Pese al apoyo de todas las cámaras empresariales, incluida la Sociedad Rural Argentina, el candidato peronista fue abatido en la segunda vuelta presidencial el 19 de noviembre. El nombre avalado por Cristina Fernández perdió por 12 puntos de diferencia y fue derrotado en 20 de las 24 provincias.
Antes de arrollar al Partido Justicialista y sus aliados de ultraderecha y pseudoizquierda, el inexistente partido La Libertad Avanza (LLA) había aplastado en la primera vuelta presidencial al ahora implosionado Frente por el Cambio (FxC), con lo cual pasaron a cuarteles de invierno la Unión Cívica Radical (UCR) y el Pro, respectivamente el más viejo y el más nuevo aparato político construidos por la burguesía argentina.
No valió siquiera el respaldo explícito de la totalidad de las dirigencias sindicales y la iglesia católica al candidato oficialista. En suma: todos los instrumentos del capital para el ejercicio del poder fueron desplazados de un plumazo.
No es un rayo en cielo sereno. El desmoronamiento de las instituciones del capital, la decadencia del sistema y el hedor a descompuesto de sus cúpulas, viene de lejos. Y en las dos últimas décadas se aceleró hasta el paroxismo. No es un giro a ultraderecha de la sociedad lo que provocó el colapso, sino a la inversa: es el colapso de la democracia capitalista lo que provocó un espasmo social y este circunstancial resultado electoral.
El vehículo para el terremoto político recién iniciado carece de importancia en sí mismo. Es una creatura del propio peronismo -rápidamente acompañado por la totalidad de la burguesía y sus descompuestos órganos de difusión- que en la desesperación por mantener el poder puso en marcha un títere contrahecho que rápidamente catalizó el insondable malestar social. Cuando unos y otros comprendieron la magnitud de la bola de nieve echada a rodar, viraron en redondo. Pero ya era tarde.
Corrompidas hasta lo indecible las estructuras sindicales, disgregadas las fuerzas revolucionarias (o quebradas, o transformadas en aparatos empeñados en asimilarse al Estado burgués), las masas trabajadoras y las juventudes quedaron huérfanas. En tales condiciones de dispersión y confusión, no podían comprender la naturaleza de la crisis. Y se volcaron hacia lo que aparecía como contrario al sistema dominante. Millones fueron así víctimas indefensas de una operación de captación masiva y encaminados a un callejón sin salida.
La raíz
Mientras tanto Argentina avanza sin pausa por el camino de la crisis extrema: la mitad de la población bajo la línea de pobreza, inflación del 200% para el año en curso y perspectiva de aún más para 2024, con el riesgo permanente de hiperinflación, caída de hasta el 40% en salarios y jubilaciones, endeudamiento desmesurado, déficit fiscal (incluyendo intereses) superior al 10% del PIB, desequilibrio inmanejable de los precios relativos…
Como respuesta a este desastre capitalista, el presidente electo propone recuperar el capitalismo, puesto que según él la decadencia argentina resulta de sucesivos gobiernos socialistas y comunistas, causa de la desagregación nacional, la pobreza sin precedentes en el país, la decadencia dominante en todos los órdenes. El programa alternativo propone eliminar la moneda nacional e instalar el dólar en su lugar. Pretende privatizar salud, educación y hasta propone un mercado de órganos humanos. Para sanear el desastroso funcionamiento del Estado propugna vender o cerrar todas las empresas hoy en manos de políticos y sindicalistas corruptos, a nombre el Estado.
Sus propuestas iniciales para afrontar la catástrofe económica y social en curso indican que desconoce en grado absoluto la teoría de la economía política y carece de la más elemental información sobre la realidad económica y social. Eso no obsta para que periodistas a la orden exalten las condiciones de quien parece instruido en una Pitman y adiestrado en un aparato corrupto del “capitalismo de amigos”.
Denomina a su propuesta “liberalismo libertario”, a la vez que reivindica la última dictadura y asume que la aplicación efectiva del programa de saneamiento requiere la utilización de las fuerzas armadas volcadas a las calles para enfrentar la presumible resistencia. Denuesta con los peores calificativos al marxismo y califica como comunista hasta al mismísimo Papa. El presidente electo, conducido por su hermana y en comunión diaria con cuatro perros vivos y uno muerto, se declara en tránsito del catolicismo al judaísmo y tiene como mentor un rabino estadounidense ultra reaccionario.
