Renacimiento: ignorado por la prensa comercial de todo el mundo, culminó el Congreso Fundacional de un Partido que enlaza la tradición socialista con la realidad suramericana contemporánea y afirma un punto de partida para la región. A contramano de esa conducta de ocultamiento, América XXI completa en esta cobertura un seguimiento paso a paso desde que Hugo Chávez convocó a la formación del Psuv. Hablan aquí los protagonistas. Aristóbulo Istúriz, con su intervención en la juramentación de la Dirección Nacional; Alberto Müller, Alí Rodríguez y Jacqueline Faria, en entrevistas exclusivas, al igual que Stalin Pérez, uno de los escasos dirigentes obreros prominentes que se han sumado a esta formación. Por razones de agenda fue imposible incluir las opiniones de María León, miembro de la Dirección Nacional y flamante ministra de Estado para la Mujer, Jorge Rodríguez, figura relevante en el período de gestación del Psuv , ahora designado Director Nacional de Organización y Vanessa Davies, colaboradora de América XXI y responsable ahora de Propaganda en la DN. El panorama se completa con la intervención de Chávez en el acto de juramentación, reproducida en la sección de Historia, Teoría y Debate (pág. 39).
Un hecho democrático de dimensión histórica culminó el 14 de marzo en Venezuela: la fundación del Psuv. Quien aún tenga dudas sinceras sobre la naturaleza y el rumbo de la Revolución Bolivariana, encontrará en este acontecimiento una prueba inequívoca.
No hay antecedentes para un acto fundacional de estas dimensiones y de pareja participación democrática. América XXI registró paso a paso el transcurso de este parto difícil durante el último año. Ahora han quedado atrás las convocatorias iniciales a decenas de miles de promotores, la inscripción como aspirantes a militantes de 5,8 millones de personas, la formación de los Batallones Socialistas, la elección de voceros, comisionados y finalmente 1681 delegados, responsables de debatir y aprobar una Declaración de Principios, Programa y Estatutos, durante seis sesiones del Congreso a lo largo de ocho fines de semana. Luego toda esa estructura –más de 92 mil personas, en representación de alrededor de 1,2 millones de miembros activos– protagonizaría la elección en segundo grado del órgano máximo de conducción, el 9 de marzo. Cinco días después Hugo Chávez, proclamado presidente del Partido por el Congreso, juramentó la Dirección Nacional.
Con la designación de responsabilidades para 15 miembros y otros tantos suplentes, sólo restará la conformación de las direcciones regionales y locales para arribar a la estructuración total de la organización. En rigor, allí comenzará el desafío histórico que afronta esta inédita herramienta política de masas, autodefinida en sus documentos liminares como democrática, antimperialista y anticapitalista.
Antes de comenzar su ciclópea tarea, sin embargo, ya ha producido un impacto que va más allá de las fronteras de Venezuela: a la luz pública se produjo un exitoso esfuerzo por gestar desde abajo una organización política de masas, con netas definiciones ideológicas y un contundente programa de acción, con el aporte de millones de personas, a la vista y escrutinio de todos, en el máximo posible de transparencia y participación.
Implícito en este complejo mecanismo, está el factor de mayor relevancia para definir el carácter democrático del hecho Psuv: Chávez, receptor del poder delegado voluntaria y fervorosamente por millones de hombres y mujeres, ha querido y ha logrado transferir ese inmenso poder a la única instancia capaz de gestionarlo sana y sostenidamente: un Partido.
¿Hay acaso una prueba mayor de la intencionalidad subjetiva y la dirección objetiva de un proceso político? ¿Para qué edificar una organización, asumir los infinitos problemas que devienen de la participación colectiva? ¿Para qué crear instancias organizadas, altamente politizadas, con cientos de miles de personas introducidas ya en el desconocido y fascinante universo del debate político, donde toda voz debe ser escuchada, la intención ha de basarse en el razonamiento y la decisión en la voluntad mayoritaria? ¿Para qué, si no para democratizar el poder y, sobre esa base, acelerar por el camino de la revolución?
