Venezuela ingresa en la fase decisiva del proceso revolucionario que avanza con prisa y sin pausa desde 1999. Con la reforma constitucional, se desencadenarán las fuerzas de la revolución. Y de la contrarrevolución.
Expresada en 69 artículos, la reforma apunta centralmente a cuatro objetivos: transferir poder político a los Consejos del Poder Popular (Consejos Obreros, Campesinos, Estudiantiles y otros); promover e institucionalizar la existencia de las milicias populares; reordenar el diseño nacional del Estado (nueva geometría del poder); provocar una nueva y más drástica transferencia de ingresos a favor de la clase obrera y el conjunto del pueblo. En resumen, la batería de cambios significará, en su aplicación, el desmantelamiento del Estado burgués y el comienzo de la edificación de un Estado de los trabajadores, los campesinos y el conjunto del pueblo. La transición al socialismo se eleva así a un nivel cualitativamente superior en relación con lo vivido en los últimos ocho años (1).
Nunca tan ríspida como en este caso la dialéctica reforma-revolución. Nunca tan estridente la contradicción entre medios y fines. Estas páginas se redactan dos semanas antes del referéndum por el cual se aprobará la propuesta del presidente Hugo Chávez de cambiar 69 artículos de la Constitución de 1999, con la cual inició formalmente su camino la Revolución Bolivariana. Partiendo de la certeza de que Chávez vencerá una vez más en las urnas, que continuará aumentando su ventaja frente al bloque opositor tras el cual opera la Casa Blanca, a partir del 2 de diciembre quedarán despejadas dos incógnitas de fuste: cuán importante será la abstención (es decir, qué porcentaje de la población se mantiene apática y no se ha sumado a las filas de la revolución) y si la oposición demorará o no para recurrir frontal y formalmente al único recurso que le resta: la violencia.
A la inversa de todo ejemplo precedente, en Venezuela la revolución comenzó por la vía institucional. Chávez ganó las elecciones en diciembre de 1998 y paso a paso avanzó en la solución parcial de los problemas sociales, la concientización de la sociedad, la recuperación de la soberanía y finalmente el choque contra las columnas del sistema capitalista. Ése fue el camino para la acumulación de fuerzas. Desde el aparato del Estado burgués. Con métodos y con individuos arraigados en él, a duras penas contrarrestados en algunos casos por la voluntad de cuadros revolucionarios en función de gobierno.
El poder fincó entonces en el Estado así compuesto –o, más bien, descompuesto– por la irrupción del nuevo gobierno. En la figura del jefe de Estado y de gobierno, Hugo Chávez, plasmaron durante todo un período las contradicciones inherentes a una situación inédita en el historial de las luchas sociales. Porque las reformas sumadas –a menudo por caminos pragmáticos que llevan a un destino contrario al buscado– fueron sólo argamasa para levantar el proyecto revolucionario.
En diferentes latitudes, personas diestras para desarrollar conceptos elaborados y afirmados por otros para otras circunstancias, pero incapaces de partir de los fenómenos vivos, entenderlos y darles respuesta, vieron en este cuadro una repetición del «doble poder». Una repetición sui generis de la situación que vivió Rusia entre febrero y octubre de 1917. El gobierno del Estado burgués de un lado, los trabajadores y el movimiento social por el otro. Chávez era sólo «un infiltrado» allí, un aliado con el que se podía contar mientras se organizaba al movimiento obrero y las masas populares en un partido revolucionario. Esta expresión jocosa, fue transformada en categoría, en una interpretación pseudoteórica que invertía los términos de la realidad: ponía a grupúsculos y charlatanes en el papel de vanguardia y a Chávez como prisionero del Estado burgués.
Pudo parecer un milímetro de diferencia teórica. Pero en esa distancia, en ese error crucial (que aparece como elaboración teórica, pero que en la casi totalidad de los casos tuvo como fundamento una desgraciada combinación de miopía y cobardía), se fundó una dinámica sectaria rápidamente transformada en posiciones contrarrevolucionarias, que ahora se manifiesta llamando a votar contra la reforma constitucional o, en el colmo de la inconsecuencia, ingresando a remolque, como fracción secreta y rechinando los dientes, al Partido Socialista Unido de Venezuela, organizado por decisión e impulso de Chávez. En los casos menos graves de este desvío mortal, grupos y cuadros de vanguardia se plantaron firmes a la retaguardia y jugaron como pesada rémora contra el impulso revolucionario.
