Sea cual sea el resultado en las urnas el próximo domingo 12, Argentina ingresará en una severa crisis política, con alta probabilidad de que el presidente Alberto Fernández sea desplazado funcional o incluso físicamente del ejercicio del poder, antes o después de las elecciones formales el 14 de noviembre.
De hecho esa crisis gravita de manera dominante desde hace tiempo, si bien está congelada por tres causas:
- paridad de impotencias;
- temor de un sector de las clases dominantes a la perspectiva de estallido social;
- cálculo estratégico de otra ala del capital, que ha dado por agotados los intentos de mantener el mecanismo institucional y dispone prolongar todo lo posible la actual situación.
Detrás está la fragmentación de la burguesía. El indescriptible caos interno en el elenco gubernamental refleja ese fenómeno: hay para cada obispo diez monaguillos. Más atrás aún gravita la crisis irreversible del sistema. Basta ver el descalabro geopolítico provocado por la huida estadounidense de Afganistán para comprender que Argentina no puede ser ajena a la decadencia mundial del capitalismo. Peor aun: sin un bloque hegemónico en las clases dominantes, el país está impedido de buscar un lugar en el errático intento de rediseño internacional tras el fin de la hegemonía de Washington.
Este trasfondo explica lo inexplicable: la conducta del Presidente, capaz de avergonzar al ciudadano más distanciado de la política. Los de arriba no pueden apelar a algo mejor. Entre Mauricio Macri bailoteando en los balcones de la Casa de Gobierno el día de su asunción en 2015, los desatinos cotidianos de Fernández y las intervenciones grotescas de su vice, los escasos jefes sensatos del gran capital ya han desistido de hallar quien supere a estos mandatarios del naufragio. Con todo, la degradación acelerada no comienza en el siglo XXI: Menem y De la Rúa ya anunciaron qué rumbo darían al legado de mayor endeudamiento y sumisión estratégica dejado por Alfonsín (al margen del juzgamiento a la junta militar, necesidad insoslayable para sostener el sistema). Y antes estaba la dictadura. Y antes… un líder considerado genial, que luego de entronizar y derrocar en pocos días a un odontólogo orgulloso de proclamarse “obsecuente del general”, dejó como herederos al cabo López Rega y la bailarina (no de ballet) María Estela Martínez.
Un largo recorrido, doloroso hasta lo indecible, durante el cual el país se desangró en la miseria y la degradación. Por razones de raigambre histórica, que apuntan sobre todo a la militancia anticapitalista y su carga de pasado, semejantes esperpentos pudieron no sólo acceder a los máximos cargos de gobierno, sino incluso imponer su liderazgo a millones de jóvenes y adultos de toda condición, que ahora pagan ese desvío junto a la totalidad de la Nación.
¿Paso hacia dónde?
Así se llega a las Primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (Paso), un invento impuesto en tiempos de Néstor Kirchner tras su estrepitoso fracaso electoral en 2009.
Desde entonces este artilugio de la desorientación burguesa obra como encuesta obligada, a un costo obsceno en un país con 7 de cada 10 niños en la miseria, 50% de pobres y un estimado de 6 millones de indigentes sobre 45 millones de habitantes. El Banco Central debe en Leliq 4 billones de pesos (4 millones de millones = 4.000.000.000.000) y paga una cifra mensual de intereses de alrededor de 800 millones de pesos.
En este panorama ¿cuánto cuestan las Paso? Se informa que la parodia eleccionaria requiere 19 mil millones de pesos. Sólo la impresión de boletas de votación implica la tala de 45 mil árboles. Esto sin contar con el gasto megamillonario de los candidatos para una campaña donde está ausente cualquier propuesta de futuro nacional. Absurdo, sí, pero funcional a partidos corruptos que roban dinero y votos a través de este mecanismo comicial propio del siglo XIX.
Se entiende entonces que apatía, hartazgo y rechazo predominen en la sociedad frente a las elecciones. A las 112 mil muertes por Covid y el desastre económico provocado por la irracional clausura del país durante un año (parálisis de la cual aún no ha logrado salir la economía), se suman los efectos de la inflación galopante y la consecuente caída de la ocupación y el salario real. El consumo en general se redujo en más del 20% desde comienzos de 2020. El consumo anual de carne está en el punto más bajo de la historia: 45kg por persona.
Como baldón, el espectáculo oprobioso de gobierno y oposiciones frente al cataclismo nacional. Las oposiciones carecen de plan alternativo. Hablan o vociferan sin nada por decir. Sumado a prepo a la campaña, Fernández no deja día sin cometer disparates. Desesperados esfuerzos por congraciarse con el Frente de Todos y frenar su vertical caída en la consideración popular, provocan cotidianamente mayor rechazo y malestar. El periodismo opositor se hace un festín al que se suman día a día nuevos nombres para hacer leña del árbol caído. En su rodada el Presidente arrastra al elenco político que lo encaramó al poder, en primer lugar, Cristina Fernández, pero también gobernadores, intendentes, ministros, sindicalistas y demás funcionarios. Expertos en semiología se arrancan los cabellos, impotentes con sus consejos frente a los desatinos del primer mandatario.
Para contrarrestar la tendencia hacia un desastre electoral, tras haber congelado tarifas y sujetado artificialmente el dólar, el gobierno se ha lanzado a repartir dinero. Las sumas destinadas a ese fin son estratosféricas y van a cuenta del déficit presupuestario. No obstante, son ínfimas para siquiera paliar los estragos de la pobreza, aunque caerán como meteorito sobre la economía inmediatamente después de las elecciones.
