Mudanzas: a contramano de anuncios y pronósticos de la economía mundial, el Congreso del Partido dos Trabalhadores delineó un objetivo de gran potencia. El camino es asociarse con los Brics (Brasil, Rusia, China, India, Suráfrica), el bloque en gestación, señalado como punto de reequilibrio del capitalismo. A la vez, el PT y su gobierno persisten en acabar con el hambre y la marginalidad de millones de habitantes. La presidente Rousseff muestra logros concretos: haber sacado de la pobreza a 40 millones de seres humanos. Y reconoce lo mucho que falta. La incógnita es si la economía mundial permitirá sostener lo logrado y continuar avanzando. Y si el horizonte de los Brics es aceptable para quienes llevaron al PT al poder.
En medio de rayos y centellas que estremecen al capitalismo mundial, el gobierno brasileño luce más que optimista. No es que no tome medidas preventivas. Pero parece convencido de que el poderío de la economía local saldrá indemne de la tormenta. Más aún: anuncia un futuro al alcance de la mano en el cual la rémora de una desigualdad abrumadora será vencida por el crecimiento sostenido, la redistribución de la riqueza y la abolición de la marginalidad a la que ha sido arrojada una proporción inabarcable de sus 194 millones de habitantes.
“Brasil se encamina a ser la cuarta economía en el mundo y tal vez la tercera”, explicó Lula en su breve y coloquial discurso en la apertura del IVº Congreso del Partido dos Trabalhadores (PT), realizado en Brasilia entre el 1° y el 4 de septiembre. Fue mucho más que una afirmación optimista: ratificó el eje estratégico que guió sus ocho años de gobierno y se prolonga sin desvío en la administración de Dilma Rousseff, quien aplaudió sonriente antes de tomar el micrófono para clausurar el acto inaugural. De esta manera Luiz Inácio da Silva puso la nota dominante que, consciente o inconscientemente en la conducta de los 1.230 delegados presentes, presidiría el Congreso del partido gobernante: Brasil potencia.
Puede parecer extraño que a ocho meses del tercer gobierno y la segunda presidencia petista, en medio de una situación mundial tremulante, a meses de elecciones en las alcaldías de todo el país, el PT centre sus esfuerzos en una mudanza de su régimen interno. No lo es. Aunque haya quedado en el olvido, en 2005 el PT y su gobierno sufrieron una crisis que diezmó sus filas, ahondó la distancia entre sus corrientes internas (pluralidad palpitante que hizo poderoso y estratégicamente fértil a este partido) y puso a Lula al borde del abismo. Seis años después, tras la nueva victoria en las presidenciales, la consagración de Rousseff, en alianza con el otrora principal enemigo, el Partido do Movimento Democrático Brasileiro (Pmdb), la consolidación partidaria y electoral, requiere un manejo diferente de las nueve tendencias internas. Extraño pero coherente. El año próximo hay elecciones municipales, de enorme importancia para afianzar el poder del PT y sostener su hegemonía ante un desafiante Pmdb, lo cual a su vez fortalecerá o no las perspectivas de reelección de Dilma Rousseff dos años más tarde. Como mero ejemplo de lo que se reproduce multiplicado en todo el país, en San Pablo tres precandidaturas petistas amenazan la unidad partidaria y ponen en riesgo siquiera la posibilidad de ganar esa capital clave, hoy gobernada por el Partido da Social Democracia Brasileira (Psdb). Lula se ha empeñado personalmente en revertir esa situación. Pero no puede resolver cada caso a lo largo de la geografía brasileña. Recentralizar el PT es una exigencia insoslayable para la Dirección Nacional, tanto como aumentar su masa de afiliados y reorganizar sus finanzas mediante la cotización militante.
No menos curioso es que pese a la existencia de nueve tendencias (la última creada recientemente, a partir de una escisión de Articulação de Esquerda, a su vez escisión de la originaria Articulação, encabezada entonces por Lula), no hubo documentos contrapuestos como tradicionalmente ocurrió en el PT. La paradoja es entonces que, a la vez que se produce una pugna interna expresada en crudas disputas por candidaturas, las tendencias que en conjunto representan más de un 90% de los afiliados se pusieran de acuerdo para presentar un único proyecto de Resolución Política. El actual presidente del Partido, Rui Falcão, tuvo además la flexibilidad suficiente para reducir a pequeñas enmiendas los conflictos alrededor del nuevo Estatuto.
