Perspectivas: Venezuela es un obstáculo mayor para los planes de sobrevivencia imperialista. Su lugar en América Latina y sus alianzas estratégicas traban los planes de Washington, que descargará sobre el gobierno de Nicolás Maduro todo el peso de su desesperación.
No será 2015 un simple año más para la Revolución Bolivariana. La suerte de Venezuela puede resultar una clave para la relación de Estados Unidos con América Latina y, por lo mismo, para que pueda sostener o no su papel rector en el concierto mundial, dado el marco general de retracción económica y multiplicación de conflictos bélicos o pre-bélicos de gran envergadura.
Adicionalmente, la política exterior de Venezuela tiene un componente en extremo preocupante para Washington, puesto que ha establecido lazos muy sólidos con los dos países que constituyen hoy el mayor desafío para el centro histórico del poder imperial: Rusia y China. Hay otro cúmulo de razones, de carácter interno, que completan el cuadro.
Ante todo gravita el papel geopolítico de Venezuela y la perentoria necesidad para Estados Unidos y Europa de erradicar su ejemplo. Basta ver el curso de los hechos políticos en España y Grecia –dos casos avanzados en que vanguardias nacientes encuentran inspiración e impulso en la Revolución Bolivariana– o interpretar el significado potencial de la ola de movilizaciones desatada en Estados Unidos por el asesinato de Michael Brown, para comprender la razón por la cual quienes diseñan la estrategia de sobrevivencia imperial encuentran en Bolivia y los restantes países del Alba, pero en primer lugar en Venezuela, un obstáculo con el que deben acabar sin demora.
Fiasco estadounidense en el Cono Sur
Ya se ha dicho que el reciente resultado electoral en Uruguay y Brasil fue a contramano de los esfuerzos de la Casa Blanca y abrió un paréntesis para la aplicación rampante de políticas anticrisis de saneamiento capitalista en toda la región, cuyo corolario inevitable hubiese sido el aislamiento de Venezuela y el Alba. El fiasco del Norte no es necesariamente una victoria de su contraparte. Para afrontar la coyuntura crítica el reelecto gobierno brasileño no programa medidas de corte anticapitalista. Tampoco el del Frente Amplio uruguayo. Pero sí supone una obligada pausa en el contraataque imperialista y la posibilidad de utilizar convenientemente ese tiempo adicional.
Eso es lo que se verá en 2015: la capacidad –o lo contrario– de aprovechar el aliento estratégico que la voluntad espontánea de las masas insufló a toda la región con su comportamiento electoral en aquellos países. Pero lo que constituye impulso y espacio para el proyecto de unión y emancipación latinoamericana es exactamente lo inverso para Estados Unidos: estrechamiento y freno para su estrategia contrarrevolucionaria.
Los efectos inexorables de la crisis económica en los centros de la economía mundial golpearán con dureza a gobiernos latinoamericanos débiles y agudizarán la necesidad de cambios profundos. Dos países clave en la región, Brasil y Argentina, se mantuvieron hasta hoy con programas de reformas dentro del sistema capitalista. Si al llegar al límite dan paso a movimientos políticos de masas con definiciones anticapitalistas, el debilitamiento estratégico de Estados Unidos daría un salto cualitativo de difícil reversión.
La conclusión puede parecer una simplificación excesiva. Pero es linealmente así: abatir la Revolución es condición para que Washington desarrolle exitosamente su estrategia mundial.
Qué harán
En 2015 habrá elecciones en Venezuela para renovar la Asamblea Nacional. Encuestas diversas indicaban a comienzos de noviembre una caída relativa en la aceptación ciudadana al presidente Nicolás Maduro. Esto se debía, según aquellas consultas, sobre todo a los problemas derivados de la guerra económica: desabastecimiento e inflación. Los mismos sondeos señalaban sin embargo que en la oposición no había una mengua, sino un estrepitoso derrumbe. Sin contar con la drástica mejoría que desde entonces pudo verificarse en materia de abastecimiento, control de la inflación y aumentos de ingresos reales para las mayorías, las conclusiones a la luz de tales consultoras era nítida: no se puede confiar en una derrota electoral del gobierno revolucionario.
