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Por qué Estados Unidos ataca a Venezuela

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Ajeno a la nueva realidad que lo circunda, el Senado estadounidense votó sanciones para Venezuela por supuestas violaciones a los derechos humanos. La cámara baja debe aún confirmar esa medida, a través de la cual se pretende sancionar a 56 altos funcionarios bolivarianos.

No se hizo esperar la reacción del presidente Nicolás Maduro: “¿Quién es el Senado de Estados Unidos para sancionar a la patria de Bolívar? (…) No aceptamos sanciones imperialistas. Esta es la patria de Bolívar, que ustedes deben aprende a respetar. Somos los herederos de Ayacucho, somos los hijos de Bolívar, de Chávez”. Y agregó, en un acto donde se celebraba precisamente el 190º aniversario de la victoria del mariscal Sucre contra el imperio español: “Si se impone la locura de las sanciones Estados Unidos va a salir muy mal parado”.

Desde luego el Capitolio no espera un paso atrás de la Revolución. Se trata sólo de una medida más en la escalada de agresiones recrudecida desde abril 2013. Un vuelta más de tuerca, para contribuir al plan de desestabilización complementado con proyectadas acciones violentas.

Entre numerosos factores que los senadores no pesaron correctamente sobresale uno, aparte de que a una Revolución no se la hace retroceder con resoluciones legislativas: pocas horas después un informe especial del mismo Senado revelaría que el gobierno estadounidense secuestró y torturó a un número indeterminado de personas para, supuestamente, “combatir al terrorismo”. Y lo hizo, según el propio informe, con la participación de decenas de países, entre ellos Polonia, Austria, Alemania, Canadá, Dinamarca, Australia… y un larguísimo etcétera.

Además de desconocer la soberanía venezolana el Senado parece no comprender que ya no puede manipular la opinión pública mundialalegando que Estados Unidos es el bastión universal de la democracia y los derechos humanos, como lo hizo desde los 1980 contra la Unión Soviética.

 

Otras razones 

Nadie espera que las clases dominantes imperialistas adecuen su política internacional al hecho obvio de que la hegemonía planetaria de Washington es cosa del pasado. Por el contrario, incluso razones de orden interno llevan a acelerar la marcha irracional de la Casa Blanca. La oleada de movilizaciones masivas desatada por el asesinato de inocentes ciudadanos afroamericanos a manos de policías blancos expresa un malestar muy hondo que explota por esos viles asesinatos. En primer lugar, la despiadada política económica mediante la cual las clases dominantes del mayor imperio tratan, sin éxito, de neutralizar la crisis que carcome las entrañas del sistema.

Barack Obama, del partido Demócrata y primer presidente negro de Estados Unidos, quedó muy lejos de las expectativas despertadas dentro y fuera de su país seis años atrás. En ese período la economía estadounidense creció en total el 8%. Y el ingreso promedio de los asalariados cayó un 4%.

Relea las cifras y compárelas con las equivalentes a los primeros seis años de George W Bush: casi 16% de crecimiento y 2% de caída. Ahora considere que esas estadísticas falsean esencialmente la realidad. Tales promedios son indicativos de una tendencia general: en los últimos 14 años el “crecimiento” es en realidad estancamiento y el ingreso medio ha caído un 10%, aunque el proceso de caída comenzó hacia 1980 y ya supera el 25% de disminución para el período.Pero esas mediciones son inútiles para registrar la situación de las mayorías, a quienes golpea la desocupación rampante y la pobreza creciente.

No hay exageración. “El año pasado 2,5 millones de niños en Estados Unidos vivían en refugios, en las calles, en los autos, o en campamentos desprotegidos”. Es una afirmación del Centro Nacional de Familias Desamparadas (NCFH), publicado por el antaño prestigioso semanario Newsweek. No están contabilizados aquí los niños centroamericanos mantenidos en jaulas a espera de la deportación. El informe, titulado Más jóvenes marginados en Estados Unidos, subraya que de 2012 a 2013el número de niños sin hogar aumentó en un 8%, alcanzando un máximo histórico, según los datos del American Institutes for Research (AIR).¿Cuántos Michael Brown habrá en los próximos años? ¿Y cuántas sublevaciones espontáneas de ciudadanos desesperados?

La contracara de esa política interior es la aceleración de la dinámica belicista en todo el planeta y el relanzamiento de la carrera armamentista, en la cual se inscribe esta nueva agresión contra Venezuela.

Estancamiento, pobreza y súper explotación son los signos sobresalientes de la realidad estadounidense en las últimas décadas. La carrera armamentista agravará los dos últimos factores y no resolverá el primero. A término, esta política transformará en conciencia organizada la sublevación espontánea de hoy, bajo el ejemplo de resistencia y lucha revolucionaria en otras latitudes. En particular, Venezuela.

 

*Artículo publicado en Cuatro-F, semanario del Psuv, el domingo 14 de diciembre de 2014.

 

 

 

 

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