Sin esfuerzo se podrán encontrar fallas y transgresiones a una estricta metodología democrática, así como conductas individuales o grupales apuntadas precisamente a lo contrario del libre protagonismo de las bases. Fraccionalismo, maniobras e intrigas no son patrimonio exclusivo de las izquierdas en otras latitudes. Pero, en primer lugar, esos lunares se pueden hallar con toda facilidad precisamente porque el proceso mismo de construcción partidaria se ha llevado a cabo a la luz pública.
Valores y antivalores
Más aún: ciertas conductas burocráticas a menudo no exentas de autoritarismo, el desinterés funcionaril, la falta de empeño en la pulcritud metodológica, la conducta camarillista, entre otros rasgos negativos que sería posible apuntar en este proceso, no son sino la paradojal comprobación de que no pocos de los y las protagonistas de este fenómeno, cargando con una cultura política de arrastre, han sido envueltos e inconscientemente involucrados en un proceso de construcción que los incluye como parte inseparable de la Revolución Bolivariana, destila y utiliza sus capacidades y las pone al servicio de un fin mayor que niega y supera aquellas miserias. El conjunto, movido y guiado desde un centro vital por una clara estrategia de revolución socialista, ha puesto el signo y sobredeterminado el papel de las partes, dando lugar a un círculo virtuoso. Tal vez con el tiempo más de un cuadro activo de este mecanismo descubrirá hasta qué punto ha sido valiosa su participación
El rescate de los valores de cada individuo, la superación de sus debilidades y deformaciones individualistas alimentadas por una sociedad de competencia que entroniza antivalores y mediocridades, es un resultado no menor y prueba irrefutable del carácter genuino de un proceso revolucionario. Se trata de la dinámica exactamente opuesta al proceso que sufren las formaciones partidarias de la burguesía, también experimentado por las sectas sedicentemente revolucionarias, donde las capacidades individuales en lugar de conjugarse se contraponen, en lugar de potenciarse se dividen, en lugar de honrar envilecen.
Desde luego, como en todo organismo vivo, el desenlace siempre estará en disputa. En la misma medida en que la historia reaparece constantemente y se reconstituyen conceptos, metodologías y conciencias propios de la sociedad capitalista, el destino de un Partido revolucionario es inseparable del destino de la revolución misma. Al cabo prevalecerá lo peor o lo mejor de los seres humanos que componen el Psuv según prevalezca, no en Venezuela sino en América Latina y el mundo, la barbarie o el socialismo. Pero temer esa ambivalencia es como temblar ante la vida, es decir, escabullirle a la historia.
En este momento histórico de Venezuela, en pleno empeño por llevar adelante la transición del capitalismo al socialismo, el Psuv espeja esa realidad y se constituye en herramienta igualmente transitiva, incorporando los rasgos positivos y negativos de la mayoría social y las vanguardias que ensayan este asalto al cielo.
Rescate histórico
Otro rasgo positivo sobresaliente del Psuv y su dialéctica virtuosa, es el rescate de cuadros militantes provenientes de los más diversos intentos de reivindicación social. Los 30 miembros de la Dirección Nacional, en sí misma síntesis de edades, condición social, formación etnocultural y proveniencia política, son apenas una muestra mínima de los miles de cuadros con voluntad y capacidad para asumir posiciones dirigentes a todos los niveles.
Instancia de unidad social y política de una mayoría abrumadora compuesta por trabajadores de todos los sectores, campesinos, juventudes, profesionales y pequeños productores del campo y la ciudad, en el marco de un proceso revolucionario, el Psuv ha obrado como fuerza centrípeta conjugando experiencias e individuos de disímiles trayectorias. Aquí también se verifica una dinámica inversa a la que puede constatarse en las filas revolucionarias en otros países, donde fuerzas centrífugas, impulsadas por el retroceso de las ideas revolucionarias en las últimas décadas, causan la constante destrucción de capacidades encarnadas en militantes dispersos.
Guerrilleros y militares, jóvenes y veteranos, comunistas y cristianos, revolucionarios y reformistas, entre otras tantas dicotomías que lo son y de manera taxativa en otro cuadro sociopolítico, convergen en Venezuela sobre el único eje que puede dar lugar a semejante agregación en cualquier parte del mundo: la revolución socialista.
