Exposición del autor en el Aula Magna de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, al día siguiente del golpe de Estado, el 12 de abril de 2002. La conferencia había sido programada por la revista Crítica de Nuestro Tiempo, con la presencia de altos representantes del gobierno venezolano: el profesor Adán Chávez, el gobernador de Méridas Florencio Porras, los diputados Tarek William Saab, y Milagros Santamaría, y el por entonces titular del Comando Político de la Revolución, Guillermo García Ponce. La conferencia fue transformada en acto de solidaridad.
Buenas noches. Ante todo quisiera preguntar –porque hay tanta gente que no puedo ver a todos– si hay representantes de partidos políticos, sindicatos, asambleas e instituciones de cualquier tipo que quieran adherirse a esta manifestación de repudio al golpe de Estado en Venezuela. Todos tienen un lugar en la mesa. No es el acto de la revista Crítica que habíamos preparado. Es una circunstancia especial y especial tiene que ser la respuesta. De manera que si hay alguien y quiere pasar, pues con mucho gusto está invitado a sumarse a esta mesa.
Como ustedes saben el objetivo previsto de este acto era hacer una exposición por parte de varios altos dirigentes del Partido y del Gobierno. Varios altos dirigentes del Partido y del Gobierno debían estar sentados conmigo esta noche aquí. Ustedes saben por qué no ha sido posible. Uno de ellos, el diputado Tarek Saab, está preso. Los demás, decidieron a última hora cancelar su viaje.
No hay que decir que compartimos su decisión: ¡debían permanecer allá!
Yo no quisiera dramatizar sobre lo que pasa. Es dramático un golpe de Estado, la persecución, los muertos de ayer; pero me parece que tenemos que hacer un gran esfuerzo por mirar esto en todo su dramatismo pero con objetividad y con valentía. Porque no es un rayo en cielo sereno; no es una circunstancia que no pudiera haber sido prevista. Aunque de esta manera, como ocurrió, admito que yo jamás lo pensé.
Y debo comenzar por ese punto. Porque he escrito y he hablado mucho sobre Venezuela. Y he dicho, en muchas oportunidades, que un golpe de Estado estaba excluido. Y soy de los que creen que cuando alguien dice algo se tiene que hacer cargo de lo que dice. Yo no admito dirigentes políticos, ni dirigentes de ningún género, que hoy dicen una cosa y mañana dicen otra. Yo he dicho y he repetido que un golpe de Estado estaba excluido, y después voy a explicar por qué lo dije y cuál es la significación de eso hoy día.
Pero lo primero es que al analizar esta situación tenemos que entender que recién esta tarde se ha comenzado a hablar de golpe de Estado. Hasta ayer era “la renuncia de Chávez”. Hoy todavía en la mayoría de los medios de comunicación fue “la renuncia de Chávez”. Tuvimos que aparecer en cantidades de medios un grupo de personas haciendo hincapié en el hecho harto evidente –pero sin embargo ocultado– de que se trataba de un golpe de Estado contra un gobierno constitucional democráticamente elegido. Esto tiene una significación muy profunda.
Todos ustedes saben que había dos causas fundamentales que ponían a Estados Unidos contra el gobierno de Chávez de manera absolutamente inexorable.
Una de ellas era la más obvia, la que se ve todos los días: el precio del petróleo. Ya es suficiente para derrocar uno y cien gobiernos; para provocar una y cien guerras. Pero déjenme decirles que no era la causa más importante. El punto fundamental en mi opinión es que Estados Unidos después de 10 años de primacía en el mundo, ha perdido la iniciativa política en varias regiones del planeta. Y muy específicamente en América Latina. Perder la iniciativa política significa ni más ni menos que aquellas banderas con las que recuperó el lugar que había perdido en los años 1970 con la guerra de Vietnam; aquellas banderas con las que en última instancia enfrentó a la Unión Soviética y políticamente la venció, no las tiene más.
Esas banderas son: democracia y derechos humanos.
Como muchas corrientes de izquierda revolucionaria no habían asimilado en toda su profundidad el valor histórico de la consigna democracia, Estados Unidos tuvo la posibilidad en los 1980 de levantar una bandera –que no le pertenece, que ha mancillado permanentemente– y sin embargo mostrarse como representante ante el mundo de los derechos humanos y la democracia.
