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Transición al socialismo como eje de la campaña electoral

PorLBenAXXI

 

Silencio: después de haber bombardeado a la opinión pública continental para convencerla de que Hugo Chávez tenía dos meses de vida y total incapacidad para asumir la campaña electoral, los medios comerciales del hemisferio se han llamado a silencio. El 11 de junio Chávez inscribió su candidatura para los comicios del 7 de octubre. Llegó al CNE rodeado por multitudes que inundaron Caracas. Luego subió a un escenario, cantó, bailó y durante tres horas y media expuso su plan de gobierno. Desmoralizada, la oposición admite que su candidato no se afirma y carece de toda chance. Como respuesta, adelanta que denunciará fraude.

 

Al momento de inicio formal de la campaña electoral, el 1 de julio, la evaluación positiva y regular del gobierno de Hugo Chávez suma 80% (63% positiva, 17% regular). Un 19% tiene una evaluación negativa. Por el contrario, la oposición tiene una valoración positiva del 22% contra una negativa del 45%. Así las cosas, si las elecciones hubiesen tenido lugar el día de arranque de la campaña, el 57.8% hubiera votado a Hugo Chávez y el 23% por Capriles Radonski, el candidato de la opositora Mesa de Unidad Democrática (MUD).

Con leves diferencias que no modifican el mensaje principal de estos números, el conjunto de las consultoras coincide con la última evaluación de GIs XXI. Véase: la consultora 30.11 marcó 57.8%; Hinterlaces, 51%; ICS, 59.4%; Datanálisis, 43.6%.

Tales datos producen un impacto demoledor en las filas opositoras. Nadie allí espera que en el lapso hasta las elecciones la estolidez de su candidato permita remontar la distancia actual. Esto redunda en creciente hostilidad entre las fracciones, pero también abre paso a una línea que propone desconocer el poder electoral, anunciar fraude por adelantado y optar a última hora entre boicotear los comicios o desconocer su resultado después.

Hay ya una escalada con ese objetivo. Rafael Poleo es un periodista pública y notoriamente involucrado en el golpe de 2002 que depuso a Chávez por 47 horas, antes de que una verdadera insurrección popular y una rebelión generalizada de las fuerzas armadas lo rescatara de manos de militares, burgueses y clérigos golpistas para restituirlo en el poder. Desde entonces no ha cejado de promover el derrocamiento del Presidente. Con fecha 29 de junio, Poleo publicó lo siguiente: “el fraude electoral está montado y el Gobierno no vacilará en ejecutarlo si es derrotado en las urnas el 7 de octubre. No queda de otra que enfrentarlo (…) Será la prueba de fuego para unos dirigentes políticos, los de la oposición, que todavía están por graduarse de tales, para un pueblo que tampoco ha demostrado que merezca la libertad”.

Si la dirigencia política no está graduada y el pueblo no merece libertad, es obvio por dónde pasa la solución para vencer en la prueba de fuego tras desconocer el resultado que en la noche del 7 de octubre anuncie el Consejo Nacional Electoral: la intervención extranjera. Ésa es, desembozadamente, la línea de acción asumida por el sector más resuelto de la oposición y publicitada por los medios de prensa, al mismo tiempo que denuncian al mundo la falta de libertad de expresión en Venezuela.

 

Economía, salud y política

El dato más trascendente -y para muchos sorprendente- es que durante el año de enfermedad y relativa ausencia de Hugo Chávez, el Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv) y, como parte integrante, el conjunto de ministros y altos funcionarios, lejos de ser presa de divisiones, desviaciones y parálisis, alcanzó un grado de coherencia y eficiencia netamente superador del desempeño anterior.

Es verdad que, aun en los momentos más difíciles, Chávez no disminuyó la atención ni se desentendió del mando por un momento. Pero hubiese sido imposible el funcionamiento del gobierno tal como se dio sin un alto nivel de homogeneidad ideológico y programático en los altos mandos, a su vez sólo articulable por un Partido. Como sea, el hecho es que durante el último año Venezuela, a contramano del mundo, amplió extraordinariamente los beneficios sociales de la economía, revirtió la caída del PIB resultante de la crisis de 2009 y la reducción en los precios del petróleo y, para sorpresa de extraños y propios, avanzó en un consistente camino de disminución de la inflación, elevada más allá de lo manejable en el período anterior.

