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Causas de la invasión a Irak

PorLBenAXXI

 

En Irak caen las bombas sobre ciudades, poblados y sembradíos, mientras tropas terrestres con equipamiento propio de una novela de ficción inician la verdadera guerra y avanzan hacia Bagdad a un costo de miles, decenas de miles, de vidas humanas y daños al ecosistema de incalculable proyección: Washington vuelve a emplear, esta vez a escala masiva, uranio empobrecido en sus armas. En Ginebra, el gobierno de Estados Unidos Unidos acusa al de Cuba de violar los derechos humanos en la isla. La acusación no incluye condena por el campo de concentración en Guantánamo, territorio cubano ocupado desde hace un siglo, donde el presidente George W. Bush envió los prisioneros resultantes de su reciente invasión a Afganistán.
Hay mucho más de lo puede verse a primera vista en este aparente absurdo. La tentación es atribuirlo a las características intelectuales y morales del presidente estadounidense, quien lee un discurso diario anunciando a los iraquíes que el momento de la libertad, la democracia y el bienestar se aproxima al compás de sus tropas. Por facilismo, interés y necesidad combinados, la prensa en general apela a ese recurso. Pero el hecho de que Estados Unidos no pueda sostener razonablemente la idea de libertad, democracia y mejoramiento económico no tiene punto de contacto alguno con el Sr. Bush y su familia, incluidas sus propiedades petrolíferas.
Para decirlo de otro modo: Estados Unidos ha perdido la bandera de la democracia, la libertad, el desarrollo. La misma engañosa bandera con la que pudo conquistar una hegemonía ideológica planetaria tan rotunda como fugaz, a fines de los años 1980. Mucho trabajo será necesario para desmenuzar y proyectar esta ruptura histórica de alcance estratégico.
Irak, el espanto de la destrucción sanguinaria, es hoy el espejo de esta fractura. Aunque bien valdría recordar que la reaparición sin máscaras de Estados Unidos como avanzada de las fuerzas más retrógradas quedó a las claras el 11 de abril de 2002, cuando Washington reconoció al aspirante a dictador en Venezuela y quedó a la luz el papel del Departamento de Estado estadounidense en el diseño, preparación y realización del golpe. En aquel momento Washington sufrió una derrota estratégica sin la cual no se entiende cabalmente su situación actual.
El hecho es que tras esta conducta antidemocrática y belicista no se halla la voluntad de uno o un puñado de individuos, sino el imperativo inapelable de una necesidad económica. La brutalidad desmesurada de los gobernantes estadounidenses no se explica por sus rasgos individuales, sino a la inversa: el Sr. Bush o su asesora Condoleeza Rice se explican por la necesidad de recurrir a la violencia extrema como ultima ratio. En otras palabras: es la crisis la que produce un Bush, y no un Bush quien produce la crisis.

 

Consecuencias

¿Pero en qué consiste la crisis? Tras la complejidad del entramado económico mundial, la respuesta es sencilla: el mecanismo productivo -el sistema capitalista- produce más de lo que puede vender. Hay de todo (no importa si se habla de heladeras, aviones o bicicletas), en cantidades superiores a lo que es posible colocar en el mercado. Y como en este mecanismo el motor es el lucro, el problema es grave: para vender hay que bajar el precio, con lo cual cae la tasa de ganancia, razón de ser de todo el conjunto. El otro efecto, inseparable, es la agudización de la competencia entre los productores para conquistar mercados.
Reténgase por un instante esta afirmación, constatable a simple vista: el problema del mundo es que hay muchos bienes disponibles… y quienes los necesitan no los pueden comprar. Y a cada instante hay más productos o capacidad para crearlos, y menos personas en condiciones de adquirirlos.
La irracionalidad, el absurdo inabarcable del hecho de que haya excedentes inutilizables de trigo o computadoras cuando el hambre y el analfabetismo crecen en flecha en todo el mundo, aparece bajo la forma de argumentación irracional y cinismo desmesurado en los gobernantes.
Ahora bien, desde el punto de vista de los grandes productores de mercancías bajo estas reglas (Estados Unidos, la Unión Europea y Japón) la resolución del problema requiere bajar los costos (básicamente el precio de la mano de obra, de las materias primas y el transporte) y desplazar a los competidores de los mercados.
He allí las causas de la invasión a Irak, que en realidad es el intento de ocupar la totalidad de la región arábigo-persa. Allí están las causas de la confrontación entre Estados Unidos y la Unión Europea, lo cual plantea riesgos de extensión incontenible de las operaciones bélicas hacia los cuatro puntos cardinales. La confrontación no es de Bush con Saddam Hussein, sino de Estados Unidos con la Unión Europea. Y el choque, imprevisto para el común de los analistas, produjo una fragmentación múltiple: la Unión Europea está a su vez dividida y la fractura se ahonda incluso en la cúspide de las clases dominantes estadounidenses. Una institución clave desde 1945, las Naciones Unidas, ha estallado.
Como contrapartida, una fuerza social multitudinaria sin precedentes se ha levantado contra la guerra en todo el mundo. Jamás se ha visto una oposición a la política estadounidense de tal magnitud y extensión. Esa fuerza poderosísima es un actor nuevo y potencialmente decisivo para el curso de esta tragedia. Entender y explicar las causas que la producen es el punto de partida para que esa voluntad de cientos de millones no sea manipulada.
Asumir que las banderas de la democracia, la paz, la superación de la miseria que azota al planeta, ya no están ni estarán nunca más en manos del imperialismo estadounidense -factor de opresión, explotación, saqueo y degradación en todos los órdenes- invita a sacar conclusiones cargadas de optimismo y responsabilidad.

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