El absurdo más inconcebible: Estados Unidos acababa de devastar Vietnam, Laos y Camboya; y se presenta ante el mundo como el defensor de los derechos humanos. Había hecho golpes de Estado aquí y allá en todo el planeta, y aparecía como el representante de la democracia.
Y el mundo lo creyó; los académicos lo creyeron; los periodistas lo creyeron; los políticos, incluso muchos de izquierda que se dieron vuelta en el camino, si no lo creyeron dijeron haberlo creído. Y estafaron a quienes son mayoría esta noche aquí: ustedes, los jóvenes.
Los estafaron con la promesa de que el mundo iba a vivir en democracia, que el desarrollo y la garantía de los derechos humanos se conseguirían sobre la base de este sistema; que había que corregir, reformar, pero que era el único posible. Los estafaron. Y no podíamos, ante la opinión dominante en el mundo, hacernos oír por las masas y explicar que estaban siendo estafados. Hoy quien quiera verlo lo ve, sin ayuda. Y esto es lo importante en este golpe de Estado que no es el primero y no va a ser el último.
Estados Unidos no fue ni puede ser jamás –mientras sea capitalista, potencia imperialista, claro, porque también le va a llegar su hora– no puede ser el abanderado de los derechos democráticos, de las garantías constitucionales, de los elementales derechos de la humanidad. A todos los viola aunque hace con algunos una muestra, una exhibición pública, pero en determinados lugares y en determinados momentos.
La gravedad y la imposible solución de la crisis del capitalismo hace que el sistema y sus gobernantes no puedan garantizar ningún derecho humano. En primer lugar el más elemental: que todas las personas coman todos los días. Pero con el curso de los acontecimientos no pueden garantizar la Constitución, las leyes, no pueden garantizar la verdad. Hace 10 días o un mes hemos sabido –no se puede creer pero hay que creerlo, porque se publicó en todos los diarios, salió en la tapa del New York Times– que el gobierno de Estados Unidos había creado formalmente una comisión para mentir a la prensa del mundo. Lo nuevo era, desde luego, que formaban la comisión públicamente, pero fíjense hasta dónde se llega. Ahora dicen que la disolvieron; y todos decimos: ésa fue la primera tarea de la comisión (risas). Este es el significado de lo que está pasando. Para sobrevivir, el capitalismo, el imperialismo, con Estados Unidos a la cabeza, debe violar la democracia.
No hay en todo el planeta ningún gobierno que haya hecho en dos años y medio seis elecciones consecutivas; las haya ganado a todas, las haya ganado a todas con cada vez mayor cantidad de votantes y con mayor porcentaje frente a sus adversarios. Eso es el gobierno del presidente Chávez; eso es.
Y sin embargo, durante meses, meses y meses hemos asistido a una campaña sistemática de esos órganos de la mentira y de la antidemocracia que son los medios de incomunicación de masas, diciéndonos que había una dictadura en Venezuela. Contra toda lógica, contra toda evidencia.
Pérez Esquivel, que acaba de mandar la adhesión a este acto, ha dicho algo que yo comparto absolutamente. No he visto jamás, dijo Pérez Esquivel, jamás, una prensa nacional que atacara a las autoridades con la libertad y la brutalidad con que se lo hace en Venezuela.
Yo confirmo que esto era así, y hace mucho que es así. Desde que Chávez asumió no hubo un solo periodista preso, no hubo una sola radio cerrada, no hubo un solo canal intervenido. Y habrá que preguntarse si son aciertos o son errores políticos de Chávez. Pero lo que no se puede preguntar es si esto es democrático o no democrático.
Entonces éste es el primer gran factor que debemos despejar en la significación trascendental de este golpe: Estados Unidos vuelve a las únicas armas que tiene, la mentira, la violencia. Y no solamente para Venezuela. Pero hubo otro aspecto.
Cuando se trabaja con seriedad sobre los hechos hay que tener cuidado con los errores, porque en los errores hay una parte de verdad que puede ser muy importante. Puede sonar absurdo lo que yo les diré ahora, pero lo voy a decir porque es la base para comprender no sólo lo que pasó, ni tanto lo que pasó, sino lo que va a pasar en Venezuela de ahora en más.
