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campaña presidencial como síntoma de enfermedad incurable

Debacle final del progresismo argentino y perspectiva de choque clase contra clase

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Argentina saldrá del lodazal irrespirable donde la han sumergido sus clases dominantes. Pero no lo hará por el camino propuesto por ellas mismas, a través de candidatos prefabricados, en esta campaña presidencial ignominiosa.

La clase trabajadora, las juventudes, el pueblo argentino todo, deberemos recorrer un tránsito doloroso. El precio de décadas de destrucción, de omisión, incapacidad o complicidad, según el caso, se paga y pagará con sufrimiento social y creciente conmoción política, durante un período tanto más prolongado y gravoso cuanto más se demore la conformación de la fuerza política que incluya a millones tras una propuesta de intransigentes transformaciones raigales.

En el ocaso irreversible del período Néstor Kirchner-Cristina Fernández el país afronta un penoso cuadro, resultante obligado de su accionar, razón por la cual el denominado kirchnerismo no tiene ni puede tener continuidad en ningún sentido. Pero esta afirmación es incompleta sin afirmar de inmediato que la oposición burguesa es peor aún. No por acaso todas sus facciones partíciparon del elenco oficialista hasta poco tiempo atrás, o fueron cómplices con actitud acomodaticia.

Frente a este desenlace del período abierto en 2002, desde las filas de los de abajo, desde las víctimas del saqueo ininterrupido, no existe la menor capacidad para obrar como alternativa en lo inmediato.

Hablar claro no trae adhesiones en este período histórico de reflujo en la lucha de clases en todo el mundo y de inédita corrupción política en Argentina. Pero continuar en la mentira o el silencio será más costoso aún. En primer lugar para trabajadores, estudiantes, chacareros y cuentapropistas. Pero también para quienes pretenden actuar en este escenario con sana intención y genuina voluntad de transformación.

A siete meses de las Paso y once de las presidenciales, un pantallazo muestra la magnitud del derrumbe político nacional.

La innoble agonía del régimen lleva a primer plano una lucha interburguesa en torno a la corrupción, de la que todos han sido partícipes. Como parte de una maniobra para desviar otra vez a las masas, una vertiente del progresismo acaba de expresar la idea clave de su devenir: «si ganan Massa o Scioli Argentina será Colombia», razón por la cual convoca al bloque socialdemócrata Unen a unirse al jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri.

En simultáneo, el G-6 (Grupo de los 6, representación de la totalidad del gran capital local y transnacional), invitó con tono de exigencia a los dos candidatos definidos como «oposición», Mauricio Macri y Sergio Massa, a participar conjuntamente en las presidenciales del año próximo.

Otra rama del árbol seco denominado progresismo, se sumó sin demora al pedido y desde Unen exigió que esa coalición participara en las Paso junto con el Pro y el Frente Renovador, aparatos vacíos edificados a fuerza de millones por Macri y Massa.

Pocos antecedentes bastan para caracterizar a estos dos personajes, hoy presentados, junto con el gobernador de Buenos Aires Daniel Scioli, como los tres nombres entre los cuales se dirimirá la futura presidencia.

Massa fue desenmascarado por Wikileaks como confidente de la embajada estadounidense mientras era jefe de gabinete. Según los cables enviado a su gobierno por la embajadora, poco después de dejar el cargó calificó a Néstor Kirchner ante sus controladores como “psicópata” y sostuvo que su jefe “no es un genio depravado, sólo es un perverso”.

Si tal caracterización es hasta el momento la única prueba escrita asequible para valorar el talento de quien luego sería intendente de Tigre y más tarde abriría una grieta insalvable en el aparato oficial, no vale lo mismo para estimar su conducta individual y política: denunciar de tal manera ante un representante imperial al presidente al que servía es mucho más que un acto de artera cobardía. Es prueba de pertenencia a la rancia estirpe de los comisionistas del imperialismo, encabezada por Julio Argentino Roca (hijo), quien en 1933 propuso que Argentina fuese un diamante más en la corona británica.