Como quiera que sea, el hecho es que el fenómeno político en curso en Venezuela es una Revolución, sin atenuantes, cuyas raíces sociales remontan al Caracazo de 1989, pero que por la combinación de la propia conformación social del país y del momento histórico internacional en el que tiene lugar, se ha desarrollado dentro del propio sistema institucional burgués, con un poderoso pero disgregado movimiento social en el que no cuenta de manera orgánica el movimiento obrero, en sentido estricto sin partido y con una gravitación inusual de una figura individual para la definición del sentido y el ritmo con el que avanza la lucha de clases.
No es casual que agrupamientos e individuos que con ligera irresponsabilidad condenan un supuesto personalismo por parte de Chávez, sean los mismos que se negaron al compromiso de edificar una fuerza revolucionaria en las condiciones dadas, facilitando la intervención de grupos e individuos con intereses sociales y/o políticos contrarios a una revolución en los equipos de elaboración y militancia política oficial, así como del propio gobierno. Salvando todas las distancias, una conducta análoga sostuvieron corrientes infantoizquierdistas que se negaron a comprometerse cuando en Argentina se planteó la posibilidad de edificar una herramienta política de masas a partir del Congreso de los Trabajadores Argentinos, para luego condenar el desenlace de aquel intento, resultante de una relación de fuerzas que la omisión de quienes se reclaman revolucionarios contribuyó a volcar a favor de individuos y estructuras reformistas y conciliacionistas.
Pero no ocurrió lo mismo en Venezuela: por la gravitación de Hugo Chávez allí se impuso la fuerza de la revolución y ahora el mundo asiste a la transición de este país al socialismo, por caminos sin precedentes.
Revolución y violencia
Aunque no faltaron episodios de violencia –que van del asesinato regular de campesinos, un golpe de Estado, un sabotaje petrolero e innumerables intentos fallidos de atentados contra la vida de Chávez– el período de ocho años durante los cuales se transformó el paisaje político, las relaciones de fuerzas entre las clases y el aparato del Estado, ocurrió en paz y dentro de los marcos de la institucionalidad democrática.
Esa prolongada fase durante la cual se produjeron transformaciones profundas ha llevado a creer que una revolución puede llevarse hasta el fin sin chocar de frente con el enemigo de clase, dentro y fuera de las fronteras. Pero semejante ilusión no anidó en los planes de Chávez y su equipo más cercano, que desde la primera hora se dieron a la tarea de ganar terreno en la fuerza armada, renovar armamento, alistar planes de defensa frente a posibles invasiones y otras formas de agresión al territorio, y sobre todo a la formación de las milicias populares revolucionarias, denominadas reserva, donde hoy se organiza alrededor de un millón de hombres y mujeres armados.
Es no sólo legítimo sino absolutamente correcto hacer los mayores esfuerzos por postergar el máximo posible el choque frontal con el enemigo. Claro que esto puede decirse cuando no se pierde un instante en la concientización del conjunto social respecto de la constante amenaza del imperialismo y sus socios locales, al tiempo que se organiza la fuerza revolucionaria armada capaz de enfrentar y vencer ese inexorable desafío.
Cuanto más tiempo se gane en ese sentido, se lograrán dos efectos clave: uno, la conquista de más y más contingentes populares –obreros, campesinos, estudiantes, profesionales, pequeños productores y comerciantes del campo y la ciudad- para las filas de la revolución o, lo que es lo mismo, menguar al máximo posible las filas sociales del enemigo; dos, plantear la confrontación en una dimensión territorial y política latinoamericana, lo cual equivale a decir que si de un lado se prepara una relación de fuerzas diferente contra el imperialismo, por el otro se plantea la necesidad de dar todos los pasos tácticos necesarios para acompasar la marcha desigual de los procesos que están desenvolviéndose en la región.
El reciente pronunciamiento del ex general y ex ministro de Defensa Raúl Baduel aceleró súbitamente la marcha hacia una confrontación bélica. Es obvio que la identificación por parte de Baduel de la reforma constitucional con un golpe de Estado, y su llamado a votar por el No, implica su alineamiento formal con el imperialismo y sus planes de guerra contra la Revolución Socialista Bolivariana (2).
