No: con el 50,7% en el bloque A y el 51,05 en el B, se impuso la oposición a la Reforma de la Constitución. La palanca determinante de esta inesperada derrota oficial fue la abstención: más de 7 sobre 16 millones de electores. Tres millones de votantes por Hugo Chávez un año atrás no concurrieron esta vez a las urnas. Otra proporción cuantiosa de los beneficiados por la Revolución, tampoco votó. El traspié implica en lo inmediato un frenazo en la marcha de la Revolución Bolivariana. Esto a su vez impactará en las filas chavistas y es presumible que el saldo de ese impacto no será para afirmar un curso conservador, sino lo inverso. Mientras tanto, la oposición está lejos de la homogeneidad necesaria para administrar su magra victoria. Se ahondará la fractura entre quienes pretenderán derrocar a Chávez ya mismo y quienes apostarán al fortalecimiento político en los próximos cinco años.
Cuando Hugo Chávez y su gobierno –y la dirección de esta revista– esperaban un salto cualitativo de la Revolución en el tránsito al socialismo, el resultado electoral del 2 de diciembre produjo la primera derrota electoral del Presidente en ocho años y puso el freno en el mismo momento en que debía comenzar la aceleración, cuando el Consejo Nacional Electoral (CNE) anunciara la segura victoria del Sí a la Reforma Constitucional.
En las horas previas a ese demorado anuncio, informes nerviosos indicaban que la prevista ventaja del Sí se esfumaba. Hasta ese momento había sido avalada por pronósticos políticos y encuestas de todo tipo; y anunciada a media tarde como victoria consumada por la agencia de noticias Reuters, el diario El País de España y la cadena de televisión CNN, medios difícilmente catalogables como favorables a Chávez. Entre quienes conocían los datos de esa caída y la eventualidad de una derrota comenzó a repicar el interrogante: ¿qué ocurrió? ¿Error de cálculo? ¿Error de estrategia? ¿Vuelco de la sociedad contra el curso que avaló masiva y crecientemente desde 1998? ¿Por qué dirigentes y observadores experimentados se dejaron engañar con la certeza de una victoria más?
Tal vez para adelantarse a la catarata de conclusiones dictadas por el resultado, Chávez dijo en cadena nacional, inmediatamente después del anuncio del CNE: “sepan que no retiro ni una sola coma de esta propuesta. Continúo haciendo la propuesta al pueblo venezolano. Esta propuesta sigue viva, no está muerta”.
Causas y efectos
Si la mitad de quienes en diciembre pasado votaron a Chávez y esta vez se abstuvieron (es decir, un millón y medio de personas), hubiese repetido su voto, el Sí habría ganado con más distancia de la que pronosticaban las encuestas sólidas. El hecho es que, con certeza rotunda, aunque el momento no sea el más apropiado para afirmarla, no sólo Chávez como dirigente, sino la Revolución como proyecto vivo y a toda marcha, tiene hoy un apoyo social significativamente mayor al que mostró un año atrás. No ya aquellos tres millones, sino por lo menos un millón y medio más de ciudadanos está tocado por los beneficios de la Revolución e involucrado en su desarrollo cotidiano en los más diversos escenarios.
¿Entonces? A la luz de los resultados, es fácil inventariar un conjunto de causas que provocaron la retracción del electorado y restaron el apoyo a la Reforma: la radicalización impulsada por el Presidente y la consecuente fuga de buena parte de la dirigencia que lo acompañó hasta ahora, se complementó con la pasividad en franjas del bloque gobernante y la insuficiencia del aún nonato Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv) para reemplazar al mecanismo electoral anterior. Impacto del desabastecimiento parcial de alimentos; ferocidad de la campaña de mentiras sobre el contenido de la Reforma; rechazo pasivo a la corrupción; y un grado considerable de desmovilización social (contradictoria pero real) en el último año, son otros tantos factores que explican la retracción de esos tres millones de ciudadanos y la omisión de otro millón y medio.
