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argentina: balance de las primarias del 14 de agosto

Continúa la desagregación

porLBenCR

 

Introducción

Con movimientos espasmódicos y señales contradictorias, el arco político argentino dio un largo paso más por el camino de decadencia y desagregación. En las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (Paso) del 14 de agosto la precandidatura de Cristina Fernández se impuso con 50,07%, relegando a un nivel ignominioso a la Unión Cívica Radical (UCR) y a dos fracciones del Partido Justicialista (PJ). Si bien la elección efectiva tendrá lugar el 23 de octubre, es improbable que lo esencial de este resultado se revierta, aunque en modo alguno es descartable que cambien las proporciones y puede esperarse resultados diferentes a nivel de legisladores e intendencias. De esta manera el éxito circunstancial de la Presidente coloca una lápida a los dos partidos tradicionales del capital pero no los reemplaza, ni podrá hacerlo, con una fuerza política definida, capaz no ya de trazar y conducir una estrategia nacional, sino siquiera de sostener la gobernabilidad en el próximo período.

Muy lejos de la consolidación de un Ejecutivo fuerte, tanto menos de un bonapartismo efectivo, este saldo aún provisional ratifica que la crisis detonada en 2001 continúa abierta y, sin perspectiva de resolución a la vista, augura un estado de desequilibrio permanente y creciente, alimentado además por la ya reiniciada recesión mundial y la insustentable base económica de la Argentina actual(1).
Resultado en cifras

Aun cuando para analizar el curso social una elección es apenas un factor, a menudo equívoco y sin fundamentos de largo plazo, es preciso comenzar por los resultados de estos comicios según datos oficiales(2): sobre un padrón total de 28.853.153 electores, acudieron a votar 21.757.053, equivalentes al 75,41%. Incluso con voto obligatorio (y la amenaza explícita de no poder votar en octubre si no se cumplía en esta oportunidad), es un porcentaje elevado, demostrativo de interés mayor al esperado. De ese total fueron contados como positivos 20.699.663. Como se sabe, los porcentajes de cada contendiente se calculan desconociendo el padrón total, pero también los votos en Blanco, nulos e impugnados, es decir, se hace como que no existen 7.096.100 ciudadanos que no concurrieron a las urnas y se desconoce la opinión de 1.057.390 que sí acudieron, pero con la decisión de mostrar que ninguna de las fórmulas los representaba.

El frente en torno al Partido Justicialista, con Cristina Fernández como candidata, alcanzó el 50,07%. La Unión Popular, una fracción del PJ encabezada por Eduardo Duhalde el 12,16. Compromiso Federal, otra fracción peronista con Alberto Rodríguez Sáa como candidato, el 8,17. La UCR encabezada por Ricardo Alfonsín pero con la inclusión de dos reconocidos peronistas (Javier González Fraga como candidato a vicepresidente y Francisco De Narváez como aspirante a gobernador de Buenos Aires), fue condenada con el 12,17%. y la Coalición Cívica de Elisa Carrió el 3,24%. El Frente Amplio Progresista de Hermes Binner logró el 10,26%. Hubo 776.880 en Blanco, 258.002 anulados y 22.508 recurridos e impugnados, que sumados y según el modo oficial de calcular equivalen al 5,1% de franco rechazo. El denominado Frente de Izquierda y los Trabajadores (FIT) alcanzó el 2,48% y Proyecto Sur el 0,9%. Si bien este último no tuvo una definición anticapitalista (pese a que dos partidos definidos como revolucionarios integran ese frente, MST y PCR), podría considerárselos como conjunto contestatario, la suma de cuyos votos implica el 3,38% del electorado que concurrió a las urnas.. Aunque resulta imposible confirmarlo, puede estimarse que de esa forzada suma que resulta en un 8,39% (unos 700 mil votos de PSur y FIT, más el millón largo de votos Blancos y anulados), al menos la mitad está integrada por el activo obrero y juvenil. Está a la vista que la abrumadora mayoría de la clase trabajadora y el grueso de la juventud prestó su apoyo al peronismo en general y al FpV en particular, coincidiendo en esa opción con las clases medias urbanas y rurales.
Un segmento numéricamente mayoritario -en más de un caso atravesando líneas partidarias- rechazaba ambas caracterizaciones. Pero carecía de cohesión teórica y de estrategia común. Y salvo excepciones, estaba compuesto por organizaciones de porte menor.

 

 Espanto y sorpresa

A la reacción de espantada perplejidad en la oposición burguesa por semejantes resultados le hizo espejo la sorpresa del propio oficialismo: si bien era unánime la previsión de que Fernández sería ganadora, fueron inesperados los porcentajes de unos y otros. Luego, entre los balbuceos de aquélla y el triunfalismo de éste, el análisis objetivo del proceso en curso ha quedado al margen. Mención aparte merecen las consultoras y ciertos analistas al uso, a quienes les volvió el alma al cuerpo y se apresuraron a confirmar sus previsiones de meses atrás, pese a que evitaron hacer públicas sus encuestas u opiniones previas al 14 de agosto, apabullados como estaban por los resultados de tres elecciones sucesivas en puntos clave del país: Capital Federal, Santa Fe y Córdoba, donde el oficialismo fue arrasado.

Así las cosas, ha quedado en el limbo la explicación objetiva de la lógica interna entre la conducta social en esos tres casos insoslayables y el resultado de las Paso. Comentaristas ajenos al rigor y la seriedad elementales eligen entre cargar la responsabilidad a los impresentables candidatos de la oposición burguesa o celebrar la supuesta solidez del enraizamiento social del elenco gobernante, atribuido a no menos supuestos avances en pos de la igualdad y la justicia. Los hechos distan de estas socorridas interpretaciones como está lejos el gusano de la mariposa.

Como primera evidencia salta a la vista el irremediable descalabro de la UCR, la imposibilidad de recomponer este aparato principal del dominio de clase, así como el fiasco de quienes intentaron recomponer el PJ a través de un discurso peronista ortodoxo. Estos son dos factores cruciales para comprender la realidad argentina y su dinámica: los de arriba han perdido, y para siempre, sus dos partidos con enraizamiento y control de masas. Pero esto significa nada sin la contraparte, que es todavía más transparente a poco que se quiera mirar de frente la realidad: el oficialismo está apoyado sobre un PJ todavía más fragmentado que aquellos que asumieron la oposición, y la sigla bajo la que se cobija el gobierno, Frente para la Victoria (FpV), es un enorme tambor de hojalata vacío, capaz de eventualmente hacer mucho ruido pero sin nada dentro.

Desde luego, las causas son múltiples y residen en un imbricado entretejido de fuerzas objetivas y subjetivas, imposibles de percibir a simple vista. Entre las primeras están el crecimiento económico (superará el 7% este año) y el auge consumista (con base en el endeudamiento individual) de los últimos años, combinado una semana antes de los comicios con la eclosión de un nuevo y gravísimo episodio de la crisis económica capitalista en los países metropolitanos, anunciador del retorno de la recesión mundial. Aquí aparece el factor subjetivo atravesando el conjunto social, cuando cada ciudadano, en primer lugar las clases medias, se preguntó acerca de los efectos posible en Argentina y, con prescindencia de color político, vio y oyó a candidatos de la oposición en una catarata de vaciedades repetidas hasta el hartazgo por radio y televisión.

La extraordinaria volatilidad de la opinión general es el punto en que más crudamente plasma el cataclismo político argentino, que ha desmoronado a los partidos tradicionales de las clases dominantes, pero también a las izquierdas.

A lo largo de la historia el marxismo ha estudiado exhaustivamente el comportamiento político de las clases medias. En una de sus elocuentes metáforas, Trotsky las comparó con un enfermo afiebrado, que se revuelve en su lecho volcándose ora a derecha, ora a izquierda. Lo nuevo, en Argentina, es que no hay en el arco partidario estructuras realmente existentes a derecha o izquierda para que esas masas oscilantes puedan recostarse en ellas. No puede asombrar, por tanto, que en un momento de zozobra internacional hayan optado a último momento por el statu quo(3).