Imposible descartar que esta operación provoque un vuelco de parte del electorado que hoy da la espalda al gobierno y sus patéticos candidatos. En ausencia de un partido de masas, es imposible prever la conducta de las mayorías. Pese a que los sondeos de opinión coinciden en pronosticar empate o incluso derrota del oficialismo, la escualidez de las oposiciones puede hacer vacilar al elector. Eso se verá en la noche del domingo. No hace falta esperar, en cambio, para saber cómo repercutirá en el giro económico ulterior esta fuga hacia delante. Habrá más inflación, mayor debilitamiento de la exangüe moneda nacional, más pobreza.
Las empresas encuestadoras -única industria próspera en la Argentina de hoy- coinciden en señalar el malestar general y no se atreven a vaticinios precisos. Hay coincidencia en apuntar al aumento de la abstención y el voto en blanco. Un año atrás era viable preparar la confluencia de este generalizado descontento en un Voto Protesta con un programa de acción. En las estructuras de izquierdas primó sin embargo la sujeción al mecanismo de sobrevivencia sectaria: el cretinismo parlamentario. El domingo 12 aquella fuerza potencial se diluirá. Aunque obtiene in extremis el respaldo reticente de una parte de la militancia desnortada, es poco probable que el neo-reformismo recepte una porción significativa del rechazo masivo al sistema. Así, todo el escenario está a disposición del capital.
Carente de partidos y candidatos de fuste, sin embargo, la burguesía deja espacio a personajes funambulescos que se agotarían en sí mismos si la crisis tuviera un desenlace viable para la estabilidad institucional. Como esa perspectiva está negada, la aparición de candidatos grotescos es indicativa del deslizamiento hacia el fascismo. El vuelco de un considerable número de jóvenes que ayer fueron “camporistas” o “macristas” y hoy, en el torbellino, sin conciencia del significado de las palabras, se proclaman “libertarios”, es una advertencia en tono mayor acerca de la magnitud del desmoronamiento nacional. Los medios del gran capital que prohíjan tales candidatos y conductas, abonan el camino de la peor barbarie.
Hay otro síntoma alarmante. Quienes desde los medios de comunicación o cargos políticos al expresarse sólo pueden recurrir a palabras soeces, a imágenes escabrosas, y para concitar atención sólo atinan a lo más bajo de la grosería, por decisión oportunista o inconciencia extrema son vehículos de la degradación colectiva y la marcha hacia el fascismo.
El conjunto de periodistas que se ha sumado a la espantosa perversión del lenguaje, iniciada hace años en escala menor por una vanguardia de la ignominia, contribuye por partida doble al derrotero fascista: desconoce la conexión entre lenguaje y pensamiento y alienta la reacción de quienes todavía valoran el respeto por el otro en el habla cotidiana y, para defender un retorno al modo de vida que reivindican, eventualmente estarán dispuestos a los peores excesos. La palabra es el primero y principal vínculo social. Quien la disminuye a insulto o grosería, a expresión gutural, a negación de la civilización, reduce la estatura humana y trabaja por el retorno a las cavernas. No puede condenar ningún tipo de violencia quien ejerce la procacidad como método. Calificar tales conductas como “progresistas” o “avanzadas”, es un contrasentido en el que está atrapada una franja ancha de la sociedad argentina.
Vía de salida
Urge emprender un camino de salida. Como se señaló en la primera de estas notas:
“Actuar frente a la crisis devastadora -la actual y la que se multiplicará en el período por venir- (…) plantea una tarea ciclópea, cuyo primer paso es cohesionar un Estado Mayor por una Revolución socialista, para a continuación lanzarse a una agresiva campaña por la concientización y organización masiva de trabajadores y juventudes”.
Puede parecer una proposición abstracta. En un sentido lo es. Precisamente, es necesario abstraer (etimológicamente “tomar de”) de la confusión actual el sustrato histórico de dos siglos de luchas sociales para proyectar un futuro común. Nada hay más concreto que eso. Y es ajeno a sumar un voto para rasguñar una banca más. Se trata de echar las bases de una República Socialista Democrática de los trabadores y el conjunto social explotado y oprimido. No se avanzará un milímetro en ese sentido votando a tal o cual candidato. Sí, en cambio, denunciando con sentido educativo la agonía del sistema que nos arrastra y asumiendo un programa para emprender el largo y difícil camino por delante.
Un objetivo palpable es ocupar el tiempo entre el día posterior a las Paso y el 14 de noviembre en resumir y difundir masivamente una propuesta de acción inmediata con las reivindicaciones más candentes, que inste a organizar la unidad social y política de los trabajadores y alerte sobre la deriva fascista, de la cual el narcotráfico no es un componente menor. Eso podría dar una primera instancia de unidad a decenas de miles de militantes. Un primer paso en el camino de salida.
Ésa es una tarea para una vanguardia real; para mujeres y hombres cuyos sentimientos de igualdad y justicia repudien la búsqueda de un cargo remunerado a través del accionar político; mujeres y hombres con formación teórica y disposición a combatir la arremetida reaccionaria en curso; a convocar y organizar a millones; mujeres y hombres armados con la certeza de que la asfixia no la causa tal o cual gobernante o candidato. Es provocada por la agonía de un sistema incapaz ya de proveer lo mínimo para que la sociedad pueda satisfacer sus necesidades y vivir en armonía y libertad.
6 de septiembre de 2021
@BilbaoL