Sin embargo, atribuir a esas causas la derrota electoral equivaldría a concluir que es inviable emprender el tránsito al socialismo (porque siempre y en cualquier circunstancia supondrá una mengua importante de aliados), o por lo menos que es inviable hacerlo por la vía institucional empleada hasta ahora por la Revolución Bolivariana.
Una respuesta diferente, que no reniega de las decisiones adoptadas y no saca conclusiones derrotistas, apunta en otra dirección: para una elección del carácter de ésta, o para cualquier otro tipo de vía a utilizar con el objetivo de quebrar la espina dorsal del sistema capitalista, es imprescindible una nervadura social y un desarrollo organizativo diferentes al que requiere una elección tradicional.
Por razones de arrastre, el Partido Socialista Unido de Venezuela no apeló en la medida necesaria, y con la suficiente energía, a aquella nervadura social y además no llegó a tiempo a la cita del 2 de diciembre. Aquí resalta ante todo la pasividad de la clase obrera como tal y el papel neutro –o francamente negativo– de algunas corrientes que pretenden representarlo.
En ese sentido, Chávez quedó solo ante la masa de sus adherentes. No estuvo la mediación organizativa capaz de llevar a cabo la inmensa tarea de explicar, aclarar, persuadir, debatir y, sobre esas bases y sólo sobre ésas, movilizar.
No hubo error de cálculo respecto de la inaplazable necesidad de dar el salto, ni de la posibilidad de hacerlo exitosamente. No hubo ni hay un error estratégico (la afirmación de la necesidad de avanzar en la edificación del socialismo). No hay un giro negativo (siempre posible) en la voluntad revolucionaria de las mayorías.
Hubo sí, además del déficit señalado, una subestimación del enemigo. Ése del cual se habla pero a menudo no se tiene realmente en cuenta: el imperialismo; que fue capaz desde promover el desabastecimiento, mover sectas religiosas para presentar a Chávez como el anticristo, articular la aparición pública de Raúl Baduel y la ex esposa del Presidente en la jornada electoral, comprar, corromper, envenenar a través de los medios de difusión…
Hubo, claro, vacilantes, traidores y desertores, como siempre hay en una revolución que lo es de verdad.
Nueva fase
Aunque con un sentido diferente al esperado, de todos modos la Revolución ha ingresado en una nueva fase del período mayor en el tránsito necesario para dejar atrás el capitalismo.
Chávez ha citado más de una vez una frase que se ajusta a esta coyuntura: “a menudo la Revolución, necesita del látigo de la contrarrevolución”.
No serán latigazos los que falten en los próximos meses. Y tampoco voluntad para seguir tras los objetivos trazados. Chávez citó también a Bolívar, para recordar aquello de que los combatientes bisoños se acobardan ante la primera escaramuza con apariencia de derrota. Hay muchas y muchos combatientes bolivarianos que al contrario de amilanarse o encontrar en este resultado la excusa perfecta para tomar distancia de la Revolución, sacarán las conclusiones correctas para afrontar la inexorable realidad: una revolución no depende de las instituciones del Estado al que enfrenta para vencer. Puede convivir con ellas tanto como el enemigo se lo permita. Pero no rige su direccionalidad, su ritmo, sus definiciones, por un conjunto de leyes escritas por sus enemigos. Todo lo contrario: la revolución hace las leyes que necesita. Como las hacen las clases dominantes para mantenerse como tales. Una conclusión se impone con sencillez: a la Revolución Bolivariana no la vence ésta ni ninguna elección. No fue posible reformar la Constitución por el voto en esta oportunidad. Pero quienes no fueron a votar demorarán menos que un suspiro en comprender que necesitan esos cambios con urgencia. Quienes obtuvieron un punto más y se consideran vencedores, están ante la opción de intentar derrocar a Chávez en las próximas semanas o buscar consolidar una fuerza política que pueda lograrlo a mediano plazo. Las mayorías protagonistas de la Revolución habrán de responder en uno u otro escenario.
Para el periodismo que practica América XXI será educativo e inspirador acompañar esa experiencia de cuyo resultado continúa dependiendo el curso de la política latinoamericana.
3 de diciembre; 11hs.