio comienza un ciclo de definiciones para el futuro latinoamericano-caribeño, con Venezuela a la vanguardia y la Casa Blanca en desesperado intento por detenerla. Sería un error suponer que la reubicación política de varios países hoy totalmente subordinados a Washington se mantendrá en el mediano plazo. Esto es galope de corto aliento.
Depuración y reasunción de valores
Aparte las relaciones de fuerzas, hay en Venezuela problemas económicos de inaplazable resolución. Replantear y poner en marcha la producción y distribución de bienes es impostergable para gobierno y ANC. Ya antes de asumir lo tomaron como tema dominante. Sin embargo ese paso está en estricta dependencia con la depuración de corruptos e infiltrados en las filas de la Revolución. No hay ejemplo en la historia de una transformación profunda que no repita la multiplicación de desertores, traidores y ladrones en sus propias filas, sobre todo en las horas difíciles. Incluso cualquier organización revolucionaria, por pequeña que sea, sufre esa dolorosa –a veces mortal– ley del desenvolvimiento de la lucha social.
Para un conductor político, detectar a un actual o potencial traidor no significa expulsarlo de inmediato. La decisión depende de numerosos factores, siempre con las relaciones de fuerza efectivas como eje. Es conocido el ejemplo de Lenin, antes de la Revolución, cuando se descubrió que un hombre del Partido, diputado en la Duma, era informante del servicio secreto del Zar. En lugar de expulsarlo, o fusilarlo, se le encargó la tarea de ingresar el periódico partidario Pravda desde el exterior y distribuirlo en toda Rusia. Para mantener su lugar de observación –desde entonces estrictamente acotado– cumplió eficientemente esa tarea esencial. Después de la insurrección victoriosa de octubre, el sujeto fue, en un mismo acto, condecorado y fusilado (téngase en cuenta el momento: Rusia estaba en guerra y decenas de miles morían diariamente).
No pocos de los que hoy se revelan como traidores a Chávez, Maduro y la Revolución Bolivariana, se vieron obligados a cumplir tareas consideradas necesarias por la dirigencia. Tal vez no siempre hayan sido decisiones acertadas. Pero por esos sinuosos caminos se llegó a este punto, de modo que es banal discutir casos puntuales.
Habrá en la ANC un organismo clave para cumplir la tarea de saneamiento externo e interno, hacia atrás y hacia delante: la Comisión de Verdad. Todo indica que quienes la constituyan, avalados con énfasis por casi la totalidad de los/as 545 constituyentes, cumplirán hasta las últimas consecuencias con el cometido.
Maduro por su parte ya ha enviado los lineamientos económicos a discutir en la ANC. Recuperación de la buena teoría económica anticapitalista y mano más que firme para aplicarla serán necesidades insoslayables para salir sin demora del pantano en que se encuentra el sistema de producción y distribución de alimentos, de medicamentos y otros bienes. Eso implica poner en marcha sectores productivos afectados por causas diversas, entre ellas corrupción y desidia. También tomar control del sistema financiero, que sigue jugando con la economía nacional, ahogando a la Revolución y acumulando millones. Y poner en marcha la planificación, inexistente por gestión de un ministro ahora convertido en furibundo opositor.
La inmensa expectativa puesta por el conjunto de la población –y no sólo por los 8.089.320 votantes– en el accionar de la ANC no puede en ninguna hipótesis ser defraudada. Claro que el cuerpo de 545 diputados/as será el encargado de difundir, debatir y aprobar drásticas medidas en estos y otros terrenos. Pero en última instancia la elaboración conceptual, la fijación de las grandes líneas estratégicas, su articulación y aplicación práctica, corresponde al Psuv, al conjunto de la dirección revolucionaria político-militar presidido por Maduro. Así como la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (Fanb) cumplió un papel más que relevante en los meses de guarimba y la realización de los comicios, ahora tiene por delante acaso una tarea más difícil: participar hombro con hombro junto a la ANC y el Gobierno para erradicar de sus filas individuos, métodos y comportamientos que contribuyeron al distanciamiento entre masas y Gobierno. Esa fase de deterioro no comenzó con la presidencia de Maduro. No por acaso los permanentes esfuerzos de Chávez dieron un salto cualitativo cuando, después de ganar su última elección presidencial en 2012, se propuso llevar a cabo un drástico “golpe de timón”. Su enfermedad y posterior fallecimiento lo impidieron.
Doble poder
En otro orden, la ANC corporiza ahora un doble poder de características inéditas. Funcionará en el Palacio Federal Legislativo, a la par de la Asamblea Nacional (AN), paralizada desde hace meses por el choque de su mayoría con los demás poderes, su involucramiento directo en la guarimba y la división sin remedio de las diferentes fracciones burguesas.
Como base de la ANC están el pueblo convencido de la necesidad de defender la Revolución, el gobierno y la Fanb. Ésa es su fuente de poder. La AN, por su lado, prácticamente ha perdido base social, con excepción del gran capital. Depende exclusivamente de la Casa Blanca. Por eso le fue imposible formar un gobierno paralelo en su patética embestida para impedir la elección constituyente. El primer paso en ese sentido, al designar un pseudo Tribunal Supremo de Justicia, fue una fantochada sin consecuencias. Hoy la táctica de crear un gobierno para luego recibir el respaldo de Estados Unidos e iniciar la guerra civil en Venezuela, está moribunda: a 30 horas de conocido el resultado de la elección, el encargado para Suramérica en el Departamento de Estado, Michael Fitzpatrick, declaró que Washington no reconocerá un gobierno paralelo. Agregó que pretende “dialogar con el gobierno del presidente Maduro” aunque lo considera “una dictadura”. Primera de las muchas volteretas provocadas por la reaparición masiva del chavismo en el escenario electoral.
