Aceleración: el 19 de abril en Asunción un insólito cónclave presidencial detonó un maratón de reuniones cimeras: Lula y Kirchner el 25 en San Pablo; ambos presidentes más Chávez al día siguiente, también en la capital paulista; Vázquez y Fox el 26 en México; Evo, Fidel y Chávez el 28 en La Habana. Y luego Vázquez y Bush el 4 de mayo en Washington. Mientras tanto estallaba la CAN y el Mercosur parecía incapaz de resistir a la eclosión de conflictos cruzados. Ritmo no apto para cardíacos ni para columnistas encolumnados, revela sin embargo una lógica consistente, inaugura un período de drástica recomposición en la geografía política hemisférica y deja a la vista un saldo provisional: en la batalla entre el Alca y el Alba, se desmoronan los cimientos del intento estadounidense mientras gana espacio y cobra fuerza la propuesta asumida ahora formalmente por Cuba, Venezuela y Bolivia.
Llegó el momento. Fuerzas subterráneas, tan poderosas como difíciles de percibir e interpretar, salen a la superficie. Es sólo el comienzo, pero como en los primeros signos de la erupción de un volcán, cunde el pánico y el primer acto reflejo es huir. Hacia cualquier lugar.
No deja de ser un espectáculo divertido observar el espanto en ciertas cancillerías del hemisferio. Y las reacciones espasmódicas de veteranos diplomáticos, como por ejemplo el embajador de Estados Unidos en Asunción, al día siguiente de una cumbre presidencial que, en sí misma, era un escándalo geopolítico: Bolivia, Paraguay, Uruguay y Venezuela con el canciller cubano como invitado. Escándalo no sólo por los participantes, sino en primer lugar por los ausentes: Evo Morales, Nicanor Duarte, Tabaré Vázquez, Hugo Chávez y Felipe Pérez Roque se reunían sin la presencia de los presidentes de Argentina y Brasil, Néstor Kirchner y Luiz Inácio Lula da Silva.
Como era de esperar, el centro de atención recayó sobre Chávez y sus denuncias a Estados Unidos por la labor conspirativa para torpedear la unidad suramericana. Desconcertado, Mr. James Cason accionó todos los medios para hacer sentir que no se invade su domicilio sin consecuencias (ver Presencia…). El esfuerzo tuvo sus frutos y el embajador apareció en diarios, radios y televisoras denostando al presidente venezolano, mientras repetía “siempre apoyamos la integración en América Latina, como integración física y si es comercio mejor” y negaba cualquier intervención de su país para exacerbar las tensiones del Mercosur. En cuanto a la cumbre que acababa de realizarse, el representante de George W. Bush dijo “me informé ayer, leyendo los diarios”.
Hasta un embajador estadounidense puede ser sincero una vez en la vida; a su modo Cason revelaba el verdadero significado político de esa reunión de presidentes: en medio de una contraofensiva exitosa Washington había perdido otra vez la iniciativa.
Contraataque fallido
Seis meses atrás, en Mar del Plata, el Mercosur ya integrado también por Venezuela sepultó el Área de Libre Comercio de las Américas (Alca) y humilló a Bush ante sus pares de todo el hemisferio. Inmediatamente después de ese trago amargo Estados Unidos lanzó una operación múltiple destinada a recuperar el terreno perdido. Y hasta la inesperada reunión de Asunción, venía lográndolo. La firma de TLCs (Tratado de Libre Comercio) con Colombia, Ecuador y Perú; exitosas operaciones encubiertas apuntadas a crear fricciones secesionistas en Venezuela y Bolivia; exacerbación de las disputas comerciales entre Brasil y Argentina; aumento del volumen en las críticas de Uruguay y Paraguay contra sus vecinos mayores y, sobre todo, la escalada fuera de control en el conflicto entre Argentina y Uruguay por la edificación de dos plantas productoras de celulosa, a la vez daban vida a un sucedáneo del Alca y desarticulaban al Mercosur, punto de apoyo de aquella convergencia de pesadilla para el Departamento de Estado.