A propósito, un ejemplo muestra la irracionalidad del pensamiento adosado al oficialismo: los intelectuales del poder, desesperados por el supuesto «giro al fascismo» de la ciudad de Buenos Aires cuando el 31 de julio Mauricio Macri obtuvo en segunda vuelta el 63% de los votos, dos semanas después atribuyen a la «sabiduría popular» y a las virtudes oficialistas la victoria en las Paso. En vano se buscará siquiera un intento por vincular con criterio científico ambos fenómenos. Es una renuncia al pensamiento y a la seriedad individual.

Pues bien, el nuevo barquinazo mundial, combinado con el perfil de incapacidad y corrupción de los dos principales candidatos opositores hizo virar en redondo a las clases medias urbanas y rurales respecto de su comportamiento apenas horas antes, arrojándolas a los brazos trémulos de un asustado oficialismo.

En cuanto a la clase obrera y los sectores populares, que en las tres elecciones aludidas se volcaron mayoritariamente a la oposición, la explicación de su giro, también condicionada por la reaparición de la crisis mundial, tiene sin embargo otro factor determinante. Un análisis de las elecciones en Santa Fe elaborado por el periódico El Espejo(http://deargentinaelespejo.blogspot.com/), concluía el 26 de julio con la siguiente afirmación, en referencia a la toma de distancia del gobierno frente a la CGT y el aparato del PJ para armar las listas de candidaturas y los resultados obtenidos en tres distritos fundamentales:

«El elenco gobernante ensayó un intento desesperado para eludir el cepo en el que lo tienen la CGT y el PJ. De aquí al 14 de agosto al gobierno le quedan dos posibilidades: cede a las exigencias de esos aparatos (negocios contantes y sonantes), o se arriesga a no tenerlos como aparato efectivo para la crucial tarea de movilizar electores para las Paso. En cualquier hipótesis, los intereses de la nación, de la clase trabajadora y el conjunto del pueblo, están fuera de los planes de las camarillas burguesas y aparatos corruptos hoy enfrentadas a cuchillo por el poder y el reparto de la renta nacional».

A la luz del resultado del 14 de agosto, queda claro que, tras los sopapos recibidos en Capital Federal, Santa Fe y Córdoba, el gobierno cedió a exigencias de ambos aparatos. Así, la amenaza de estos de volcarse en favor de Duhalde o Rodríguez Sáa, se transformó en un frente único circunstancial de los llamados «barones del conurbano» (la mafia y la ultraderecha enquistada en el PJ), y la CGT, en este caso acompañada por la fracción oficialista de la CTA(4). Entre muchas informaciones imposibles de ser probados relativas a esa negociación (por ejemplo el freno al juicio que amenaza con llevar a la cárcel a Hugo Moyano), hay uno públicamente constatable: Moyano -acompañado por Hebe de Bonafini, antes de que estallara el escándalo- fue el principal apoyo en el acto de lanzamiento de Amado Boudou como candidato al gobierno de Buenos Aires, mientras simultáneamente el titular de la CGT y sus hombres más allegados defendían la necesidad de que el vicepresidente de Cristina Fernández fuera un hombre de la central sindical. Obligada por encuestas que mostraban la irremediable flaqueza electoral de Boudou, la Presidente eligió a última hora a Daniel Filmus el 20 de mayo. Cinco semanas después, a despecho de sus sólidos antecedentes neoliberales, Boudou fue designado por Fernández como su segundo en la fórmula presidencial.

Es verdad, también, que los aparatos del PJ y la CGT actúan con un doble movimiento, inverso en su expresión pero coherente en su objetivo: garantizar que el poder quede en manos del peronismo, a la vez que se realizan todas las maniobras necesarias para quitarle espacios al gobierno y tener capacidad para condicionarlo. En ese sentido, la nueva ley electoral acordada por el PJ y la UCR dos años atrás y el absurdo de más de 20 elecciones en ocho meses, calza como un guante en aquellas necesidades de manipulación electoral y sobrevivencia política.

Otro factor de relativo peso fue la abrumadora cantidad de recursos financieros destinados por la campaña oficialista en general y en particular la apuntada a la juventud, que tuvo éxito en franjas electoralmente significativas de jóvenes de la pequeño-burguesía. En este terreno fue particularmente efectiva la táctica en relación con los derechos humanos, tanto más despreciable cuanto la pareja presidencial jamás estuvo involucrada en esa noble tarea. La cooptación de organismos como Madres y Abuelas de Plaza de Mayo tuvo, no obstante, un significativo impacto en la captación de sectores juveniles. El cinismo de esta política es una prueba más de la degradación de las clases dominantes cuando de manipular la conciencia social se trata. En ese mismo sentido, el doble discurso relativo al alineamiento con el proceso revolucionario en América Latina -mientras se encolumna efectivamente con el G20- es una palanca de enorme efectividad para atraer el respaldo in extremis de gran parte del activo militante disperso.

En un marco de prolongada parálisis del movimiento obrero y férreo control de las estructuras por parte de la burocracia sindical, cuenta también la conducta circunstancialmente conservadora de la clase obrera industrial con empleo formal, beneficiada por aumentos salariales que neutralizaron -o poco menos- los efectos de la altísima inflación. Y sobresale el papel del aparato corrupto de los denominados «punteros», que mediante los planes trabajar y el subsidio para los menores manipulan a grandes sectores sociales sumergidos.

Por último, aunque de primera importancia, es preciso afirmar sin rodeos que el desplazamiento de votos que dio una neta victoria al gobierno tiene como palanca principal la inexistencia de una fuerza revolucionaria con raigambre en las masas, factor que, desde luego, es causa y a la vez efecto del estado de confusión y parálisis de la clase obrera y el conjunto del pueblo.

 

Sociedad, política y elecciones

Quien suponga exagerada la afirmación de que el gobierno temía los resultados del 14 de agosto simplemente debe recordar la retahíla de acontecimientos que precedió a las Paso. Además del clima creado por las derrotas oficialistas en Capital Federal, Santa Fe y Córdoba, en incompleta síntesis sobresalen la revelación de la estafa en torno a la construcción de viviendas para sectores desposeídos, que involucró a la Fundación Madres de Plaza de Mayo y derrumbó un preciado ícono para las vanguardias de las últimas tres décadas, el escándalo de latrocinio y mentira expuesto en el Instituto Nacional contra la Discriminación (Inadi), el resultado negativo en el caso de los hijos adoptivos de Ernestina Herrera de Noble (propietaria del grupo Clarín) acusada por la Presidente de ser «apropiadora» y desmentida por la Justicia en vísperas de la elección, la admisión por parte del juez de la Suprema Corte Eugenio Zaffaroni (cuyo nombre había sonado como eventual vicepresidente de Fernández) de que cinco de sus quince departamentos alquilados eran utilizados como prostíbulos(5) y, como colofón, la toma de tierras para vivienda en Jujuy, con el saldo de cuatro personas muertas, sumadas a otros diez asesinatos en luchas sociales en poco más de un año, sin que la Presidente, a escasos días de las elecciones, dijera una sola palabra al respecto. Eran hechos con peso suficiente para incinerar una candidatura. Como se sabe, ocurrió lo contrario.

Visto desde el punto de vista social, ese apoyo de la mitad de la ciudadanía al gobierno implica un frente de clases coyuntural tras la figura abstracta del «kirchnerismo» y un jamás definido «modelo», ambos encarnados en Cristina Fernández, con un programa de gobierno burgués, formulaciones equívocas respecto de la unión latinoamericana, la justicia social y la rendición de cuentas de la última dictadura, todo regido por un hecho probado de fe capitalista y subordinación al imperialismo (póngase de lado el pago de la deuda externa y la entrega a mineras, petroleras, pesqueras y telefónicas): el ingreso al G-20 en medio del cataclismo capitalista de 2008.

