Siempre parece que se ha llegado al límite en la transgresión a la objetividad de los hechos, a la ética profesional, cuando la prensa comercial internacional ataca al unísono a la Revolución Bolivariana. Pero cada día la frontera se desplaza más allá. No es preciso referirse a un corresponsal de The New York Times que se permite describir al presidente Hugo Chávez como “crazy like a fox” (loco como un zorro). Después de todo, un mercenario enviado por su diario a montar una provocación para ser expulsado y, así, poder mostrar al mundo que en Venezuela no existe libertad de prensa, es menos significativo que el hecho de que la prensa de mayor gravitación (con la totalidad de los diarios tradicionales en Suramérica haciendo coro), se embarque en una tarea de ocultamiento y tergiversación difícilmente comparable, incluso apelando a los peores excesos en los años de la “guerra fría”.
La innovadora metáfora de The New York Times (hasta ahora los zorros eran astutos) viene a cuento para explicar lo que el enviado entiende como “extraños métodos y propósitos” del presidente venezolano. Ocurre que son esos métodos y propósitos los que el decano de la prensa estadounidense se empeña en ocultar. Los súbditos del Sur hacen lo mismo, aunque esgrimen una pantalla más estridente: el célebre maletín con dólares incautado a un empresario venezolano, nacionalizado estadounidense, con residencia en Miami, descubierto cuando descendía en Buenos Aires de un avión fletado por Enarsa, la empresa argentina de energía.
En el Foro mensual de América XXI en Buenos Aires, un experto en cuestiones energéticas resumió con fina puntería el significado de la campaña de prensa en torno al hecho: “hacen un escándalo y mantienen durante semanas el tema de la maleta con 800 mil dólares, pero no dicen una palabra del saqueo petrolero y minero”, señaló Félix Herrero. La suma transfugada anualmente se eleva a 15 mil millones de dólares sólo en concepto de renta de la tierra por la extracción de petróleo.
Ahora bien: ésa es la misión de la prensa capitalista en tiempos normales. Pero la modalidad desaforada utilizada hoy en cadena mundial contra Chávez habla con elocuencia de hechos nuevos: la profundización y extensión de la revolución socialista en Venezuela y la alarma –más bien desesperación- del imperialismo y sus adláteres subdesarrollados.
Métodos y propósitos
El 15 de agosto Hugo Chávez se tomó unas tres horas para exponer ante la Asamblea Nacional su propuesta de Reforma Constitucional. El discurso fue transmitido en cadena a todo el país. Extremar la voluntad pedagógica para exponer ante la sociedad, con todo detalle, un plan estratégico de refundación nacional, respaldando cada proposición con baterías de datos y argumentos, es desde luego un método extraño a los gobernantes capitalistas, que al margen de su generalizada incapacidad para unir más de dos oraciones sin leer los papers de sus asesores, tienen como objetivo mayor precisamente lo inverso: ocultar los planes de las clases dominantes.
Pero si el método es extraño para ellos, los propósitos lo son más aún. Porque los 33 artículos que el mandatario propone cambiar de la Constitución, constituyen un fino, elaborado y arrollador proyecto de desmontaje del Estado capitalista. Eso y nada menos significa la reforma: la revolución. No es un juego de palabras. Es la dialéctica del proceso más radical y consecuente desde la Revolución Cubana, con un rasgo distintivo: no lo precede una guerra ganada por las masas populares.
En síntesis los cambios apuntan a las formas de propiedad y el papel del Estado frente a ellas, institucionaliza el poder popular, rediseña geopolíticamente el territorio nacional, reordena el esquema gubernamental y produce un muy drástico reordenamiento y cambio conceptual en la fuerza armada, que incluirá la actual Reserva como quinto componente y en igualdad de condiciones, con el nombre de Milicia Nacional Bolivariana. ¿Extraña que al imperialismo le extrañe?
Internacional latinoamericana
Hay más, sin embargo. De tamaña trascendencia que los zares de la prensa comercial todavía no han asimilado el golpe y, sin reflejos, sólo se limitan a ocultar: el 25 de agosto, ante millares de aspirantes a militantes del Partido Socialista Unido de Venezuela, Chávez trazó un objetivo de tal osadía que dejó sin habla incluso a connotados escritores que se definen marxistas: dijo que 2008 será el momento de “convocar a una reunión de partidos de izquierda en América Latina y organizar una especie de Internacional, una organización de partidos y movimientos de izquierda de América Latina y del Caribe”. Tras años de desatino y cobardía, el extraño propósito de aunar la fuerza de las expresiones más avanzadas de los pueblos latinoamericanos reaparece con la certeza de que a poco andar cobrará vida: “Hay un resurgimiento de la conciencia de los pueblos; deben seguir creciendo los movimientos, líderes y liderazgos de una izquierda nueva, de un proyecto nuevo”.
Proclamar y llevar a cabo el socialismo y el internacionalismo suena a demencia en las redacciones de los grandes medios y en buena parte de la intelectualidad adosada al poder. Para ellos no cabe duda: Chávez es “loco como un zorro”.
Los estrategas serios, en cambio, saben de que se trata. Y preparan en silencio la agresión (la provocación a gran escala contra el gobierno de Evo Morales es sólo la punta del témpano) mientras mandan a sus perros de prensa a ladrar para desviar la atención.