La oposición política perdió todas las batallas en Venezuela, y antes de ayer y ayer mostró absolutamente su debilidad extrema. Lo estoy diciendo en el mismo momento en que tengo que admitir que hubo un golpe de Estado.
Miren, la secuencia es la siguiente. El 10 de diciembre… vamos a empezar un poquito más atrás. Me lo contó el propio protagonista de lo que les voy a explicar, el principal cerebro de la oposición, Allan Brewer, hace veinte días en Caracas.
El 5 de noviembre Brewer reunió a todos los sectores de la oposición, partidos, sindicatos y organizaciones de cualquier tipo en su casa, en su biblioteca. El es un hombre de la rancia oligarquía venezolana; ex ministro, ex senador, tiene el estudio jurídico más importante de Venezuela. No por acaso, fíjense, era el abogado de Enron en Caracas. Bueno, este señor, me dijo que reunió –o sea que tenía lugar en su casa, muy chica no debe ser– en su escritorio a toda la oposición, y descubrió que era la primera vez que se reunían en dos años. Entonces allí él presentó un programa de acción. Y se pusieron de acuerdo; se recompuso la oposición y plantearon un paro para el día 10 de diciembre.
Sobre la base de la CTV (Central de Trabajadores Venezolanos, asociada a la Socialdemocracia Internacional, a la Ciosl; brazo sindical de Acción Democrática que es el partido Socialdemócrata de Venezuela), y de Fedecámaras, que es una entidad empresarial que vendría a ser una instancia que agrupa a la vez lo que aquí en Argentina es el Consejo Empresario, la UIA, la Sociedad Rural y las entidades de banqueros.
Sobre la base de estas dos organizaciones se hizo un paro en el cual los patrones garantizaban a los trabajadores que les pagarían el jornal, y cerraron las fábricas. Eso se llama lock out, no se llama paro, no se llama huelga. Pero como quiera que se llame, y como quiera que sea, ese paro fue exitoso, muy exitoso el 10 de diciembre.
Así lo escribí. Yo estaba allá ese día, así lo escribí inmediatamente diciendo “fue exitoso el paro”. Ese mismo día Chávez hizo cantidad de movilizaciones y manifestaciones y lanzó una contraofensiva muy poderosa.
Hacia fines del mes de diciembre, montada en la gran experiencia positiva para ellos del 10 de diciembre, esa coalición contrarrevolucionaria le puso fecha a una Huelga General de 48 horas: el 18 de marzo. Entre comienzos de enero y comienzos de marzo hubo una sucesión de acontecimientos, fechas determinadas en las cuales la oposición convocó a sus bases e hizo manifestaciones importantes. Sobre todo el 4 de febrero, que era el aniversario de la sublevación militar de 1992, encabezada por Chávez. Y el 4 de Febrero la oposición juntó a 180 mil personas en la Plaza Francia, que está en el Este de la ciudad de Caracas, el lugar elegante, el lugar de los ricos de la ciudad. En ese momento –la prensa no lo decía, mostraba que había mucha gente contra Chávez (bueno, 180 mil personas es mucha gente), pero lo que no decía la prensa es que en ese mismo momento en Miraflores, que es el Palacio de Gobierno, en el centro de la ciudad de Caracas, había cientos de miles, algunos dijeron millones de personas. ¡¡Y la prensa internacional lo ocultó!! A partir de ahí, y de otras varias pruebas de fuerza, se trabajaba para el paro del 18 de marzo. Pero los resultados no eran auspiciosos para la oposición. Porque se percibía que las bases sociales se daban vuelta frente a sus dirigentes sindicales y se replegaban en relación con ellos.
Entonces para poder promover el paro, la huelga general, lanzaron una huelga de petroleros con un argumento claro. Toda la política de Chávez iba contra la política de la conducción de Pdvsa, que es la YPF de allá, sólo que mucho más importante. Es una empresa estatal que querían privatizar. Entonces largan la huelga petrolera –nuevamente me toca a mí estar ahí– largan la huelga petrolera en la semana del 11 al 15 de marzo y la huelga petrolera fracasa completamente. Se ven obligados a levantar la fecha de la huelga general del 18 de marzo y no le ponen fecha y se fractura la CTV; se fractura la burocracia sindical. Un sector importante, mayoritario, de las direcciones sindicales rompe con el presidente de la Central de Trabajadores, que por supuesto no es central y no es de trabajadores. Y no es venezolana.