Por su lado Macri es el único alto funcionario que ha invitado y recibido varias veces a Álvaro Uribe. Y lo ha hecho porque integra con él una estructura internacional de explícito corte fascista, encabezada y financiada a través de José Aznar. Uribe, jefe de los paramilitares y representante político del narcotráfico colombiano; Aznar, títere de Estados Unidos que además de llevar a España a las guerras de la OTAN hundió a su país en el marasmo, donde ahora padecen 5 millones de desocupados y otros 40 millones de españoles despertados a los golpes del ensueño socialdemócrata.

A Scioli puede describírselo más simplemente: connotado motonauta en los 80, menemista en los 90, para-aliancista luego, duhaldista tras el colapso de 2001 y kirchnerista a partir de 2003, exhibe una carencia absoluta de ideas políticas, encubierta con discursos vacíos de todo contenido, elaborados por publicistas de renombre internacional: antes un cotizado brasileño, ahora un estadounidense, más caro aún. Además cuenta con un promotor de peso: el Papa, que en función de su antigua militancia en la derecha peronista encuentra en Scioli la vía de defensa del sistema y del Partido Justicialista.

Así las cosas, para evitar que Argentina “se convierta en Colombia”, la totalidad del arco progresista propone aliarse con Macri o Massa, o con ambos a la vez. Ésa es la estrategia de quienes se proclaman defensores de la República contra la tarea de demolición y corrupción institucional completado por el actual gobierno, cuyo desempeño hace que, al cabo de 12 años, las opciones electorales para 31 millones de ciudadanos sean Scioli, Macri y Massa. Nada resume mejor que semejante oferta electoral el contenido de este paréntesis malhadado en la historia argentina.

Ante el riesgo cierto de infinidad de juicios y muy probables condenas por corrupción el gobierno busca su propia salvación en Scioli. En cambio para los bravos progresistas y demócratas de la burguesía argentina la defensa de la República consiste en someterse a un portavoz del Departamento de Estado, a la ultraderecha internacional, o a una inefable combinación de ambos.

Por extraño que parezca, en esta coyuntura, mientras el país se deshace, la economía –local e internacional- cae como misil sobre los trabajadores, sectores definidos como revolucionarios optan por juntar migajas de la mesa electoral servida por el capital: su gran objetivo es alcanzar el 4% de los votos y lograr alguna banca legislativa más.

Propuestas dispersas para enarbolar el propósito de aunar grandes masas tras un programa antimperialista y anticapitalista, de democracia socialista, carecen por el momento de entidad suficiente para llegar a las mayorías.

No obstante, hay que repetir lo afirmado en las primeras líneas: Argentina no seguirá el mentiroso camino trazado por los representantes del capital ni tampoco el de variantes reformistas que, con lenguaje ultrarrevolucionario recaen en el electoralismo, vicio que transforma la obvia necesidad de participación electoral en estrategia de incorporación al sistema.

Mientras tanto el capital desenvuelve su propio plan. Sea cual sea el gobierno que viene, por una u otra vía, durante la campaña electoral o luego de la elección, las formaciones burguesas confluirán en una coalición para enfrentar a los trabajadores y las clases medias pauperizadas del campo y la ciudad. Saben que solos no pueden. Deberían saber además que ningún presidente gobernará establemente ni podrá sentar las bases para sacar al país del abismo, tanto más cuanto todo esto se inscribe en una coyuntura de agravamiento de la crisis estructural e irreversible del capitalismo mundial.

 

Resumen de un catastrófico saldo económico

Aunque no es propósito de esta nota analizar la realidad económica nacional, resulta imprescindible hacer un sumarísimo esbozo. Baste decir que 2014 dejará una inflación cercana al 40%, aunque para la canasta alimentaria supera los 50 puntos. Eso es tanto más grave porque ocurre cuando la economía lleva 18 meses de recesión, precedidos por más de un año de estancamiento. El propio Indec –convertido en una fábrica de absurdas mentiras- reconoce que la industria lleva cinco trimestres en caída. La deuda reaparece para mostrar la triple estafa del llamado “desendeudamiento”: porque Argentina tenía en 2003 200 mil millones de dólares de deuda y se anunció una quita teórica del 65%; porque la propia presidente se jacta de haber pagado 190 mil millones -en realidad, más de 220 mil millones- pero a la fecha debemos más de 230 mil millones; y porque bien medido y en dólares reales el peso de la deuda supera el 60% del PIB, en lugar del 10 que desvergonzados funcionarios proclaman. Imposible presentar cifras exactas: uno de los recursos para gobernar en estos años ha sido falsear escandalosamente todas las estadísticas, por lo cual nuestras afirmaciones tienen un carácter indicativo general.