Ningún esfuerzo por postergar ese enfrentamiento será suficiente. En Venezuela, es necesario completar la organización del Psuv y con este instrumento político acometer con el máximo de energía las tareas planteadas por la reforma de la constitución. En América Latina, es necesario impulsar con pareja decisión la constitución de partidos revolucionarios de masas y avanzar con audacia en la afirmación de una organización internacional capaz de asumir en todos los terrenos una conclusión por muchos olvidada: la revolución socialista, la abolición del capitalismo, la construcción de una sociedad de hombres y mujeres libres, supone una confrontación con el imperialismo que, por lógica necesidad y voluntad de éste, será obligadamente violenta.
El antiguo debate acerca de «la lucha armada» o «la vía pacífica», queda superado por este replanteo en un nuevo contexto internacional y regional, para resumirse en la urgencia inaplazable por organizar a las masas en partidos revolucionarios y prepararse en todos los terrenos para que, justamente por la masividad y la capacidad militar de los pueblos, la violencia se postergue y minimice tanto cuanto sea posible.
Por razones que cada quien podrá comprender, Crítica está en deuda con el desarrollo teórico de este imprescindible debate. No así con la aplicación política de esta estrategia. No es preciso subrayar que el desafío histórico planteado requiere, ahora sí, poner en su lugar de una vez a charlatanes, reformistas e infantoizquierdistas, mediante una ardua labor teórica como punta de lanza y aval de las formidables tareas por delante.
El Partido Socialista Unido de Venezuela
Desde comienzos de 2007 Chávez afirmó sin rodeos la necesidad de que todas las organizaciones revolucionarias se disolvieran para dar lugar a un partido único, de masas, para la revolución socialista. Como se sabe, las tres organizaciones de mayor peso que acompañaron a Chávez y su Movimiento Quinta República (MVR) durante estos años, se negaron al llamado. Una de ellas (Podemos), diezmadas sus filas por el éxodo de las bases al Psuv, se alineó sin siquiera guardar las formas con la oposición más reaccionaria y belicista. Las otras dos (Partido Comunista y Patria para Todos), también llevadas a su mínima expresión por la afiliación de sus militantes al Psuv, optaron sin embargo por apoyar, con algunos bemoles, la reforma constitucional (3).
El hecho es que 5 millones 770 mil ciudadanos se inscribieron como aspirantes a militantes del Psuv y comenzó el proceso de organización sobre esa base.
Postergada la conclusión del Congreso Fundacional para febrero, por causa de la campaña a favor del Sí en el referéndum, este partido cuyo nombre es aún tentativo está sin embargo en plena acción. En la edición de noviembre de América XXI puede leerse:
«En octubre quedó completado el proceso de elección de los delegados al Congreso Fundacional; en noviembre comienzan a sesionar los 1.675 delegados, elegidos en otras tantas Circunscripciones Socialistas (CS), a su vez compuestas por entre 8 y 12 Batallones Socialistas, los cuales a su turno eligieron siete miembros (vocero, suplente y cinco comisionados) para la CS. Las sesiones se prolongarán durante seis meses. Pausa mediante para acometer las tareas planteadas por el referéndum del 2 de diciembre, el Congreso deberá concluir sus deliberaciones el 4 de febrero de 2008, 16 años después de la sublevación comandada por Chávez en 1992. Aunque la realización es dificultosa, el objetivo es que estas tres instancias actúen simultáneamente, en proceso también inédito de intercambio entre bases y delegados para debatir y resolver los documentos esenciales puestos a consideración del Congreso: Declaración de Principios, Programa y Estatutos(4). Mediante una adecuada combinación de plenario de congresales, reuniones de estos por regiones, e informe y debate del delegado en su circunscripción correspondiente, más el funcionamiento simultáneo de los Batallones Socialistas, se intentará alcanzar en el máximo nivel posible la participación democrática del conjunto. Las más modernas tecnologías de la comunicación coadyuvarán al objetivo de poner la información a disposición de todos y encaminar los debates en ambos sentidos: desde las bases a los delegados y viceversa, quienes podrán apelar a una página en internet, el correo electrónico y la telefonía celular.