Desde el punto de vista político ese resultado se expresa en que los candidatos peronistas obtuvieron en las Paso el 70,4% de los votos válidos; el liberalismo conservador (Alfonsín más Carrió) el 15,41%; el liberalismo progresista del Partido Socialista más pequeños aliados en el FAP, el 10,26%. En suma, las diferentes caras de la burguesía conquistaron el 85,81% de los votos válidos; la propuesta socialdemócrata-socialcristiana el 10, 5%; Proyecto Sur y el FIT un 3,3%, bastante menos que la suma de votos en Blanco y anulados: 5,1%.

La mostrada volatilidad política, por tanto, se apoya en un consistente alineamiento social de sujeción del proletariado y el pueblo a las expresiones partidarias del capitalismo. Para una estrategia de unión latinoamericana, frente antimperialista y revolución socialista, el verdadero problema es este último y no su resultante política: a este respecto el balance no sería diferente si las urnas hubiesen dejado la posibilidad de que el 23 de octubre, en la elección real para el ejecutivo nacional, la oposición burguesa hubiese obtenido un resultado más equilibrado, la posibilidad de pasar a segunda vuelta y, como lo tenía planeado, hacer un bloque para desplazar del gobierno al actual elenco. En todo caso, la gran diferencia consiste en que los abanderados del mal menor se han salvado de tener que llamar en una segunda vuelta a votar por Fernández y su vice, funambulesco producto residual del liberalismo de los 1990, argumentando según la lógica de la continuidad capitalista con rostro, según su gusto, menos fiero.

 

Agotamiento de la democracia burguesa

Tras la rodada de Duhalde y Alfonsín en las Paso, no hay comentarista que no destaque la inviabilidad de un PJ reconstituido por fuera del oficialismo y reconozca que la aparente recuperación de la UCR era sólo el soplo de energía que suele preceder a la muerte. No habría que descartar que se equivoquen ahora como lo hicieron semanas atrás, al poner expectativas en aquellas formaciones no ya para ganar una elección, sino para garantizar la gobernabilidad. Es que este episodio es uno más de la larga serie demostrativa del agotamiento tendencialmente irreversible de la UCR y el PJ que, además de reflejar la crisis estructural del capitalismo, anuncia el inexorable ocaso institucional del poder burgués(6). En este decurso, los últimos treinta años han quedado bajo el predominio de quienes se empeñaron en buscar la menos mala de las innumerables ramas de aquellos dos troncos podridos. Junto con el inicio de la escalada electoral este año, una cantidad de cuadros fueron arrastrados y otros tantos paralizados por la gravitación objetiva de la eventual victoria oficialista, señalada en el desierto político actual como «lo menos malo».


Esa funesta idea del mal menor, intrínsecamente reformista, aunque pretenda lo contrario suma impulso a la dinámica de disgregación y descontrol, con el agravante de que contribuye a impedir la creación de una alternativa real de masas, de carácter anticapitalista. Ensambla así a la perfección con las formaciones infantoizquierdistas y con el accionar irracional de las clases dominantes.

Potenciándose mutuamente, la degradación de los partidos y sus candidatos, el vaciamiento de las campañas electorales, el clientelismo descarado, la corrupción rampante en los tres poderes, todo en el marco del agravamiento de la situación social para vastas mayorías y el aumento palpable de la marginalización de millones de argentinos, están clausurando en términos estratégicos la vía democrática para mantener el control burgués sobre la sociedad mediante mecanismos institucionales.

Entiéndase bien: esta perspectiva estratégica no se verificará linealmente y, mucho menos, en el corto plazo. Como sea, es incontrastable que las masas y sus vanguardias están empujadas a buscar nuevos caminos. Yerra quien suponga que los ejemplos a la vista en el Norte de África, en España y Gran Bretaña, en Chile, no impactarán en el estudiantado y las juventudes marginalizadas de Argentina.

De seguir la política nacional con el rumbo actual y, en la certeza de que la situación económica se agravará y descargará calamidades sobre las mayorías, las clases explotadas y oprimidas, sus vanguardias, las juventudes, renegarán del sistema democrático-burgués que desde la restauración institucional, 30 años atrás, ha entregado y empobrecido hasta niveles impensables a la otrora orgullosa Argentina. Pero el hecho es que las clases dominantes no tienen opción. No pueden regenerar un sistema republicano genuino. Tampoco pueden apelar, como tantas veces en el siglo XX, a un golpe militar. Desde 1983 han avanzado en zigzag pero con una resultante inequívoca, hasta que todo explotó en diciembre de 2001. Luego vino la pausa reconstructiva del equilibrio burgués, timoneada por Raúl Alfonsín y Duhalde. Y, tras el fracaso de recomposición partidaria de esa operación, el gobierno le fue entregado a Néstor Kirchner, quien luego de un fugaz intento «transversalista» regresó al vientre del monstruo: el PJ. El panorama post-Paso muestra que no hay reconstrucción posible de los partidos burgueses y replantea la vigencia de la crisis expuesta en 2001.

 

El FpV no tiene existencia real ni futuro posible

En el marasmo, no son pocos los que visten a Cristina Fernández con ropas de salvadora. Así como en 1995, cuando fue reelegido con el 49,6% de los votos, Carlos Menem era «alto, rubio y de ojos celestes», ahora la señora es «una estadista, maestra en el arte de interpretar los sentimientos de las masas». Ella misma se definió con elegancia estilo Chateaubriand (o Churchill, si se prefiere): «no soy gila», explicó en un discurso oficial transmitido por cadena nacional. Además de las huestes oficialistas, estas interpretaciones provienen de una izquierda residual frepasista y ex comunista, pero también de sectores del capital.
Más que ilusión, es un dislate. El peso de 10.363.319 votos es obviamente muy grande y, en determinadas circunstancias y dependiendo de las medidas que la Presidente tome en materia económica y social en el próximo año, puede dar un margen de maniobra igualmente importante. Pero la volatilidad señalada, también en dependencia de las medidas a adoptar, puede disolver ese poder en cuestión de días. Con base en lo ocurrido a lo largo de ocho años (y sin contar el cumplido por Kirchner como gobernador de Santa Cruz), es posible excluir una afirmación antimperialista y popular que revierta la constantemente regresiva distribución de la riqueza. Más aún, esto permite asegurar que no se construirá un partido de ninguna naturaleza. Ocurrirá lo contrario: más pobres y marginalizados, más fuerzas centrífugas, más disgregación. El así llamado «kirchnerismo» es la fase superior de una decadencia de clase planteada desde fines de los 1960, cuando una oleada de sublevaciones obreras, estudiantiles y populares, rompió para siempre la fantasía de una Argentina capitalista en crecimiento bajo la égida del capital. Recurso desesperado de la burguesía tras el ensayo insurreccional de 2001 y las Asambleas de 2002, el actual elenco gobernante cumplió su tarea de destruir lo que quedaba del movimiento popular, revolucionario y democrático, cooptando cuadros, corrompiendo organizaciones insospechables y desmoralizando a miles de activistas. Pero el verdadero objetivo por el cual el capital local e imperialista dieron lugar a esta instancia, recomponer los instrumentos sociales y políticos de dominación de clase, no pudo llevarlo a cabo. Por el contrario, al comportarse como una camarilla de advenedizos dispuestos a enriquecerse en poco tiempo y a cualquier costo, sin plan de acción y mucho menos estrategia nacional, el «kirchnerismo» aceleró hasta el paroxismo la corrupción, la disgregación de partidos, el desprestigio de dirigencias en todos los planos, el descreimiento de las masas en las instituciones de una república burguesa. Eso fue evidenciado y bien medido con las derrotas señaladas en los tres centros vitales del país.
La naturaleza y condición de esta corriente aparece en un hecho si se quiere anecdótico: en 1973 buena parte de quienes hoy integran el oficialismo levantaron la consigna «Cámpora al gobierno, Perón al poder». No hace falta recordar cómo se desenvolvió aquella estrategia. Como lacerante farsa de esta repetición histórica, cuatro décadas después la consigna es «Cristina al gobierno, La Cámpora al poder». El sólo hecho de apelar al nombre de un personaje autodefinido como «obsecuente», conservador, invertebrado, carente de toda idea propia y ajeno a cualquier expresión de lucha de masas, califica por sí mismo el contenido ideológico, político y estratégico de esta agrupación prefabricada. Pero, sobre todo, habla de la impotencia y segura intrascendencia histórica del kirchnerismo. Fuera de duda, en sus filas militan cuadros valiosos. Pero lo mismo podría decirse de otras formaciones cuya estrategia es mejorar el capitalismo argentino y bregar por su sustentabilidad. Con todos ellos el debate es respecto de la posibilidad de avanzar en materia de soberanía, justicia social y desarrollo económico autónomo sin adoptar, como punto de partida, medidas anticapitalistas que, naturalmente, presuponen una ruptura franca con el imperialismo. El papel jugado por el gobierno argentino al ingresar al G-20 en medio del colapso económico mundial exime de toda argumentación ulterior: sumarse a la operación imperialista para salvar el capitalismo no es una manera congruente de iniciar una larga transición al socialismo. La lucha ideológica con esta militancia, así como con agrupamientos reformistas adosados al poder con argumentaciones pseudo revolucionarias, no puede pedir ni ofrecer tregua.