Sería erróneo concluir de aquí que el PT ha clausurado su tradicional régimen democrático interno. No; es que las diferencias se han limado entre las principales tendencias históricas. La idea de “Brasil potencia” obró el milagro. Quienes no comulgan con los cambios estratégicos implícitos en esa nueva concepción son una minoría ínfima. El Congreso puede dar cuenta de ellas con el simple recurso democrático de poner a votación cualquier diferencia mayor. Esta nueva realidad partidaria se respiraba en el IVº Congreso Extraordinario.
Aurea mediocritas
Lula y Dilma tienen en qué apoyarse. En un cuarto de siglo de institucionalidad sin sobresaltos, tras dos períodos de Lula en el Planalto y ocho meses con Dilma Rousseff, la marcha de la economía reafirmó la paradojal dinámica de crecimiento en cuya lógica los extremos de riqueza y miseria crecieron más allá de toda medida. Hace ya mucho tiempo estas tierras fueron bautizadas por la intelectualidad progresista como Belindia: Bélgica por sus cuantiosas fortunas y el adelanto del primer mundo, India por el atraso y la espantosa marginalidad.
Ese contraste intolerable está afirmado por la simple percepción de la vista y el sentido común. Pero el sentido común no alcanza –tanto menos la mirada individual– para comprender una realidad compleja. Y si hay complejidades en cualquier fenómeno económico-social, Brasil es un ejemplo superlativo.
El hecho es que las estadísticas, oficiales u opositoras, dicen algo diferente. Aun con la relatividad propia de cualquier estadística abocada a medir la realidad humana, Brasil muestra cambios impactantes. Si bien el crecimiento medio de la última década fue menor al de algunos de sus afortunados vecinos al Sur y al Oeste, la Presidente pudo inaugurar el Congreso con una afirmación imposible para cualquiera de sus pares del Cono Sur: durante el gobierno del PT “40 millones de personas salieron de la pobreza”. Ella agregó que esa masa humana (equivalente a la totalidad de la población argentina, para poner una magnitud comparativa), “pasó a la clase media”. Esto último, un alegado “milagro brasileño” del siglo XXI, es discutible. Por mucho que el concepto “clase media” se preste a plasticidades excesivas, y sin menguar el valor humano y social del resultado, no parece adecuado caracterizar de esa manera el salto de quienes salieron del abismo.
Con todo, apelando al lenguaje de consultoras y centros de estudio que trueca clases por niveles A-B-C-D y E, la estadística ratifica la significación política del fenómeno. Citada por el semanario Carta Capital, que casualmente publicó una nota sobre los nuevos ricos brasileños en la semana del Congreso del PT, la Fundación Getulio Vargas (FGV) indica que el nivel C creció un 46,6% entre 2003 y 2011, es decir, el período Lula.
También afirma la FGV que “39,6 millones de brasileños dejaron la pobreza”, para afirmar enseguida que los niveles A y B (las burguesías grande y mediana alta), crecieron en un 54,7%: “son más de nueve millones 200 mil brasileños que se enriquecieron en el período”. He allí el “dorado justo medio”: felices arriba y abajo en la pirámide social, no obstante, el 10% más pobre contribuye con el 33% de sus ingresos a las arcas fiscales, mientras que el 10% más rico cede sólo el 22,7% de lo anualmente embolsado. El Banco Mundial muestra la misma realidad de otra manera: el 55% de la carga tributaria grava el consumo, el 31,5% la renta y el 13,5% el patrimonio.
Como quiera que sea, el hecho es que “Entre 2000 y 2010 la renta per capita de la mitad más pobre de la población aumentó un 68%”.
Es obvio que ese aumento no es homogéneo. Y cabe recordar que el período incluye los últimos tres años del anterior presidente Fernando Enrique Cardoso. No obstante, nada podría reducir el impacto de esta magnitud.
