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Operación combinada de magnitud contra la Revolución Bolivariana

PorLBenAXXI

 

Detonante: campaña envenenada de rumores respecto a la salud de Chávez; operación mediática a escala mundial; un juez corrupto fugado a Miami desde donde denuncia al Gobierno por connivencia con el narcotráfico; anuncio de que otro caso semejante aparecerá en pocos días; célebre dirigente opositor, comprometido con el golpe en 2002, desconoce al Consejo Nacional Electoral; insólito arribo del ministro de Defensa israelí a Colombia e imprevista gira latinoamericana del Secretario de Defensa estadounidense, son algunos de los indicios de una operación de envergadura con eventual desenlace militar de Estados Unidos contra Venezuela. El detonante de esta múltiple escalada belicista está a la vista: las encuestas indican que Chávez ganará las elecciones del 7 de octubre con más del 60% de los votos.

 

El clima político dominante en Venezuela contrasta fuertemente con el que describe la mayoría de los medios de prensa en el resto del mundo. La totalidad de las empresas encuestadoras adelanta el triunfo de Hugo Chávez en la elección presidencial del 7 de octubre próximo. Sólo alguna de ellas, a ojos vistas amañada, reduce la diferencia entre ambos contendientes. En las filas opositoras la expectativa se trastocó rápidamente en frustración al ver el desempeño de su candidato, Henrique Capriles, destacado por su ostensible dificultad para expresar ideas y propuestas.

Una mirada objetiva, basada en contacto con diferentes estratos de la población y con prescindencia de juicios de valor sobre la marcha política, llega sin demora a la conclusión de que las urnas darán una tercera presidencia a Chávez.

Pero esa conclusión está también avalada por análisis sistemáticos. De acuerdo con un sondeo del Centro de Medición e Interpretación de Datos Estadísticos (Cmide), cuando faltan seis meses para los comicios la gestión del Presidente es valorada positivamente por 79,5%, contra el 18,2 que la califica como negativa. Realizada a 1.300 personas mayores de edad a nivel nacional desde el 9 al 15 de abril, la encuesta tiene un margen de error entre 1,2 y 2,8%. El sondeo indica que 70,7% de las personas cree que Capriles no ganará en octubre, mientras que 17,7% considera que sí. “39% de los que manifiestan votar por Capriles, no cree que le gane las elecciones a Hugo Chávez”, informa la consultora, que también resalta un dato adicional: el 72,8% cree que Chávez garantiza la paz y la estabilidad en la República. En este punto el estudio resalta que 89% de los entrevistados pertenecientes a los sectores sociales A y B está de acuerdo con esa premisa. Cmide infiere de estos datos que la brecha de 31,5% en intención de votos en un escenario polarizado, indica la probabilidad de que Chávez gane con el 66%.

En la Casa Blanca, en las filas de la oposición burguesa, no caben dudas: con esta segura victoria la Revolución dará un salto cualitativo y emprenderá una nueva fase, superior y definitiva.

 

Confianza

Idéntica certeza anida en las mayorías. Lo admitan o no los enemigos internos y los medios que les hacen eco en todo el mundo, estos datos reflejan una realidad completamente ajena al clima de zozobra supuestamente dominante en la población a causa del cáncer que aqueja a Chávez. Nadie, en las filas revolucionarias, duda de la gravedad de la enfermedad del Presidente. Pocos, si acaso alguno, duda de su recuperación y de que continuará gobernando. Algunos confían en la ciencia. Los más, en la providencia divina. Este pueblo profundamente religioso sencillamente desecha la idea de que su Dios le arrebate al comandante en medio de la batalla. Aquí también, como al sopesar el clima dominante, carece de sentido apelar a juicios de valor: esa confiada expectativa mayoritaria, que simplemente descarta un desenlace negativo, es un hecho palpable, que en su lenguaje traducen también las empresas consultoras de la opinión pública.

También es un hecho que el grueso de la población toma en serio las advertencias del propio Chávez, así como de otros dirigentes y analistas políticos, sobre los riesgos de conspiraciones apuntadas a desestabilizar el equilibrio político con base en rumores alarmistas respecto de la salud del Presidente. Una vez más, antes de explicar conviene tomar nota de los hechos a la vista frente a estas denuncias y la conducta general: no parece existir la menor duda en el hombre y la mujer comunes de que cualquier intentona contrarrevolucionaria sería sofocada. Cuando el pasado 13 de abril, desde un pequeño balcón del palacio de Miraflores, en celebración del 10º aniversario de la insurrección que repuso a Chávez en el poder, el Presidente anunció que había ordenado conformar un Comando Antigolpe, una ovación coronó el llamado a responder a la eventualidad de una maniobra contra la continuidad democrática institucional “con el pueblo y los soldados en la calle”. Y dejó claro que aquella fuerza que derrotó a los golpistas en 2002 se ha extendido, organizado y fortalecido en todos los órdenes, incluso en conciencia política y capacidad militar.

 

Amenazas

Esta descripción no completa el panorama. Si bien es imposible hacer cualquier previsión definitiva sobre la salud de Chávez –más allá de la certeza de que recibe el tratamiento adecuado y las pruebas de recuperación en sus apariciones públicas– está igualmente a la vista que en Washington han decidido utilizar la salud del Presidente como palanca para intentar penetrar la maciza realidad venezolana, sensible en la calle y medida por las encuestas. Una operación combinada de gran magnitud se cierne en torno a la Revolución Bolivariana. Con apoyo en campañas mediáticas primero, luego en violencia a gran escala, Estados Unidos avanza en su plan de agresión. Ante la certeza de que electoralmente no será posible vencer o siquiera mellar la Revolución, el Departamento de Estado ensaya una operación consistente en afirmar que Chávez no sobrevivirá, que busca un sucesor, que está planteada la suspensión de las elecciones, que habrá fraude el 7 de octubre.

Dado que cualquier intento golpista tendría una respuesta masiva, la conspiración incluye operaciones terroristas, a cargo de comandos de paramilitares colombianos, desde hace mucho radicados en territorio venezolano. Para ese tipo de operaciones hay agentes de la CIA y el Mossad israelí, estacionados en las siete bases militares estadounidenses emplazadas en Colombia. Para formalizar y legitimar ese tipo de intervención llegó a Bogotá el ministro de Defensa de Israel el mismo día en que culminaba la cumbre de las Américas. Para recuperar espacios y articular la operación internacional, el ex jefe de la CIA y actual secretario (ministro) de Defensa estadounidense, Leon Panetta, visitó una semana después Colombia, Brasil y Chile.

Han ensayado el mecanismo en Libia y Siria. Exitoso en el país africano, devastador pero incapaz de llegar al objetivo en Siria, volverá a aplicarse en Venezuela si su propia fuerza y la de América Latina no detienen la mano asesina.

El Comando Antigolpe, el Consejo de Estado también erigido como puntal para la institucionalidad revolucionaria, junto a los organismos de masa, el Psuv y la Fuerza Armada, constituyen un conjunto poderoso para impedir la agresión. Pero ésta se afirma y despliega en la región. Y es allí donde se verá si puede pasar de la planificación a la acción.

 

 

 

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