Ningún recurso técnico podrá evitar que se haga sentir la ausencia del movimiento obrero como fuerza organizada, gravitando y poniendo su impronta de clase en el funcionamiento de ese conjunto masivo. Del mismo modo, nada puede sortear la ausencia de tradición en organización revolucionaria de masas, a lo que debe sumarse una tradición contraria: la de Acción Democrática, que durante décadas sembró conciencia a través de una metodología al servicio del capital y una arraigada estructura política.
El hecho crucial de que el impulso para la construcción del Psuv haya provenido de Chávez, para luego articularse mediante funcionarios de diferentes ámbitos del gobierno, también pesará de manera ambivalente en este parto histórico. Hasta ahora, sin embargo, ha prevalecido la dialéctica establecida entre Chávez y los millares de promotores primero, los millones de aspirantes luego y el conjunto de bases y cuadros medios finalmente. Todo eso entrará en ebullición con la realización del Congreso. Y sean cuales sean las falencias del resultado que corporice en febrero, los trabajadores, el conjunto del pueblo –y muy especialmente las juventudes– es decir el país todo, habrán dado un inmenso salto adelante. La reivindicación en palabra y acto de la noción de Partido, a comienzos del siglo XXI y después del traumático derrumbe de aparatos políticos que alguna vez fueron partidos para luego metamorfosearse para su adaptación al sistema capitalista mundial, es probablemente la contribución más trascendente que ha producido hasta el momento la Revolución Bolivariana».
En efecto, la reivindicación de la noción de partido revolucionario es un inmenso salto adelante. Y no sólo ni principalmente para los revolucionarios y las masas venezolanas. Ahora bien: más aún que al comienzo de la Revolución Bolivariana, en esta coyuntura es vital la participación plena, absolutamente transparente y desprendida, de todos los genuinos militantes revolucionarios de cualquier país. Por imperio de las condiciones en que nace, el Psuv afronta en el punto de partida innumerables riesgos de todo tipo.
Se trata, ni más ni menos, de los mismos riesgos que acosan a toda y cualquier revolución verdadera. Ante esto, la decisión de un revolucionario marxista no ofrece lugar a dudas: afrontar esos riesgos, munido de su arsenal teórico, su experiencia práctica y su decisión de lucha sin cuartel contra el capitalismo.
En América Latina, por tanto, queda expuesta en toda su falsedad el estereotipo antojadizo y caricaturesco de la teoría leninista del partido y su defensa del revolucionario profesional. Esta última noción fue igualmente distorsionada y pervertida, para ser utilizada como taparrabos teórico por burócratas ignorantes e ineficientes, sabios sólo en repetir versículos y garantizar su propia sobrevivencia. La verdadera concepción expuesta por Lenin en toda su obra y simbolizada en el Qué Hacer, se replantea hoy en el nuevo escenario latinoamericano. Decenas de miles de cuadros militantes comprenderán la necesidad de ensamblar su accionar con las masas en organizaciones donde deberán ganar espacio para las ideas del socialismo científico a fuerza de capacidad para interpretar, intervenir, relacionarse con las masas en movimiento, organizar, elaborar, difundir y defender su estrategia y sus tácticas en la praxis revolucionaria.
Ya no será útil el recurso constante a la petitio principii, es decir, la evocación a algún socorrido dios de la acción revolucionaria, en cuyo nombre se actúa con la misma legitimidad con que el papa se arroga la representación del espíritu santo.
Por eso la primera condición para sumarse al torrente revolucionario latinoamericano desde las posiciones del marxismo revolucionario, es cortar todo y cualquier nexo con la argumentación pseudoteórica y la práctica sectaria de las tendencias infantoizquierdistas.
Impulsar una organización internacional latinoamericana
Crítica ha definido y defendido hace tiempo sus ideas respecto de un partido revolucionario de masas (5). Con el nacimiento del Psuv y la decisión revolucionaria representada por Chávez, sin embargo, se plantea ahora una tarea de concientización y organización de masas a otra escala.
En su intervención del 25 de agosto ante los propulsores del Psuv, el presidente Hugo Chávez dijo que 2008 será el momento para «convocar a una reunión de partidos de izquierda de América Latina y organizar una especie de Internacional, una organización de partidos y movimientos de izquierda de América Latina y del Caribe». Chávez explicó: «Hay un resurgimiento de la conciencia de los pueblos; deben seguir creciendo los movimientos, líderes y liderazgos de una izquierda nueva, de un proyecto nuevo».