¿Habrá de concluirse entonces que, en efecto, la concepción de aurea mediocritas, la lógica Brics, la estrategia “Brasil potencia”, han asestado una derrota letal al materialismo dialéctico y se imponen sin remedio al Manifiesto, el programa y el plan de acción que dio nacimiento al PT? En su discurso de clausura de la primera convención partidaria Lula preguntaba retóricamente “¿No sería el PT apenas un partido socialdemócrata, interesado en buscar paliativos para las desigualdades del capitalismo?”, para enseguida responder: “Nosotros, del PT, sabemos que el mundo camina al socialismo (…) sentimos en carne propia y queremos con todas las fuerzas una sociedad que, como dice nuestro programa, tendrá que ser una sociedad sin explotados ni explotadores. ¿Qué sociedad es ésta sino una sociedad socialista?” (ver Historia -Teoría – Debate, pág. 38).
No sólo en las filas del PT creen que ése es un lenguaje superado. Algunas delegaciones asistentes al Congreso parecían caer en estado de éxtasis al oír la implícita afirmación de que es innecesario pensar en una revolución, que es posible aplicar una estrategia de sostenido desarrollo e igualación social con apoyo en los Brics y ayuda del capital bueno. Es el gran debate que afronta ahora América Latina y buena parte del planeta.
Puede presumirse que la respuesta llegará antes de los hechos que de la teoría. El viernes 1° de septiembre, mientras sesionaba el Congreso, las Bolsas dieron en todo el mundo el reiterado aviso de que algo anda muy mal en los cimientos del edificio capitalista. Otro aviso, aunque de menor inmediatez, merecía atención en ese mismo momento: una multitud estudiantil manifestaba en Brasilia sus reclamos y se solidarizaba con el fantasma redivivo: el estudiantado chileno, mientras el movimiento campesino marchaba para recordar que está pendiente la reforma agraria y la Central Única de Trabajadores (CUT), a través de sus delegados al Congreso exigía la baja de las tasas de interés y una profunda reforma tributaria.
Molde nuevo
Ínterin, en el PT soplan nuevos vientos. Ideas, programa y líneas de acción política, incluso la tipología del militante petista, deben adecuarse a la noción de “Brasil potencia”, complementada con otro concepto fundamental, descripto en la resolución política: “la actualidad mundial está marcada por tensiones y disputas entre dos grandes y diferentes líneas de orientación política, económica y social –aunque en los marcos del capitalismo– un proceso en cuyas derivaciones deberemos incidir”.
Esas dos orientaciones en el terreno internacional las define de la siguiente manera el texto aprobado: “de un lado … políticas neoliberales que dejaron al capital financiero y a las grandes corporaciones privadas mundiales el control de los movimientos económicos”, en tanto “otra parte del mundo, en la cual se incluye Brasil, rechazó el neoliberalismo como alternativa para sus pueblos y naciones”. Agrega este texto que: “Con victorias históricas contra la derecha, la mayor parte de los gobiernos latinoamericanos –sobre todo en América del Sur– han adoptado una línea progresista, apuntando a promover el crecimiento económico, generación de empleos, distribución de la renta, justicia social y democracia”.
Tras explicar que “los países del Sur del mundo pasaron a crecer más y sus economías fueron haciéndose más fuertes que las de varios países ricos del Norte”, la resolución del PT subraya que “los llamados ‘países emergentes’ se convirtieron en motores dinámicos y promisorios de la economía mundial. Su fortalecimiento hizo también que la antigua distribución del poder en los organismos internacionales comience a ser superada. Se plantea ahora una lucha de poder en las instituciones internacionales entre representantes de estas dos líneas de orientación; en esto se inscribe la sustitución del G-8 por el G-20, la articulación de los Brics, la pretensión de Brasil e India de tener un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU y varias otras iniciativas, como la victoria reciente de Brasil para ocupar la dirección de la FAO”.
El documento aprobado señala con claridad la línea de marcha: “Incluso con la inevitable competencia entre sí de los Estados nacionales, y con las diferencias resultantes de la historia y de la vida interna de cada país, esta nueva alternativa va delineándose en el mundo. Aunque los países ricos del Norte continúen ricos y poderosos, y todavía mantengan la supremacía militar, hay otros nuevos países ricos y poderosos en la escena mundial presentando alternativas diferentes a los pueblos”. En ese universo de alternativas diferentes se propone incidir el programa de acción del PT.
Puertas adentro, esa estrategia tiene sus bemoles. Por las características señaladas, el Congreso no discutió temas de fondo. Pero hubo dos cuestiones que no pudieron ser eludidas: la privatización de aeropuertos y la presencia en Haití de tropas internacionales comandadas por Brasil.