Se verifica así en los hechos la más osada novedad política en mucho tiempo, realizada por Cuba, esgrimida por el Che, asumida y propulsada por Chávez, en choque frontal con tirios y troyanos y a contracorriente de la opinión predominante en partidos y academias: la vigencia de un programa anticapitalista y de la noción de Partido revolucionario como ejes para la agregación social y la recomposición de fuerzas políticas. Esta comprobación, que será más nítida y abarcadora en la etapa histórica que ella misma inaugura, golpeará sobre la conciencia y el accionar de decenas de miles de luchadores en todo el continente. Chávez ha adelantado ya su decisión de impulsar la unión internacional de las fuerzas que comprendan y asuman tal estrategia de revolución. Antes incluso de que ese propósito cobre carnadura, el espectro político regional habrá cambiado. En ese sentido, el Psuv es un nuevo y poderosísimo eje gravitacional en América Latina.
Analogías y diferencias
Si bien el mecanismo de conformación del Psuv es inédito, se pueden encontrar analogías útiles en la historia regional y mundial.
En Argentina, sindicatos obreros en pie de lucha formaron en 1945 el Partido Laborista (PL). En el lapso de dos meses, entre octubre y diciembre, el movimiento sindical se asumió como partido político. En febrero del año siguiente, con Juan Perón como candidato, el PL arrasó a todos los partidos tradicionales (incluidos el PC y PS, que no comprendieron el fenómeno y se sumaron al bloque oligárquico-imperialista), ganó las elecciones y llevó a Perón al poder. Al asumir éste, sin embargo, el 25 de mayo de 1946, ordenó la disolución del Partido. Estos episodios y la resistencia posterior de un sector del PL han quedado sepultados en la memoria, porque la experiencia no sobrevivió, la idea de partido se desdibujó y la lucha contra la reacción burguesa-imperialista ocurrió desde entonces con otros parámetros, con los resultados conocidos.
Diferente fue el caso en Brasil. Un vigoroso proletariado industrial, tras una oleada de huelgas, dio nacimiento al Partido dos Trabalhadores (PT) en 1980. Luiz Inácio da Silva, Lula, dirigente metalúrgico, fue el vértice de este vertiginoso proceso de organización que en muchos sentidos antecedió como ejemplo de convergencia virtuosa de cuadros y organizaciones revolucionarias con masas obreras y campesinas, también con un programa socialista. Luego de tres fallidos intentos de llegar al gobierno por elecciones (1989, 1994 y 1998), Lula fue finalmente ungido Presidente en 2002. Para arribar a ese punto, el PT fue modificando su programa y, junto con éste, su metodología de funcionamiento. Todo ello plasmaría en el gobierno del PT, que más allá de los diferentes juicios que hoy genera, perdió la potencia de ejemplo y motor que durante el primer período tuvo en toda América Latina.
Mucho antes, en otras latitudes, y en un contexto histórico completamente distinto, comenzaron a edificarse los que luego serían grandes Partidos obreros socialistas en Europa. Un antecedente fue el Partido Cartista (al cual ingresó la organización Fraternal Democrats, dirigida por Marx y Engels). “Que el primer programa de este partido sea confuso e incompleto –decía Engels en relación a la conformación de los partidos socialdemócratas desde los años 1880– es un inconveniente inevitable, pero pasajero. Las masas deben tener tiempo y oportunidad para desarrollarse; y esta oportunidad la tendrán en el momento en que posean un movimiento propio, donde serán impulsados por sus propios errores”.
Análogos en cuanto a instrumentos de unidad social y política de masas con contenido antimperialista y genéricamente anticapitalista, las diferencias cruciales del Psuv con estos ejemplos residen, por un lado, en la naturaleza de clase; pero también, de manera sobresaliente, en el hecho de que es una organización que no nace para ganar una elección y llegar al poder, sino por impulso del Presidente de un gobierno con una década de ejercicio, desde el seno mismo del Estado en intento de transición y con el objetivo explícito de avanzar más rauda y efectivamente en la construcción del socialismo.