La última experiencia de este tipo fue el Foro de Sao Paulo, convocado originalmente en esa ciudad brasileña, en 1990, por el Partido dos Trabalhadores y el Partido Comunista de Cuba, como «Encuentro de Partidos y Organizaciones de Izquierda de América Latina y el Caribe».
En el seno de esta organización se dio desde el inicio un duro combate ideológico. En el primer encuentro se impuso una condena al capitalismo y una caracterización correcta respecto de la crisis estructural que lo carcome. Al año siguiente, en México y mientras se derrumbaba la Unión Soviética, comenzó un giro de adaptación y el FSP estuvo a punto de romperse. Se formaron dos bloques principales, entre quienes ante la nueva situación apuntaron a buscar un lugar en lo que por entonces se denominaba «nuevo orden mundial», y quienes sostuvieron posiciones revolucionarias socialistas.
Las fuerzas principales de las más de 100 organizaciones que integraron el FSP fueron el PT, PCC, Fmln, Fsln, PRD, FA y PSCh.tc » Las fuerzas principales de las más de 100 organizaciones que integraron el FSP fueron el PT, PCC, Fmln, Fsln, PRD, FA y PSCh.
Pese a que la ruptura no se produjo en México y que la resolución de ese segundo encuentro no adoptó las posiciones propugnadas por el flanco derecho, desde entonces el FSP fue desplazándose sistemáticamente hacia el reformismo.tc «Pese a que la ruptura no se produjo en México y que la resolución de ese segundo encuentro no adoptó las posiciones propugnadas por el flanco derecho, desde entonces el FSP fue desplazándose sistemáticamente hacia el reformismo.
El combate ideológico se dio entre básicamente cuatro corrientes:tc «El combate ideológico se dio entre básicamente cuatro corrientes:
a) el PCC
b) la socialdemocracia
c) el socialcristianismo
d) diversas organizaciones denominadas trotskystas, muy diferentes entre sí.
Como se sabe, Cuba entró en ese momento en el «Período especial en tiempos de paz». El PT venía de perder las elecciones en 1989. El Fsln ya se había incorporado a la Internacional Socialista. El Fmln constataba un empate militar estratégico y comenzaba la negociación de paz. Mientras tanto, el mundo y en particular América Latina ingresaban en la década «neoliberal».
En los sucesivos encuentros del FSP, más allá incluso de discursos y declaraciones, quedó a la vista que se había impuesto la posición en la que convergieron dos de las cuatro corrientes: socialdemocracia y socialcristianismo. Las tendencias denominadas trotkystas se retiraron del FSP (y se debilitaron hasta la extinción en todas partes). La corriente revolucionaria encabezada por el PCC (integrada por una larga mayoría de organizaciones de todo el hemisferio), no se articuló y su papel se diluyó para limitarse a algún buen discurso en cada encuentro, sin consecuencias de ningún género.
A la fecha, el FSP es una cáscara vacía, en manos del sector más opuesto a cualquier idea revolucionaria y específicamente enfrentado con la Revolución Bolivariana. Más allá de posiciones singulares, en las estructuras dirigentes del PT, el PRD, el FA y el PSCh, Chávez es sinónimo de Lucifer. Debe señalarse específicamente que en noviembre de 2001, en el encuentro de La Habana, no se pudo lograr un acuerdo para enviar una delegación de solidaridad con Chávez ante la evidencia de la escalada golpista. Recientemente, el delegado del PRD que habitualmente representa a ese partido en el FSP, participó del Congreso del Mas venezolano.
Esta deriva del FSP contribuyó de manera significativa con la destrucción y/o neutralización de decenas de miles de cuadros y cuadros medios en América Latina.
Coyuntura
La disgregación de las fuerzas subjetivamente definidas por una salida revolucionaria -y dispuestas a militar por ella- es hoy el principal punto a favor con el que pueden contar el imperialismo y las burguesías nacionales.