 

Dos caras de la misma medalla: sectarismo y oportunismo

Tras muchos años de sistemático debilitamiento y como efecto directo de la nueva ley electoral, la izquierda sectaria se movió abruptamente a contramano de su historia. Izquierda Socialista, Partido Obrero y Partido de los Trabajadores Socialistas, conformaron el denominado Frente de Izquierda y los Trabajadores. El MST se incorporó a Proyecto Sur. Posteriormente el PCR -un partido diferente a los cuatro restantes- tomó la misma línea y se sumó a la sigla encabezada por Fernando Solanas.

Explícitamente en el primer caso, encubierto en el segundo, el motor de decisiones que contradicen la totalidad de la práctica de estas organizaciones durante años no fue otro que el temor a perder el registro electoral, la personería legal trabajosamente obtenida y puesta en riesgo por una ley restrictiva y proscriptiva. Sólo desde una perspectiva sectaria, como la que las mencionadas organizaciones esgrimen en cualquier momento y lugar, se podría condenar desde un principismo abstracto la decisión de asumir una maniobra política para preservar un espacio de lucha en el ordenamiento obligado por el Estado patronal. Otra cosa es evaluar y debatir la manera en la que se concreta esa maniobra, su contenido político concreto y su dinámica futura.

El FIT centró su campaña en pedir el voto contra «la proscripción»; algo así como «vótenos para… poder seguir votándonos». La consigna de las últimas semanas, la más difundida, es sorprendente en un partido político, tanto más si se proclama revolucionario: «400.000 votos para hacer oír tu reclamo». El FIT tomó como punto de partida la certeza de que no alcanzaría el 1,5% exigido por la ley. Y el cálculo no era errado, a estar los registros sucesivos alcanzados por las tres siglas sumadas. Tal contenido, con tono plañidero, tuvo el grueso de las intervenciones radiales y televisivas de los candidatos. Al punto que un redactor del diario Clarín lo denominó «voto lástima». En esa cuerda, un periodista del área de espectáculos, conocido por los chismes del corazón, ajeno y contrario a las ideas de estos partidos, tuvo la ocurrencia de hacer una campaña mediante twitter para pedir «un milagro». El tono y contenido de semejante idea fue una verdadera ofensa al militante revolucionario: sólo un milagro podía hacer que tres partidos sumados alcanzaran el 1,5%. Y la permanencia de una organización revolucionaria quedaba en manos de personas no ya contrarias al socialismo, sino cuestionables por su labor pública. Como sea, el hecho es que la campaña cobró inusitado vuelo (el periodista de marras tiene, según se asegura, 600 mil seguidores en Twitter). Lo peor de la prensa burguesa, empeñada en restarle votos al oficialismo, difundió la boutade y dio inusual espacio a los candidatos del FIT. Una oportunidad magnífica, en cualquier caso. El hecho es que sólo marginalmente esa oportunidad fue utilizada para educar a obreros y jóvenes respecto de la sociedad de clases, el papel del capitalismo, el significado del consumismo, la crisis galopante del imperialismo. Por supuesto no hubo un segundo dedicado a la defensa de Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Ecuador, puesto que para el FIT los gobiernos de esos países son «agentes del imperialismo». Mucho menos denunciar la guerra contra Libia o la provocación belicista contra Siria.

El resultado, positivo en este caso, fue otra abrumadora prueba de la confusión ideológica y orfandad política de la sociedad argentina: en la convicción de que estaban adoptando una posición de defensa democrática del derecho de un partido a participar de elecciones, individuos y agrupamientos, sobre todo jóvenes, anunciaron que votarían al FIT, subrayando que no comparten sus posiciones y que ese voto no se repetirá el 23 de octubre. Así, el FIT superó por nueve décimas la prueba y su fórmula presidencial podrá participar en los comicios presidenciales. Es de esperar que ahora, sin la presión del registro electoral, utilicen el espacio mediático al que accedan para difundir las ideas de la revolución y defender explícitamente el «derecho democrático» de Raúl Castro en Cuba, Hugo Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia, Daniel Ortega en Nicaragua y Rafael Correa en Ecuador a continuar con sus gobiernos revolucionarios sin amenazas y boicots de Estados Unidos, sin campañas calumniosas por parte de los medios del capital donde son invitados a exponer. El verdadero milagro sería ése y que los tres agrupamientos continúen aunados después del 10 de diciembre, cuando asumirá el próximo gobierno y comenzará un vigoroso período de luchas sociales y políticas.

Otro fue el resultado del intento ensayado por el MST. Pergeñado al calor de una elección en la que Solanas obtuvo casi el 25% de los votos en la Capital Federal, en 2009, el ingreso del MST a Psur apuntó al mismo objetivo del FIT, mantener el registro electoral, aunque subordinándose al arbitrio de una dirección inorgánica y personalista. Ocurre que en algún punto del camino, por razones que resultan políticamente inexplicables, Solanas torció el rumbo conceptual y acentuó el unicato dirigencial. No sólo fue abandonado el antimperialismo -ni hablar de socialismo- sino que también el proceso revolucionario latinoamericano desapareció de las profusas intervenciones de Solanas en radio y televisión(7), que monopolizó en grado absoluto la representación de ese espacio en los medios de comunicación. De modo que el MST desapareció de la agitación revolucionaria en campaña electoral. Precio demasiado elevado, tanto más aún si al cabo Psur no llegó ni al 1% de los votos y perdió la posibilidad de presentarse a la elección presidencial. Como saldo de este viraje, este agrupamiento contabiliza a su favor una victoria estratégica: un legislador en la Capital Federal, como parte de la lista de Proyecto Sur el 10 de julio.

Detalles y anécdotas al margen (la celebración de su dudosa victoria por parte de la dirigencia del FIT quedará en los anales del contorsionismo oportunista), importa subrayar que la izquierda sectaria mostró la otra cara de la medalla, se hundió en el electoralismo y ratificó su incapacidad táctica y estratégica para dar respuesta al proletariado y las grandes masas en un momento de convulsiva crisis capitalista.

 

FAP: siglas nuevas, resonancias antiguas

En el tramo final del camino al abismo emprendido por Solanas, Psur pareció consumar un bloque con el Partido Socialista (PS), el Frente Cívico dirigido por Luis Juez, Libres del Sur y varias siglas surgidas de la fracción no oficialista de la CTA. Tres días después de un acto público en el cual esa coalición quedó públicamente sellada, Binner anunció el nacimiento del Frente Amplio Progresista, al tiempo que Solanas denunciaba una traición, rompía con la nueva formación y espejando el primer paso del FAP designaba, sin la menor participación de sus adherentes, la fórmula presidencial y demás candidaturas principales.