Aquí también se comprobaría la adecuación del PT a los nuevos tiempos. Resuelta de antemano por acuerdo la Resolución Política, votada y aprobada en general por el Congreso, esos puntos quedaron como enmiendas. El trámite democrático fue formalmente impecable: la presidencia leyó en cada caso las enmiendas y luego hubo cinco minutos para argumentar a favor y otros cinco para la defensa del texto original. No se puede negar la eficiencia: en 20 minutos se debatió privatizaciones y Haití.
Causó sorpresa –y cierto malestar– el hecho de que en ambos casos el texto oficial fuera defendido por un antiguo dirigente petista, izquierdista en sus orígenes y relegado en los últimos años, quien utilizó un tono dramático para defender en altísimo tono de voz la privatización de aeropuertos (en 2014 se realiza en Brasil el campeonato mundial de fútbol y en 2016 las Olimpíadas) y la permanencia en la mediaisla caribeña, donde, según su opinión, las tropas estarían cumpliendo “una misión civilizatoria”. Por azar, ese mismo día estaba perpetrándose un acto incalificable contra un joven haitiano, sometido por militares uruguayos con raro concepto de civilización. Pero eso se ignoraba en Brasilia, donde sesionaba el Congreso. En ambas votaciones ganó la posición oficial por mayoría abrumadora, superior al 80%.
No obstante, el Congreso culminaría con dos decisiones caras a la tradición petista: el cupo femenino en los organismos de dirección fue elevado del 30 al 50%; y se respaldó el proyecto de reforma política que la bancada del PT defiende en el Parlamento.
Brics o no Brics
Por necesidad fonética, éste es el primero de los países de la fórmula mágica por estos días: Brics (Brasil, Rusia, China, India, Suráfrica). En cuanto a relevancia económica, ocupa el tercer lugar, con apenas una cuarta parte del volumen de China y muy cerca de Rusia. En 2010, en millones de dólares, el PBI de cada uno de los Brics indicaba la siguiente proporción: China: 4.667.000, Rusia: 1.371.000, Brasil: 1.346.000, India: 1.256.000, Suráfrica: 527.500.
La promoción de este potencial bloque internacional, así como el ingreso al G-20, determinaron la política internacional de los sucesivos gobiernos petistas. La otra palanca de esa estrategia es Unasur, conjunto al cual, en caso de consolidarse los Brics como protagonista internacional, Brasil objetivamente representaría (el PBI brasileño más que cuadruplica el de Argentina, la segunda mayor economía suramericana). No está claro en cambio cuánto énfasis pondrá Itamaraty en la consolidación de la Celac, que incorporará a México, cuyo PBI equivale a dos terceras partes del de Brasil.
En esta compleja e inacabada arquitectura intenta apoyarse la estrategia “Brasil potencia” o, como lo apunta Lula, ser “la cuarta o tal vez la tercera” economía en el mundo capitalista. Implícita queda la convicción de que la crisis económica en los centros imperialistas no quebrará la dinámica de crecimiento de los Brics y de Brasil en particular. Más aún: esta visión estratégica parte de la certeza de que la crisis beneficiará a estos países.
Es una hipótesis sin sustento teórico. Al contrario: incluso razonamientos elementales advierten la afectación que ya siente China y sufren Rusia e India. Pero ése es otro debate. De hecho, se trata de la cuestión de mayor importancia que deberán indagar dirigencias políticas, teóricos y analistas: ¿serán los Brics –o al menos podrían teóricamente ser– el gran protagonista mundial destinado a salvar al capitalismo mundial de un colapso generalizado, reequilibrar el sistema sobre un nuevo eje y afirmar un nuevo polo de poder y riquezas mientras Estados Unidos, la Unión Europea y Japón se hunden en la decadencia?
Inútil subrayar la trascendencia de la respuesta. En la región, más de un sector burgués –y más de un gobierno– aboga por montarse sin demora al tren brasileño para ser partícipes, siquiera subordinados, en el reparto de las mieles prometidas por esta interpretación del futuro regional y mundial.