La primera decisión pública del presidente electo fue anunciar un viaje a Washington y Tel Aviv antes de asumir el 10 de diciembre. Hizo saber además que su gobierno trasladará a Jerusalem la embajada argentina en Israel. Hincarse antes de entrar al templo.
Esta simple enumeración indica mucho más que un resultado electoral. La burguesía ha perdido el control del poder ejecutivo y éste ha pasado, en primera instancia, a manos directas del gran capital estadounidense, con el sionismo como palanca eficiente. Esto, desde luego, es insostenible en el tiempo. Los graciosos episodios de manotazos entre los aspirantes a ministerios y secretarías reflejan la pugna por el poder en este nuevo escenario. De la obscena campaña electoral a la no menos escabrosa pelea por ubicar una ficha en el todavía nonato esquema de poder. La fractura interburguesa se multiplica en esta nueva situación y resquebraja por anticipado al futuro elenco oficial. Quien inicialmente se mostró como bufón roquero, ya mutó y se exhibe con saco y corbata. “Pragmatismo sobre todo”, declaró 48hs después de investirse. Si esa ductilidad alcanza para permitir al capital local recuperar posiciones en el organigrama oficialista, el futuro presidente tiene mayor margen de estabilidad. De lo contrario, es inevitable la tenaza entre los restos del peronismo, gobernadores y sindicatos por un lado y el gran capital desplazado por el otro.
Si, en cambio, el candidato metamorfoseado hace concesiones suficientes para comprar tiempo, la totalidad de los jóvenes que habiéndolo apoyado no consigan un salvavidas individual, mientras la debacle económica azota a ocho de cada diez habitantes, pasará a la vereda de enfrente, sin que hasta el momento esté claro cuál será.
Democracia y revolución
El último intento de restaurar la República capitalista en ejercicio de la democracia burguesa fue el ensayado por Mauricio Macri. Culminó en la entrega del poder a un pelele cuya mayor virtud había sido su papel como mano derecha de Néstor Kirchner. El resultado está a la vista. Macri ensayó luego con la candidatura de Patricia Bullrich. No alcanzó para llegar a la segunda vuelta. Entonces giró en redondo y apoyó al candidato “liberal-libertario”. Ahora forcejea para encastrar figuras propias en el fangal del nuevo elenco. Está claro cuán atrás han quedado las apelaciones a la República y la Democracia.
Pero sería erróneo culpar al talento de Macri (ahora empeñado en la vicepresidencia de un club de fútbol) o de Bullrich (aspirante al parecer perdidosa a la cancillería). Es la inviabilidad del sistema para resolver los problemas sociales. Tras el anecdotario penoso se eleva el horizonte de una confrontación sin atenuantes con el capitalismo.
Decíamos tres décadas atrás, en medio del derrumbe de la Unión Soviética: “no confundimos las garantías civiles y los derechos individuales con el sistema que los permite o los niega. Aquellos son el resultado de la permanente tensión de fuerzas entre el conjunto de la población por un lado y un puñado de capitalistas por el otro. Y también del resultado de ese choque de fuerzas en el plano internacional (…) De acuerdo con las circunstancias un mismo sistema socioeconómico puede permitir o negar el ejercicio de las libertades democráticas. Lo que importa establecer en esta relación, por tanto, es si la realización plena y el ejercicio universal de esas libertades favorece o, por el contrario, se contrapone al desarrollo de un determinado sistema socioeconómico (…) La experiencia histórica demuestra que existe una contradicción históricamente irresoluble entre la vigencia y ampliación de las libertades democráticas y un sistema estructurado a partir de la propiedad privada de los medios de producción y economía de mercado, del mismo modo que prueba la inviabilidad a largo plazo de un sistema de propiedad colectiva y planificación económica sin el más amplio ejercicio de la democracia en todos los terrenos”. (“Democracia y Revolución en la actual coyuntura mundial”; Luis Bilbao, Crítica de Nuestro Tiempo Nº 2, Abril-Mayo-Junio 1992; Buenos Aires, Argentina).
Sucesivos gobiernos, desde hace muchas décadas, prueban que en Argentina el desenvolvimiento del sistema capitalista no va en línea con el afianzamiento y la ampliación de la democracia. El episodio funambulesco que vive ahora Argentina es la demostración inapelable de ese curso. Nadie que haya defendido el mejoramiento del capitalismo puede eximirse de responsabilidad. Nadie que haya optado por el mal menor puede desconocer que tomó el camino hacia el mal mayor.
22/11/2023
@BilbaoL