Esta abrupta fractura, en el tramo final de la campaña electoral, pareció programada para aumentar la confusión del ciudadano y la desmoralización de la militancia. Pero fue en realidad la consumación de proyectos en un caso centrado en torno a un individuo y en otro en un programa de cuidadosas reformas al capitalismo local, defensa del sistema capitalista mundial y choque estratégico con la revolución latinoamericana.

Así se explica el, en apariencias, insólito lanzamiento del FAP sin la presencia de Psur y la designación de candidatos de uno y otro bloque que la militancia conoció por la prensa burguesa. No es que Psur mantuviera banderas antimperialistas. Pero el programa de los cinco puntos originales de ese bloque es redondamente incompatible con el programa del FAP. Por cierto a esto hay que sumar una enfermiza disputa por cargos y candidaturas, que marcó el nacimiento del FAP y la declinación de Psur con los peores rasgos de la política burguesa.

Tras la disgregación y colapso electoral de Psur (25% Solanas en 2009; 12% él mismo como candidato a jefe de gobierno en Buenos Aires; 0,9% su fórmula presidencial en las Paso), el cineasta la emprendió contra Binner y contra los dirigentes de la fracción no oficialista de la CTA que, habiendo estado con él en Psur, cambiaron de caballo a mitad del río. No ahorró calificativos ni revelaciones (ciertas, sin duda) para explicar la conducta de sus aliados en los dos últimos años. También acusó a Libres del Sur: estuvieron, dijo «en 2008 con Kirchner; en 2009 con Sabbatella; en 2010 con Proyecto Sur y en 2011 con los socialistas. ¿Dónde estarán en 2012? Son fuerzas que se posicionan de acuerdo a lo que pueden conseguir en los armados electorales; nosotros abrimos la fuerza para conformar algo serio». Verdad. Sólo que en 2010 Libres del Sur fue un punto de apoyo clave de Solanas para timonear al Psur desde un solitario puente de mando. Y los brazos políticos de la fracción de la CTA proveyeron la única ilusión de proyección de bases del Psur. Ocurre que estos desgajes son ahora parte del FAP, hegemonizado en todo sentido por el PS.

Desde mucho tiempo atrás(8), a partir de la derrota de Néstor Kirchner en las legislativas del 28 de junio de 2009 y la abrupta caída en la aceptación social del gobierno (luego revertida con la recuperación económica de 2010 y, singularmente, con la muerte del ex presidente), la burguesía se planteó el recambio y, ante el páramo que tenía enfrente, comenzó a considerar y promover la figura de Binner(9).

En un escenario muy diferente -fracaso rotundo de la burguesía para revivir la UCR y el PJ, recuperación de la imagen de Cristina Fernández- con el 10% obtenido por el FAP Binner vuelve a ser una carta capaz de mover el fiel de la balanza. No por acaso el Pro de Mauricio Macri, a través de su diputado Federico Pinedo propuso formalmente que Alfonsín y Duhalde renunciaran a sus candidaturas y apoyaran a Binner.

En pos de la unidad social y política de los trabajadores y el conjunto del pueblo, en función del valor estratégico que tendría sepultar al bipartidismo y romper ese recurso de equilibrio del poder burgués, un bloque electoral con «Binner como candidato a presidente, con Luis Juez en Córdoba, Fernando Solanas en Capital Federal, Miguel Lifschitz en Santa Fe y una figura a definir en Buenos Aires -que puede provenir del grupo de Margarita Stolbizer o de los restos desperdigados de la CTA», como propuso la UMS en enero de 2010 en el periódico citado, era una línea de acción reivindicable y posible. A condición, claro está, de que afirmara un programa en torno de los cinco puntos poco después olvidados por Psur, que garantizara un funcionamiento interno participativo y democrático y diera lugar a identidades diferentes aunadas por un programa. Decía el texto citado: «No hay aquí una cuestión de principios. Es preciso diferenciar entre bloque electoral y herramienta política de masas. El dilema estriba en medir con objetividad y precisión si (…) en una situación de extrema volatilidad, la militancia revolucionaria puede encontrar un punto de cohesión y alcanzar la capacidad para actuar eficientemente tras la perspectiva de la unidad latinoamericana, la confrontación sin concesiones con los imperialismos y la afirmación de cimientos para el socialismo del siglo XXI. El punto en debate es si se puede o no lograr un paso adelante efectivo en la conciencia y la organización de las masas, en pos de superar cualitativamente la noción de frente popular según la fórmula stalinista para dar paso a un frente antimperialista encabezado por fuerzas revolucionarias y con base en las clases explotadas y oprimidas».

Y agregaba a continuación «Una eventual alianza electoral con Binner no podría retroceder de aquella plataforma que incluye la recuperación de las riquezas nacionales, la negativa a pagar la deuda externa ilegítima y el compromiso con la unión latinoamericana, además de las demandas obvias relativas al salario, el empleo, la salud, educación y vivienda».

Es en este punto donde importa el anecdotario de la pelea entre las tres principales figuras de Psur, el fraccionamiento de éste, el salto de varios de sus componentes principales hacia la formación del FAP y el choque de ambos bloques. Para comprender el significado de fondo de ese desenlace basta recorrer el Manifiesto Fundacional y la Plataforma Programática del Frente Amplio Progresista.

Si bien Solanas había relegado al arcón de los recuerdos las bases antimperialistas y latinoamericanistas de Psur, éstas estaban como referencia insoslayable de esa formación. El FAP, en cambio, además de tomar explícitamente como punto de referencia «los gobiernos progresistas de la ciudad de Rosario, durante los últimos veinte años, y de la provincia de Santa Fe desde 2007», (ambos integrados por la UCR, la Coalición Cívica y hasta la Democracia Cristiana), transforma «la recuperación de los recursos naturales, la soberanía y la defensa del patrimonio y el medio ambiente» de las cinco causas de Psur en una «defensa firme y responsable de nuestros recursos naturales y la recuperación de la capacidad de decisión sobre los mismos».

No hace falta explicar que «responsable» significa oposición a cualquier propuesta de nacionalización de petróleo, minas, territorio marítimo, telecomunicaciones y transporte (para más abundamiento, el párrafo sigue a la reivindicación de la política aplicada en Santa Fe), en tanto «capacidad de decisión sobre los mismos» no es sino resultado de la pugna interna en la redacción del documento.

Mientras que el horizonte estratégico queda definido por la fórmula «mejorar nuestra democracia», la ya lavada definición de Psur en sus cinco puntos, «integración autónoma de América Latina», queda convertida por la FAP en «una perspectiva estratégica de inserción internacional basada en una efectiva cooperación mutua con Brasil en el contexto del Mercosur, en la profundización de la regionalización y en una amplia multilateralidad económica, política e institucional».

En vano se buscará en esos documentos fundacionales improperios tales como Alba, Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua o Ecuador. La «responsabilidad» y pulcritud del FAP los excluye por definición.

De modo que el FAP no sólo nace signado por una metodología en todo y por todo ajena a la participación de sus bases y partes componentes, sino que asume un programa contrario a cualquier perspectiva de confrontación con el imperialismo, voluntad de concientizar y organizar a las masas tras una estrategia anticapitalista y, en cambio, ratificando el orden burgués al que se embellece con la supuesta posibilidad de imponerle cambios significativos en materia de distribución de riqueza y se reafirma como non plus ultra del accionar político.

Sería excesivo afirmar que las ramas de la CTA incorporadas al FAP y Libres del Sur han renegado de definiciones defendidas durante mucho tiempo. Pero es legítimo sostener que con su ingreso al FAP emprenden un camino exactamente inverso en el caso de algunos agrupamientos y de tardía definición explícita en el caso de otros.

