América XXI es hija de las dos fuerzas estratégicamente más poderosas de nuestro tiempo: la Revolución Bolivariana y la contrarrevolución imperialista. Sólo por la deriva socialista de Venezuela y su impacto en el curso de la historia latinoamericana pudo nacer y sobrevivir durante 100 ediciones una revista como ésta. Sin una revolución en marcha, carecería de sentido y base de sustentación; sin la contrarrevolución en constante acecho, también.
Las clases dominantes han elevado a niveles de máxima sofisticación y eficiencia la tarea de confundir, desviar, manipular, la conciencia de explotados y oprimidos. Partidos, sindicatos, iglesias, medios de prensa e infinidad de organismos de diverso tipo, el uso masivo de la drogadicción y el narcotráfico, son los instrumentos. Así sostienen su poder. La violencia cruda es sólo la última instancia, posible precisamente por lo anterior. Por eso es imprescindible una prensa revolucionaria aunque, como se ha repetido desde estas páginas “hay más de una forma de periodismo válido”.
Con esa certeza, Hugo Chávez discutió e impulsó en 2002 este proyecto “Desde Venezuela para todo el continente”, parte de su trabajo en favor de un periodismo radial, televisivo, impreso y digital, a la altura de las necesidades.
Al poner en sus manos la centésima edición, transcurrida más de una década y ya sin la presencia física de Chávez, cabe preguntar: ¿está hoy el periodismo revolucionario en aptitud para contrarrestar la capacidad manipuladora de la burguesía sobre la conciencia, la opinión y la conducta de las masas?
No hay respuesta taxativa para esta pregunta. Los pasos dados, en más de un sentido gigantescos, permitirían afirmarlo. Por el contrario, las ostensibles falencias, mensurables en el éxito del capital para continuar engañando a sus víctimas, indican lo contrario. El resultado está a mitad de camino. Como la Revolución misma, enfrentada por estos días a una contraofensiva furiosa.
Esa embestida requiere una respuesta en tono mayor de la comunicación antisistema. Infinidad de medios contestatarios constituyen un poder potencialmente capaz de convertirse en factor de peso en esta batalla crucial.
A lo largo de 100 ediciones América XXI se ha esforzado por llevar a la práctica la convicción de que un periodismo revolucionario exige, además de un trabajo riguroso y profesional, la adhesión a una estrategia encarnada a su vez en programa y organización. Tales instrumentos emanan del nexo vivo entre masas y vanguardias al calor de la lucha de clases. De modo que la primera condición de un/a periodista revolucionario/a es ser parte del esfuerzo por forjar esos instrumentos.
Capitalismo o socialismo
Nadie duda de que la gran prensa comercial tiene en todo el mundo una estrategia común: sostener el sistema del que es parte y apoyar a quien supone puede garantizarlo. Todo estará subordinado a esos objetivos. Un capitalismo en auge puede ofrecer márgenes incluso muy amplios, hasta incluir a su opuesto. A medida que la crisis avanza, ese margen se estrecha hasta desaparecer. La calidad alcanzada en la fase positiva se corrompe al extremo cuando la curva se invierte. Es lo que ocurre por estos días.
Para ocultar esa degradación se construye un alegado profesionalismo aséptico: ser periodista implica no tomar partido. Construir un pedestal desde donde el profesional y los medios alegadamente independientes miran con supuesta objetividad el devenir de los simples mortales.
Desde la trinchera contraria, donde se ubica América XXI entre tantos otros medios de diversa condición y carácter, es a menudo tentadora la predisposición a enaltecer la profesión explicando todos los males por obra de los medios de comunicación comerciales y todas las deficiencias de la revolución por las flaquezas en materia comunicacional. Semiótica en lugar de relaciones de fuerza entre las clases.
Con toda su relevancia, el periodismo es sólo un arma en la panoplia. Vital, pero dependiente de la estrategia. No hay revolución sin periodismo revolucionario. Pero no puede haber periodismo confrontado con el sistema, en el grado que sea, al margen de la estrategia socialista, lo cual lleva implícito proyectos de largo alcance, de unidad y acción programática. Antes y después de esto, nada reemplaza el estudio, el esfuerzo, el rigor y la pasión. Sin olvidar que hay más de un modo de periodismo válido.
América XXI arriba al número 100 con ediciones regulares en Bolivia, Ecuador, Uruguay, Argentina y Venezuela. Cantidades menores llegan también a Paraguay, Chile y otros países. No es poco, pero hace falta más y mejor: una prensa del Alba, con alcance de masas a escala hemisférica por vía impresa, radial, televisiva y digital.
Se trata de centralizar estrategia y programa de acción, proyectando de manera descentralizada la multiplicación de actuales y nuevos medios de comunicación tales como programas y emisoras radiales, canales de TV locales, periódicos barriales, revistas locales, en un haz ceñido al programa del Alba, a su vez articulado en múltiples instancias internacionales signadas por diferente grado de confrontación con los centros metropolitanos.
Como queda visto en las últimas semanas, hasta cierto punto es posible frenar el belicismo del gran capital internacional y los gobiernos a su servicio. Cada traspié imperial genera sin embargo nuevas agresiones. Los intentos se multiplicarán. Exponerlos ante cientos de millones, explicarlos y enfrentarlos es la tarea de una prensa revolucionaria. No hay márgenes para demorar el gran salto cualitativo que reclama la coyuntura histórica mundial.