Antes de viajar a Buenos Aires para inaugurar la filial argentina de Pdvsa, la petrolera estatal venezolana, Alí Rodríguez Araque, su presidente, expuso ante el Dipló la situación de esta empresa, que sufrió una profunda transformación tras el sabotaje que la paralizó durante dos meses a fines de 2002. Los lineamientos y principios desarrollados por Rodríguez Araque son más indicativos respecto del papel de Pdvsa en Argentina que las conjeturas que la anuncian disputando el primer lugar en el mercado petrolero local.
Es mucho más que el desembarco en Argentina de una gran empresa; pero aún no está claro qué es exactamente. Petróleos de Venezuela Sociedad Anónima (Pdvsa) inaugura el 1 de octubre una filial en Buenos Aires, Interven. Según los planes políticos de los presidentes Hugo Chávez y Néstor Kirchner, en función de los cuales se decidió dar este paso, asociada con la todavía nonata Enarsa (Energía Argentina Sociedad Anónima), ambas empresas darán a luz una criatura que antes de existir provoca expectativas y temores: Petrosur.
Mientras el Congreso argentino debate cuántos huesos tendrá el esqueleto de Enarsa, en el mundo empresarial y político se asegura que Pdvsa comprará -o ha comprado- la refinería y las estaciones de servicio de Shell. Al cierre de esta edición, el obvio sigilo acerca de una operación superior a los 1.000 millones de dólares impedía cualquier confirmación oficial al respecto. Pero si eso ocurriera, Pdvsa se ubicaría en el segundo puesto del mercado argentino y en óptimas condiciones para, en nombre de los principios que en otra época histórica dieran lugar a YPF y ahora proyectarían Petrosur, desafiar a la española Repsol no sólo en territorio argentino.
Al margen de rumores y conjeturas, y a falta de un plan de negocios oficialmente conocido de Pdvsa en Argentina, es oportuno conocer las opiniones de Alí Rodríguez Araque (1).
Un compromiso diferente
Bastión de la Venezuela que quedó atrás con la llegada al poder de Hugo Chávez, la cúpula dirigente de Pdvsa y la maraña de intereses locales e internacionales en torno a ella provocaron la paralización de la empresa en diciembre de 2002 y hasta fines de enero del año siguiente. A cambio de lograr el objetivo buscado -la caída del gobierno- el resultado del sabotaje fue el despido de unos 19.000 altos funcionarios y la recuperación de la empresa por parte de los trabajadores, en inédita conjunción con las fuerzas armadas y el gobierno.
Rodríguez explica el significado del nacimiento de la ahora llamada «nueva Pdvsa»: «El único vínculo de la antigua Pdvsa con el país era indirecto, a través de la contribución fiscal: era gracias a los aportes tributarios que hacía Pdvsa al Estado que éste podía cubrir sus gastos. Pero con la nueva orientación, que tiene como foco la valorización de los recursos naturales, entendida como medio para la valorización del ser humano, se ha volcado un esfuerzo considerable a la atención de dramáticos problemas acumulados a lo largo de décadas, particularmente en los sectores más humildes de la población».
El cambio, explica Rodríguez, es enorme: «Al dedicar del presupuesto de Pdvsa de este año 1.700 millones de dólares para vivienda, producción de alimentos, combatir el analfabetismo y contribuir a la atención de salud; así como 2.000 millones más para un fondo de desarrollo económico y social, estamos rompiendo aquel carácter de enclave de la antigua empresa. Pero no se trata solamente de cifras, sino de una nueva ética, un nuevo sistema de valores, que es lo que caracteriza hoy a los trabajadores de la nueva Pdvsa, volcados en distintas regiones del país tanto a optimizar los rendimientos de la corporación reduciendo costos e incrementando la productividad, como a la atención, hombro a hombro con el gobierno nacional, de los problemas de la población que he mencionado. Gracias también al desempeño de la corporación, hasta el momento se le han vendido al Banco Central de Venezuela 11.600 millones de dólares, contribuyendo a un fortalecimiento de las reservas internacionales; y para la compra de parte de la deuda de Pdvsa, recompramos al Banco Central 2.514 millones de dólares».