El FAP es el hijo prematuro de la alianza internacional entre socialdemocracia y socialcristianismo, destinada a impedir la revolución. Réplica del FpV, con menos votos e impronta liberal. Los desaguisados al interior de la UCR impidieron que el vástago naciera según lo planeado por sus gestores. Pero estos volverán a la carga. En todo caso, aquello que en el plano sindical es la Confederación Sindical Internacional, creada en noviembre de 2006 para afrontar la radicalización de las masas sobre todo en América Latina, es hoy el FAP en el plano político argentino.

La posibilidad de que el PS y Binner fueran hegemonizado por un amplísimo bloque con enraizamiento de masas y carácter nacional, democrático y antimperialista, no superó el estadio de hipótesis jamás asumida por fuerzas revolucionarias, y tras un sinuoso recorrido quedó trastocada en la conformación de una estructura vertical, sin proyección de masas, burocrática y de naturaleza reformista burguesa.

En el próximo período es esperable una evolución que deje sin alternativa a los sectores comprometidos con posiciones antimperialistas, latinoamericanistas. El matrimonio socialdemocracia-socialcristianismo habrá logrado una vez más (como lo hizo con el Frente Grande, el Frepaso y la Alianza), bloquear el camino de la unidad social y política de las masas. Las cabezas responsables de esta deriva no podrán eludir el juicio de la historia ni cabalgar sobre la próxima ola social que la crisis necesariamente pondrá en movimiento.

 

Nuevo cuadro de situación

En el transcurso de la última década y algo más, Argentina se ha transformado. No sólo por la caída a pique del ingreso en tres cuartas partes de la población, el aumento en flecha de la pobreza y la indigencia, la desarticulación y prostitución de las instituciones. Las clases mismas han sufrido un sensible proceso de cambio cualitativo. Tras la experiencia de los 1990, la burguesía se parapetó frente a la conducta descontroladamente voraz del imperialismo y, en todas sus fracciones locales -e incluso en sectores transnacionales de la industria y el comercio- viró hacia una política de toma de distancia respecto de Washington y aun Bruselas, respaldando con mayor o menor vigor la noción de mercado latinoamericano y alineándose para ello con Brasil.

Las clases medias se polarizaron notoriamente entre una minoría rica y una mayoría empobrecida, perdiendo la homogeneidad que caracterizó al país durante el siglo XX. El impacto de la crisis permanente con paréntesis de prosperidad, combinado con los cambios culturales traídos por la postmodernidad y la revolución en las telecomunicaciones demolió el precario sustento ideológico con el que estas capas sociales sostuvieron durante más de un siglo su hipócrita moral, lanzándolas al vacío de una amoralidad que, en el actual contexto mundial, no podía sino agravarse afirmando la inmoralidad como definición ideológica y práctica social.

La clase obrera, a la vez que aumentó cuantitativamente con la proletarización de las profesiones antaño liberales y de una masa creciente de ingenieros y técnicos, perdió en grado absoluto la condición de «clase para sí». Al compás de la ola mundial de dilución ideológica del proletariado, destrucción de los partidos de clase y corrupción extrema de los sindicatos, en Argentina las organizaciones gremiales llegaron al punto de transformar su naturaleza y función: la antigua burocracia sindical se transmutó en expresiones directas de la patronal y el Estado, cuando no en patrones ella misma. La parálisis del movimiento obrero como tal, experimentada a partir de las últimas dos grandes huelgas de clase como lo fueron la de metalúrgicos y ferroviarios en 1992, al influjo además de la deriva de las izquierdas hacia el ultrismo vacío y el reformismo burgués, acabó transformando también a las direcciones sindicales que dos décadas atrás se plantaban, desde la honestidad y la combatividad, contra los antiguos aparatos corruptos, para terminar sumándose a ellos o copiándolos en instancias originalmente comprometidas en dar paso a lo nuevo. Disgregada y sin brújula la clase obrera fue permeable a la corrupción de las clases dominantes y las capas medias.

La degradación y vaciamiento de los partidos tradicionales arrolló en la práctica política principios colectivos y conductas individuales, no ya en las cimas del poder, sino en toda la escala social, sin excluir a buena parte de lo que fuera militancia revolucionaria. Al no encontrar un cauce anticapitalista la crisis corrompió poco menos que todo. El caso de Hebe de Bonafini es ejemplo sobresaliente de esta caída al abismo. Con la tortura y la desaparición masiva de personas, la última dictadura dio una muestra adelantada de degradación extrema de la clase dominante. Aquel mal hizo metástasis en todas las instituciones, en el conjunto social y en una cantidad sorprendente de hombres y mujeres antes comprometidos con una revolución.

La estrategia burguesa-imperialista, sean cuales sean sus conflictos internos, campea en este terreno sin oposición de clase consciente y organizada. El así llamado «kirchnerismo», ahora devenido «cristinismo» (mutación demostrativa de la consistencia del fenómeno), es resultante y a la vez efectivo promotor de esta tarea de demolición.

En este nuevo cuadro la idea de edificación de una herramienta política de masas, tal como interpretada y defendida por incontables militantes entre los cuales nos contamos, ya no es realizable.

Las transformaciones sociales y los cambios políticos de signo negativo eran previsibles. Y fueron previstos. Cabe citar caracterizaciones de 1997, cuando el gobierno que dos años antes había arrasado en las urnas estaba liquidado y el reemplazo había tomado la forma del Frepaso, integrado, sugestivamente, por quienes hoy componen el FAP y el sector subordinado del elenco gobernante:

«en tanto el proletariado -entendido aquí estrictamente como proletariado industrial– no asuma la lucha política en función de sus intereses de clase, la creciente oposición, el malestar y el descontrol, incluso en la hipótesis altamente probable de grandes explosiones sociales (ocurridas efectivamente en 2001/02), estos no sólo no revertirían los resultados de la política aplicada consistentemente por las clases dominantes desde 1974, sino que servirán para asestar nuevas derrotas a las masas, descomprimir la situación social y hallar un nuevo punto de equilibrio para continuar con la misma política, aunque utilizando diferentes métodos, partidos y dirigentes (…)
 «las organizaciones responsables (de la subordinación a nuevas expresiones burguesas) demostraron con ello su incapacidad para la gran tarea de educar, organizar y conducir a las masas en la lucha contra el poder burgués. Por lo tanto no son ni pueden ser aliados permanentes y sólo cuentan como fuerzas allí donde puntualmente podemos converger en luchas concretas, a condición de jamás aparecer ante las masas y/o las vanguardias como integrantes de un frente, bloque o cualquier otro tipo de alianza partidaria (…) Esta situación no remite a circunstanciales movimientos tácticos, sino a su concepción política global hacia el movimiento de masas (…)

«Es por responsabilidad directa del espontaneísmo, el sectarismo y el reformismo de estas organizaciones que el Frepaso captó el descontento de masas, la búsqueda de una nueva expresión política por parte de decenas de miles de activistas del movimiento obrero, la juventud, los profesionales y los sectores más sanos de la sociedad. Y es por la existencia del Frepaso que se clausuró por un período la creación de un partido de masas, antimperialista y anticapitalista, de los trabajadores y el pueblo. Por responsabilidad de quienes se autoproclaman revolucionarios y marxistas, el Frepaso ocupó el escenario político, en favor de una política de defensa del sistema de explotación y opresión, ahondando la división, la confusión, la desmoralización y desmovilización del proletariado.

 «La única fuerza actual de las clases dominantes es la ausencia política del proletariado. Esa ausencia no era inevitable. Todo lo contrario (…)

 «Si no hay convulsiones sociales o crisis económica de envergadura, este proceso culminará en las elecciones presidenciales del 99. Pero desde ya se ha abierto una nueva fase en la lucha por la unidad social y política de los trabajadores; significativamente diferente de la recorrida hasta ahora.