En lugar de una huelga general el 18 de marzo, largan una huelga general por tiempo indeterminado de médicos en esa misma fecha. Fracasa totalmente, como me lo adelantó la ministra de salud, María Lurdes Urbaneja. Hay pruebas, hay argumentos dichos y publicados por la propia prensa de la oposición. No se puede ocultar que la huelga médica había fracasado. Y en medio de la semana lanzan una huelga docente. El ministro de educación es un maestro, un maestro que viene de una organización revolucionaria, Aristóbulo Istúriz. El sale a la calle a explicar los motivos del paro llamado por la conducción de CTV y la huelga docente fracasa.
Todo esto está comprobado, no son palabras. Es en esta situación que este líder de la oposición llamado Allan Brewer, me dice con todas las letras: “La oposición se ha fragmentado hasta lo imposible, no se puede hacer la huelga general”. Y dice más: “con una huelga general se termina, no se empieza”. Acuerdo total, aunque sea este señor quien lo dice.
Bueno, con este cuadro de fragmentación de la cúpula opositora, fragmentación dentro de Fedecámaras y fragmentación dentro de CTV; y con un vuelco masivo de la población en contra de estas conducciones aunque esto no necesariamente signifique que todo el movimiento sindical se alineó con Chávez, se lanza la huelga general finalmente para comienzos de esta semana.
¿Y qué ocurrió? Fracasó la huelga general. Absolutamente: fracasó la huelga general. Esta vez muchos de los patrones que cerraron las fábricas –que ya no eran tantos como lo fueron el 10 de diciembre– se encontraron con que los obreros iban a la puerta de fábrica a pesar de que tenían el día garantizado, la paga, la continuidad del trabajo y el día franco. Iban a la puerta cerrada de la fábrica, y en algunos casos las abrieron.
El comercio funcionó totalmente, el transporte funcionó totalmente, Pdvsa funcionó totalmente. Y todos los empleados del Estado trabajaban. (No dejen de recordar que los empleados del Estado siguen siendo los empleados del antiguo régimen). Todos fueron a trabajar. Por la razón que sea, pero todos fueron a trabajar. El paro fracasó absolutamente. Y sobre la base de ese fracaso ostensible, absolutamente imposible de negar, se lanzó la huelga general por tiempo indeterminado. Eso fue el miércoles. El jueves al mediodía los canales de televisión, todos en manos de la oposición, excepto Venezolana de Televisión que es del Estado –pero que no controlaba por completo el gobierno– esos canales de televisión ayer al mediodía anunciaron que Chávez había renunciado y que había que ir a Miraflores, a la Casa de Gobierno, para dar el empujón final a los militares para que derrocaran al Gobierno completo. Con esta argumentación, con esta mentira, los canales de televisión convocaron –militaron cabría decir– para la marcha a Miraflores. Pero Miraflores, como en todas las movilizaciones anteriores, estaba rodeado por decenas de miles de miembros de los círculos bolivarianos revolucionarios desde un día antes de la proclama de la huelga general. Es decir que llamar a una manifestación hacia Miraflores era llamar a la confrontación, al choque frontal con los círculos bolivarianos que rodeaban la Casa de Gobierno y que defendían a Chávez. Que defendían, vamos a ser más precisos, a la Revolución Bolivariana. Y que eran decenas de millares. En acuerdo, todos los medios de incomunicación anunciaron que Chávez había renunciado. Sobre la base de una mentira en cadena, llamaron a una manifestación para provocar un choque entre dos partes de la sociedad. Un choque obviamente armado. Mientras tanto había un agente de investigación, un espía del gobierno –seguramente había más de uno– en la marcha armada de esta manera, en la manifestación de la derecha. Lo descubrieron y lo mataron. Fue la primera baja que hubo ayer. Después… los acontecimientos ustedes los conocen. En todo caso después puedo dar detalles. Pero lo que quiero subrayar es que no fue una movilización de masas y no fue la oposición política la que derrocó a Chávez. Fue otra fuerza, que no tenía y no tiene fuerza para gobernar políticamente a Venezuela.
¡¡No podrá gobernar!! Excepto sobre la base de la extrema represión, no hay la menor chance de que pueda gobernar.
