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En busca de un lugar en el mundo

porLBenLMD

 

El Acta Fundacional de la Unión Sudamericana de Naciones, que se firmará este 9 de diciembre en Ayacucho, Perú, se inscribe en un movimiento de recomposición mundial de bloques de naciones a impulsos de la búsqueda de mercados y el temor de una crisis financiera, en el que los países sudamericanos podrían ocupar un lugar preponderante. La simultaneidad de las reuniones del G-20, de la APEC y de la Cumbre Iberoamericana prueba la enormidad de los intereses en juego. Gigante en potencia, la Unión deberá superar limitaciones y contradicciones.

 

Debe haber razones profundas para que diez mandatarios sudamericanos tan diferentes entre sí converjan en la firma de ese Acta Fundacional y lo hagan en la fecha y el lugar elegidos: Ayacucho, en el 180° aniversario de la última batalla de los ejércitos libertadores aunados contra el Imperio español.

Y es que América Latina es hoy el centro de una disputa feroz entre los más poderosos centros mundiales productores de mercancías, ávidos por conquistar mercados para sí y bloquearlos a sus competidores. «Mientras Estados Unidos mira todavía a la región como su patio trasero, su dominación ya no es más incuestionable. De pronto, la presencia de China puede sentirse en todas partes, desde la cuenca del Amazonas a las áreas mineras de los Andes»(1), reconocía The New York Times en el mismo momento en que se desarrollaba en Santiago de Chile la reunión de presidentes del grupo APEC (Asia-Pacific Economic Cooperation).

Pero China es sólo uno de los factores en pugna. Si en esa misma reunión la delegación japonesa, potenciada por la primacía económica sobre la ASEAN (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático), era la tercera fuerza luchando a brazo partido por ocupar espacios económicos, no fue menos significativa la aparición de Rusia, quien llegó a ofrecer abastecimiento de gas a Chile.

George W. Bush (Estados Unidos), Hu Jintao (China), Vladimir Putin (Rusia) y Junichiro Koizumi (Japón) no estaban sólo disputando entre ellos. Como representación plástica de un formidable conflicto de alcance planetario, simultáneamente se desarrollaba en Costa Rica la XIV Cumbre Iberoamericana, instancia proyectada hace tres lustros por la Unión Europea como ariete de sus empresas a la conquista de territorio comercial. Con escasa compañía (no concurrieron numerosos presidentes latinoamericanos, entre ellos Lula y Fidel Castro) y en deslucida ceremonia, el rey Juan Carlos de España simbolizaba allí el otro centro mundial obsesionado por ocupar posiciones hegemónicas en América Latina.

Pero este fresco de la turbulenta política mundial contemporánea adquiere su verdadero relieve si se toma nota de que, en los meses anteriores, habían fracasado los intentos de Estados Unidos y la Unión Europea (UE) por consolidar -cada uno por su lado- áreas de libre comercio con América Latina.

Con la sutileza propia de un enviado imperial entre vasallos, el representante comercial de Washington Robert Zoellick admitió no obstante el fracaso antes de proferir la amenaza: «el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) se frenó; (…) el segundo mandato de George Bush planteará una voz clara. Llevaremos el libre comercio a todo el mundo, abriremos mercados, en especial tras nuestra victoria en estas elecciones». Indeciso entre su tono plañidero y pendenciero, Zoellick advirtió en Santiago que «el mensaje de la APEC a Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay es claro. En el ALCA hubo socios no ambiciosos y debimos conformarnos sólo con un acuerdo base que no fue prolífero».

 

Tercero en discordia

Así las cosas, cuando para comienzos 2005 estaba programado el despegue del ALCA y, superponiéndose, en vista del empantanamiento del proyecto, la iniciación de un acuerdo Mercosur/UE, aparece súbita y silenciosamente la Unión Sudamericana. Diez naciones, 17.300.000 kilómetros cuadrados de superficie (el doble de Estados Unidos), 380 millones de habitantes (100 millones más que Estados Unidos; un 40% con capacidad adquisitiva media y alta), primer productor y exportador mundial de alimentos, pulmón ecológico del planeta, territorio con la más rica biodiversidad del orbe, alto desarrollo científico y tecnológico, reservas hidrocarburíferas para autosustentarse y pesar en el mercado internacional de energía, elevados niveles de capacitación de obreros y técnicos, elevada, extendida y multifacética experiencia política en la mayoría de las sociedades integrantes… la Unión Sudamericana de Naciones, si acaso lograra pasar de un Acta Fundacional a una entidad actuante, cambiaría de manera significativa el mapa político de la Tierra.