No es todo. En su fase final, en una coyuntura de recesión y ajuste clásico (con medidas idénticas a las impuestas por el ministro de la dictadura Alfredo Martínez de Hoz y por Domingo Cavallo, el adalid de Carlos Menem), el gobierno avanza con la ley de Hidrocarburos en un plan de entrega de riquezas naturales sin parangón en una historia donde no faltan ejemplos de cipayismo descarado. Ya había hecho lo mismo con la minería. Ahora completa la cesión de las telecomunicaciones a las transnacionales e institucionaliza mediante leyes del Congreso el saqueo de las transnacionales del agronegocio con la soja transgénica. Como prolongación inseparable de tales políticas, reimplanta la Ley de Residencia, mediante la cual la burguesía conservadora enfrentó las luchas sociales a comienzos del siglo XX con la expulsión de los extranjeros, que un siglo más tarde son bolivianos, peruanos, paraguayos y uruguayos.

En tanto, las cifras de pobreza superan el 30% y la indigencia está por sobre el 7%. La desocupación oficial del 7%, bien medida e incluyendo a los benefiarios de subsidios, a quienes se computa como empleados, es en realidad  superior al 18%. El trabajo informal ronda el 45% y el salario promedio, según el Indec, es de $5000 (menos de 400 dólares al cambio real). La educación –sobre todo secundaria y universitaria- cae en imparable tirabuzón, con deserción rampante en la secundaria: “alrededor de 750.000 chicos de entre 6 y 17 años están fuera del sistemas escolar y hay casi 4.000.000 de adultos que no terminaron la escuela primaria y su nivel educativo es deficiente” revela un informe del Observatorio de la Deuda Social, según el el cual “el 19% de los adolescentes en los primeros años del nivel medio y el 41% en los últimos años no asisten a la escuela o están atrasados respecto de su edad”. Los hospitales públicos, sin excepción en todo el país, están en colapso declarado. Hay un déficit de vivienda de alrededor de cuatro millones de casas y las villas miserias aumentaron en Buenos Aires un 60% en la última década y en porcentajes similares o aun superiores en otros grandes centros urbanos como Rosario y Córdoba. El consumo de droga ha crecido en línea vertical y el narcotráfico no sólo se ha extendido a la totalidad del país, sino que ha avanzado en dimensiones inauditas en la colonización de los aparatos políticos de la burguesía a todo nivel.

Nadie pronostica una recuperación económica significativa para 2015. El conjunto de los economistas del capital sostiene que la recesión estará en torno del 3% en 2014 y ni los más conspicuos oficialistas aseguran que esa caída pueda revertir el año próximo. Acicateada por la violenta espiral de pobreza, por el accionar de narcotraficantes y, sobre todo, por ausencia de organismos capaces de representar las necesidades de las masas en la lucha por la distribución de la renta nacional, la criminalidad y la consiguiente inseguridad social alcanza niveles jamás conocidos en el país.

Este panorama económico no tiene, sin embargo, correspondencia alguna con la respuesta social. Con sindicatos insertos en el sistema o directamente conducidos por empresarios en papel de sindicalistas, los trabajadores acompañan la decadencia social, la disgregación nacional y la corrupción institucional sin apenas reclamar por algo más -si acaso lo hacen- que un aumento salarial. La idea de que se sale de tal situación “recuperando sindicatos” con un esforzado plan de acción economicista, promoviendo huelgas generales comandadas por el enemigo, como catapulta para obtener alguna banca parlamentaria, es del más puro idealismo. Y quiérase o no, las concepciones idealistas van en sentido contrario a las necesidades históricas del proletariado. Sin organización política propia como condición primera, sin programa de acción unificadora, sin estrategia revolucionaria, incluso los más nobles esfuerzos de activistas clasistas están destinados al fracaso.