Por definición una situación de doble poder tiene corta vida. El desenlace sólo puede tener un resultado: derrota aplastante de uno por el otro. Tal vez por eso el secretario de Estado estadounidense Rex Tillerson enmendó la plana a Fitzpatrick y dijo que en su mesa están todas las opciones para que Maduro abandone Venezuela…
Cerco para el aniquilamiento
Aterradas con la perspectiva de que la lección de Venezuela sea otra vez escuchada y asimilada por decenas de millones en América Latina y el Caribe, las burguesías locales no perdieron un instante en sumarse al tren del imperialismo. Pero las causas que produjeron un vuelco geopolítico a comienzos de siglo y desembocaron en la aparición de organismos regionales como Unasur y Celac –las contradicciones interburguesas– siguen allí. Chávez aprovechó el ahogo provocado por Washington a sus socios subordinados, provocado a su vez por una causa indoblegable: la crisis estructural del capitalismo con eje en los centros imperialistas.
El nuevo cuadro es circunstancial. El tren al que se han montado gobiernos débiles como los de Argentina, Perú, Chile y Colombia –para no hablar del no-gobierno de Brasil– está triplemente averiado: irresuelta crisis económica, pérdida de la hegemonía mundial incluso entre sus pares, un presidente Trump irracional como el sistema cuya demencia se impone en todos los terrenos y arbitrario hasta el absurdo.
En caso de que, incluso de manera gradual y por caminos zigzagueantes, una vanguardia nueva en Brasil, Argentina, México, Colombia, Perú y sus demás socios en el vil ataque a Venezuela asumieran en un futuro cercano el ejemplo de la constituyente venezolana, ellos y las clases que representan están perdidos. No se trata del mero ejemplo en la elección. Sobre todo gravitará lo que la ANC hará con la expresión jurídica de un nuevo contrato social, determinado precisamente por la derrota de la burguesía y la victoria de las masas trabajadoras y oprimidas, todo con la conducción de una dirección político-militar revolucionaria, antimperialista y comprometida con el tránsito al socialismo.
Por eso la prensa que responde a las burguesías regionales ha superado todos los límites hasta ahora conocidos en la mentira, la tergiversación y el ocultamiento de lo que verdaderamente ocurre en Venezuela: deben impedir que el ejemplo se propague. Marginalmente, Venezuela también asusta al infantoizquierdismo neoreformista y a reformistas burgueses, que no trepidan en aliarse con la derecha extrema para condenar la Revolución Bolivariana.
Dicho de otro modo: el statu quo previo al 30 de julio, se ha derrumbado en Venezuela y la onda expansiva alcanzará a toda la región. Los beneficiarios de aquel estado de cosas y quienes se alimentaron de sus migajas mintieron y continuarán haciéndolo, calificando como dictatorial al gobierno de Maduro.
Ahora tendrán incluso nuevos argumentos para aferrarse a esa falacia ignominiosa: la aplicación de justicia en Venezuela, la neutralización de corruptos, infiltrados y terroristas será calificada como represión.
Un ejemplo inicial: dos dirigentes fascistas que antes de las elecciones recibieron prisión domiciliaria (sabio gesto de flexibilidad táctica), actuaron desde sus viviendas como portavoces públicos de acciones terroristas y llamaron al derrocamiento del gobierno constitucional. En la madrugada siguiente a la elección volvieron a la cárcel. Numerosos responsables directos e intelectuales de más de 110 asesinatos durante cuatro meses de guarimba, serán apresados, juzgados y condenados. Corruptos e infiltrados como la Fiscal General, acusada desde hace por los menos cinco años por corrupción y connivencia con notorios corruptos al interior del Gobierno, será desplazada y juzgada.
Manjar de dioses para las burguesías supuestamente democráticas, que se escandalizarán por la aplicación de justicia en Venezuela. Harán lo propio ifantoizquierdistas lanzados al electoralismo, así como reformistas comprometidos con la defensa del sistema capitalista. Juntos harán mucho ruido. Y mucho daño.
Habrá que soldar un frente único en todo el hemisferio, incluido Estados Unidos. Urge una acción enérgica del Alba. Y la búsqueda de aliados en todo el planeta para impedir el propósito de montar un cerco internacional. Hasta Suiza, la neutral traficante de dientes de oro de judíos llevados por los nazis a los hornos crematorios, se ha sumado contra Venezuela. El propósito es de cerco y aniquilamiento. Primero la Revolución Bolivariana. Luego una ofensiva arrasadora contra toda expresión de lucha por la emancipación.
Pero hay otras piezas en el tablero. Si la vanguardia abreva en la ciencia de la revolución y es capaz de combinar teoría y práctica desde el Río Bravo a la Patagonia, esta victoria de las masas venezolanas será el punto de partida de una recomposición general de fuerzas y la afirmación de un nuevo cuadro geopolítico con las burguesías y el imperialismo otra vez a la defensiva. Depende del factor subjetivo. De una voluntad revolucionaria que, tal como hicieron las masas en Venezuela, recupere el espíritu rebelde y anticapitalista legado por el comandante Chávez.
Caracas, 2 de agosto de 2017