 «El aspecto central de esa diferencia es que como elemento dominante de la unidad social y política no están las organizaciones sindicales ni los dirigentes honestos y combativos de éstas en cuanto tales (…)

 «La primera consecuencia de esta nueva situación es un grado mayor de dispersión y confusión del activismo sindical comprometido con las bases, los cuadros sindicales no subordinados a expresiones políticas burguesas y la militancia revolucionaria en general. La segunda consecuencia, inseparable de la anterior, es un desplazamiento del punto de unidad hacia la izquierda. Esto debe entenderse en términos programáticos, políticos y organizativos (…)

 «No cejaremos ni por un instante de defender la necesidad de una instancia de las características de la Propuesta Agustín Tosco, como puente hacia un Partido de los Trabajadores. Y estaremos en alerta máximo para detectar cualquier signo que desde el movimiento obrero indique que este paréntesis se ha cerrado.

 «Mientras tanto, no intentaremos sustituir con nuestro esfuerzo lo que la clase no sustenta por sí misma. No incurriremos en el error simétrico de quienes pretenden reemplazar a la clase obrera por un partido autoproclamado como vanguardia. Pero aun en esta coyuntura nuestras tácticas estarán constante e invariablemente dictadas por la necesidad de contribuir al desarrollo y consolidación de cualquier movimiento propio de los trabajadores, la juventud y sus aliados, que se encamine o tenga la posibilidad de hacerlo, hacia la organización de un Partido de los Trabajadores, plural, de masas, democrático, antimperialista y anticapitalista (…)

 «el cambio de acento sobre uno de los términos (herramienta política de masas y partido revolucionario, nota de esta edición) es sólo el reconocimiento de una circunstancia que tendrá tanta vigencia como el curso de los acontecimientos determine. El cuadro vigente al momento (…) indica una táctica que puede cambiar bruscamente, en la misma medida en que puede cambiar el estado de ánimo y el accionar del movimiento obrero. Mientras tanto, la concepción estratégica respecto del concepto de Frente Único en las condiciones concretas de este país será el reaseguro para no caer en la construcción de una organización sectaria y la educación de militantes ajenos a la práctica cotidiana de las masas»(10).

En esta nueva repetición circular de la historia (la cuarta, si se cuentan el desvío sectario al inicio de la etapa institucional en 1982/83, la incorporación de la CTA al Frepaso en 1994, la omisión y el ultrismo en 2001 y el afianzamiento del actual gobierno en 2003), las dirigencias sindicales que dieron un nuevo aliento a la lucha sindical y política a comienzos de los 1990, ya no existen como tales. Para resumir un fenómeno abarcador y complejo, se puede observar lo ocurrido con la CTA. Primero torció el rumbo original y se transfiguró, sin debate ni participación, de Congreso a «Central»; después ingresó al Frente Grande y acompañó el camino posterior por el Frepaso y la Alianza; más tarde, ya una sombra de lo que fuera, se dividió; y finalmente la fracción contraria al gobierno nacional ingresó al FAP en la figura de su principal dirigente. Otras direcciones sindicales de entonces o el período inmediatamente posterior (Fraternidad, UOM Villa Constitución, Telefónicos, Luz y Fuerza de Córdoba, etc), abandonaron con diferentes recursos y justificaciones la construcción de un partido de masas independiente y contrario a cualquier expresión del capital, sea para sumarse al gobierno de Kirchner, sea para incorporarse al reciente frente de la socialdemocracia y el socialcristianismo. Por todo un período estos alineamientos no cambiarán. Y cuando lo hagan, es impensable que en su actual composición dirigente contribuyan a la creación de una herramienta de masas antimperialista y anticapitalista.

Meritorias expresiones diferentes, como Fasimpat y una cantidad innumerable de empresas recuperadas, cooperativas de autogestión y otras experiencias del mismo género, así como agrupaciones sindicales, estudiantiles, indígenas, de mujeres, son excepciones de esta ley general que como tales la convalidan, pero que en condiciones diferentes podrán ser la base para la afirmación de una poderosa fuerza política con enraizamiento de masas.

Al momento, sin embargo, tampoco hay movimientos sociales genuinos dispuestos a pasar a la acción política desde una perspectiva antimperialista y anticapitalista. El caso del movimiento de mujeres es particularmente elocuente en cuanto a la esterilidad resultante de la manipulación socialdemócrata y la vocinglería ultrista, con el accionar eficiente de incontables ONGs en el centro operativo.

Desde luego hay reservas en todos los sentidos, en todos los ámbitos, en todas las organizaciones sociales y políticas. La traba consiste en que así como la continuidad de la lucha se dio en este prolongado período de manera fragmentaria, puntual, aislada, también aquellos yacimientos de fuerza futura están ocultos, separados, impotentes. Bastaría que existiese el punto de nexo para esa conjunción y todo el panorama político argentino cambiaría de signo. Pero ese punto, al menos en el cuadro actual, sólo podría existir en torno de un proletariado en lucha, con dinámica de aglutinación social. Una nueva clase obrera, aunada en todos sus estratos, constituida en «clase para sí», es decir en colectivo consciente de su lugar en la sociedad, a partir de esta realidad, permitiría la eclosión de las múltiples fuerzas existentes bajo la superficie, su unificación y potenciación. Pero no hay atajos para recomponer el tejido social, aunar al proletariado con las juventudes estudiantil y trabajadora y plantear una salida revolucionaria a la crisis del capitalismo.

 

Nuestras tareas

Mirar la realidad de frente y exponerla sin rodeos puede resultar amargo. Pero es condición necesaria para poner los pies en la tierra y echar a andar. Allá quienes se dejaron arrastrar por el elenco gobernante. Allá quienes persisten en el infantoizquierdismo, ahora devenido extremo oportunismo electoralista. Allá quienes buscan un lugar en el mundo en el rinconcito hoy soleado del FAP. El punto es dónde se ubicarán los centenares de miles de luchadores sociales que rechazan o toman distancia de estos desvíos. Dónde los revolucionarios en general y los marxistas en particular.

No hay mucho para descubrir, aunque todo lo porvenir será diferente en forma y contenido. Como fue señalado en 1997 y como, en otro cuadro, reconfirmamos en los meses posteriores al Encuentro Huerta Grande-Cordobazo en mayo de 2009, «La primera consecuencia de esta nueva situación es un grado mayor de dispersión y confusión del activismo sindical comprometido con las bases, los cuadros sindicales no subordinados a expresiones políticas burguesas y la militancia revolucionaria en general. La segunda consecuencia, inseparable de la anterior, es un desplazamiento del punto de unidad hacia la izquierda».

Esto significa que está coyunturalmente clausurada la posibilidad de una confluencia plural y masiva en torno de un programa antimperialista y con metodología de plena participación democrática. Permítasenos volver al documento de 1997:

«En el cuadro descripto de crisis capitalista, cuanto más demore la realización de la unidad social y política de los trabajadores, más aguda será la polarización de fuerzas y, por lo mismo, más a la izquierda se desplazará el punto capaz de obrar como centro de gravitación para la unificación de las masas explotadas y oprimidas con un programa de acción común»(11).

Ahora bien, en comparación con el panorama que afrontaban los revolucionarios en 1997 tras la victoria del Frepaso en la lucha por el corazón y las conciencias de las masas, hoy el cuadro es radicalmente diferente por la existencia de un proceso ya adelantado de revolución latinoamericana, con eje político en Venezuela. La polarización en 1997 e incluso en 2001/2002 remitía a definiciones teóricas e ideológicas a contramano de la conciencia social en Argentina, América Latina y el mundo, lo cual empujaba hacia el aislamiento, el infantoizquierdismo o desesperados recursos oportunistas, sin excluir la deserción y la corrupción. Resistir aquello supuso, en el mejor de los casos, el freno a toda posibilidad de crecimiento organizativo. Hoy, la Revolución Bolivariana produjo un renacimiento del socialismo y puso como eje viviente de unidad social y política para las amplias masas el programa del Alba(12) y el socialismo del siglo XXI.