 

Preparan una nueva estafa 

Como queda dicho, por una u otra vía el capital tiende a gobernar mediante un bloque burgués de “unidad nacional”. Utiliza los aspectos más irritantes y degradados del denominado kirchnerismo como excusa para preparar una ofensiva contra las masas a fin de aplicar, de manera consecuente y hasta su última instancia, el plan de ajuste y saneamiento iniciado desde hace dos años por el actual gobierno. Con sus aparatos partidarios, sus medios de comunicación y sus instituciones decadentes –en primer lugar la iglesia, las fuerzas armadas y el aparato judicial- los falsos demócratas escandalizados hoy por la rebatiña kirchnerista son la causa de la corrupción que asuela al país y el mayor ejemplo de sumisa entrega al imperialismo. La mejor prueba salta a la vista: si los partidos burgueses no fueran lo que son, Argentina no hubiera tenido jamás gobiernos como los sufridos desde 1989, catálogo de un bestiario trágico y a la vez desopilante. La vertiginosa decadencia en que está atrapado el país resulta de la crisis estructural del sistema y la consiguiente corrupción intrínseca de los partidos burgueses, con la Unión Cívica Radical y el Partido Justicialista a la vanguardia.

Por eso el fin del actual régimen sólo puede desembocar a corto plazo en algo peor. Ninguno de los candidatos presidenciales y los aparatos que los siguen tienen el más mínimo propósito de soberanía nacional y redención social. No tienen un proyecto de país sino un plan de negocios.

Ahora condenan al kirchnerismo y todo indica que, para obtener un respaldo social que no tienen ni pueden tener, está en marcha una parodia justiciera. Pretenden manipular el rechazo masivo a la corrupción y aparecen condenándola; ellos, la fuente misma de la corrupción que corroe al país desde hace décadas.

Un ejército de periodistas acompaña a los hipócritas denunciantes de la corrupción como causa de nuestros problemas. Reproducen lo que otros hicieron en la década de 1990. Anhelan repetir el éxito en fama y fortuna obtenido por aquéllos, quienes conquistaron además el espacio para ocupar lugares redituables en este gobierno. Alcanzado su objetivo, este género de periodistas olvidan denuncias de antaño y encubren la desaforada corrupción actual. Son un componente adicional para la vertiginosa desagregación moral de la sociedad. No puede sorprender entonces que actuales justicieros sueñen con la misma suerte profesional y antepongan esa ilusión a la realidad y las necesidades del país.

No tendrán la misma fortuna de sus predecesores. La bonanza de estos años no se repetirá. Incluso si la burguesía de recambio logra aplicar su proyecto y lleva a la cárcel a varios de los corruptos con mando actual, cuando recupere las palancas del poder político se lanzará a una desenfrenada carrera por recuperar espacios en la lucha interburguesa mientras aplica las medidas requeridas por los gravísimos desequilibrios macroeconómicos y las tensiones acumuladas en todos los planos de la economía y las relaciones sociales. Para hacerlo pisoteará aún más las instituciones republicano-burguesas y acelerará la desagregación nacional.

En esa dinámica el kirchnerismo completará su disgregación y desaparecerá del panorama político nacional, aunque muchos de sus componentes se sumarán a la resistencia. En ese punto habrá que distinguir entre los sempiternos reciclados, empeñados exclusivamente en la continuidad de sus prebendas, y quienes por diferentes razones optaron equivocadamente o fueron arrastrados por esta marejada.

Repetimos: ya está en marcha la maniobra mentirosa de la supuesta “unión nacional”, en torno a lo que alegremente llaman ahora “políticas de Estado” y al calor de una cruzada justiciera que exhibirá el árbol putrefacto del régimen actual para ocultarle a la sociedad el bosque plagado de alimañas del sistema capitalista.

Para aplicar esta táctica los cerebros del plan han trazado una línea de acción que supone recorrer la distancia que faltaba en nuestra decadencia nacional. Ahora las estrellas de la política son… los intendentes.