Como ha ocurrido una y otra vez en momentos históricos de definiciones trascendentales, los realineamientos de fuerza son de una extraordinaria complejidad, inestables y siempre riesgosos para todos los actores en juego. Pero los estrategas del Departamento de Estado siguen estas evoluciones con realismo: «Por el lado diplomático, los chinos están operando (en América Latina) tranquila pero persistentemente (…). Sudamérica está obviamente desplazándose y los coqueteos diplomáticos con China tenderán a subrayar el potencial de divergencias con Washington»(2).

Un factor de confusión en Sudamérica -en el que no incurren quienes piensan con rigor en función de los intereses del Norte- reside en el pedido de reconocimiento como «economía de mercado» por parte de China. El terror de ciertos empresarios argentinos puede haber oscurecido dos verdades elementales: una economía de mercado no lo es o deja de serlo por la calificación que se le dé. China es todavía -y lo será por mucho tiempo- una sociedad en transición, donde la propiedad colectiva y la planificación en todos los órdenes prevalece largamente sobre los segmentos donde predomina incrustada la ley del valor. Y es, además, una economía atrasada y dependiente, en contradictoria coexistencia con picos de formidable desarrollo y poderío apabullante. Esto significa que, estructuralmente, China es socia «natural» de una eventual Unión Sudamericana de Naciones, por lo mismo que ésta sería a la vez contrapartida y barrera frente a Estados Unidos, la UE y Japón.

 

Bloques autónomos

La disputa por ubicar una creciente sobreproducción de mercancías, que da lugar a los actuales realineamientos políticos y geopolíticos, se traduce en inquietud financiera mundial. El sideral déficit comercial estadounidense, sumado a un creciente déficit en la balanza de pagos, debilita sobremanera al dólar. Esto agudiza la competencia entre Estados Unidos y la UE, entre sí y con los restantes bloques económicos del planeta. No es casual que mientras se realizaban las cumbres de Santiago y Costa Rica, en Berlín se reunía el 19 de noviembre pasado el Grupo de los 20. «Cuando los jefes de la economía quedan desubicados por una crisis, su respuesta instintiva es crear un nuevo comité, foro o grupo…», dice con su habitual acidez un portavoz de las altas finanzas internacionales(3). Ministros de Finanzas y presidentes de Bancos Centrales de las siete grandes potencias, más otros países de porte medio, discutieron allí las perspectivas abiertas por la caída del dólar y la agudización de las tensiones entre los países centrales. «Según Stephen Jen, un economista de Morgan Stanley, la crisis ocurrida en Asia siete años atrás puede repetirse. Sólo que a la inversa»(4). La presunción de este analista, compartida por los asistentes al tenso encuentro de Berlín, es que las monedas occidentales caerían -el dólar a la vanguardia- mientras se valorizarían las orientales, lo cual acentuaría un fenómeno ya en curso que a su turno es causa del terror en el mundo financiero: la fuga masiva de riquezas con dirección al Este. «Si las tendencias actuales continúan y si todos consideran al dólar como una apuesta en una sola dirección, entonces terminaremos en una crisis»(5).

La caída del dólar «es un acontecimiento brutal», se lamentó el ministro de Finanzas alemán, Hans Eichel, y agregó, con tono desolado en un programa de televisión, a la víspera de la reunión: «Ojalá haya una posición conjunta de Japón, Estados Unidos y Europa»(6). Horas después, el presidente de la Reserva Federal estadounidense, Alan Greenspan, clausuraba las esperanzas del ministro alemán: en una conferencia ante banqueros en Frankfurt «advirtió a los europeos ansiosos que esperaran poco alivio de la implacable declinación del dólar frente al euro»(7).

La agudización del enfrentamiento entre los tres grandes centros del capitalismo mundial impulsa la creación de bloques autónomos, con la latente amenaza de una crisis de dimensiones imprevisibles. Por lo mismo que los centros de poder mundial están implantados en todo el mundo y en todos los niveles, la dinámica hacia la conformación de nuevas entidades geoeconómicas y políticas no es ni podría ser homogénea. En Argentina, por ejemplo, hay fuerzas contrarias no ya a la Unión Sudamericana de Naciones, sino incluso al propio Mercosur. El ministro de Economía Roberto Lavagna, por caso, está señalado como defensor férreo de la convergencia subordinada con la UE, en detrimento de una línea de acción apuntada a crear y consolidar la nueva entidad sudamericana, a la cual desestima sin rodeos.

