Hay un dejo de evocación, acaso de melancolía, en el sereno optimismo que trasuntan dirigentes y militantes del Frente Amplio (FA) pocas semanas después de su IV Congreso. Todo ha quedado adecuada y democráticamente resuelto para hacer del Encuentro Progresista -instancia de mayor amplitud, hegemonizada por el FA- una alternativa confiable de gobierno, a la cual los partidos tradicionales y los centros del poder mundial no puedan señalar como un camino hacia el descontrol y la anarquía. Hoy las encuestas dan al FA como seguro vencedor en las elecciones de 2004. Sólo un brusco cambio de la tendencia podría torcer este desenlace.
Y sin embargo… ¿era ésta la estrategia, éste el programa defendido por los luchadores que, 30 años más jóvenes, insuflaron al FA la mística de cambio social profundo que aún hoy conmueve y congrega a los uruguayos?
La sombra del pasado se desvanece en un instante y, según la fracción que se integre en el universo frentista –moderada, de centro, o de izquierda, cada una a su vez marcada por diversas tendencias– se dibuja una respuesta diferente para aquel interrogante. Pero no habrá de ser en la previsible diferencia de cada argumentación donde se halle el rasgo distintivo de la realidad política uruguaya, sino en el hecho de que todas las corrientes coincidan en que la gran tarea por delante es extender las raíces del FA en la población, impulsar un plan económico de emergencia, trabar los intentos de privatizar las telecomunicaciones y otras empresas del Estado y sumar voluntades para garantizar el triunfo electoral de aquí a dos años. Además, el Congreso ratificó a Tabaré Vázquez como presidente del FA y tendió una línea hacia la intelectualidad uruguaya –distanciada del progresismo en los últimos años– al designar para la vicepresidencia a Jorge Brovetto, ex rector de la Universidad de la República.
Vuelta de campana
Poco tiempo atrás pudo parecer que este desenlace, sin turbulencias internas mayores y sin rupturas, resultaría imposible. Hacia 1995, el senador Danilo Astori –la figura más relevante del frente junto a Vázquez, de quien fuera rival en la candidatura presidencial– propuso casi textualmente los cambios conceptuales ahora consagrados. En aquella oportunidad el agrupamiento de Astori, Asamblea Uruguay, fue enfrentado por un bloque prácticamente unánime y reducido desde entonces a una mínima expresión. Pero la historia no se detuvo. En 1997 Vázquez afrontó una situación interna conflictiva y, tras renunciar a su cargo, resolvió lanzarse con determinación tras el propósito de “refundar el Frente Amplio”(1). Mediante una carta programática el dirigente del Partido Socialista delineó una reorientación estratégica y los mecanismos de decisión en la estructura frentista para llevarla a cabo.
Por entonces, varias de las tendencias que se ubican a la izquierda en el arco interno del FA presentaron una perspectiva opuesta. En septiembre de 2000, luego de la rotunda victoria electoral en primera vuelta y su derrota en el ballotage ante la coalición de los dos grandes partidos históricos, ya apuntando al Congreso del FA y a las presidenciales de 2004, Tabaré Vázquez puso en movimiento un proceso denominado “actualización ideológica” mediante Talleres de Debate, a los que fueron invitadas incluso connotadas personalidades de los partidos Blanco y Colorado. De allí surgió un texto titulado “Compromiso por el cambio para el nuevo siglo”, consensuado gradualmente con las tendencias más radicales, a excepción de Corriente de Izquierda. Todo el mecanismo se repetiría durante el Congreso, ahora con la participación exclusiva de 1600 delegados, que sesionaron democráticamente entre el 21 y el 23 de septiembre pasado. La votación final ratificó en lo esencial la estrategia trazada por Vázquez. La Corriente de Izquierda obtuvo sólo el 5% de los votos del Congreso.
“¿Del Congreso sale un FA más moderado o más radical?” preguntó la prensa a Danilo Astori, quien respondió: “No creo que salga un Frente más moderado o más radical, sale un Frente diferente, con cambios. Uno de los cambios fue la constitución de un solo bloque mayoritario en la interna. Hay una aplastante mayoría que sustenta y apoya los documentos de acuerdo”(2). Al puntualizar lo que considera el avance ideológico zanjado por el Congreso, Astori dice: “El Frente Amplio ya deja de ignorar al sector privado (…) Creíamos que público era igual a colectivo y privado a individual. Nos llevó tiempo darnos cuenta de que no eran conceptos equivalentes. Tenemos que impulsar conductas colectivas en el sector privado y valorar la ocupación de espacios públicos por el sector privado (…) Hoy no hay documento del Frente que ignore la importancia del mercado como asignador de recursos, medidor de resultados y termómetro para tomar decisiones”(3).
Astori puede muy bien sostener que la consecuencia ideológica paga: un lustro después de su fallida y costosa embestida, el FA se abroqueló en torno de posiciones moderadas, explícitamente apuntadas a alianzas políticas y acuerdos programáticos sobre la base de que “vivimos en una sociedad donde el mercado juega un papel importante. Propugnamos un mejor Estado y un mejor funcionamiento de los mercados en el marco de nuestro proyecto de país. Impulsamos un proceso de reformas reguladoras del mercado que evite sus frecuentes descompensaciones y efectos desigualitarios (…) El Estado debe encarar la obligación de regular el mercado y asumir un papel central en la construcción del país solidario, que ayude a su desarrollo, garantizando además el acceso de la población a servicios públicos básicos, evitando que caigan en manos de los monopolios y oligopolios privados”(4).
