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ESMA y deuda externa

PorLBenAXXI

 

Ocurrió en Argentina, pero las fuerzas que lo generaron provienen de toda América Latina y, presumiblemente, devolverán el impacto a escala regional: el pasado 24 de marzo la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) fue transformada en «Espacio de la memoria». Ese día se cumplía el 28° aniversario de la toma del poder por una junta integrada por los jefes de ejército, marina y aeronáutica.
En la ESMA funcionó un centro clandestino de detenidos-desaparecidos entre 1976 y 1982. No era uno más de los muchos campos de concentración donde se torturó y asesinó durante ese período. Allí un ala supuestamente populista de la junta gobernante ensayó una operación de recuperación de militantes capturados para alimentar un proyecto que, en la enajenada imaginación del almirante Eduardo Massera, sería una fuerza política que uniera bajo su conducción a secuestradores y secuestrados, torturadores y torturados.
Hay datos suficientes para probar que Massera no contaba para ese proyecto sólo con sus comandos de secuestradores; el delirio tenía puntos de apoyo al otro lado de la grieta de sangre que dividió al país. Ese es un hecho cuyo esclarecimiento pleno será tarea de la historia; ahora sólo cabe como factor a tener en cuenta para la comprensión global de las relaciones entre ideología y política, así como los desdoblamientos que esa relación puede producir en la conducta humana.
Hoy, nada debería desdibujar el trascendental significado del acto donde, en presencia del presidente Néstor Kirchner, dos jóvenes nacidos durante el cautiverio de sus madres en ese lugar tenebroso, dos hijos de desaparecidos, hicieron la denuncia más desgarradora entre las innumerables que el país y el mundo conocieron desde 1983.
Nada debería desdibujar tampoco el contenido potencial de algunos párrafos del discurso del propio Kirchner ni las derivaciones del hecho en sí: el comandante actual del ejército arrancando del Colegio Militar los cuadros de dos generales que ocuparon la presidencia durante la dictadura y la transmutación de la ESMA en “Museo de la Memoria”.

 

Dos décadas cruciales

Esto no comienza ahora. Bajo la presión de un poderoso movimiento ciudadano a favor de la democracia el presidente Raúl Alfonsín promovió en 1983 el juicio que enviaría a prisión a los comandantes que en tres sucesivas juntas gobernaron al país. Un hecho sin precedentes en la historia universal. En rigor el juicio a los comandantes tiene una dimensión histórica mayor que la conversión de la ESMA (las derivaciones posteriores de aquella conducta remiten, también, a la aludida relación entre ideología y política).
No obstante, hay razones reales y simbólicas que le dan a este 24 de marzo un relieve sin precedentes. Es un símbolo mayor que, mientras en 1983 ocupaban el centro del escenario teóricos, dirigentes y militantes provenientes de las luchas de la década de 1960 y 1970 pero ganados en los ´80 por el posibilismo, esta vez hablaron dos jóvenes. Sus palabras retumbarán en el futuro argentino. Entre ambos, cada uno con su estilo y desde experiencias personales diferentes, presentaron una plataforma inversa a la defendida por las voces predominantes en aquellos años de Alfonsín: el posibilismo… es una quimera. O un deliberado engaño, según quién lo sostenga.
Por las voces de esos jóvenes habló la experiencia de los 20 años transcurridos. Y ocupó el palco la fuerza invisible que surca superficie y subsuelo desde el Bravo a la Patagonia.
El mismo Kirchner actuó movido por esa fuerza. Dos semana antes había cedido ante la presión extrema del Fondo Monetario Internacional, accediendo a pagar intereses con reservas, en línea de continuidad con los acuerdos firmados el año pasado. Pero allí, ante 25 mil personas que lloraban de dolor y alegría y vociferaban desbordados una esperanza otra vez renacida, denunció el sistema político argentino. Y se sumó al reclamo por un país nuevo, diferente y mejor.
Un eslabón de acero amarra esa esperanza al mecanismo de sujeción y saqueo resumible en la deuda externa de nuestros países y las imposiciones del Fondo Monetario Internacional para pagarla. En su momento Alfonsín no se decidió a cortarlo apelando a la única fuerza capaz de hacerlo: el accionar consciente y organizado de las víctimas. Luego vinieron sus patéticos sucesores, siempre con el posibilismo como bandera. Día a día Argentina se hundió más en la ciénaga de la degradación social y la corrupción y disolución políticas.
Es la historia de cada país de la región, con apenas rasgos diferenciales. Y sería pueril atribuirla exclusivamente a un individuo o un partido. Tan pueril como desdeñar lo ocurrido con indiduos y partidos que no optaron por cortar de un tajo la dependencia respecto de los centros imperialistas. Condenar a los asesinos es imprescindible. Tanto como detener el mecanismo que los necesita para sobrevivir y volverá a crearlos una y otra vez.
El palco del 24 de marzo en Buenos Aires indica que el punto de inflexión en esa historia ya quedo atrás en Argentina. A escala continental, el desafío está planteado.

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