Washington se cobró la cuenta. Al hacerlo se comprometió a pagar una mayor, de alcance incalculable, que incluye un riesgo extremo para la existencia misma de Israel.
En acto de terrorismo de Estado, el pasado 2 de enero la Casa Blanca asesinó en Bagdad a Qasem Soleimani, el general iraní que comandó la guerra contra el llamado Estado Islámico (Isis, o Daesh, en árabe). Esta organización terrorista fue creada por el Departamento de Estado para completar la operación de destrucción, aniquilamiento y toma de control, en todo Medio Oriente.
Aquel plan irracional, inviable, chocó con la resistencia de Siria, apoyada por Rusia, China e Irán. Pero fue Soleimani quien estuvo al frente de las batallas que acorralaron y vencieron a Daesh. Mediante el estilo chabacano y brutal de su actual jefe, los hombres de gris del más poderoso aparato guerrerista del mundo anunciaron que se habían vengado de aquella afrentosa derrota, inconscientes de que este nuevo acto terrorista es sólo el prólogo de catástrofes que acelerarán la ya vertiginosa decadencia del imperio declinante.
Un avión no tripulado lanzó misiles contra dos vehículos que salían del aeropuerto de Bagdad. Además del jefe militar más importante de Irán, que visitaba la ciudad en su tarea de comandante de las fuerzas que aún combaten los restos de Daesh, fue asesinado Abu Mahdi al Muhandis, jefe de las Fuerzas de Movilización Popular y comandante de la milicia Kataib Hezbolá y al menos otras 10 personas. Un golpe terrorista oficialmente anunciado por el presidente estadounidense. El mundo se estremeció. Rusia y China condenaron de inmediato la acción. Francia y Alemania rechazaron la operación. En América Latina, con las excepciones obvias de Cuba, Venezuela y Nicaragua, los gobiernos intentan pronunciarse sin condenar la agresión estadounidense y, por supuesto, sin calificarla como acto de terrorismo de Estado.
Escalada
“Planeamos responder con contundencia en el futuro a este atentado terrorista, pero seremos pacientes. Estados Unidos debe saber que la República Islámica y el Eje de Resistencia no se doblegarán ante este crimen terrorista”, dijo de inmediato el general de brigada Abolfazl Shekarchi, portavoz del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Irán.
Dos días después, el domingo 5, Irán anunció que abandona las limitaciones operacionales en su programa de energía nuclear, entre ellas, la capacidad de enriquecimiento, el porcentaje de enriquecimiento, la cantidad de material enriquecido, y la investigación y el desarrollo nucleares.
El pacto nuclear fue sellado en julio de 2015 entre Irán y el Grupo 5+1 -entonces integrado por Estados Unidos, el Reino Unido, Francia, Rusia y China, más Alemania. En 2017 Washington rompió unilateralmente el pacto. Un año más tarde, Teherán dio el tercer paso de reversión de aquellos acuerdos y activó una cadena de 20 centrifugadoras IR4 y de 20 centrifugadoras IR6. El paso anterior consistió en alimentar con gas las centrifugadoras de la planta nuclear de Fordo.
El mismo domingo 5 el comandante de la Guardia Revolucionaria en la zona Sur, Gholamali Abuhamzeh, aseguró que su país castigará a Estados Unidos donde sea que esté a su alcance.“El estrecho de Ormuz es un punto vital para Occidente y una gran cantidad de destructores y buques de guerra estadounidenses atraviesan el estrecho de Ormuz, el mar de Omán y el golfo Pérsico. Unos 35 objetivos estadounidenses en la región están a nuestro alcance. Y Tel Aviv, el corazón y la vida de Estados Unidos, también lo está”.
En Bagdad el Parlamento irakí aprobó la expulsión de las fuerzas militares estadounidenses del país donde se cometió el atentado. Simultáneamente, durante una honra fúnebre un ex jefe de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán, Mohsen Rezai, explicó que se esperan dos líneas de acción: “La primera es la dura venganza que los pueblos de Irán e Irak se tomarán contra Donald Trump y sus soldados. Otra es en respuesta a Trump, que ha advertido que nos atacará si nos vengamos. En este caso digo que destruiremos por completo la ciudad de Haifa y los centros clave de Israel”.
Por su parte Trump había anunciado que Estados Unidos tiene ataques preparados contra 52 puntos vitales de Irán y que atacará con “fuerza probablemente desproporcionada” si se concreta la réplica iraní.
Inexorable caída
Es inevitable que la escalada de acciones y declaraciones desemboque en operaciones militares de envergadura, destrucción a gran escala y muerte de incontables seres humanos. La magnitud inmediata de esta nueva guerra, que probablemente nunca se declare formalmente, está por verse y todo indica que la dinámica no está bajo control de los gobernantes de los países más poderosos del mundo.
Tres centenares de psiquiatras estadounidenses llegaron a la conclusión de que Trump sufre un grave deterioro mental. “Estamos convencidos de que, a medida que se acerca el momento del posible juicio político, Donald Trump tiene el potencial real de volverse aún más peligroso, una amenaza para la seguridad de nuestra nación”, se lee en el texto, publicado el sábado 4 por el diario británico The Independent.
Pocas voces se alzarían para defender el equilibrio psicológico del presidente estadounidense. Sin embargo, tomar por ese camino equivale a respaldar la dinámica de guerra. La política de la Casa Blanca en las últimas décadas ha multiplicado el gasto militar, la violación de todos los principios de convivencia internacional, la violencia y los dramáticos efectos de la suma de guerras en que se ha involucrado el país hasta hace poco más poderoso del mundo.
Nada de eso es atribuible a la psicología de los sucesivos habitantes del salón Oval. Es la irracionalidad del sistema capitalista la que lleva a la guerra. Estados Unidos agoniza como potencia imperial dominante. Y en su caída arrastra a millones de personas, a gobiernos y países enteros.
Se comprende que sea duro de asimilar: pero nadie que defienda el sistema de producción basado en la lógica capitalista puede al mismo tiempo defender la paz.
Ahora Estados Unidos inició su última fase de decadencia en Medio Oriente. Provocará cataclismos humanos. Pero perderá su guerra allí, a la vez que hará bascular al mundo ante la posibilidad de una conflagración planetaria.
En lugar de arredrarse frente a la amenaza, toda persona consciente e involucrada ante tamaño desafío, debería actuar para que gobiernos y naciones encuentren las causas de la crisis y la forma para resolverla de raíz.
@BilbaoL
5 de enero de 2020