A manera de símbolo, en el momento en que se juramentaba a la Dirección Nacional en Caracas, en el Oriente del país, la mayor concentración proletaria en Venezuela mantenía una vigorosa lucha contra la empresa Sidor y sufría el embate de la Guardia Nacional del Estado Bolívar. Más que en otros países suramericanos, en Venezuela, para utilizar la expresión de Marx, existe una importante “clase obrera en sí”, pero no una “clase obrera para sí”, es decir, con conciencia del lugar que ocupa en la sociedad y la historia. La omisión de las dirigencias sindicales en la construcción del Psuv, fruto del economicismo y la confusión ideológica, se manifestaba así en una contradicción práctica entre la estrategia socialista y los conflictos propios de una sociedad en el umbral de la transición al socialismo. En perspectiva, sólo un proletariado consciente y organizado puede resolver esa contradicción. La labor de constitución de una “clase obrera para sí” es por tanto uno de los principales desafíos para el Psuv. El lugar que finalmente decida ocupar el activo sindical gravitará sobre el curso de los acontecimientos. Hasta el momento, prevalece la omisión y la argumentación con tono de excusa.
Tareas pendientes
Durante el período inicial de organización y luego durante el Congreso Fundacional, el Psuv comenzó con un plan de formación ideológica y política. Un video con varias exposiciones circuló en decenas de miles de copias por los Batallones Socialistas, alentando innumerables sesiones de debate teórico y político, al mismo tiempo que se avanzaba en la experiencia de organizarse. Difícil encontrar una escuela de cuadros de semejantes dimensiones en cualquier antecedente de edificación partidaria. No obstante, la comprensión en el máximo nivel posible del mecanismo de funcionamiento del capitalismo y su diferencia con el socialismo, la educación en historia, economía y política para los casi seis millones de inscriptos con eje en el millón y medio de activos, es una tarea ya señalada y asumida por la dirección partidaria.
En el plano de la organización, además de sumar a cientos de miles de aspirantes a las filas activas, el Psuv tiene por delante una difícil tarea de reconocimiento y depuración de sus militantes y simpatizantes organizados. El funcionamiento regular, sistemático, de los BS, será un arduo objetivo durante mucho tiempo. Sobre todo porque ahora está planteada en toda su magnitud la organización del Partido por frentes de trabajo hasta completar y superar la organización territorial.
Pero formación política y organización partidaria son funciones de la militancia y ésta deberá desarrollarse desde ya mismo en el marco de una cruda ofensiva estadounidense contra el presidente Chávez y en la coyuntura de una elección para Gobernadores y Alcaldes, en noviembre próximo, que tiene una importancia fuera de lo común para el camino y el ritmo de la Revolución Bolivariana.
Ejemplo para la región
Este proceso de edificación partidaria, con la participación de millones, a la vista de todos, con elecciones libérrimas, se llevó a cabo en un ámbito nacional y regional donde los grandes partidos tradicionales están, sin excepción, reducidos al mínimo, burocratizados al máximo, ajenos por completo a la democracia, negados por definición a la participación de quienes eventualmente los votan.
La diferencia estriba en naturaleza y objetivos: los anacrónicos aparatos tradicionales representan intereses de las clases dominantes de la región y tienen como objetivo la defensa incondicional de esos intereses. Desde hace décadas decaen sin pausa, pero hasta ahora no han tenido una contrapartida efectiva. La fuerza social en pugna por cambios fue una y otra vez desviada hacia callejones sin salida. El Psuv, que no busca el poder sino, al contrario, transfiere el poder de una persona a una instancia representativa del interés popular, que no busca el statu quo sino la transformación radical, será inexorablemente un faro para cientos de millones de víctimas de la crisis capitalista en América Latina y el Caribe.
Embarcado en una fase superior de su intento de derrocar la Revolución Bolivariana, el imperialismo estadounidense choca de frente con el Psuv. Buscará renovar su alianza de las últimas décadas con los grandes aparatos políticos latinoamericanos. Pero estos, amenazados de muerte por la reacción popular contra ellos, no podrán asociarse abiertamente con la Casa Blanca. Tampoco podrán reeditar caminos diagonales hacia ningún lugar. Su fuerza inercial continuará gravitando por un tiempo. Pero ya se ve en el horizonte la luz del alba.