Del conjunto militante arrastrado al reformismo por sus direcciones, puede presumirse que un porcentaje esté dispuesto a sumarse a una alternativa que replantee aquello por lo cual decidió su participación política. Otro contingente proveniente de aquel período está disperso en innumerables organizaciones, buena parte de las cuales debería estar también en disposición de incorporarse a una instancia internacional que contribuya a la creación, orientación y desarrollo de organizaciones nacionales de envergadura. Pero es altamente probable que los más importantes contingentes militantes para una alternativa revolucionaria latinoamericana sean las juventudes no organizadas hoy políticamente, cuya fuerza se dispersa en organizaciones sociales, pequeños periódicos, radios comunitarias y otras expresiones de militancia sin estrategia de lucha por el poder.
Si quedan libradas al juego de las relaciones y definiciones político-organizativas propias a escala nacional, por un prolongado período no puede esperarse la recomposición de estos contingentes militantes.
Aparte el hecho de que esa fuerza inmensa se ve restada hoy a la perspectiva de revolución latinoamericana, la permanencia de decenas de miles de cuadros y activistas en ese estado asegura en plazos relativamente breves la destrucción de fuerza revolucionaria en proporciones elevadas.
La existencia de una orientación política general, de un liderazgo reconocido, por el contrario, puede poner en acción una poderosísima fuerza humana revolucionaria hoy inerte, salvar de la degradación y posterior destrucción a centenas de millares de militantes en toda América Latina.
Esa capacidad de orientación y liderazgo sólo puede hacer pie en direcciones revolucionarias con arraigo, prestigio y energía suficientes frente a ese variado conjunto militante revolucionario. Fidel Castro y Hugo Chávez, como símbolo y representación de las revoluciones en Cuba y Venezuela, son hoy el único centro posible para jugar ese papel.
Por otra parte, la embestida a largo plazo ya puesta en marcha por el imperialismo, con la decisiva colaboración de la socialdemocracia y el socialcristianismo, requiere con urgencia deslindar posiciones, trazar una línea de acción estratégica y organizar a grandes contingentes humanos para impedir que aquella tenaza contrarrevolucionaria avance hasta ahogar en sangre el proceso revolucionario que crece en América Latina. En la cumbre iberoamericana de Santiago quedó graficado ese alineamiento: el socialdemócrata Rodríguez Zapatero defendió la estrategia neoliberal y la «cohesión social» bajo el capitalismo. Y trató incluso de imponérsela al conjunto con la burda maniobra de un discurso de cierre en violación de la metodología de la cumbre. Ante la respuesta de Chávez, el presidente español José Rodríguez no dudó en salir en defensa del fascista Aznar. La convergencia socialdemocracia-socialcristianismo-fascismo quedó a la vista de millones con este episodio, rematado por el exabrupto del rey y su posterior abandono de la sala ante la denuncia de Daniel Ortega.
En el plano sindical, esa convergencia tomó cuerpo orgánico ya en los últimos años, con la unión de las centrales sindicales del Vaticano y la socialdemocracia en la Central Sindical Internacional (CSI), que ahora comienza a articularse en América Latina y en Argentina cuenta con el apoyo de algunas franjas de la CTA (6).
El primer paso para avanzar hacia la organización de una estructura política latinoamericano-caribeña (que, no obstante, tendría desde el punto de partida una proyección internacional) depende de la decisión de Chávez y Fidel para acometer la tarea. tc » El primer paso para avanzar hacia la organización de una estructura política latinoamericano-caribeña (que, no obstante, tendría desde el punto de partida una proyección internacional) depende de la decisión de Chávez y Fidel para acometer la tarea.
Bases conceptuales
En la historia ha habido, conceptual y realmente, cuatro organizaciones internacionales anticapitalistas. La 1ra, en cuya fundación fueron figuras clave Marx y Engels, agregaba diferentes corrientes revolucionarias anticapitalistas. Surgió directamente del impulso de los propios obreros en lucha contra el sistema en Europa; las dos corrientes principales eran la que a poco andar se denominaría marxista, y la anarquista. La 2da, definida como socialdemócrata (con el sentido que tenía por entonces esa palabra, inverso al actual), se apoyaba en grandes partidos socialistas obreros de masas que para ese entonces se habían conformado en toda Europa, en Estados Unidos y en varios países latinoamericanos. La 3ra, fundada por Lenin y Trotsky, se definió como comunista, contraponiéndose al nombre de socialdemócrata, ya para entonces identificado con las posiciones de sujeción a los intereses de las burguesías de cada país; su base de sustentación fueron los propios partidos socialdemócratas de masas, todos los cuales se fraccionaron dando lugar a Partidos Comunistas, que fundarían la Internacional con ese nombre. La 4ta, en realidad no llegó a ser una verdadera organización internacional con arraigo en la clase trabajadora. Nació como resultado de la degeneración stalinista en la Unión Soviética y la extensión de esa caída a la organización, el programa y la política de la 3ra Internacional a partir de su 5° Congreso. Su base de sustentación fue la Oposición de Izquierda en la Unión Soviética y su proyección en PPCC de todo el mundo. Luego tomaría el nombre de su principal promotor, León Trotsky. Asesinado éste en 1940, la organización degeneró a su vez, dando lugar a innumerables organizaciones casi invariablemente sectarias y minúsculas.