En otro Congreso, el de la central sindical, realizado poco antes, estas nociones fueron dura y mayoritariamente condenadas por diversas corrientes, que a su vez se expresan en el Frente Amplio. Pero acaso condicionada por la relativa desmovilización social y el debilitamiento de la vida interna del FA en las bases, otra fue su traducción política.
Hacia la conquista del gobierno
Estas redefiniciones ya pusieron en marcha un realineamiento de fuerzas. El encuentro organizado el 18 de julio último con todas las cámaras empresarias y la perspectiva de un plebiscito para impedir la privatización de Antel, la empresa telefónica del Estado, se prolonga con la fractura de una tercera fuerza, Nuevo Espacio, conducida por Rafael Michelini, que restó votos al EP en las últimas elecciones, pero que en su reciente Congreso, el 6 de octubre, aun a costa de una significativa fractura, resolvió retomar el diálogo con el FA. Convencido de que la dinámica actual lleva inexorablemente a la victoria del Encuentro Progresista y en implícita representación del gobierno bicolor, el Foro Batllista, instancia interna del Partido Colorado encabezada por el ex presidente Julio María Sanguinetti, ha apelado al recurso puesto de moda por George W. Bush: con nosotros, o con los terroristas, trasladándolo a Montevideo. Según Sanguinetti “esta clase de terrorismo se expresa a través de una pedrada, de una descalificación o través de la falta a las instituciones”(5).
La insostenible amalgama tiene sin embargo el sentido de la oportunidad: la posición frente a la exigencia estadounidense resulta embarazosa para la dirección del FA, que no puede aceptarla, pero debe medir cuidadosamente los términos en que la rechaza. En su reunión del 8 de octubre, luego de iniciados los bombardeos aéreos sobre Afganistán, la máxima instancia de dirección del FA aludió al punto 6 de la resolución de su Congreso, según el cual “el FA como fuerza antiimperialista rechaza los planteos maniqueos resumidos a una lucha entre el bien y el mal y el papel de policía del mundo que se autoadjudica el gobierno de EE.UU.”. En esa reunión la dirección del FA anunció su decisión de “iniciar los contactos para promover un movimiento por la paz a nivel nacional e internacional”(6), pero simultáneamente declaró que “La Mesa Política del Frente Amplio (…) no aprueba ni acompaña” la manifestación frente a la embajada de Estados Unidos, convocada por la Corriente de Izquierda(7).
Es improbable que la nueva situación internacional y su utilización por parte de la coalición gobernante pueda afectar la marcha ascendente y la relación de fuerzas internas del FA. Si acontecimientos económicos y políticos de gran trascendencia a escala internacional y regional no sacuden el panorama político uruguayo, todo indica que la coalición de izquierdas llegará al 2004 con buenas chances de vencer en las elecciones presidenciales.
En 1916, tras la derrota electoral del caudillo José Batlle y Ordóñez, fundador de una corriente liberal, laica y progresista que marcó a fuego la historia de Uruguay –y sin la cual resultaría difícil explicar al Frente Amplio– la orientación de avanzada del batllismo sufrió lo que el colorido lenguaje oriental denominó “el alto de Viera”. En representación del caudillo, Viera resumió en un discurso la corrección obligada por el traspié electoral: “Bien señores, no avancemos más en materia de legislación económica y social, conciliemos el capital con el obrero. Hemos marchado bastante a prisa (…) El Partido Colorado no es socialista ni va al socialismo. A mi juicio, su misión, ahora más que nunca, es conciliar el capital con el trabajo, sin hostigar a ninguno de estos dos factores, de cuyo acuerdo depende el bienestar nacional”(8).
Un siglo después el Congreso del FA bien podría resumirse como “el alto de Tabaré”. Y no pasará demasiado tiempo antes de que se pueda verficar si, como anuncian las resoluciones citadas, se abre en este país la etapa histórica de un nuevo bipartidismo entre conservadores y progresistas.
- Luis Bilbao, “El Frente Amplio debate su futuro”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, agosto de 2001.
- A. Percovich; “Si el Frente accede al gobierno va a renovarse a una velocidad mucho mayor”, El Observador, Montevideo, 28-9-01.
- Ibid.
- Compromiso por el cambio para el nuevo siglo. “Pautas para el desarrollo ideológico y la elaboración programática”. IV Congreso del Frente Amplio, Montevideo, 2001.
- Claudio Romanoff, “Colorados albergan radicales y moderados”, El Observador, Montevideo, 11-10-01.
- “Críticas del FA a la postura del gobierno”, La República, Montevideo, 9-10-01.
- “A pedido de Vázquez el FA marcó distancia de protesta contra Bush”, La República, 9-10-01.
- Julio A. Louis, Batlle y Ordóñez, Nativa Libros, Montevideo, 1969.