De Alexandr Solzhenitsyn
Editorial :Fondo de Cultura Económica
Cantidad de páginas: 200
Lugar de publicación: Buenos Aires
Fecha de publicación: Enero de 1999
Esta obra es mucho más que una descripción inteligente. Es ante todo el alarido desgarrado -desgarrador- de un gran escritor. Y un ensayo que, en exacta reproducción del medio que lo alimenta, combina genialidad y ceguera, grandeza y miseria, coraje y cobardía, determinación y pusilanimidad, en proporciones que perturban al lector.
No conviene confundirse: Alexandr Solzhenitsyn, premio Nobel de literatura, autor de libros imprescindibles para entender aspectos fundamentales de la ex Unión Soviética, continúa aferrado al misticismo, y lejos de cambiar su postura filosófica ante el pasado reciente de su país, avanza aún más por el camino del anticomunismo y la religiosidad como única respuesta.
El libro no es un ensayo riguroso con valor científico para explicar el colapso y la actualidad rusas. El escritor se impone al pensador; la percepción supera por lejos a la reflexión; y la búsqueda sincera y apasionada de un hombre insobornable produce destellos de genial intelección sobre la realidad rusa que ningún estudioso podrá desconocer.
Tras una gira por todo el país, durante cuatro años, el autor comienza su obra con un recurso tomado del periodismo: reproduce las frases que más lo impactaron durante sus conferencias y encuentros con el pueblo.
Estos registros terminan a fines de 1997; en agosto de 1998 Rusia se declaró insolvente, lo cual si para el mundo exponía la imposibilidad de completar la transición al capitalismo, para sus habitantes decuplicó las penurias. Pero ya en 1995, dice Solzhenitsyn, «viajé por la región del Volga (…) En mis reuniones, cada vez que alguien elogiaba el pasado (comunista), lo aplaudían unos dos tercios del auditorio. Cuando yo objetaba que los presentes, siquiera por su edad, no conocían los horrores del pasado, la sala se llenaba de murmullos de protesta».
Como se ve, a menudo importa más la honestidad intelectual. Esa misma actitud lleva al autor a conclusiones que en los teóricos provocan los más encendidos debates: «saltamos -nos arrojaron- no al Mercado sino a la Ideología de Mercado (sin que éste existiera)», dice Solzhenitsyn desde su defensa de una sociedad medieval.
Imperdible resulta la descripción de los múltiples efectos del stalinismo (Solzhenitsyn lo denomina, sin ingenuidad, comunismo) en la conciencia de las masas rusas.
No faltan propuestas en el texto; y no carece de interés leerlas, para comprobar hasta qué punto de desorientación e incoherencia puede llegar una inteligencia sobresaliente cuando no tiene en qué apoyarse. Pero son estas preguntas, desmesuradas en su patetismo, las que mejor definen a Rusia bajo los escombros.
A la fuerza original del texto, la acompaña una traducción que merece el mayor encomio, porque ha vertido al gran escritor en un castellano a su altura.
Al leer este fruto paradójico de un espíritu genial extraviado en mundos metafísicos y encarnado en posiciones ultra reaccionarias, vienen a la memoria las palabras con que Hegel señaló que el hombre libre no le teme a la grandeza y se congratula de que lo grande exista.