En la actualidad, por razones objetivas y subjetivas -desbrozadas durante años en estas páginas y que no se desarrollarán en este material- una organización internacional no puede pretender la homogeneidad ideológica que originalmente tuvieron la 2da, 3ra y 4ta. Por el contrario, en lo que hace a su heterogeneidad superaría largamente a la 1ra, aparte de que no resultaría del impulso consciente y organizado de una vanguardia obrera con aval de masas.
El punto de apoyo de una tal organización heterogénea sería la explícita decisión de lucha contra el imperialismo y por el socialismo del siglo XXI, asumiendo como punto de partida las incógnitas y ambigüedades que esa definición supone.
A la heterogeneidad ideológica, le correspondería un criterio organizativo que, obligando en términos de estrategia general a cada partido u organización integrante, permitiría la participación de diferentes organizaciones en un mismo país y no daría lugar a criterios unánimes de accionar político.
No obstante, la internacional no podría asimilarse al concepto de Frente. Más próxima al criterio de partido de masas, con heterogeneidad ideológica y homogeneidad política en cuestiones centrales que hagan a una estrategia hemisférica, y con toda la flexibilidad que requieran las diferencias de participación en cada país.
Esa contradicción se resolvería a favor de la cohesión, la homogeneidad política y la coherencia internacional a través del órgano de dirección internacional, que sólo podrá estar integrado por representantes de Partidos de aquellos países donde no exista más de una organización reconocida.
La organización de una internacional revolucionaria con estas características, lejos de ser una perspectiva lejana, es una necesidad inmediata. Defender los procesos revolucionarios en Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Ecuador, es tan impostergable como esforzarse por la recomposición de las fuerzas sociales y revolucionarias en los restantes países de la región. Ambas tareas exceden las posibilidades de la militancia dispersa y confundida en Argentina, el país que más necesita de ese anclaje latinoamericano para erguirse y recuperar su poderosa fuerza revolucionaria.
(1).-Ver informes y análisis sobre el contenido de las reformas en América XXI, Ediciones N° 30, 31 y 32, correspondientes a los meses de septiembre, octubre y noviembre. www.americaxxi.com.ve
(2).-De paso, el episodio vino a develar el papel real de ciertos arribistas y pseudoteóricos, como el Sr. Heinz Dietrich, quien sin estación intermedia pasó del stalinismo a una jerigonza reformista burguesa, adobada con recursos apropiados para encandilar a cierta intelectualidad desorientada. Con una verborragia pseudorevolucionaria, este autor ha cocinado una fórmula de supuesto nuevo socialismo, que no es sino una vía de través para evitar la abolición del capitalismo. Su alineamiento con Baduel (para colmo disfrazado bajo un llamado a reconciliación de Chávez con éste, argumentando que el Sí o el No a la reforma constitucional no son antagónicos), devela el curso que inexorablemente adopta este género de intelectuales itinerantes cuando llega la hora decisiva de la revolución.
(3).-Sobre este debate puede hallarse información principalmente en las ediciones 24 y 25 de América XXI, correspondientes a marzo y abril de 2007, así como en las apariciones sucesivas de esta revista.
(4).- Ver los anteproyectos de Declaración de Principio y Programa en www.militantepsuv.org.ve
(5).- La última contribución en ese sentido fue «Teoría y Práctica del Partido Revolucionario», Crítica N° 34, pág. 39
(6).- Ver el balance de la cumbre iberoamericana en «Argentina no callará», El Espejo 171, pág. 8, reproducido en este volumen en Documentos para la Militancia, pág. 136