La gran pregunta y que queda pendiente –yo al menos no puedo responderla hoy, pero voy a estudiar el punto sistemáticamente y apenas tenga una conclusión la transmitiré– es por qué Chávez no actuó de otra manera. Por qué a las cuatro de la mañana pueden detenerlo cuatro generales. La hipótesis más manejada es que hubo una amenaza de masacre de las personas que rodeaban Miraflores. Esto es lo que más inmediatamente está planteado como explicación.
Bueno: pero ¿por qué se llega a esa situación? Todo esto queda abierto y deberá ser respondido. Pero hay una cosa: Chávez no ha renunciado. Chávez está vivo y es un problema tremendo. Porque hay que matarlo, lo cual es un problema enorme. No les temblaría la mano, ustedes se dan cuenta, si no temieran las consecuencias inmediatas. Hay que matarlo pero no pueden. Hay que meterlo preso entonces en Venezuela. ¿Pero cómo se hace para tener preso en Venezuela, a un hombre que, no cabe la más mínima duda, tiene el apoyo de la inmensa mayoría de la población venezolana?
O hay que mandarlo al exilio. Nosotros desde esta mesa, aceptamos que venga a Argentina. Nos ponemos a trabajar con todo su equipo para organizar el Movimiento Bolivariano Revolucionario, en toda América Latina. ¡¡A ver si lo mandan a Argentina!! (aplausos)
Además de Chávez y de Diosdado Cabello, que era el Vicepresidente, hay una cantidad de gobernadores, hay la mayoría de los diputados, hay cientos de intendentes o alcaldes, como se llaman allá. ¿Los van a meter a todos presos?, ¿Los van a matar a todos? Bueno, supongamos que sí (dice alguien: “la derecha no tiene escrúpulos). No es un problema de escrúpulos, es un problema de poder. Desde luego, coincido absolutamente: no tienen escrúpulos. Pero supongamos que se hace eso. ¿Qué se hace con los millones de personas que manifestaban constantemente a favor del gobierno en toda Venezuela? ¿También se la va a masacrar? (dice alguien: Franco en España lo hizo…)
No es mi intención dialogar, porque de ese modo se pierde el hilo de lo que estoy tratando de exponer, pero quiero decir que Franco primero tuvo que ganar una guerra. Y ése es el punto al que voy: si quieren hacer esto, van a comprar lo que no pueden comprar. Es una guerra. Este era el punto al que quería llegar.
Si Chávez hizo bien o mal, si pensó o no pensó que ante la inevitabilidad de la guerra estaría más legitimado no como el presidente que asume esa situación sino como el hombre al que se le ha impuesto lo que no quería, es una de las conjeturas, de las posibilidades. Se puede discutir. Lo que no se puede discutir es que ayer quedó cabalmente probado que la oposición política, la oposición social, no tenía fuerza para ninguna otra cosa que no fuera movilizar mediante argucias, mentiras y medios masivos, a entre 50 y 80 mil personas.
Ahora vamos a ver quién gobierna con esa base social, a un país en que, déjenme decir, hay 15 mil círculos bolivarianos con un mínimo de cinco miembros cada uno y hay un número considerable de ellos –no sé cuántos pero muchos– con inequívoca determinación de asumir la lucha en todos los terrenos y, presumiblemente, con armas.
Hay un sector importantísimo de las fuerzas armadas, sobre todo de coronel para abajo, que no está de acuerdo con esto y que está con Chávez. Estamos ante la división, ya en otro terreno, que habíamos visto muy claramente marcada en la sociedad venezolana. Pero ahora tiene que gobernar un señor que ha sido puesto en nombre de la democracia por tres personas. Desconociendo al Parlamento, ¿Qué van a hacer con el Parlamento? No estamos hablando de lo que quieren hacer; estamos hablando de lo que pueden hacer y pueden hacer sin consecuencias que los arrolle inmediatamente.
Entonces, he aquí mi visión de lo que esta pasando en Venezuela. El problema más grande que se planteó en el último período de la Revolución Venezolana es que Chávez y su equipo no tenían un partido, no tenían la herramienta política para encauzar a la masa que sí tenían y tienen.