Parecía llegada la hora de la estocada final y el restablecimiento de la hegemonía sin disputa. Hubo ostensibles movimientos en el damero diplomático del extremo Sur sólo explicables por la presunción de que la suerte estaba echada y era preciso reacomodarse. No faltaron traductores de papeles del Departamento de Estado –más conocidos como columnistas de la gran prensa– que proclamaron la victoria de Washington. Fue en ese momento que Evo Morales anunció la heterodoxa junta presidencial que, para debatir el tendido de un gasoducto desde Bolivia a Paraguay y Uruguay, reunía a los socios relegados del Mercosur en un marco diferente, del que participaba Venezuela como punto de apoyo técnico y financiero.
Extraña coincidencia: mientras ajenos a estos movimientos en el remoto Sur, el mercado mundial se estremecía por la suba de tasas del Tesoro estadounidense y el precio del oro se disparaba a las nubes, en Asunción ocurría un estallido geopolítico sin precedentes. El malestar de Uruguay y Paraguay con el Mercosur explotó en la capital guaraní. Y mostró una inequívoca dinámica de desintegración del bloque. Las intervenciones de los presidentes Vázquez y Duarte, los titulares rotundos de la prensa, las declaraciones de dirigentes políticos y sindicales de todo signo, no dejaron lugar a dudas. Por esas horas, además, trascendía el enojo de Brasilia y Buenos Aires por esta iniciativa que hacía trizas una tradición de dos siglos respecto del papel de ambos países en relación con sus vecinos subordinados. Simultáneamente estalló la Comunidad Andina de Naciones (CAN, integrada por Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia). Chávez anunció desde la cumbre que su país se retiraba del bloque andino. Con la firma de TLCs por parte de tres de los cinco miembros, explicó Chávez, “la CAN está herida de muerte. La mataron. No existe (…) Lo lamentamos mucho pero eso ya no sirve, lo destruyó el imperio”.
Desintegración o recomposición
A la inversa de lo que interpretó la mayoría de los observadores, sin embargo, en Asunción no se asistía a la desintegración de Suramérica; y Venezuela no estaba cumpliendo un papel rupturista. Por el contrario, con el apoyo al gasoducto Bolivia-Paraguay-Uruguay, esa base material de integración establecía otra vez una dinámica de convergencia. Claro que sobre bases diferentes. Y el enojo inicial de la Casa Rosada y el Planalto (comidilla de la chismografía ataviada de periodismo) no tendría las consecuencias imaginadas con ligereza. Desde Asunción, Chávez promovió una reunión para el día siguiente, jueves 20, en la zona de la Triple Frontera, con Kirchner y Lula. No fue posible con tal inmediatez, pero ocurrió a la semana siguiente.
Quienes alientan la interpretación del decurso político por los humores presidenciales, además de desinformar a la población, se impiden comprender los acontecimientos y prever su dinámica: Lula, Kirchner y Chávez ratificaron en San Pablo la decisión de construir el otro gasoducto proyectado, el que con un tendido de Norte a Sur desde Venezuela y ensamblado con el que va de Oeste a Este desde Bolivia deberá unir estructuralmente a Suramérica en torno al factor clave del mundo contemporáneo: la energía.
La combinación de un sistema de integración energética y decisión política (ver Infraestructura…) constituye una fuerza poderosa, que en medio del estallido de tendencias centrífugas restableció una dinámica de convergencia. La detonación de la crisis era inevitable, porque intereses económicos para muchos inapelables radicados en Brasil y Argentina chocan entre sí y a la vez ahogan a Uruguay y Paraguay. Ese Mercosur, creado por multinacionales para mejor succionar riquezas locales, aun cuando por exigencia de la crisis mundial se transformó en baluarte para la resistencia limitada frente a los centros imperialistas, está estructuralmente impedido de ser un eje de unidad suramericana. “Para que funcione –dijo Chávez con una feliz metáfora– debe ser formateado”. En rigor, además de recuperar virgen la base de su valor originario –la convergencia de sus componentes– el Mercosur debería cambiar incluso el nombre. Porque el mercantilismo no es el motor adecuado para el proyecto de unión suramericana.
