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Novelesca lucha interburguesa en Argentina

 

Hay un refugio para quien se sienta agobiado por el espectáculo cotidiano de la corrupción en Argentina, complementado por la catadura de ciertos acusadores y la insustancial crónica detectivesca dominante en los medios de incomunicación.

Todo puede cambiar de tono y ritmo, para sobrellevar el mal momento. Basta observar que el país está ante una pugna destinada a recuperar para el capital establecido espacios de succión de plusvalía ocupados durante 12 años por un grupo advenedizo, con veleidades de nueva burguesía.

La sucesión de denuncias, juicios y encarcelamiento de ex funcionarios es parte de una operación de cerco y aniquilamiento. Apunta a la ex presidente Cristina Fernández, a quien finalmente llegará, a menos que la tormenta económica provoque un estallido que haga saltar por los aires a Macri y Cambiemos. Por eso el menguado elenco remanente en torno a Fernández apuesta a esa variante, no imposible pero poco probable.

No es el gobierno quien necesita la embestida contra la corrupción del denominado kirchnerismo. Son las clases dominantes tradicionales. Durante los últimos 12 años fueron parte inseparable, pero subordinada, del poder en manos de otros. Vieron impotentes cómo se les escurrían miles de millones de dólares. Asistieron al despedazamiento  del aparato institucional burgués, el alegre desmantelamiento de los escasos restos del sistema para garantizar el control de la sociedad. Recuperada la hegemonía y dado que no pueden sanear la economía, pretenden ganar espacio con una cruzada moral para recobrar autoridad política y capacidad de control institucional.

Argentina ya vivió esto. Así como la burguesía que acompañó a la dictadura necesitaba encarcelar a militares asesinos para ganar credibilidad, recuperar terreno y retomar el control político sobre las masas, ahora necesita mostrarse como justiciera y llevar a la cárcel al elenco gobernante en los últimos doce años.

 

La caída como espectáculo

Bien es verdad que resulta difícil sustraerse al vodevil desopilante que en la madrugada del pasado martes 14 tuvo un capítulo asombroso. Cómico y nauseabundo a la vez. Obligatorio ocuparse de él.

Guiada por una prensa que incluso en sus mejores exponentes no transpone un milímetro la superficie de los acontecimientos, la ciudadanía argentina en todas sus clases y sectores absorbe y comenta en estos días el caso de José López, pillado in fraganti cuando pretendía enterrar en un convento de monjas de clausura el equivalente a 9 millones de dólares en joyas, billetes estadounidenses, euros, yuanes y riyales (la moneda de Qatar, donde Argentina compró gas en los últimos años).

Este episodio fue precedido por otros de pareja gravedad, reveladores de un sistema para recaudar mediante sobreprecios y coimas más allá de toda mesura y precedentes. El elenco caído en desgracia con la derrota del peronismo en las últimas elecciones acumuló fabulosas cantidades de dinero. Azuzados por la burguesía clásica en el poder recuperado, ahora ciertos jueces y fiscales se han lanzado a buscar esas montañas de dinero con máquinas excavadoras en sus propiedades. Parece broma exagerada. Pero no lo es.

Desconocido para el gran público, José López fue secretario de Obras Públicas durante los tres períodos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández. Antes, desde 1987, trabajaba con Kirchner en Santa Cruz, siempre en las mismas funciones. Y con Julio De Vido, el ministro de Planificación de quien dependía hasta el 10 de diciembre pasado.

Imposible soslayar el hecho crudo: José López fue detenido por la policía municipal de General Rodríguez, localidad del conurbano bonaerense, luego de arrojar por sobre un alambrado coronado con cintas de acero cortante varios bolsos que, se sabría después, contenían una fortuna. Luego él mismo saltó el portón, lo abrió desde dentro e ingresó con una camioneta donde llevaba otra gran maleta con dólares. Seis meses antes este señor tenía rango de ministro y se reunía diariamente con la Presidente.

No por nada hay un atropello de kirchneristas de paladar negro lanzados a gestos desesperados por tomar distancia de Cristina Fernández.