Antes de observar esa dinámica, conviene acentuar que durante el período del socialdemócrata Carlos Andrés Pérez, el promedio anual de la inflación fue del 45%; durante el período posterior del socialcristiano Rafael Caldera, ese promedio subió al 60%, con picos del 100%. En la primera fase de su gobierno, Chávez redujo estos niveles al 14%. Luego, tras el paro petrolero y sus devastadores efectos económicos, la inflación volvió a subir y se instaló en picos de hasta el 30%. Pues bien, hasta mayo pasado, el índice de inflación mensual se redujo del 1,8 en el mismo período del año pasado al 1% este año, en tanto el crecimiento del PIB en el primer trimestre fue del 5,6% y la proyección anual no sólo deja atrás la caída anterior, sino que duplica como mínimo las estimaciones para las restantes economías principales de América Latina.

Esto indica que, en dinámica de crecimiento, la inflación anual rondará el 20% con tendencia a la baja. Las autoridades no descartan que el año próximo se pueda reducirla a un dígito.

Esto ocurría mientras la oposición anunciaba la inminente muerte del Presidente y éste avanzaba sin pausa en su recuperación física. A la fecha, aunque a ritmo menor al suyo habitual, Chávez está en campaña. En el último mes sus constantes apariciones públicas y una actividad sostenida en la función de gobierno han triturado la esperanza opositora, transmitida sin rubor, de que el cáncer por el que tuvo tres intervenciones quirúrgicas en el último año, más prolongadas sesiones de quimioterapia y radioterapia, dejarían al candidato opositor frente a otro representante de la Revolución Bolivariana. En una selección de opiniones tomadas en la calle sobre la salud de Chávez, un medio furiosamente opositor reprodujo la siguiente: “Él está muy saludable y gordo (…) cuando una persona está enferma no tiene capacidad para hacer lo que él está haciendo (cadenas), a menos que sea un extraterrestre”, expresó Reinaldo González citado por el portal Noticias 24.

A la vista de la apariencia y la actividad de Chávez, esa opinión del más llano sentido común predomina largamente en el conjunto de la sociedad venezolana, sin excluir a decepcionados opositores. Entre éstos no son pocos quienes creen que ha ocurrido un milagro. Después de haber alabado al cáncer como designio divino para “salirse de Chávez”, se preguntan con voz trémula si Dios, en definitiva, también está con el Dictador. Conversaciones de este género se repiten en los más dispares círculos de las minorías burguesas. Mientras tanto, en  el grueso del pueblo sucede lo contrario: para cientos de miles, probablemente millones, no cabe la menor duda de que Dios intervino con una cura milagrosa para que Chávez continúe conduciendo la transición al socialismo.

Como sea, lo cierto es que todo se alínea para que las encuestas lleguen a los resultados consignados. Para la oposición interna, pero sobre todo para el gobierno estadounidense, la cuestión no es que la oposición pierda otra elección –nadie serio creyó jamás en otra posibilidad- sino en la distancia que obtendrá Chávez frente a la oposición unida en una sola candidatura. Más claro que nunca, se enfrentan en Venezuela en la lid electoral capitalismo y socialismo. Seis años atrás la propuesta revolucionaria alcanzó el 63% de los votos. Después de 13 años de gobierno, cinco de ellos en proclamada transición al socialimo, ahora con un programa más rotundo y articulado en oposición al sistema capitalista, otra victoria de Chávez, incluso con prescindencia del porcentaje, dará al próximo mandato la fuerza y el espacio necesarios para acelerar en la transición y producir, como repite el Presidente, hechos sociales, económicos y políticos que hagan irreversible la Revolución.

Allí estriba el temor de Washington y sus vástagos locales. Allí estriba, también, la creciente certeza en medios oficiales de que un sector de la oposición estará dispuesto a “la prueba de fuego” de la que ya se habla públicamente: denunciar fraude, activar fuerzas mercenarias desde hace tiempo acantonadas y a la espera, desatar una campaña mundial y demandar la intervención de la OEA y Estados Unidos para derrotar al tirano.

Nada original, si se observa la conducta de la Casa Blanca en otras latitudes. Sólo que en Venezuela hay organismos de masas con elevada conciencia de la coyuntura, democráticamente organizados y acompañados por el grueso de la fuerza armada y por una milicia popular. Ésa es hoy la mayor garantía para la campaña electoral que comienza, para el ejercicio verdaderamente democrático del voto el 7 de octubre y para la continuidad institucional de la Revolución Bolivariana.

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