Con un giro económico que supera los 50.000 millones de dólares anuales, esta empresa es el corazón económico de Venezuela. Las cuentas están a la vista: «El presupuesto original para este año, plenamente asegurado por el desempeño de la empresa, es de 15.214 millones de dólares. Hasta el momento, mediados de agosto, se han ejecutado 6.277 millones de dólares, siendo la primera parte del año un período en que por diferentes circunstancias la ejecución es relativamente baja y se acelera en el tercer y cuarto trimestres. Las cifras son irrebatibles: nuestra producción está certificada por el Ministerio de Energía y Minas, para el pago de regalías. Pero además de estos resultados, tenemos otra buena noticia: la recompra de deuda. Cuando el presidente Chávez asumió la presidencia del país la deuda de Pdvsa superaba ampliamente los 9.000 millones de dólares. El año pasado, a pesar de los problemas que provocó el sabotaje, pagamos 2.200 millones de dólares. En estos momentos la deuda está en unos 3.500 millones de dólares, cifra que dados los activos de Pdvsa es casi inexistente».
Otra conciencia social
Esa transformación es parte de otra mayor, que vive la sociedad venezolana: «Si algo entendió el pueblo muy profundamente -continúa Rodríguez- fue el peso específico de la industria petrolera en la vida del país. De modo que ahora, después del golpe de Estado de abril de 2002 y muy particularmente después del golpe petrolero de fines de ese año, hay una gran conciencia nacional, pero también respecto del lugar de la industria petrolera en la suerte del país, en la que los trabajadores jugaron un rol de primera línea durante varios meses. Ese es el primer aspecto a resaltar: la ruptura del carácter de enclave que ha tenido históricamente la industria petrolera en Venezuela. Era una actividad encapsulada, un micromundo aislado del resto del país. Hoy eso ha cambiado significativamente y el pueblo lo está registrando. Tanto más que ahora los trabajadores petroleros están mezclados en los barrios en distintas actividades, codo a codo en tareas comunitarias de salud, de construcción, desarrollando las cooperativas, entrenando cooperativistas, trabajando con la pequeña y mediana empresa… ha sido un giro de 180 grados de la visión del país por parte de los trabajadores de Pdvsa».
Presidente de la OPEP hasta que fue llamado a ocupar su cargo actual, Rodríguez observa la empresa desde una óptica más amplia: «Creo que esto tiene además una proyección internacional muy grande. El triunfo del ‘No’ en el referendo lleva tranquilidad, por nuestro lado, a los mercados de petróleo. Es sabido también el compromiso del Presidente con una política de Estado de estabilización de los mercados, a través de un correcto manejo de la capacidad de producción de la OPEP. Pero al mismo tiempo es un mensaje para otros países en relación a un correcto manejo del recurso natural energético. Éste es una propiedad colectiva de los pobladores de aquellos países favorecidos de esta manera por la naturaleza. En consecuencia, quien esté operando para extraer petróleo, para vender petróleo, debe responder a los legítimos propietarios de esa riqueza. Nosotros, antes de ser una empresa petrolera o una empresa comercial, somos venezolanos; compartimos una propiedad colectiva y estamos obligados a manejarla correctamente. Ese es un principio consagrado incluso en varias resoluciones de Naciones Unidas: el respeto a los derechos legítimos de los Estados sobre los recursos naturales. Por cierto que son resoluciones que han sido sepultadas y hay que limpiar el polvo que se les ha echado encima para que los pueblos tengan conciencia de que esto no es siquiera propiedad del Estado, que éste es un simple administrador a nombre de la nación, del pueblo. Por eso es que tú no puedes jugar con estos recursos: el Estado, simple administrador, no puede privatizarlos. Es un problema de principios».
Riqueza y propiedad
Luchador político desde su juventud, guerrillero y luego diputado, el actual titular de Pdvsa no pierde oportunidad de argumentar contra las ideas de sus adversarios: «Aquí el discurso neoliberal apuntaba siempre a que cobrar un 20% de regalías sobre el gas y un 30% sobre el petróleo era una exageración y que en esos términos no vendría ningún inversionista. En primer lugar, la regalía es precisamente la remuneración patrimonial que obtiene el país por un recurso que se agota. Eso vale incluso en el caso de la agricultura, pese a que es un recurso que se renueva constantemente, por supuesto en condiciones de trato adecuado del suelo. Con el petróleo, hagas lo que hagas, barril que sacas, barril que nunca más vuelve».