Que el episodio tuviera lugar en un convento, fundado como cosa nostra por un obispo recientemente fallecido; que el episcopado no se haya pronunciado y el Vaticano mantenga silencio, es harina de otro costal. No menos intrincado, corrupto y novelesco. Y por supuesto, cargado de enseñanzas respecto de las relaciones entre iglesia, poder y delito en Argentina: la dictadura ocultaba desaparecidos en instalaciones de la nunciatura vaticana en Tigre. De Vido se reunía en secreto con quién sabe quién y para qué, en este convento ad hoc.

Como sea, según la información oficial -concebida para niños de escuela primaria- un vecino denunció a las 4 de la madrugada la sospechosa conducta de López. En pocos minutos llegaron dos patrulleros con efectivos comandados por dos capitanes de policía.

López intentó primero sobornarlos, pero los bravos representantes del orden público rechazaron la oferta y entonces el ex secretario durante 12 años de la cartera que maneja toda la obra pública del país, comenzó a gritar que la policía quería robarle el dinero que él había robado para beneficiar a las tres monjas del convento.

En el Gran Buenos Aires es imposible encontrar patrullas policiales a ninguna hora, tanto menos con oficiales a cargo. Y la idea de que lleguen en minutos al lugar de un crimen y se resistan al poder disuasorio de 9 millones de dólares, provoca risa a los habitantes del lugar, acostumbrados al constante apremio de la policía para obtener coimas en cualquier circunstancia y por cualquier razón.

Al día siguiente, el juez Daniel Rafecas, quien durante 8 años mantuvo paralizada una causa contra López por denuncias de cohecho, lo llamó a declarar y tomó una serie de medidas contra él, que incluyen allanamientos a sus propiedades y caución de bienes.

Carece de sentido continuar con la anécdota. El refugio contra el hartazgo y el asco está justamente en asumir que, circo aparte, ha llegado a su fin una etapa fuera de control para el gran capital establecido, durante la cual, por esas dolorosas ironías de la historia, tras la potente sublevación social de 2001 un grupo de advenedizos se hizo del poder y desde allí se lanzó a acumular riquezas maquillando su conducta con una pseudoteoría: la necesidad de construir una “burguesía nacional”.

No se trata de sumarse ahora a las largas filas de súbitos arrepentidos, dolientes, buscadores de argumentos y nuevos resquicios. Se trata de ser consecuentes con una línea de interpretación y de conducta (1).

La burguesía tradicional soportó a Kirchner y a su esposa sólo porque tras el colapso de 2001 carecía de toda posibilidad de reemplazarlos, razón por la cual los grupos componentes de ese sector que pudieron hacerlo se sumaron a los negociados, a la espera de su hora.

Ésta llegó con la victoria de Mauricio Macri. Desde entonces se desarrolla una ofensiva sistemática para desmantelar el entramado de negocios denominado kirchnerismo. Los jueces cambiaron de bando y acometieron causas aplazadas durante años. La lucha intraburguesa se despliega con la participación de todos los partidos del capital y todas las instituciones del sistema, que sin excepciones han abandonado el barco y condenado al aislamiento a Fernández, mientras preparan las condiciones para dar el tiro de gracia.

Fue una operación dirigida desde la cima del poder la que acorraló y detuvo a López, como antes lo hizo con Lázaro Báez, empleado bancario hasta 2003 y empresario megamillonario a partir de entonces, considerado testaferro de la familia Kirchner, al igual que Cristóbal López, dueño de casinos, empresas petroleras y medios de prensa. En la mira, aparte personajes menores, está todavía la familia Eskenazi, ex socia de YPF y también considerada testaferro de Kirchner primero y Fernández después. El siguiente en la lista es el ex ministro de Planificación y actual diputado Julio De Vido. Hay en preparación una ley para arrepentidos. Después llegaría la hora de Cristina Fernández.

Cuando concluya la maniobra habrá argumento para otra novela, aun más atrapante: la que narre cómo actúan por estas horas abogados, jueces, jefes policiales, banqueros y altos funcionarios de los tres poderes empeñados en apoderarse de remanentes de esta riqueza malversada, sin dueño reconocible y sin destino prefijado.