A las innumerables torturas a las que somos sometidos los ciudadanos en la vida cotidiana, se le ha sumado la repetición ad nauseam de entrevistas radiales y televisivas a personajes que tienen el supuesto mérito de no haber pensado jamás en algo más amplio que negocios propios en el ámbito de un municipio. Estos individuos repiten vaguedades redactadas por asesores y abundan en gestos que supuestamente les abrirán el camino a la popularidad. En el colmo insuperable de la degradación, se promocionan invertebrados mediante alguna acompañante de lujo y a través de programas de televisión que cualquier gobierno responsable clausuraría sin vacilar. No falta quien cuente incluso con acompañantes de lujo de otra jerarquía, por ejemplo el papa Francisco. Hay algo de justicia en el fondo de esta pesadilla política: todos ellos están a la altura de los tres candidatos a presidente entre los cuales la burguesía escogerá su muñeco, al costo de cien millones de dólares para la campaña de cada uno.

En este relevo de emergencia los más informados explican que es necesario un “mani pulite” como en Italia, en paralelo con un “Pacto de la Moncloa”, como en España. En su estolidez, no atinan a pensar un instante en la situación que atraviesan hoy esos dos países, vanguardia del marasmo europeo. No pueden siquiera suponer que manos limpias y pactos sociales están igualmente sujetos a la naturaleza y la situación de la clase que los practica. Y que todo paso progresista de la burguesía está condenado de antemano.

Ignaros intendentes y farsecos candidatos presidenciales constituyen “la clase política” (la sociología al uso ha travestido funcionarios en clase) de repuesto que prepara la burguesía para el próximo período. Nadie puede sospechar que estará en condiciones de gobernar un país quebrado en un mundo en crisis. La degradación extrema de la democracia burguesa alcanzará nuevos límites. En ausencia de fuerza armada militar y con exceso descontrolado de fuerzas policiales, ahora también municipales, la lógica de la crisis tenderá a transformar la fragentación política y la disgregación social en fractura geográfica del país. La “anarquía del año 20”, fórmula por la cual se conoce el período de disgregación nacional entre 1819 y 1823, será un pálido antecedente de lo porvenir. Con el agravante de que aquello ocurrió cuando la burguesía no acababa de tomar forma para afirmarse, en tanto ahora está en su irremediable agonía.

 

Acción revolucionaria 

Ante todo hay que afirmar una verdad sin medias tintas: en este período histórico las clases dominantes llevan la corrupción en su naturaleza; es la palanca principal de su accionar. Han abandonado todo precepto religioso, incluso en sus formas más hipócritas, y desestiman con gesto altanero cualquier alusión a normas morales. El narcotráfico no existiría sin la participación activa y lucrativa de la burguesía en su conjunto. Y con eso está todo dicho.

Ocurre que la ideología dominante es la ideología de la clase dominante. En consecuencia, la clase obrera está también corrompida. No es el motor sino la víctima de esta degradación, pero la comparte. Y un proceso análogo se verifica en el movimiento estudiantil, histórico aliado de vanguardia del proletariado.

La salida de este pantanal será a través de una recomposición en diferentes planos: de la clase obrera como tal; de la fuerza política que unifique socialmente a los trabajadores y sus aliados; del pensamiento revolucionario científico.

No está garantizado un desenlace positivo. No se desarrollará como proceso consecutivo, sino en un movimiento entrelazado y simultáneo de diferentes momentos, en los que preponderará la tarea en uno u otro frente.

No puede haber recomposición política de una clase obrera moral y políticamente corrompida al punto de aceptar la actual dirigencia sindical o estar dispuesta a votar a personajes como Menem y Fernández por razones economicistas, para colmo malinterpretadas al punto de practicar suicidio económico. El paso previo, necesariamente al calor de un combate desigual, es la conciencia. Pero la comprensión colectiva de una razón histórica no proviene de la asunción teórica, sino de la praxis impulsada por el imperativo de la crisis.

No puede esperarse que el proletariado asuma una conciencia para sí a partir de las luchas económicas (o incluso políticas, en el contexto actual). Tampoco de cursos de marxismo. Es preciso una vanguardia armada con la teoría científica de la revolución social y con capacidad de intervención en la lucha social, para lo cual deberá ensamblar con el conjunto activo en el marco de un frente único. Sólo en ese arduo camino, en un marco de extrema heterogeneidad y en combate franco con socialdemócratas y socialcristianos, se avanzará en la conciencia de clase, a partir de la cual será posible construir nuevas organizaciones sindicales y políticas.