«El hecho es que hoy -prosigue- compañías que quieren explotar el gas costa afuera, donde son mayores los requerimientos tecnológicos y de inversión, no han chistado y están pagando ese 30% de regalías. Por el contrario, tenemos colas de empresas esperando a que el Ministerio autorice operaciones. En el caso del gas, el promedio de regalías por concesiones en tierra firme fue del 22,5%, con casos que llegan hasta el 35%. Nosotros debemos calcular -y en eso hemos aprendido algo- qué nivel de regalías le permite al empresario obtener los niveles de ganancia normales dentro de un negocio de óptimo rendimiento, como es el caso del petróleo. Paralelamente bajamos el impuesto a la renta, para mantener una presión fiscal que no cambiara la ecuación anterior pero mejorara la eficacia del cobro del impuesto. Crear un sistema eficaz para cobrar impuesto a la ganancia petrolera es muy difícil. Noruega, que tiene una vastísima experiencia en esto, no ha logrado impedir la evasión fiscal. En cambio, con la regalía el cobro es directo: como decimos en Venezuela: ‘Chivo al corral, fuerte al sombrero’ («fuerte» era una antigua moneda de 5 bolívares).»
Transformadas en políticas efectivas, estas ideas impresionan más allá de las fronteras venezolanas: «Éste es un problema internacional; ha habido una ofensiva avasallante que plasmó en miles y miles de acuerdos bilaterales para la protección de las inversiones (nunca acuerdos bilaterales para ejercer los derechos del propietario) y muchos de esos acuerdos lo que hacen es garantizar la ganancia a costa de la regalía. Lamentablemente, cuando salí de la OPEP no pude completar un trabajo que estaba haciendo por encargo de la Conferencia de Ministros. La OPEP ha aplicado sabiamente el principio de no incurrir en una competencia dañina por los mercados y a eso ha ayudado el sistema de cuotas. Pero el peligro ha comenzado a meterse por la puerta de atrás, que es el lado de las inversiones. Como se necesita desarrollar la producción y esto requiere inversiones, algunos países dan cada vez más facilidades en materia de regalías, como lo hizo Venezuela en los años de la apertura: bajando impuestos, bajando regalías, es decir bajando los derechos de las poblaciones sobre su riqueza propia. Obviamente el inversionista privado tiene como interés prioritario extraer el máximo de petróleo posible y una vez que lo tiene, colocarlo en el mercado; porque quiere recuperar cuanto antes su inversión, para capitalizar ganancias. Entonces propietarios e inversionistas son actores que hay que equilibrar».
Dos días después del referendo que ratificó a Chávez en el poder, Alí Rodríguez hizo una gran asamblea en la sede central de Pdvsa, transmitida por videoconferencia a todas las filiales del país y el exterior. Tras la valoración de la jornada y el análisis de su proyección política, el orador explicó que todavía faltaba mucho para erradicar vicios y limpiar las filas de la empresa de funcionarios corruptos. Este corresponsal oyó muchas voces en la sala reafirmando con énfasis la indicación del Presidente, quien interrogado luego al respecto diría: «Hay todavía viejas prácticas y no descarto que haya además prácticas que obedecen a convicciones de la vieja Pdvsa, e incluso compromisos. Pero lo predominante es lo contrario, porque de otro modo no hubiésemos tenido los resultados que pueden verse. También está el problema de la desconfianza, remanente de aquellos días de sabotaje: ver en todos lados un enemigo. Por eso el llamado a la unidad interna. Y a los que todavía siguen pensando de la vieja manera, un llamado a la reflexión, porque si no tendrán que irse. No porque uno los quiera sacar, sino porque no podrán convivir aquí. El hecho es que si bien decimos ‘nueva Pdvsa’, eso no significa que ya sea algo acabado. Cabe preguntarse cuán nueva es la nueva Pdvsa. Tiene mucho de nuevo, pero tiene remanentes; por ejemplo los gerentes y su manera de tratar a los trabajadores; insuficiente claridad de visión para entender que esto cambió; que hay una nueva realidad, con nuevos actores. Los trabajadores eran -valga la paradoja- actores pasivos. Actuaban en las labores de producción, etc., pero desde el punto de vista político no; porque estaban sometidos a una disciplina muy estructurada verticalmente».
Vertiginoso, el cambio es a la vez lento: «En algunos casos se puede hablar ahora de cogestión. Pero son experiencias aisladas. Es un proceso lento, porque es inédito. Pero en general hay una activa participación de los trabajadores. Hoy nadie se queda callado acá, lo que por otra parte es un fenómeno de todo el país: lo sienten como un derecho adquirido».