 

Cinismo de clase

Si repugna la revelación de las sumas fabulosas robadas por el anterior elenco gobernante, es mayor el efecto del cinismo de quienes hasta ayer compartieron migajas y ahora planean su revancha. Unos y otros son superados por la conducta de cierta intelectualidad domesticada, horrorizada hoy por maletas con 9 millones de dólares pero ciega y muda ante la transferencia al gran capital financiero de 200 mil millones de dólares entre 2008 y 2015. Los bolsos de López, incluso las fortunas depositadas en paraísos fiscales, son nada frente al saqueo legal, consentido y aplaudido por quienes ahora se erigen como caricaturas morales de un sistema en estado de putrefacción.

El hecho es que en su caída el último gobierno peronista arrastra consigo el andamiaje político de las clases dominantes, malamente restaurado después del estallido de 2001. Si la burguesía tradicional tiene aliento para llevar a la cárcel a los funcionarios del período anterior, con o sin ley del arrepentido, quedarán expuestos jueces, fiscales, diputados, senadores, gobernadores y, en primer lugar, la totalidad de los partidos políticos burgueses, sin excluir a varios de los que se sumaron a ellos (2). Si careciera de esa energía, la decadencia que arrasa al país desde los 1990 se acelerará.

También es verdad que este último período peronista completó una labor de destrucción de la militancia revolucionaria marxista iniciada décadas atrás. Esta vez no fue con represión, sino con recursos políticos, ideológicos y… económicos. Innumerables camaradas fueron arrastrados por un fenómeno cuya verdadera explicación estaba en la inexistencia de una contraparte socialista revolucionaria con suficiente capacidad teórica y fuerza organizada como para hacerle frente. Día a día, año tras año desde 2003, fueron desgranándose cuadros valiosos, con destino a la nada o, peor aún, a formas subordinadas de corrupción económica, infinitamente menores por cuantía, aunque más gravosas por su contenido esencial. Incluso al borde del precipicio, no pocos decidieron arrojar su pasado y votaron por Daniel Scioli, precisamente el hombre al que apostaron los obtusos cerebros en torno al poder para que el inexorable ajuste económico pudiera llevarse a cabo sin este incómodo espectáculo de mostración de corruptos.

Otra forma no menor de degradación militante fue el abandono de toda tradición teórica y organizativa, en la fútil expectativa de contribuir al cambio social desde el individualismo y el empirismo, desplegados desde una proliferación de siglas sin contenido genuino.

Una mirada objetiva asegura que en el próximo período se recuperará la tradición de lucha del proletariado, los estudiantes y las juventudes. La crisis del sistema y las semillas de conciencia, teoría y organización, sembradas tozudamente durante años de lucha darán lugar a nuevas instancias gremiales y políticas. Ensamblarlas con las experiencias de lucha anticapitalista en todo el mundo, a comenzar por América Latina, organizarlas nacional e internacionalmente, elaborar a partir de ellas una estrategia y programa de acción, son las tareas por delante. Razón de más para no perder tiempo y energías en la novela grotesca de la lucha interburguesa.

17 de junio de 2016

 

1.- En 2004 publiqué Argentina como clave regional, libro en el cual, entre otras cosas, expuse mi opinión sobre Kirchner y su elenco, sin omitir que su obligado distanciamiento del gran capital establecido (de cuyos negocios pretendía apropiarse) y, por ende, del imperialismo, podía ser aprovechado por una política hemisférica de emancipación, a condición de no transigir ni por un instante con nociones y métodos de ese elenco defensor del sistema y corrupto por definición. Era, invertida, la misma lucha interburguesa a la que asistimos ahora. Remito a artículos, folletos y ensayos publicados desde entonces (www.luisbilbao.com.ar) y a sucesivas ediciones de Eslabón, portavoz de la Unión de Militantes por el Socialismo, con cuyas posiciones me identifico (www.uniondemilitantes.com.ar)

2.- El mismo día en que se conocía el episodio López, el PCA emitió un comunicado de su Comité Central, que acababa de sesionar: sin una palabra frente al hecho que sacudía al país, el texto pide la renuncia del actual ministro de Energía… No menos elocuente es el atronador silencio del PS, en camino de convergencia con Macri y Cambiemos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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