Ninguna organización, ningún sector de la clase obrera o las juventudes, cuenta hoy con las capacidades para encabezar esa tarea. Hay activistas u organizaciones militantes desarrollados en una u otra área. Pero sin la interpenetración de capacidades parciales y dispersas, eventuales ventajas tienden a convertirse en lo contrario, aislando contingentes militantes sea del contacto con los trabajadores y sus aliados potenciales, sea de la teoría revolucionaria, sea de la lucha política en el terreno impuesto por el enemigo. Sólo una instancia unificadora –o varias, a diferentes niveles- puede instaurar una dinámica de interacción virtuosa de los factores positivos y afrontar la lucha contra sus costados negativos.

No habrá esfuerzo exagerado para sobreponerse a esa fragmentación inhabilitante, inexorablemente destructiva. Las nociones de frente único de clase y frente único antimperialista serán claves permanentes durante el período de recomposición, necesariamente difícil y probablemente prolongado, aunque en modo alguno se debe descartar la posibilidad de bruscos saltos, que pongan a la vanguardia ante situaciones nuevas sin que la acumulación previa de capacidades se haya dado en niveles suficientes, obligando a la militancia a esfuerzos excepcionales.

Tampoco habrá tregua: la crisis capitalista sólo podrá agravarse y lo mismo vale para la degradación de la democracia burguesa. Una de las grandes victorias del capital en el último período es haber impuesto en el inconsciente colectivo –y en prácticamente toda la militancia- la idea de que el actual régimen de libertades y garantías es consistente y perdurable más allá de los conflictos sociales. No es así.

 

Respuesta a la fragmentación 

Así como la ideología dominante es la ideología de la clase dominante, en condiciones de omisión política del proletariado la fragmentación de los de arriba se replica en la división de los de abajo. La división no ya de la clase trabajadora y sus aliados sino de sus expresiones activas y de vanguardia es un factor fundamental de la coyuntura histórica nacional.

Desde que el Congreso de Trabajadores Argentinos abandonó su proyecto original para pasar a denominarse Central de Trabajadores Argentinos, se perdió la posibilidad de afirmar un punto de unión a escala nacional con un programa de clase, aún con todas las flaquezas que anunciaban los textos de Burzaco y Rosario. A la vuelta de estos años, la CTA se dividió y quedaron formalizadas dos “centrales” (si la palabra central tiene algún sentido es obvio que ninguna de las dos lo es). Pero eso no es lo más grave. Cada bloque está subdividio al infinito y, peor aún, sin una fuerza hegemónica real en ninguna de las dos. Este proceso negativo se completó con la conformación de un partido político verticalmente manipulado. Un pequeño núcleo dirigente que cambió la naturaleza del Congreso de Trabajadores para adosarse al Frepaso y luego integrarse a la Alianza, dividido ahora con toda lógica entre quienes siguen el camino del Frepaso desde las filas del oficialismo y quienes lo hacen tratando de formar un aparato político con el patrocinio de un sector de la iglesia, intenta vanamente capitalizar años de lucha político-sindical de un activo que creyó en el CTA primero y la CTA después.

La deriva destructiva del/la CTA coadyuvó y a la vez resultó del creciente e ininterrumpido repliegue del movimiento obrero –un fenómeno de alcance mundial- lo cual, sumado a lo anterior, alentó la fragmentación como nunca antes en las filas revolucionarias marxistas, dando lugar a todo tipo agrupamientos, con un único punto en común: su impotencia. En este terreno la historia profunda del movimiento obrero comenzó su reaparición en la superficie por su aspecto más negativo: el anarcosindicalismo y las expresiones políticas anárquicas, que no asumen tal condición y se manifiestan a través del rechazo a la noción de partido revolucionario, enmascarado en una exaltación del espontaneísmo, a menudo desnaturalizando el significado de los movimientos sociales.

Mientras tanto el elenco gobernante completaba su giro a derecha y dejaba como única contraparte visible al nuevo electoralismo infantoizquierdista que, con ayuda adicional y artera manipulación de medios masivos, ganó espacio considerable en el activo sindical más combativo.