Nuevas bases para la unidad
Como quiera que sea, lo cierto es que al compás del estallido de Asunción comenzó la recomposición de otro tipo de unidad. Aún en ciernes y con formidables obstáculos por delante, esta confluencia tiene otros vectores y diferentes relaciones de fuerzas internas. Si al cabo plasma, los países de menor envergadura geográfica y económica no serán mero territorio de disputa para beneficio de los más grandes. La comprensible reserva de Lula y Kirchner tras la reunión de San Pablo dio lugar a especulaciones e infundios; pero nadie se atrevió a sostener que el resultado era la reversión de la dinámica de convergencia entre los tres países de mayor peso en Suramérica, ni que el saldo era favorable a Estados Unidos. Rumbo hacia el Norte, Vázquez aprovechó su escala en México para aclarar que Uruguay no se va del Mercosur. Esta página cierra antes de la reunión del mandatario uruguayo con Bush; pero no hay duda sobre el resultado: Uruguay no será arrastrado al proyecto timoneado por Washington y si Estados Unidos redobla la presión para continuar utilizando a ese país en su papel tradicional de Estado tapón, lo que obtendrá será una inesperada radicalización de Uruguay en sentido contrario.
Del mismo modo, es conjeturable que a partir de ahora las declaraciones de la presidenta chilena Michelle Bachelet –subrayadas en la edición anterior de América XXI– a favor de ingresar al Alca, pudieran morigerarse y aun girar en redondo: Chile tiene una perentoria necesidad energética que no puede resolverle el proyecto anexionista estadounidense. Fenómenos análogos se verán en Perú y Ecuador e incluso en Colombia. La guerra, claro, no ha terminado; pero Estados Unidos perdió otra batalla.
Clave en La Habana
El volcán que sacudió el mapa geopolítico en la segunda quincena de abril tuvo su punto culminante en La Habana. En el primer aniversario de la fundación del Alba, hasta ahora conformado por Cuba y Venezuela, se sumó formalmente Bolivia. Es una instancia superior, diferenciada pero inseparable, en el proceso de convergencia suramericana. Los datos del primer año de vida de la antítesis del Alca son elocuentes. Como señaló Fidel en el acto público de clausura, el viernes 29, Cuba y Venezuela fueron las naciones latinoamericanas de más alto crecimiento en 2005, con el 11,8% y el 9,3% respectivamente. En diciembre de 2004 el acuerdo comenzó con 199 proyectos por un total de 874,6 millones de dólares, pero durante 2005 el intercambio bilateral de bienes y servicios llegó a los 2.400 millones de dólares. Contra todo lo dicho, en las exportaciones venezolanas prevalecieron las no-petroleras, con un crecimiento del 255%. Con la ayuda cubana Venezuela pudo ser declarada en noviembre último como territorio libre de analfabetismo. La Misión Milagro resultó en que 220.571 pacientes de bajos recursos de 25 países de la región, el mayor número de ellos venezolanos, recuperaran o mejoraran su visión sin gastar un centavo. Tres mil 328 jóvenes venezolanos estudian Medicina en Cuba y en 2006 esa cifra llegará a 10 mil. Aún antes de sumarse formalmente, Bolivia ya siente los efectos del Alba: hay allí 44 asesores cubanos y 18 venezolanos, para ayudar a organizar la campaña de alfabetización, además de asegurar sin costo dos mil paneles solares a instalar en parajes donde no llega la electricidad. Para afrontar el desastre provocado por recientes lluvias en aquel país, Cuba envió una brigada médica con 62 especialistas que han atendido a más de 410 mil pacientes y salvado la vida de 748 personas. Otros 105 médicos cubanos trabajan en Bolivia como parte de la Misión Milagro, en tres centros oftalmológicos abiertos con cooperación cubana y donde han sido atendidos 4.800 pacientes, enumeró Fidel, para explicar enseguida que hoy estudian en Cuba 4.512 bolivianos, pero pronto esa cifra crecerá también gracias a los recién firmados acuerdos del Alba.
Se trata de algo cualitativamente diferente a las discusiones de los fabricantes de autos, zapatos y heladeras disputándose a dentelladas el mercado del Cono Sur.
Evo Morales no fue sólo a sumarse a un acuerdo ya en marcha. Llevó a La Habana la propuesta de enfrentar los TLC con los TCP (Tratados de Comercio de los Pueblos). “Así como el Alba derrotó al Alca, el TCP tiene que derrotar al TLC”, dijo. Y acaso para responder a vanas especulaciones que pretendieron enfrentarlo con Chávez por la salida de Venezuela de la CAN, el presidente boliviano propuso cambiarle el nombre a ese bloque, manteniendo la sigla: Comunidad Antimperista de Naciones. Y comprometió al presidente venezolano a regresar a esa CAN.
Risas y aplausos pudieron dar lugar a una errónea interpretación: es en esa dirección que marcha Suramérica.
Enviado especial a Asunción y Montevideo