 

Otra dimensión

Pero el hecho nuevo en el escenario internacional es que la economía ya se discute a cañonazos. Aparte Fallujah (Irak), donde Washington está mostrando al mundo de qué es capaz (Baran, pág. 16), utilizando el terror como factor de presión política y económica con todos los gobiernos del mundo, las citadas declaraciones de Zoellick dan la clave y el verdadero alcance de una dinámica que completaría Bush en Santiago, pocas horas después y sin circunloquios, cuando utilizó el escenario de la APEC para advertir al mundo que, si no lo acompaña en su cruzada, atacará de todos modos a Irán y Corea del Norte. Mientras millares de estadounidenses armados desembarcaban en Santiago para proteger a Bush del terrorismo internacional, en Caracas explotaba un auto en pleno centro y era asesinado Danilo Anderson, un fiscal que en las próximas semanas debía interrogar a unos 400 involucrados en el golpe de Estado contra el presidente Hugo Chávez. De esa investigación, que presumiblemente seguirá adelante, se espera la comprobación formal de algo que en la historia latinoamericana ha acabado por devenir una suerte de obviedad: la participación estadounidense en aquel intento fallido y en los sucesivos atentados terroristas con los cuales se intentó, infructuosamente, minar las bases políticas de sustentación de Chávez.

En este punto, la Unión Sudamericana de Naciones adquiere otra significación: si del Acta Fundacional se pasa a una enérgica articulación política, la Casa Blanca ya no podría hacer planes de intervención directa militar contra un país, porque debería enfrentar a un bloque en todo y por todo más poderoso (Tokatlian, pág. 9).

Paradojalmente, mientras en otros sentidos el gobierno brasileño se amolda con mayor plasticidad a lineamientos y advertencias emitidos desde Washington, la política de Itamaraty ha sido más audaz y consecuente con la defensa del Mercosur y su proyección a la Unión Sudamericana de Naciones. «No podemos seguir peleando por un 10% del mercado de uno para el otro. Debemos capacitarnos para estar presentes en el mercado, nuestro y mundial, de forma competitiva, lo que exigirá una visión mucho más estratégica de la que se tuvo hasta hoy», propone Celso Amorim, el canciller brasileño. En su visión, la Unión Sudamericana de Naciones «reforzará la capacidad de negociación de los países de la región con los grandes bloques económicos»(8).

Aun limitada a esta visión economicista, Brasil encabeza junto con Venezuela la creación de la Unión Sudamericana de Naciones. Argentina oscila entre la perspectiva utilitaria, la estrategia política y la total omisión. Se discute ya la creación de un Parlamento Sudamericano, pero como prueba de que se pueden acometer grandes objetivos con intereses diminutos, el debate primero es si los diputados a ese centro político serán elegidos por voto universal… o designados a puerta cerrada por cada Parlamento.

Como quiera que sea, el 9 de diciembre se alzará ante el mundo el Acta Fundacional de una nueva -y a la vez muy antigua- perspectiva para organizar a los pueblos habitantes en América del Sur. ¿Tentación chovinista o percepción ajustada de los hechos? En el mundo de hoy están gestándose acontecimientos convulsivos y trascendentales; cabe conjeturar que un factor potencialmente decisivo para el curso que finalmente adopten reside en Sudamérica. Asombra, impresiona, sin embargo, la distancia entre esta realidad acuciante y la manera en que se aproximan al fenómeno la inteligencia y las dirigencias políticas, en teoría destinatarios de un desafío de tal envergadura.

  1. Larry Rohter, «China Widens Economic Role in Latin America», The New York Times, Nueva York, 20-11-04.
  2. Richard Feinberg, asesor jefe del Consejo Nacional de Seguridad durante la administración Clinton. Citado en «China widens…».
  3. «Currency conundrums», The Economist, Londres, 19-11-04.
  4. Ibid.
  5. «El debilitamiento del dólar aumenta las tensiones antes de la reunión del G-20», The Wall Street Journal Americas; La Nación, Buenos Aires 19-11-04.
  6. Ibid.
  7. Mark Landler, «Greenspan says euro is likely to keep rising», International Herald Tribune, 22-11-04.
  8. «Comunidade Sul Americana de Nações será formalizada», Gazeta Mercantil, San Pablo, 7-11-04.
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