Si la burguesía industrial y agroganadera brasileña tiene una medición diferente de la situación, no lo hace público. El establishment no se planta contra el PT. Desde los flancos, lo reconoce y valora sin dejar de lado los esfuerzos por cercarlo, eventualmente arrancarle parcelas de poder y, en todo caso, amarrarlo en una sofisticada urdimbre institucional. El gran capital aplica una línea de acción para ganar-ganar: si el milagro de crecimiento económico sostenido y desarrollo en la justicia social se verificara, la burguesía continuaría beneficiada por la proporción de absorción de riquezas arriba señalada y favorecida por la paz social y el equilibrio político (por el momento, en el club de los milmillonarios reportado por la revista Forbes, Brasil cuenta con 30 afortunados, contra 55 en India, 101 en Rusia y 115 en China).
Si, por el contrario, los Brics sufriesen el impacto del colapso en las metrópolis y vieran transformarse los sueños en pesadilla de caída económica y conmoción política, el precio lo pagaría en primer lugar el PT y su gobierno, que al menos con la Resolución Política votada en este Congreso queda por completo desarmado para afrontar semejante eventualidad.
Cielo celeste…
Entre los factores que alimentan el optimismo oficial sobresale uno: el descubrimiento de inmensas reservas petroleras a 300 kilómetros de la Costa Sur y Sureste. Petrobras (40% propiedad del Estado) proyecta una inversión de 225 mil millones de dólares hasta 2015. Si bien el titular de la compañía, José Gabrielli se muestra animado por el efecto multiplicador de este descubrimiento sobre la industria, la ciencia y la tecnología, no deja de señalar dificultades: extraer petróleo de las profundidades en que se lo halló (de 5 a 7 mil metros después de tocar el fondo del mar a 2000 metros), es “como producir en la Luna”, explicó en entrevista al semanario Carta Capital. Hoy se extraen allí unos 100 mil barriles diarios, un 2% del total. El propósito es llegar al 18% en 2015 y al 40% en 2020. Los altísimos costos que implica “producir en la Luna” podrían, en dependencia del giro mundial, presentar problemas no sólo para obtener la financiación necesaria, sino para sostener la rentabilidad empresaria. Gabrielli adelanta que Petrobras va a desinvertir, vendiendo activos y reestructurando activos financieros, además de tomar deuda por más de 13 mil millones de dólares.
Por el momento prevalece la confianza. “Estamos serenos, pero muy atentos al cuadro internacional”, declaró la ministra de Planeamiento, Miriam Belchior. La serenidad es una virtud mayor, sobre todo cuando cada jornada se observan los movimientos bursátiles y los índices macroeconómicos en las metrópolis. Y no sólo en esas lejanías: el PBI pasó de un crecimiento del 7,5% en 2010 a un 3,1% en el segundo trimestre de este año. Aun con un flujo sostenido de capitales del exterior, el déficit en cuenta corriente sube este año al 2,5% del PBI. Más elocuente, sin embargo, es que ese flujo se explica por las altísimas tasas de interés, ésas que la CUT exige disminuir y que Rousseff bajó a fin de agosto en medio punto: de 12,5 a 12%. Una gota de combustible para el motor desacelerado.
Pero el fenómeno tiene otro costado. Brasil está calificado con “grado de inversión”. Con esa calificación los países centrales pagan tasas cercanas a 0%. Se explica entonces el alud de divisas que llegan para especular en moneda local, fenómeno que hizo crecer las reservas en 64 mil millones de dólares en los primeros 8 meses del año, contra 41 mil millones en todo 2010. La deuda continúa siendo, como siempre fue, una sangría dolorosa.
Y resistente: esa ínfima baja del 0,5% supo a nada a la dirigencia sindical. No obstante, produjo una devaluación del Real de alrededor del 20% en las cuatro semanas siguientes, provocando alarma en Argentina, en constante pugna comercial con su vecino.
Tales indicadores no se traducen por el momento de manera sensible en la vida social. Brasil continúa exhibiendo riqueza y pobreza extremas, pero la rueda sigue girando con luz enceguecedora. Todo es desmesurado aquí. Por contraste, el carácter de la mayoría de sus habitantes, al menos en la afabilidad del habla y la prudencia en la palabra, denota un universo asible, amable, a la medida humana. Así, también, es este Congreso: calmo, equilibrado, pese al tifón que viene de la economía y la política mundiales y penetra en Brasil como sibilante viento helado. En una paradoja tan estridente como sus dimensiones, el gigante se lanza a conquistar un lugar privilegiado en el mundo a la vez que se cierra sobre sí mismo, en sorprendente giro, para ocultarse la crisis que estremece al planeta.
Desde Brasilia, enviado especial