Pero fíjense que en el último período Chávez aceleró precisamente en dos direcciones claves. En dos direcciones sobre las cuales nosotros desde nuestra revista Crítica, hemos repetido que se debe trabajar; lo hemos repetido una y otra vez, no para Venezuela –porque no damos línea para Venezuela– sino para Argentina: una herramienta política de masas que congregue a la totalidad de la población explotada y oprimida, más allá de sus definiciones ideológicas y políticas; y un partido político con un claro programa de lucha revolucionaria.
Los círculos bolivarianos son esa herramienta de masas. Y con el conjunto de organizaciones que apoyaban al gobierno el 11 de enero pasado se fundó el Comando Político de la Revolución, cuyo presidente debía estar hoy en esta mesa: el compañero Guillermo García Ponce, un viejo luchador, sin Partido ahora, pero siempre hombre de Partido y hasta hace unos cuantos años, cuando rompió con el Partido Comunista. Este compañero que deberíamos estar escuchando ahora es el responsable del Comando Político Revolucionario. Iba a estar con nosotros para informar, para discutir de este tema crucial del partido y para discutir la realidad venezolana. Estaba en marcha y hay que suponer que sigue en marcha la idea de la construcción de ese Partido, pero no dieron los tiempos.
Un viejo teórico de la revolución social lo dijo hace mucho tiempo: si no se lo construye antes, en el momento de la eclosión de la crisis no se puede construir el Partido capaz de garantizar la Revolución.
Esa es la gran lección. Yo creo –y con esto les voy a dejar ya la palabra a todos ustedes– que nosotros debemos transformar esto que inicialmente era un acto de ilustración y de debate, a partir del cual nos proponíamos formar un movimiento contra la guerra (porque estábamos hablando de un movimiento contra la guerra antes de esto y sin suponer que esto iba a ocurrir; porque la guerra no tiene que ver con esto. Al revés: esto tiene que ver con la guerra. Pero nosotros ahora estamos proponiendo –y ya tenemos muchas adhesiones– conformar hoy mismo un movimiento de solidaridad con Venezuela (Aplausos).
Y proponemos encargar desde ya al compañero Pérez Esquivel una misión internacional, para garantizar la integridad del presidente Chávez y de todos los detenidos y perseguidos por los golpistas.
Proponemos a todos ustedes y a los muchos que se sumarán una misión internacional que viaje de inmediato a Caracas, encabezada por Pérez Esquivel e integrada por muchas personas, varias de las cuales están aquí presentes. Para ir a Caracas, si es posible pasado mañana, con un aviso internacional de que se está yendo, con el acompañamiento de la prensa internacional que podemos garantizar y para decir esto: si quieren asumir que son represores no hablen de la democracia, y si quieren hablar de democracia cúmplanla; ¡¡cumplan con los requisitos elementales, el primero de los cuales es la restitución de Chávez en el poder!!
Tenemos que tener el máximo de audacia y de amplitud para formar esta comisión. Tenemos diferencias políticas y diferencias ideológicas a montones y ninguno se va a olvidar de ellas y a ninguno se le debe pedir que las olvide. Tendremos que ser capaces de entender el momento que vive América Latina y el mundo.
Estados Unidos, el 11 de septiembre pasado, le declaró la guerra a seis mil millones de personas sobre el planeta. Y el 29 de enero en el discurso denominado “El estado de Unión” el presidente Bush dijo con toda claridad que iba a la guerra. A la guerra en todo el mundo, y contra todos. Y hay que reconocerle un mérito: a las palabras las acompaña con la acción.
Bueno, pues eso es lo que hay que enfrentar. Entonces, llamamos a todos, ¡a todos!, cada cual con su bandera al hombro, con su bandera en alto, pero junto a quien quiera que sea que se oponga a la guerra; que se oponga al imperialismo y que se oponga a la dictadura.
Le dejo entonces, la palabra a la asamblea, no sin antes decir que quisiera que subieran a la mesa compañeros a los que veo y si hay alguien que no veo por favor que se haga ver porque hay mucha gente. Quiero invitar al compañero Julio Louis que es representante de la Corriente de Izquierda del Frente Amplio de Uruguay, quiero invitar a un compañero, coronel retirado del ejército, Horacio Ballester (..) me disculpo porque no había visto al decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, Dr. Federico Schuster y, por favor, si estoy cometiendo una omisión ayúdenme a enmendarla rápidamente. Tiene la palabra entonces el señor decano de la Facultad (Aplausos prolongados).