Debacle: la elección legislativa del 28 de junio debilita al extremo al gobierno de Cristina Fernández. Es incierto el camino hasta el fin de su mandato, a fines de 2011. Si adopta un rumbo neto de transformaciones profundas y se suma con ímpetu al proceso de unidad latinoamericana, puede garantizar la gobernabilidad, que de lo contrario estará en riesgo. El notorio crecimiento de una propuesta antimperialista como la de Fernando Solanas, revela el potencial de la Argentina real que busca el camino de una revolución.
Si, como decían los sabios de la antigua Grecia, los dioses hablan por las matemáticas, basta observar porcentajes en la elección del 28 de junio para oír el dictamen de la ciudadanía. En el total nacional, los candidatos de la ultraderecha obtuvieron el 18,7%, la derecha liberal el 30,9% y el oficialismo el 30,9%. Hubo una abstención elevadísima (el voto en Argentina es obligatorio), superior al 30% y en lugares clave próxima al 40%. Néstor Kirchner perdió en la provincia de mayor peso, Buenos Aires, por 2,3 puntos frente a un desconocido del denominado “peronismo disidente”, Francisco De Narváez (34,6 contra 32,1%). En ese distrito cifraba el elenco gobernante las esperanzas de contrarrestar una derrota segura en los mayores centros del interior. La expectativa se alimentaba con el voto clientelista en los bolsones de máxima pobreza y marginalidad. Pero incluso allí Kirchner estuvo lejos de los resultados que esperaba. Los candidatos oficialistas obtuvieron porcentajes mínimos en la Capital Federal (11,6%), Santa Fe (9,6%), Córdoba (9,1%) y perdieron Mendoza (27,9 contra 47,4% de una coalición liderada por la Unión Cívica Radical). En Entre Ríos el candidato peronista, enfrentado duramente con Kirchner, obtuvo 34,3 contra el 35% del bloque de restos de la UCR denominado Acuerdo Cívico y Social. En las restantes provincias los candidatos peronistas que ganaron lo hicieron explícitamente en contra del gobierno nacional y los pocos que no actuaron de esa manera, son jurados enemigos de Kirchner en la lucha interna del Partido Justicialista (PJ) encabezado por el ex presidente ahora diputado. El oficialismo pierde así el control de ambas Cámaras del Congreso. En suma: casi cuatro de cada diez ciudadanos, le dieron la espalda a los candidatos absteniéndose; y siete de cada diez electores que acudieron a las urnas, votaron contra el gobierno nacional.
Esto último debe entenderse literalmente, porque sólo por excepción los vencedores tienen verdadero respaldo de sus votantes, que actuaron llevados por el rechazo a Cristina Fernández y Néstor Kirchner. Las causas de ese rechazo han sido explicadas en trabajos de interpretación que no permiten asombrarse frente al resultado. Aunque eso importa poco a la hora de evaluar lo que vendrá.
Kirchner arrastró al abismo al gobernador de Buenos Aires, al vicegobernador y a los intendentes del conurbano bonaerense, obligados a “candidaturas testimoniales” (es decir, que encabezaban las listas en cada distrito, pero no asumirían sus cargos). Con la caída de Daniel Scioli, titular del gobierno provincial y supuesta alternativa para las elecciones presidenciales de 2011, Kirchner pierde toda posibilidad de mantener el control del PJ. Pero también afecta a otro puntal de su gobierno: el titular de la CGT, Hugo Moyano, quien para recuperarse del duro revés deberá salir del letargo y ponerse al frente de los reclamos sindicales.
Emerge una fuerza nueva
El desempeño de las izquierdas merece capítulo aparte. Los remanentes de las expresiones sectarias, fragmentadas como nunca, reiteraron guarismos insignificantes: en conjunto 1,6% en todo el país. Pero esa muestra de desubicación y desarraigo no traduce la realidad política (ni social, ni ideológica) del país.
En la Capital Federal, único distrito donde se presentó una expresión dura de naturaleza antimperialista y genéricamente anticapitalista, con voluntad plural y franca confrontación con el gobierno, el resultado fue arrollador. Se trata de Fernando Solanas, quien alcanzó el 24,2%, contra el 31% de la candidata del oficialismo porteño, Gabriela Michetti, puesta allí por el Jefe de gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, quien tiene como puntos de referencia ideológica a José María Aznar y Álvaro Uribe. En este caso, como en tantos otros en el resto del país, buena parte de las fuerzas de izquierda se alinearon con el candidato oficial, mientras otras expresiones del denominado “progresismo”, obtuvieron alrededor del 5%. Además, el hecho de que en localidades fundamentales de concentración proletaria De Narváez haya empatado con Kirchner, indica que son precisamente los obreros quienes suman el grueso de la abstención.
En Córdoba, el arco de fuerzas que apoyó a Luis Juez, en buena medida constituido por agrupamientos y cuadros de izquierda, ganó con el 30,6%. En Santa Fe, gobernada por el Partido Socialista (PS), la mayor parte de las izquierdas apoyaron al PS contra el PJ en el voto nacional y a candidatos propios en la provincia. Y así de seguido: el caudal antimperialista y latinoamericanista es sin duda mayoritario en todo el país, aunque la confusión ideológica, la división organizativa y la ausencia de estrategia mantenga a esa fuerza bajo la superficie.
En su discurso al final de la jornada electoral, Solanas reiteró su programa en base a la soberanía, la unión latinoamericana y la reparación social impostergable, para culminar reafirmando un compromiso principal de su campaña: edificar una fuerza política de alcance nacional que rompa el bipartidismo burgués y abra un cauce para las contenidas y desviadas fuerzas que aspiran a una revolución. Se abre así una coyuntura excepcional, de crisis política en el marco de una situación económica que no dejará de agravarse, amenaza creciente de la derecha y el imperialismo e inéditas posibilidades para sumar a Argentina al concierto latinoamericano.
Los porcentajes corresponden a la madrugada del 29 de junio sobre resultados incompletos que pueden variar aunque no sustancialmente.