Ese cambio hace cierta la posibilidad de que la inmensa fuerza desperdigada en todos los ámbitos, tenga un punto de encuentro que potenciaría extraordinariamente su capacidad y, a no dudarlo, en poco tiempo revertiría el cuadro hoy predominante. De manera que ya no se trata sólo de actuar a la defensiva hasta que el movimiento espontáneo -o una nueva eclosión de la crisis, por lo demás inexorable- dé por concluida esta fase de predominio del reformismo burgués sobre la clase obrera, las juventudes y el pueblo. Tal coyuntura puede durar años o meses. Pero ahora es posible promover formas organizativas transitorias y transicionales de unión plural en torno de definiciones mucho más amplias y abarcadoras: el Partido Socialista Unido de Venezuela y el Alba constituyen una plataforma material de enorme potencia para eso. 

En ese marco, a la vez circunscripto pero amplio, es posible pasar a la ofensiva desde una perspectiva revolucionaria. En todo caso, es más urgente que nunca poner como insoslayable tarea la recomposición del pensamiento y la organización revolucionarios. Eso supone redoblar esfuerzos en torno a centros de estudio y elaboración teórica y política, multiplicando escuelas de cuadros en todo el país, pero con eje y punto de partida en un proyecto político-organizativo muy preciso, que en plazos perentorios dé lugar a la confluencia orgánica de cuadros y equipos revolucionarios marxistas dispuestos a presentarse en el gran escenario político nacional y latinoamericano.

 

1.- El texto a continuación omite toda referencia a ambas cuestiones. Remitimos a Respuestas del Sur frente a la crisis económica mundial, Crítica, N° 38, octubre 2008 (http://www.revistacritica.com.ar); y, en el plano local, a Economía de la manipulación, Eslabón N° 93, febrero de 2011 (http://uniondemilitantes.com.ar/).

2.- Página del ministerio de Interior, al 15 de agosto, con el 96% de las mesas escrutadas. Posteriormente aparecieron denuncias de irregularidades, al momento de cierre de esta nota sin fundamentos suficientes para ser consignadas. En todo caso, la negativa al voto electrónico e incluso a la papeleta única, indican la persistencia de trampas en todos los órdenes, comenzando por el llamado «voto clientelar».
3.- Ya redactado este texto, un ajustado análisis de la consultora Poliarquía expresa esta realidad de la siguiente manera: «Fue infructuoso preguntar a los votantes acerca de su conducta el día de las primarias. Apenas tres semanas antes, el 75% afirmaba tener poca o ninguna información sobre lo que se elegía. Luego de iniciada la publicidad electoral -por otro lado bien distribuida y copiosa- aumentó el nivel de información, lo que permitió las primeras estimaciones, siempre inciertas, sobre lo que sucedería», Eduardo Fidanza, Un triunfo que sigue asombrando, La Nación, 18/8/11.
4.- Al respecto, puede leerse en Eslabón N° 94, de abril de 2011, bajo el título Realidad y mentiras de la coyuntura política argentina: «En pocos días más, el 29 de abril, la CGT hará una concentración por el Día del Trabajador en el centro de la Capital Federal. La realidad política argentina quedará allí resumida: la CGT será la única expresión numéricamente significativa en la celebración de esta fecha obrera. Su dirigencia, sostendrá en el acto la candidatura de Cristina Fernández, de la misma manera que la soga sostiene al ahorcado. Intentará ganar espacio en un futuro gobierno e imponer condiciones para que ese sea continuidad del actual. La clase obrera está a remolque de un proyecto lumpenburgués y mafiosoburocrático. Y los revolucionarios no lo evitamos, pese a que bastaría voluntad y coraje para sentar una alternativa diferente. Esta edición resume la coyuntura e insiste en la línea de acción para superarla».
5.- Es éste un caso elocuente de la degradación que acosa al país. El juez admite aquello que antes quedó a la luz pública: en 5 (hay quienes afirman que son 6) de sus propiedades se ejerce la prostitución organizada, pero niega conocimiento y responsabilidad en el asunto. Zaffaroni afirma que no renunciará a su cargo y contraataca denunciando una «maniobra de la oposición». Entre otros, a su defensa acude Hebe de Bonafini, quien en 1985, junto a Madres de Plaza de Mayo, presentó una denuncia contra 437 magistrados a los que el escrito calificaba como «jueces de la dictadura». En esa lista figuraba Zaffaroni. En 2003, el entonces senador Rodolfo Terragano, radical liberal, negó su voto para el nombramiento de Zaffaroni. Argumentó que «fue nombrado juez nacional por Rafael Videla y al asumir el cargo juró por el Estatuto del Proceso que confirió el poder político a la Junta Militar, declaró caducos todos los mandatos populares y removió a los miembros de la Corte Suprema Justicia»; informó además Terragno que «en 1980 Zaffaroni publicó un libro sobre derecho penal militar, supervisado por Laureano Álvarez Estrada –el primer Subsecretario de Justicia de Videla- y Ramón León Francisco Morel, ambos auditores del Ejército» y «defendió circunstancias indefendibles como: derecho penal militar de excepción, circunstancias especiales, necesidad terribilísima, legislación por bandos, excepcional necesidad de dar muerte al delincuente y usurpar justificadamente la función pública». En dos de los prostíbulos descubiertos eran explotadas jóvenes dominicanas y paraguayas, de modo que el caso también envuelve la trata de personas. Varios organismos de derechos humanos salieron en defensa del juez.
6.- La situación política de las clases dominantes queda perfectamente reflejada en el balance publicado por La Nación al día siguiente de la segunda vuelta en la Ciudad de Buenos Aires: «no hay que engañarse: la algarabía de anoche fue también la espléndida fachada de sus limitaciones para construir un proyecto de poder nacional. En otras palabras, Macri atraviesa un momento estelar de una carrera que parece detenida (…) La peripecia del macrismo es una desmentida al optimismo de quienes suponen que las miserias de la política pueden ser redimidas renunciando a la política (…) No es seguro que logre superar el cómodo umbral en el que se haya detenido. Para hacerlo, tendría que explicitar una concepción del país y diseñar una estrategia para su realización colectiva. Una meta inalcanzable si no edifica un partido; para eso no alcanza con volver más numeroso el cardumen que lo sigue. Construir un partido significa democratizar la toma de decisiones». La oligarquía clama al cielo por construir un partido… y no lo consigue.
7.- Ver Crisis de Proyecto Sur y elecciones, en Eslabón N° 94, abril de 2011, entre otros textos de ese periódico relativos a PSur.
8.- El tema fue tratado en el Comité Central de la UMS de diciembre 2009 (Ver Eslabón N° 86, Análisis de la coyuntura, balance político, líneas de acción) y reiterado en las ediciones sucesivas del periódico Específicamente fue considerado el eventual papel de Hermes Binner en Eslabón N°87, Qué hacer frente a la carrera electoralista: «Desde hace más de un año hemos señalado que las clases dominantes dan sucesivas señales de apuntar a Hermes Binner como próximo presidente. En los últimos días, también según lo adelantado en varios de nuestros documentos del año pasado, la dirigencia de Proyecto Sur por un lado y la del Frente Cívico por el otro, propusieron la concreción de un bloque con el PS, obviamente con Binner como candidato presidencial para 2011».
9.- La misma edición de Eslabón subrayaba «una disputa entre el Acuerdo Cívico y Social (donde todavía está el PS con UCR más Carrió, más centristas varios) y un conjunto a la izquierda, en el que se destaca Proyecto Sur, por ver quién se queda con Binner».
10.- Resoluciones del Primer Congreso de la UMS, octubre de 1997, http://uniondemilitantes.com.ar/congreso1_resolucion.html. Ver también Informe del Secretario General saliente, http://uniondemilitantes.com.ar/congreso1_saliente.html
11.- Ibid.
12.- Ver Alba – TCP, Selección de acuerdos y declaraciones. Casa del Alba Buenos Aires.

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