Tras dos años de incesante ofensiva en todos los terrenos, el imperialismo y sus representantes locales sólo cosecharon fracasos. Desde diciembre de 2012, cuando Hugo Chávez anunció que Nicolás Maduro sería su candidato en caso de nuevas elecciones presidenciales, todas las opciones fueron exploradas por ellos y en todas fueron vencidos. Intentaron desconocer el resultado de abril de 2013, que llevó a la presidencia a Maduro. Al costo de más de una decena de muertos, la asonada se agotó. Luego vino la elección para alcaldes, presentada como plebiscito por la oposición, otra vez convencida de su victoria. Fue tan aplastante la derrota en diciembre de 2013 que dos meses después desataron un ensayo insurreccional y separatista con eje en el Estado Táchira. A un elevadísimo costo en vidas, dos meses después también ese zarpazo fue derrotado.
A partir de allí la oposición se pulverizó. Hoy, Maduro y el Partido Socialista Unido de Venezuela mantienen la iniciativa en todos los terrenos. La elección directa el 23 de noviembre de 3.988 jefes y jefas de Círculos de Luchas Populares (CLP), organizaciones de base que agrupan cada una a cuatro Ubchs (Unidades de Batalla Bolívar-Chávez) movilizó y tonificó como nunca a la estructura partidaria. Se adelantó que también serán escogidos mediante el método democrático de participación de las bases los candidatos a diputados para las próximas legislativas.
La conclusión es sencilla para los estrategas del Norte: no se podrá derrocar al presidente Maduro, mucho menos acabar con la Revolución, mediante elecciones. Tampoco es pensable una simple intervención militar, según la fórmula empleada en Siria, ni un violento golpe de mano como en Ucrania. Probada unidad de la dirigencia del Partido y el Gobierno, cohesión de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (Fanb), fortalecimiento sistemático de las milicias obreras y populares, excluyen él éxito para tales planes.
De manera alguna esto descarta la continuidad de actos terroristas y pujos guarimberos. Pero en Washington saben que eso no basta para alcanzar el objetivo. El camino que les resta es continuar trabando el funcionamiento de la economía, magnificar focos de corrupción existentes e invertir millones para sobornar funcionarios y agravar ese problema, mellar por esa vía la relación entre el Gobierno y las masas, y finalmente hacer coincidir esos factores en vísperas electorales con focos de violencia apoyados desde el exterior.
Cansancio, falencias, errores… y respuestas
En otras palabras: para aspirar al éxito Estados Unidos depende de actuales y eventuales flaquezas de la Revolución. En primer lugar la economía. Unido a eso, la ruptura de la prolongada relación entre masa y dirección. Como corolario, cansancio en la base social de sustentación de la Revolución y posibilidad de abrir una brecha para la guerra civil y la contrarrevolución.
Basta observar las medidas adoptadas ahora por la Dirección Revolucionaria, con el trasfondo de dos años de durísima ofensiva imperialista, para comprender que hay en esos hombres y mujeres plena conciencia del lugar donde reside la chance del enemigo.
El problema mayor está en la economía. Hay rémoras graves, resultantes de causas objetivas y subjetivas. En primer lugar, la transición en términos institucionales, democráticos y pacíficos, sobre la base de una estructura económica dependiente del petróleo e industrialmente subdesarrollada, que supone además una cultura rentística y bajísima productividad relativa. En segundo lugar, pero de primera importancia, el hecho de que el salto al socialismo lo impulsa Venezuela en un contexto histórico de profunda derrota ideológica, organizativa y política de la clase obrera mundial y sus vanguardias. Éstas, como en otros momentos difíciles de la historia, juegan a menudo el papel inverso al que en teoría les corresponde. Tal como decía Marx: “cuando las masas se ponen en movimiento, las sectas son reaccionarias en esencia”.
Ciclópea y extremadamente compleja es la tarea de la Revolución Bolivariana para resolver debilidades ajenas de alcance internacional y raíces históricas, lo cual hace todavía más difícil afrontar desde la teoría y la práctica la transición económica, sin apelar a la fuerza –que poseen en grado más que suficiente– y evitando a la vez los efectos más nocivos de la gradualidad: desabastecimiento e inflación.
Los hechos comprueban los extraordinarios pasos adelante de la Dirección Revolucionaria. Gobierno y Partido han evitado el abismo de una ruptura en su relación con las masas. Y han avanzado hacia la resolución consistente y sostenida de los problemas provocados por la guerra económica. Queda mucho por hacer, pero allí reside la clave del año 2015 y del margen para el accionar imperialista.
Acaso América Latina comprenda a tiempo que esta lucha no se reduce a Venezuela y su desenlace no recaerá únicamente sobre la Revolución Bolivariana.
Desde Caracas,
L.B