Un rasgo particular de este último fenómeno es su choque frontal –casi fanático y por completo irracional- con los procesos revolucionarios latinoamericanos, a los que no les critica falencias y debilidades sino que los califica como contrarrevolucionarios y agentes del imperialismo. Esto último, desde luego, bloquea toda posibilidad de frente único, lo cual resta un número significativo de bravos activistas a la lucha que se avecina.

Desde que el Congreso de Trabajadores fue abortado, un agrupamiento de revolucionarios marxistas exploró todas las posibilidades de unidad social y política de los trabajadores. Vehiculizados mediante el períodico Eslabón y un órgano de frente único, El Espejo, fueron convocadas principalmente dos instancias: un Congreso del Pueblo (2007) y una estructura no tradicional a la que tentativamente se denominó Organización Federal para la Revolución Argentina (2009). En ambos casos se buscaba dar respuesta práctica a la dinámica de fragmentación de la clase y sus vanguardias.

Innecesario decir que no se logró el objetivo. La tarea, por tanto, sigue planteada. Sea cual sea el o los nombres que adopten los esfuerzos que con certeza se multiplicarán a partir de 2015, deberán partir de la realidad profunda de fragmentación y desigualdad extrema en los niveles de conciencia y organización de los trabajadores y sus vanguardias.

La militancia marxista que no ceja en el propósito de construir un partido revolucionario debe perseverar en esa tarea estratégica, pero sin desconocer ni negarse a toda posibilidad –también de proyección estratégica- que contribuya a la unidad social y política de las grandes mayorías. Se trata de dos aspectos de un mismo fenómeno, que se realizará de manera combinada o arrastrará a la derrota conjunta de vanguardia y masa.

En dependencia del desenlace coyuntural de un período relativamente breve que se inicia a fines de 2014, Argentina será un factor positivo o negativo en el retroceso dispar del fenómeno de convergencia latinoamericana, el cual  sólo podrá revertirse sobre la base de una perspectiva anticapitalista. Cada militante tiene esa responsabilidad sobre sus hombros.

17 de noviembre de 2014

 

Post Scriptum:

Este texto fue redactado en la fecha señalada, en el curso de un largo viaje. Razones diversas impidieron completar y corregir los numerosos detalles que requerían la ayuda de un archivo. En los 20 días transcurridos, no ha ocurrido nada que cambie la perspectiva aquí descripta, aunque es necesario señalar algunos detalles eventualmente muy importantes para acelerarla:

–      se agudizó abruptamente la confrontación USA-Rusia, sobre todo con eje en Ucrania;

–      nuevas estadísticas reconfirmaron la retracción de la economía mundial en todos sus sectores;

–      Israel bombardeó suburbios de Damasco, en una objetiva operación de pinzas con el cerco de la Otan sobre Ucrania;

–      cientos de miles de jóvenes se movilizaron en Estados Unidos y en México, anunciando una fase de radicalización en ambos países;

–      socialdemocracia y socialcristianismo operaron sobre los gobiernos de Unasur para intentar aislar al bloque del Alba;

–      se acentuó la guerra económica en Venezuela a la vez que se multiplicaban los indicios de una nueva intentona violenta contra el gobierno de la Revolución Bolivariana;

–      el reelecto gobierno de Brasil designó como ministro a un publico representante del capital financiero internacional;

–      el sector de Unen que proponía la alianza con Macri dio el paso y fracturó ese frente, mientras otro flanco del mismo hizo pública su aproximación a Massa y el tercero, minúsculo, quedó boyando en el vacío;

–      se lanzó una ofensiva judicial en toda la línea contra la Presidente y varios de los suyos, basada en inocultables hechos de corrupción desmesurada, que ahora parecen ser el primer paso en un procesamiento –hay pruebas irrefutables- que llevaría al agravamiento extremo de la crisis política, sin excluir la dimisión anticipada;

–      en un alarde de jesuitismo el papa lanzó un llamado, con enorme despliegue de prensa internacional y local, advirtiendo que sería muy negativo que en Argentina se interrumpiera el proceso institucional, pese a sus inocultables lazos con el juez que lleva a cabo la investigación…

No caben dos interpretaciones para esta sucesión de acontecimientos.

 

7 de diciembre de 2014

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